sábado, 27 de diciembre de 2025

IMPRESIÓN LECTORA: "LA HORA DEL AMOR", DE CARMEN DE BURGOS

 



En general, podría decir que soy muy clásico en cuanto a mi trayectoria como lector. Y, además, me ha gustado siempre picotear de aquí y de allá mientras enfrentaba gozoso a un Cervantes, un Goethe o una Murasaki. Siempre he querido pensar que pivotaba sobre un Miguel de Unamuno al que estoy volviendo y del que, aun con todo, me quedan obras pendientes. Si lo contemplo bien, y siendo muy sucinto, puedo decir que comencé con el espíritu de la Generación del 98, Juan Ramón Jiménez y clásicos barrocos; luego me dejé fascinar por Borges, Papini, Cortázar al tiempo que Bécquer permanecía y dejaba que entrasen poetas y narradores de experimentación; y me fui ladeando poco a poco a la poesía clásica japonesa y obras orientales imbuido del espíritu de Okakura a la vez que exploraba a Tolkien. He dicho sucinto: todo es más complejo. Aún me recuerdo en el gimnasio con la toalla y la enorme edición de los poemas completos de Herrera, bajo musculosas y fibrosas miradas extrañas que me resbalaban bastante. Me costó entrar en el 27, porque el 98 era como el límite superior en el tiempo en lo que hace a la literatura española, ni te cuento todo el mogollón de después de la Guerra Civil, un gran desconocido para mí, si he de ser sincero, en el que ahora me adentro. Ese hueco lo suplía con literatura hispanoamericana. En fin, es solo una visión muy general, una autocrítica también, tal vez. Siempre he leído lo que me ha venido en gana, si he de ser sincero, y como tiene que ser.

    Algo así como un sueño idílico era verme a mí mismo explicando a una clase la Generación del 98, como hicieron conmigo en 2º de BUP. Lo he hecho, varias veces, pero no ha sido lo mismo, el tiempo avanza, las generaciones (de alumnos) son diferentes. O tal vez no tanto, creo que en mi clase fui el único que disfrutaba de esas lecciones, si lo medito bien. El caso: abordar esos temas de literatura que de memorieta deben aprenderse mis queridos y agobiados alumnos de 2º de Bachillerato es, un poco, la dicción de una nómina de frustraciones lectoras. ¡Alfonso, tienes tanto pendiente que leer...! Y a lo de toda la vida se añaden nombres y títulos "nuevos". Por ejemplo, las escritoras; por suerte, cada vez aparecen más. Me refiero del 27 hacia atrás. ¡Las mujeres! En la búsqueda siempre fallida de trucos para tener éxito en la PAU, una consigna es: "Los andaluces", aquí en Andalucía, claro; y otra: "Las mujeres", que ahora se reivindican más y es más políticamente correcto sabérselas y aparentemente pueden estar más seleccionadas como motivo de pregunta en un examen. "Hay que sabérselas, no os olvidéis". Pero, lejos de esa frivolidad práctica, me llama la atención, porque es como ir descubriendo tesoros enterrados. Lo que pasa es que la novedad, del tipo que sea, puede cambiar la visión establecida, la estructura de los temas, el concepto de los grupos literarios que se estudian y sus claves. Y ellas, entre otros factores, son una novedad, lo siguen siendo. De Las Sinsombrero y la Generación del 27 no digo nada, al menos no aquí, porque al fin y al cabo ellas, la gran mayoría de la nómina, participaron de las inquietudes y los procesos de ellos, incluso de las relaciones humanas, y me da la impresión de que están en la misma sintonía, así que el hecho de que las incluyan, los que lo hagan, como miembros de ese grupo, del Grupo del 27, no será una cuestión que discuta yo. Pero sí me parece algo diferente en el caso de la Generación del 98. Al menos de momento, mientras vaya aún disipando la niebla de mi ignorancia con el abordaje a sus libros, a los de las escritoras coetáneas de Baroja y Azorín. Elementos en común, incluidas inquietudes intelectuales, tienen que tener unos y otras si comparten época y avatares, eso está claro, pero la Generación del 98, como grupo literario, tiene, a mi parecer, unas características más restringidas, y tampoco creo que a ellas les importase un pimiento que se diga ahora que pertenecen o no pertenecen a ese grupo tan particular, salvo que fueran como aquellas que prefieren que las llamen mejor juez que jueza, mejor la letrado que la letrada, espero explicarme. Total, que a la lista clásica de los escritores del 98 se añaden ahora unos nombres femeninos, bien como parte integrante, bien como corriente paralela, entre los que se encuentra el de Carmen de Burgos. Como profesor me es tan fácil como para los alumnos, por desgracia ni unos ni otros necesitamos profundizar demasiado y mucho menos haber leído, y puedo ser exigente: nombres, títulos de obras representativas, características muy, muy básicas, y adiós, muy buenas.

