viernes, 21 de febrero de 2014

ESFUERZO Y MOTIVACIÓN EN EL AULA

CULTURA DEL ESFUERZO Y MOTIVACIÓN

Transparent ball with inscription learning in a hand - stock photo

Una de las sensaciones más gratificantes que podemos tener los seres humanos es ver el fruto de nuestro trabajo. Los regalos se agradecen; los éxitos, cuando son honestos y proceden de un esfuerzo dirigido, producen satisfacción. Como docente, uno de mis cometidos es fomentar el esfuerzo dirigido a un fin, y favorecer que mis alumnos enfoquen su energía a un trabajo concreto es, para mí, una de mis mayores satisfacciones profesionales cuando lo consigo. Así que, sí, soy un firme partidario de la cultura del esfuerzo. Y me voy a explicar.

     Es natural que el ser humano atribuya sus éxitos y fracasos, o bien a sus propias cualidades, virtudes y actos, o bien a factores externos (otras personas, el contexto, la casualidad), dependiendo de cómo sea nuestra personalidad (lo que se conoce como locus de control, interno o externo). Asimismo, es también natural que, tras experimentar uno, dos, tres victorias, nuestra autoestima suba y nos atrevamos a intentarlo una vez más. Al contrario, cuando nos llevamos, una, dos, tres decepciones, tenderemos a pensar que no merece la pena seguir intentándolo. Incluso si el fracaso se debe a factores externos, la reiteración de la experiencia de fracaso nos puede acabar desmotivando y derrumbando. Véase, por ejemplo, la experiencia de los jugadores de azar.   

    Esto es así. Está demostrado científicamente y nuestra propia experiencia lo constata. Acuérdate, docente, de las Oposiciones, y mira cuál ha sido tu experiencia y la de otros compañeros. Lo que sucede es que, llevado al ámbito educativo, rápidamente muchos docentes lo simplifican a un indignado "hay que aprobar por la cara", y eso no es así. Una recompensa sin mediar un esfuerzo, un éxito fácil, no produce una sensación de éxito, y el alumno no lo valora. Lo que, en realidad, se nos pide a los docentes cuando desde la Pedagogía y la Psicología se nos insta a que miremos por esto de la sensación de éxito y fracaso no es que "aprobemos sin que el alumno haga apenas nada", por más que muchos, confundidos o claramente tendenciosos, no se cansen de repetir.  
    Estos, a los que se le llena la boca de decir cosas como que el motivo del fracaso escolar de los alumnos es que "no trabajan", "no estudian", "no se esfuerzan", y ya está (lo cual será cierto en unos sí y otros no y, además, es una simplificación que daña las inteligencias), creen ser paladines de la cultura del esfuerzo, cuando en realidad no lo fomentan en absoluto, si bien se mira. Suelen confundir, por otra parte, cantidad con calidad, y generalmente proponen como solución, si es que proponen, aumentar el caudal: aumentar el número de deberes (lo cual es contraproducente en muchos casos) y recomendar estudiar MÁS, no MEJOR. Y, sí, los hay que deben empezar por estudiar más, por atender más, por ejercitarse más. Si yo quisiera obviarlo, cuando a veces sí es el problema, el simplón ahora sería yo. Pero no siempre es así, casi nunca es así.
     Esto del esfuerzo tiene que ver muchísimo con la motivación, pues nadie se esfuerza por el propio esfuerzo, en sí mismo, sino para que ese esfuerzo le sirva para alcanzar un fin. En Secundaria, muchos alumnos no observan ese fin, no lo desean o no están convencidos de él (no lo ven como propio y provechoso) y, a falta de motivación, falta de trabajo o trabajo no dirigido al aprendizaje, mecánico y sin cuidado. Por lo tanto, los docentes precursores de la cultura del esfuerzo son, lo sepan o no, precursores de la cultura de la motivación, o deberían serlo, a no ser que piensen que, por ciencia infusa, los alumnos adolescentes deben caer en la cuenta por sí mismos de que deben esforzarse y ya está. Es cierto, por otro lado, que la familia y la propia sociedad es un agente activo en todo esto, pero si el docente no cree que él mismo puede aportar algo, este docente estará desmotivado a su vez con respecto a esta parte de su tarea, y tenderá a desplazar toda la responsabilidad de este trabajo a otros (generalmente, al propio muchacho, manteniéndolo en un círculo vicioso de fracaso escolar). También es cierto que nosotros no debemos ser los responsables de la cuota que en esto, a veces, nos atribuyen, y es en parte lógico que pensemos que se nos presiona para aprobar sin que ese aprobado refleje una realidad. De ahí gran parte de la confusión. Una nota positiva o negativa que no tenga una correspondencia con factores cualitativos y cuantitativos evaluados según un criterio compartido por docente y alumno no sirve a ninguno de ellos. Ya hemos hecho notar que un alumno que conoce que su aprobado es un regalo no lo va a valorar y, por tanto, no le reportará sensación de éxito alguno.
         
