jueves, 10 de abril de 2014

YA QUE NO POESÍA: HISTORIAS, FRAGMENTOS, PENSAMIENTOS

YA QUE NO POESÍA (I)


No traigo más poesía propia a este blog porque quiero preparar un trabajo poético para presentarlo a concurso o editar un libro con ellas, y todavía no he hecho la selección. Puedo traer algunas de carácter experimental, tentativas, jugueteos, que sé que no incluiré en una obra poética más seria. Para compensar esto, voy a rescatar algunos textos en prosa, breves, que tengo aquí y allá. Algunos son pensamientos en voz alta; otros pequeñas historias o descripciones; otros, fragmentos para mi novelita extraña Sollozos; otros, poemillas curiosos, a medio hacer, de jugueteo o explícitamente personales. Para que no todo aquí sea Selectividad, que parece impregnarlo todo.


PENSAMIENTO BREVE


El egoísmo anula al ego, como un color tan sí mismo, tan oscurecido de sí mismo, acaba haciéndose negro, dejando de ser él.

LA CHICA DE LAS TRENZAS

 
Sus dos largas trenzas negras se dejaban mecer por un viento cada vez más fuerte. También su pareo verde oliva, que parecía querer ondear como una bandera libre, pero que irremisiblemente abrazaba y atrapaba, o era atrapada, por sus caderas, en este confuso día de playa.
     Iba descalza, y portaba consigo, en su lento paseo, una palidez bellísima, una blancura tímida e inquieta. Iba cabizbaja, pensativa y triste, sumida en una meditación que parecía ir llevándola por la orilla. No lloraba, y el viento ahora había definido por más tiempo su dirección: a veces la arena golpeaba su rostro y su cuerpo, y pareo y trenzas señalaban a su izquierda, en sentido opuesto al mar.
     Había crecido su figura con su pena, y parecía aún más estilizada viéndola en bikini de tan apagado verde. ¿Está realmente tan inmersa que no apreciará del todo, sino solo su eco como en sueños, el sonido de las olas, la luz blanca del sol, el viento agujeante sobre ella y el ya largo recorrido de la línea de sus huellas? Pero, ¡tanto has andado ya, a ritmo tan lento! Y todavía te veo lejana, pero es que quiero seguir viéndote así, en esa lejanía que me deja verte casi entera, y el grácil movimiento de tus piernas, y tu compostura erótica, de la que no te das cuenta (tu compostura inocente, de la que yo me doy cuenta).



ANÉCDOTA LIBRESCA

No siempre es uno lo suficientemente capaz de saber cuáles son sus propias apetencias. A mí me gusta que los libros me escojan a mí.
     Había venido cargado de libros a pasar una temporada a casa de mis suegros. Sin embargo, antes de que me apeteciera tomar alguno entre mis manos, mi pequeñita de casi dos años quiso jugar a traerme volúmenes de la biblioteca familiar de mi esposa, a saber: Cuentos de Eva Luna, de Isabel Allende; El niño del pijama de rayas, de John Boyne; Historia y consciencia de clase, I, de Georg Luckacs; La tabla de Flandes, de Arturo Pérez Reverte; Relato de un náufrago, de Gabriel García Márquez; y La pasión turca, de Antonio Gala.
     Este fue, pues, el programa de lectura, de literatura contemporánea, que con indudable acierto me había impuesto mi hijita, que lo había transportado con inefable entusiasmo desde la biblioteca al salón, uno a uno, para dejarlos en el suelo como ladrillos en orden. Acto seguido trajo también coladores de tamaños varios, incluido un antiguo y metálico colador de líquidos, que antaño se ponían de casco los locos turuletas.

ALGUNOS FRAGMENTOS PARA SOLLOZOS

(1)

     Fue un instante. Todo empezó con la tontería de jugar a ver quién aguantaba más sin reír mirando fijamente al otro. Pero no hubo ganador, porque al fijarse Carmen en Claudio, y Claudio en Carmen, encontraron ese momento solemne, agradable, misterioso, inquietante. Se pusieron serios de golpe, sorprendidos; se sintieron descubridores de un tesoro secreto que era mejor ocultar para más adelante, con tiempo y fruición, ir a apropiárselo. Llevárselo a un rincón seguro y, allí, contar monedas y joyas, descubrir la preciosidad particular de cada una y la valía del conjunto. Así que, tras ese instante, volvieron a charlar de sus benditas trivialidades, como si jamás se hubieran propuesto el juego de la mirada fija, como si hubieran pactado en complicidad posponer el reto mudo, el otro juego.


(2)

     - [...] Lo que estable es lo que nunca varía. Es decir, su varianza es cero (σ2=0). O sea, solo existe su media "n" veces, si le damos forma de función: cada valor es siempre el mismo, y por tanto su media es ese mismo valor. En definitiva, representado en un eje cartesiano, se trata de un punto. En un sistema representacional de ejes cartesianos, la función que se representa por tan solo un punto (f(x)=k) es la más estable, la que nunca cambia. ¡Te puedes volver loco variando "x", dándole valores, y valores, y más valores, y la puñetera "y" no cambia nunca!
     - Pero f(x)=k es una recta horizontal, no un punto.
     - Sí y no. Si defines el eje de abscisas como el tiempo, la recta horizontal es un punto.
     - Bueno, y cualquier función también.
     - Sí, pero la horizontal es siempre el mismo punto: ni crece ni mengua, no se mueve, es un punto inmóvil a pesar del tiempo.

[...]

     - Perdona la confusión, lo he planteado mal. No representes la función; representa solo la media y su rango de varianzas. Entonces verás el punto (X=k; S2=0). [...]
 



   Textos: José Alfonso Bolaños Luque
     Imágenes: http://photopin.com


    


 

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