     Así que, con mi terrible ignorancia consentida, me compro La hora del amor en la Feria del Libro de Sevilla de 2025, el día que fui a firmar mi Amae pop blue, en la caseta de Aliar Ediciones, simplemente porque es de Carmen de Burgos y, ¡hombre!, hacía poco que la nombrábamos en clase. Era forzoso, me estaba llamando, sin saber de qué iba, era un nuevo mini reto planteado allí, leer a Carmen de Burgos un poco al tuntún, como a mí me gusta, sin premeditación ni orden. 

     Este libro es una novela muy corta que se lee fácilmente en nuestros días, a pesar de ser de 1916, y ha sido todo un descubrimiento para mí. Es que ni siquiera me leí lo poco que se dice en la contraportada y la solapa, lo acabo de hacer ahora, su sinopsis, los breves apuntalamientos biográficos. Pues, entonces, normal que me sorprendiera. Lo primero, lo he dicho, que se pueda leer sin problemas por cualquier lector del siglo XXI, la mayor parte de su vocabulario y forma de estructurar frases y párrafos no es inconveniente. Al contrario, en ese sentido, el del lenguaje, Carmen de Burgos me ha parecido una adelantada. También por su temática, que sigue siendo, como en toda la historia, muy de actualidad, y que no me esperaba.

     A ver, se llama La hora del amor, un nombre, por cierto, muy poco atractivo a priori, parece así una novela rosa pastelona, aunque tiene todo el sentido, te das cuenta al comenzar a leer; pues con ese título, creía que iba a leer una novelita romántica. Y en cierto modo es así, el amor de pareja está, idealizado además, aunque vivido por el alma noble de Margarita, con una amado que haría las delicias idealistas de muchas; yo diría que esta historia de amor enmarca la novela, pues está más presente en su principio y su final. Eso que se dice del feminismo de De Burgos se nota, se dicen cositas que, aunque ahora nos parecen bastante normales, te sorprenden que se dijeran en esa época. En cuanto a esto, y como lectura ingenua, me ha gustado bastante esa mezcla de anhelos prototípicos femeninos en cuanto a lo romántico y la aparición de una mayor autonomía en pensamiento y acción de la protagonista y la exposición de su punto de vista de la vida y de todo. En ese sentido, entiendo que se diga que escribió novelas cortas para mujeres. La toma de riendas por parte de las mujeres, y no solo en lo sentimental, que aparece en La hora del amor, sin renunciar a expectativas de amante y amada muy típicas, imagino que debió gustarle a las lectoras de su momento. 

     Aunque el tema principal es la angustia por el afrontamiento de unas deudas que se agrandan cuanto más se intentan solucionar, la trampa de la hormiga-león, la usura y toda su sordidez, esas aguas abisales habitadas por criaturas rastreras a las que debes acudir, la persecución angustiante de esas euménides, que debes llamar así, como lo hará algún personaje aquí, porque son necesarias, o al menos eso se debate, te salvan y te ahogan. ¡Tan actual! Vienen a causa de la viudez de la protagonista, y el hecho de que quiera ocultar esas penurias, esa angustia, a su amante, va a provocar que tenga que afrontarlas ella por sí misma, con ayuda de una amiga al final, y la medio amiga de esa amiga. El dinero, su valor, la agonía, son descritas muy al vivo, y también el daño moral, de culpabilidad y en la autoimagen, el autoconcepto, reacciones, tristeza que no se puede confesar, ... Lo tan material horadando lo que realmente es importante, bloqueando posibilidades, carcomiendo la sencilla felicidad posible. Entiendo bien de ese tema, seguramente tú también; en lo personal, me fue una serendipia encontrarme con esta narración, venida como anillo al dedo. Si he de ser sincero, creo que será de esas obras que, sin considerarla una gran novela (puede que la califique de liviana o facilona, la verdad), la guardaré en mi recuerdo como un regalo de mi destino, quién sabe si una señal o un consuelo, aunque sea el de los tontos. Por supuesto, la recomiendo, claro que sí. 