     De otra parte, en España se ha fomentado en exceso, bajo mi punto de vista, el refuerzo positivo y se ha casi proscrito el negativo. La ley del péndulo, tras tantos años de "la letra con sangre entra". Desde el punto de vista de la Psicología, los refuerzos negativos, bien usados, también son útiles, especialmente para el alumno introvertido. Aquí se echa en falta más Psicología Diferencial. Cada alumno tiene su personalidad y, por lo tanto, le funcionarán como reforzadores motivantes un tipo u otro, y le estimularán más un tipo u otro de actividades (e incluso me atrevo a decir que la manera de evaluar también). Como en nuestras aulas hay muchos alumnos, muy diversos, mi propuesta para una atención individualizada es la realización de actividades diversas en el aula, que a veces favorecerá a unos, y a veces a otros, lo cual está en consonancia con las Competencias Básicas, pues si a veces hay que poner en juego la creatividad, a veces la memoria, a veces cualquier otra habilidad cognitiva o afectiva, ponemos al alumnado ante problemas complejos: unos motivarán más a unos que a otros, por eso, creo, hay que combinar. Pero tampoco en exceso, pues si no el alumno va a tener sensación de descontrol, de no saber qué se va a encontrar. Elijamos reforzadores positivos y negativos, actividades de un tipo y de otro, e integrémoslas en un estilo docente único, con una metodología clara. Muy fácil decirlo; no tanto hacerlo. Pero creo que habría que intentarlo así.
     Para motivar a un alumno a que se esfuerce quisiera dejar claro un par de conceptos que creo que son básicos. En primer lugar, debe quedar claro que, tanto actividades demasiado fáciles como excesivamente difíciles no motivan: las primeras, porque no suponen ninguna clase de reto; las segundas, porque se consideran inalcanzables. ¿Por qué no intentas tú el salto con pértiga, te atreves, o por qué no tratas de llegar a ser Presidente del Gobierno? O, de otra parte,  ¿te apetece hacer un examen de 1º de Primaria? Y, caso de hacerlo y aprobarlo, ¿te sentirás un campeón por ello? ¿Te apetece echarle una carrera a un anciano o a un niño de tres años? Estoy convencido de que ni una cosa ni otra te motiva. Pues con los alumnos es igual, de ahí que me parezca muy interesante, aunque no la he practicado aún, la técnica TAI, y cuando hablamos de Atención a la Diversidad estamos cerca de este concepto.
3d people - human character, person -  painting with paint. 3d render illustration - stock photo            
    
