martes, 20 de marzo de 2012

RELIGIÓN Y ESCUELA INCLUSIVA (III)

LA ESCUELA PÚBLICA,  ¿TOLERANTE O INCLUSIVA? LA PERSPECTIVA DE LAS MINORÍAS RELIGIOSAS
EL CONCEPTO: SI TÚ ME TOLERAS, SOPORTAS QUE ESTÉ PRESENTE; SI TÚ ME INCLUYES, ME HACES FORMAR PARTE INTEGRANTE.
Nota previa
            Sé lo que significa “escuela inclusiva” como término pedagógico, y probablemente me aproxime a este tecnicismo al volcar aquí mis reflexiones y opiniones. Sin embargo, si bien mi uso del término procede de haberlo escuchado en cursos y en boca de especialistas, realmente lo utilizo como marbete de lo que entiendo que debería ser la escuela pública en lo que a cuestiones religiosas se refiere. En principio había pensado en hablar de “escuela neutra”, pero el adjetivo neutro tiene connotaciones negativas; “escuela laica” tengo que rechazarlo por varios motivos, a saber:
a)    Evoca rápidamente un agrio y permanente polémico debate que no es exactamente el mío, aunque se toque en algunos puntos. Parece enfrentar católicos a no católicos, creyentes a ateos.
b)    Está connotado negativamente, incluso a nivel político.
c)    Podría llevar a considerarse “laico” no como “no religioso”, sino como “antirreligioso”.
d)    Existen acepciones para laicismo que, aplicadas a la escuela y la sociedad en general, suponen adoptar unos valores muy específicos, algunos de los cuales no cuentan con mi respaldo.
Usaré, pues, “escuela inclusiva”. Lo hago porque me gusta la etimología, lo que implica el adjetivo “inclusivo”. No tengo la culpa de que las teorías pedagógicas estén permanentemente aprovechando de forma incesante el vocabulario común y transformándolo en técnico: me gusta inclusiva, como me gusta integradora, etc. De todos modos, sospecho que voy en la línea del especialista “escuela inclusiva”, y me comprometo a revisar mis notas y rastrear por páginas web, cuando disponga de tiempo, para valorar la adscripción de mis pensamientos a los conceptos de estas teorías, utilizando, entonces, si fuera menester, su terminología o, al contrario, desterrándola de mi escrito si no hay coincidencia, para evitar equívocos.
Curiosamente, no soy el único en opinar que estas “teorías” modernas (que luego resulta que no lo son tanto) pecan de ser demasiado “políticamente correctas”, lo que les resta fuerza, sensación de profundidad. A mí, de todos modos, no me parece mal lo políticamente correcto en la escuela, a fin de cuentas tenemos que convivir todos y estos enfoques pedagógicos suelen constituirse en modos, en técnicas, aunque algunos implican desterrar determinada cosmovisión asentada y, por tanto, queriendo o sin querer, entran un poco en conflicto con su inicial corrección política. Lo que sucede es que la cuestión “religiosa” no aparece, salvo para hacer referencia al aspecto cultural-social de esta, especialmente en lo que hace a los inmigrantes magrebíes. Pero el tema se aparca, no se menciona, como si no existiera. Hablan de gustos del alumno, de su situación familiar y económica, de integración prácticamente a todos los niveles, excepto en este. Ya hemos hablado en la entrada anterior acerca de la trivialización de este asunto; no me extiendo más.
Un nuevo ejemplo tomado de mi experiencia en el Colegio y más allá.         