viernes, 26 de diciembre de 2025

A TRAGEDIA CADA X: "PROMETEO ENCADENADO", DE ESQUILO

 


Imagen de Dimitris Vetsikas en Pixabay


Llego al fin al Prometeo encadenado con una mezcla de pensamientos y emociones que van mucho más allá de la alegría de no acabar este 2025 sin haberme terminado las tragedias de Esquilo conservadas, de las cuales esta es la última. No soy absolutamente nadie para discutir su autoría, así que simplemente aprovecho para dejar constancia de esta duda por parte de sus estudiosos, o esta discusión, más bien. En definitiva, me acabo sus tragedias completas en la edición de Alsina Clota en Cátedra, cuenta pendiente menos. Esta sección en mi blog, la de A tragedia por semana, un ritmo que no pude mantener con mis muchos trajines, comenzó con una mezcla de animarme a terminar este libro que recoge las tragedias de Esquilo y la emoción de las conferencias de Eva Tobalina sobre la tragedia griega. Obviamente, sería titánica, prometeica, la tarea de querer leerme, no digo todas las tragedias que caigan en mis manos, sino siquiera una selección de ellas de todos los tiempos, pero sí está en su base la decidida lectura de los tres grandes clásicos griegos, así que espero que los Reyes Magos me dejen a Sófocles y Eurípides como un gran regalo el día 6. Intercalaré otras más modernas y terminaré la sección cuando así lo sienta.

      La mezcla de pensamientos y sentimientos de la que hablaba al principio tiene que ver con el rastro de esta obra en mi memoria, que al fin leo. Y es que Prometeo, el encadenado, es una vieja mención en mis recuerdos. Mi segunda y más viva aproximación, que no alcance, a ella, viene de la mano de Byron, del fervor por lord Byron del grupo creativo Obsesión y su Metamorphosis, y esa biografía del poeta que hizo Maurois, que yo leía ávido a mediados de los noventa en la colección Crisol en mi primer año en la Politécnica, y su estela que me llevó a profundizar algo más en él y en el romanticismo inglés. El poema Prometeo, de Byron, y las referencias al Prometeo liberado (Prometheus Unbound) de Percy B. Shelly están en mi memoria de forma difusa, pero permanente. Y esta, a su vez, da un salto atrás, hacia un chico de Instituto que era yo y que, en la biblioteca pública de Sevilla, simultaneaba sus intentos de comprender el spin de los electrones con el teatro de Unamuno y, por tanto, con su Raquel encadenada

      La obra comprende desde el encadenamiento de Prometeo por Hefesto en una roca del Cáucaso hasta la declaración de Hermes del advenimiento diario del águila que le comerá el hígado vez tras vez. Recordemos que el mito, tan antiguo, es bien conocido por el primer público de la tragedia, así que esta va a situarlos en un pequeño pasaje de la historia y sería un regodeo intelectual escuchar los diálogos explicativos que a nosotros nos descubren tantas cosas. Tras su encadenamiento, Prometeo conversará con las Oceánidas, con Océano y finalmente con Io, hasta la llegada de Hermes, quien le reclama que le confiese qué boda pondrá en peligro el predominio de Zeus sobre los dioses, secreto profético que se niega a declarar. Los vaticinios sobre Io y su propio destino en sus parlamentos con ella y el coro son, para mí, lo más jugoso. Trasponer el significado de la obra a otros planos simbólicos (como que Prometeo pueda ser figura de Cristo o que se tome como símbolo de rebeldía, como hizo el Romanticismo, que resucitará el interés por Aquiles, dicho sea de paso), son hasta cierto punto sensibles, ya que Zeus no es ni el diablo ni el Dios judeocristiano. Desde ese punto de vista, como opositor al "padre" de los dioses, que desea y profetiza su caída, igual podría considerarse un anti-Cristo o su profeta, dependiendo del lugar simbólico que otorguemos a titanes y dioses que queramos darles. Por supuesto, como seres humanos que somos, al menos en nuestro siglo y algunos anteriores, simpatizamos con aquel que se compadeció de nosotros y nos regaló el fuego a costa de su propio sufrimiento.