     Como en tu clase seguramente tus alumnos parten desde puntos distintos en cuanto a conocimientos previos, ambiente familiar, capacidad intelectual, etc., si impartes clase que satisface a los avanzados el resto sentirá que los objetivos que les propones no son alcanzables y, por tanto, no se esforzarán, como tú rechazarías de inmediato trabajar para ganar el Premio Nobel. Pero, por otra parte, si propones actividades para los alumnos más desaventajados, entonces el resto tendrá la sensación de perder el tiempo, y tampoco se esforzarán por mejorar: tu listón está muy bajo. Así que, ya sea con TAI, ya sea con adaptaciones por lo alto o por lo bajo, en realidad si deseas que un alumno se esfuerce debes proponerle actividades que le supongan un reto alcanzable. Un globo chocando en un techo y que, para alcanzar su hilo, tenga que dar un salto grande. Si es un salto pequeño, no me divierto (me aburro, y quiero hacer otra cosa); si por mucho que salte no puedo alcanzarlo, me canso sin fruto, y tampoco me divierto (me frustro y quiero hacer otra cosa).
motivation conceptual meter indicate maximum, isolated on white background - stock photo     Otro concepto importante es el tipo de motivación. Básicamente hay tres: de recompensa, de logro y de poder. Lo ideal sería tener motivación de logro, pero esto también tiene que ver con el tipo de personalidad, así que habrá que conjugarlas.
Cartoon of Dad scolding his son. Sillhoette - stock vector     Una persona con motivación de logro es aquella que siente satisfacción por la tarea en sí misma. Una persona a la que le guste pintar cuadros siente una gran satisfacción haciéndolo y se esforzará por mejorar en ello con independencia de que consiga o no una recompensa. Los que hacen deporte porque les gusta y no porque quieran ganar un campeonato, por ejemplo. Un músico que se afana por tocar bien porque le gusta la música, con independencia de que llegue a ser famoso o ganar mucho o poco dinero por ello. Este tipo de motivación lo puedes observar tanto en alumnos con un gran apego por una asignatura concreta (les gusta) o bien en los alumnos que dicen que "les gusta estudiar", es decir, el hecho de aprender les motiva. En este sentido, actividades atractivas, en las que el alumno, no es que se lo pase bien ("divertidas") sino que observa la satisfacción de realizarlas ("estimulantes", que no necesariamente deben ser divertidas) son las que debemos impulsar y realizar en clase. Combinadas con las rutinarias e incluso aburridas, porque estas también motivan a otro tipo de alumno, y aunque no lo parezca, hay a quien les motiva estudiarse los paradigmas gramaticales, por ejemplo.
           
     Una persona con motivación de recompensa es la que se esfuerza por conseguir el resultado de un esfuerzo, el beneficio que le reporta, lo rentable que le sea. Hay personas con motivación de logro que valoran más trabajar en lo que les gusta aunque ganen menos dinero. Pues, al contrario, hay persona que lo que valoran de su trabajo es el dinero que pueden llegar a ganar, la recompensa. Cuando "amenazamos" con suspender (refuerzo negativo) o pretendemos estimular con un aprobado (refuerzo positivo) o un sobresaliente, por ejemplo, estamos dando por hecho, primero, que el alumno tiene motivación de recompensa, y este reforzador va a funcionar con él si es así, y, en segundo lugar, si el alumno tiene motivación de recompensa, estamos dando por hecho que le importa esa recompensa en concreto. Y en alumnos cuyo contexto familiar y social no valora los resultados académicos, o en cuyo esquema de valores no es tan importante el que aprueba frente al que suspende, este tipo de motivación, con refuerzo positivo o negativo, no vale de nada. Lo mismo digo de la "amenaza" con poner un Parte. Funciona con quien funciona.
    Las personas con motivación de poder, o mejor de control, para no connotarla negativamente, son aquellas a las que les gusta, que necesitan, sentir y ser los que toman las decisiones y controlan a personas y situaciones. También, seguro, vamos a tener alumnos con este tipo de motivación, y hacerles sentir esta sensación (con determinado control por nuestra parte) puede fomentar que se esfuercen por la tarea propuesta. 

NOTA: Los que han iniciado estudios de Psicología o carreras relacionadas no tendrán ninguna dificultad en recordar autores y bibliografía fundamental de los conceptos tan básicos que expongo aquí, de ahí que haya prescindido de hacer referencias eruditas y bibliográficas. Y, los que no, no creo que tengan mucho interés en que se las mencione. No estoy descubriendo la pólvora; expongo conceptos muy, muy básicos.

Texto: José Alfonso Bolaños Luque
Imágenes: PhotoPin ( http://blogsespanol.about.com/gi/o.htm?zi=1/XJ&zTi=1&sdn=blogsespanol&cdn=espanol&tm=17&gps=40_12_1093_538&f=00&tt=2&bt=4&bts=45&zu=http%3A//www.photopin.com/ )

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