Ya he mencionado mi Colegio (público) antes, aunque no su nombre. Ahora tampoco voy a hacerlo, porque en el fondo da igual cómo se llame: lo que cuento que pasaba allí pasaba en la mayoría de los colegios de la España de los años 80. En clase se rezaba el Padre Nuestro y el Ave María (uno al principio de cada jornada y otro al final, no recuerdo en qué orden). Esto sucedía, al menos, mientras yo cursaba 1º, 2º y 3º EGB (de 1982 a 1984, más o menos). La solución, en democracia ya, fue la tolerancia, no la inclusión: se me consentía que me levantase pero no abriese los labios. Bueno, si me hubiera quedado sentado también me lo habrían consentido; yo me levantaba por consejo de mis propios padres, que verían esa opción como la más correcta; imagino que un poco por respeto a la maestra y mis compañeros, pero seguramente, y sobre todo, porque no querrían que su hijo se destacase y estuviera en boca de los demás innecesariamente. A mí lo que siempre me ha molestado no es que me obliguen a participar (de hecho, nunca me han obligado, siempre me han tolerado), lo que me molesta es que los demás tengan que hacerlo, el mismo hecho de la existencia de este tipo de actos. ¿Por qué, si los demás son católicos, siquiera nominalmente? Por lo mismo que lo de los crucifijos, porque se fomenta un símbolo, un acto, de una religión en la escuela pública como si fuera consustancial a ella, ahora bien, permitiendo, concediendo, la no participación del que no quiera.
Incluso si sabemos que todos los alumnos son católicos, lo vería mal. Tú, si eres católico, verías mal que un colegio público de tu país hiciera suyas tradiciones de otra religión (musulmana, por ejemplo) o símbolos políticos (que se cantase la internacional, por poner otro ejemplo). ¡Es una Escuela Pública! Y por más que te explicase que todos los alumnos son musulmanes o comunistas lo seguirías sin comprender. ¡Sigue siendo una Escuela Pública!
Es eso lo que veo. Que lo NORMAL sea el catolicismo socio-escolar; pero, por supuesto, admitiendo, integrando a los demás. O sea, yo mando a mi hija al colegio público, en el que creo, y, dado que no soy católico, parecerá siempre como que ella está de más. Tengo todas las garantías de auténtica exquisitez por parte del colegio en el respeto de las creencias religiosas que su familia quiere transmitirle. Pero, de un lado, esta le tendrá que estar siempre explicando que en España y el cole la mayoría es de tradición católica, que cuando vea o escuche tal cosa debe interpretarla o tomarla así o asao, pero que tal cosita no debe expresarla ella para no causar extrañeza o molestar o herir a los otros, hasta que sea lo suficientemente mayor para entender que, sin querer, los demás, a veces, sí le hacen daño a ella, al dar por “normal” lo que de ninguna manera entendemos por normal; y que lo hagan los demás, y sin querer, es lógico, nihil obstat, pero que lo haga la Escuela, y queriendo, tiene narices. De otro lado, y derivado de esto último, el sentimiento de extrañeza que la propia institución escolar le va a transmitir, que no sé aún si será mucha o poca, siempre estará ahí.
Otra excusa curiosa, aparte de las mencionadas de la tradición y la trivialización, son los propios padres y sus asociaciones. Lo siento mucho, pero si la Administración debe oponerse a padres y pueblos enteros, tendrá que hacerlo, y sin esperar a que “suceda” que aparezca por el colegio un “raro”. Debe hacerlo per se. No es cuestión de un Consejo Escolar o una AMPA que en pleno patio de un colegio público se erija en alto una estatua de la Virgen del Rocío, pongamos por caso, porque entonces el colegio como tal le rinde honores (si no, ¿qué hace ahí?). La Escuela, cada colegio e instituto, no debe arrodillarse ante ninguna ideología, si bien debe respetarlas todas, a excepción de las demostradas perniciosas. Si una Virgen, o un Buda, o una Media Luna Islámica, preside un patio, eso no es ni trivial ni baladí, por mucho que esté promocionado, impulsado, apoyado o financiado por los propios padres o el pueblo. La Escuela debe trascender esto. El pueblo tiene parroquias, plazas, calles (¡esto también…!); la Escuela no es tan suya, aunque es deseable que participe en ella. El contexto y la tradición cultural son meras excusas baratas para no meterse en líos con fuerzas fácticas o un respaldo no abiertamente declarado, una de dos.
¡Es la Administración, y de oficio, la que debe parar estas iniciativas de antemano! Y no esperar a que proteste, y proteste, y proteste un padre, señalando así a sus hijos, marcándolos a ellos y a sí mismo como el que trae un problema, como el raro, como el que quiere fastidiarnos. O que se calle y se entristezca, porque dé por perdida esa batalla, admitiéndose entonces a sí mismo como español de segunda categoría.
Luego se nos llena la boca hablando de entornos plurales y otras historias similares. ¡Genial! ¡Venga! ¡Vamos a hacerlo! Tú misma, Admón. Educativa, sabes que es lo mejor, cuando lo pones en práctica funciona, tiene respaldo científico-pedagógico y el ejemplo de otros países. Pero no soslayes la religión. No tapes. Atrévete ya. No hieres a nadie; tu conciencia ha de estar tranquila. Pero cuanto más tiempo de democracia pase sin que le metas mano a esto, más raro va a parecer y más difícil va a ser.

Escuela inclusiva aunque nada haya que incluir

            Se desea una escuela inclusiva. Inclusiva per se, en todos los temas. Y preparada para serlo en todo momento.
            Ya debe terminar la era de la escuela meramente tolerante. De facto católica pero que, en el caso que vengas tú, el minoritario, el raro, el otro, te aceptamos, te respetamos y te hacemos, como podamos, un hueco. Esto, claro, es mejor que la Escuela franquista, fue un gran avance en su momento. Pero ya está desfasado. Ya es viejo; se está volviendo cada vez más injusto. Yo quiero que mis hijos estén incluidos a todo nivel, no sólo a nivel legal y formal. Quiero que se relacionen, y jueguen, y se alegren, y se enfaden, y compartan, y discutan, de igual a igual con todos sus compañeros. Igual que yo quiero enseñar Lengua, y Literatura, y valores, a cualquiera que sea mi alumno, y cualesquiera sean sus creencias, o las de su familia, sin presuponer ni dar por hecho cuáles hayan de ser. Aunque pudiera, no me iría a impartir docencia a un Colegio Evangélico, salvo por necesidad. Quiero estar en la pública, con mi gente en amplio sentido, con mis compatriotas de todo tipo y color. Quiero recibir y que me reciban. Quiero, como docente, crear entornos cómodos para todos e inclusivos, incluido yo mismo. Quiero que hagan eso con mis hijos (ahora, con mi hija, no tengo más vástagos de momento).
            Quiero que se enteren por sí mismos, en su relación y diálogo con sus compañeros, y en lo que verán con sus ojos, que la mayoría de los españoles es de cultura católica, y que la suya es otra, y que vean esto como algo normal sin que vaya más allá. Pero no quiero que sientan, como yo sí he sentido, que la escuela a la que ellos van es culturalmente católica, que no es suya al 100%. Quiero que destaquen como procedentes de una familia cristiana evangélica, igual que los demás destacan por otras cosas, pero que no se dé una disonancia entre ese destacarse así (porque lo es) y lo que la Escuela, como institución educativa, marca como “normal”, explícita o implícitamente.
            No sólo lo quiero: lo reclamo. Es justo, sensato y coherente con la tan ansiada Escuela Inclusiva.

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