      Voy a lo anecdótico o peculiar en mi lectura porque, claro, ¿qué puedo decir yo que no se haya dicho de Esquilo? Como hace años, en mi primera lectura de Los Persas, me llamó mucho la atención hybris y Ate, así que ver cómo se menciona Ate en la última ha sido como el cierre de un círculo. Aunque aquí no funciona igual. A Prometeo se le acusa de hybris (soberbia) y se le anuncia que a por él irá, en consecuencia, Ate llegado el momento, pero él es un titán, y no cualquiera, y él es el clarividente. No creemos que en Prometeo haya pecado de hybris, si habla de lo que sabe y no desea someterse a Zeus, desdeñando las oportunidades de liberarse cediendo a su voluntad. Me voy a las frases, unas pocas.

      Por ejemplo, cuando el corifeo le pregunta el motivo de su castigo, él comienza con estos dos versos: Para mí es doloroso hablarte de ello / mas también doloroso me es callarlo, una introducción que, en palabras o en pensamiento, nos podría valer a muchos en nuestras vidas. 

      Muy cercano a él, por motivos que no vienen al caso desvelar aquí, me siento cuando decide evitar el mal a otros a pesar de sufrir él el suyo: ..., que, aunque sufro, / no deseo por ello que otros sufran / por mi causa. Y menos al caso aún sería desvelar por qué he subrayado este fragmento: Te contaré lo que saber deseas / muy claramente y sin tejer enigmas, / con un lenguaje simple, como es justo / hablar a los amigos; ... Y muy inspiradora me resulta esta expresión: con el toque sereno de su mano, / con un simple contacto. Esta otra, En vano me importunas, cual si dieras / consejos a las olas me encanta, mucho más allá de que pueda recordarnos a nuestro Habla, cartucho, que no te escucho de cuando éramos pequeños. Y contradictorio para nosotros el Errar es para el sabio vergonzoso del corifeo.

     En fin, sé que no tengo razón, porque Hermes está cumpliendo su función de mensajero de Zeus, pero como es también patrón de comerciantes y ladrones, y regente del signo de un Géminis con su gran don del habla, pues, ¡qué queréis!, me ha hecho gracia que aquí no sea capaz de convencer a nadie con sus palabras, muy duras de principio a fin, eso sí.

      Ate se menciona casi al final, y enlaza con el Ate de casi el principio de Los Persas, cerrando de ese modo esta cadena esquílea.

lunes, 15 de diciembre de 2025

A TRAGEDIA CADA "X": "LAS EUMÉNIDES", DE ESQUILO

- ¿De modo que no conoces a nadie?

- Sí, conozco a una euménide.

- ¿Cómo?

- Es un nombre del que yo me valgo para designar a las usureras.

(CARMEN DE BURGOS: La hora del amor; en la edición de Aliar, p. 61)




Las Erinias, las hijas de la Noche, son unas Furias más antiguas que los dioses del Olimpo. Invocadas por el espíritu de Clitemnestra, perseguirán a Orestes por su matricidio, según una ley divina, ancestral, una moralidad que contradice la voluntad de Apolo al enviar al hijo a dar muerte a su madre para vengar la de su padre, asesinado a su vez por venganza, ... Toda una cadena de causa-efecto trágica y siempre contradictoria al fin, interminable, infinita. ¿Se cortará alguna vez? Esas dicotomías de las que hemos venido hablando, elecciones entre dos opciones, ninguna de las cuales es del todo acertada, ambas son terribles, ambas contradicen alguna ley, divina o ética. Orestes cometió matricidio: ¿no será castigado por ello? Pero lo hizo obedeciendo al mandato de Apolo, ¿cómo contradecir a un dios? Y ahora las Erinias van a acosarlo hasta eliminarlo, un tormento que tal vez nosotros podríamos identificar con la culpa. Y vienen de una profundidad ancestral. 

    Esta tercera y última tragedia de La Orestía, de Esquilo, es divina, humana y solemne de principio a fin, y ofrecerá una solución tras un juicio que tendrá que contentar a todas, o casi todas, las partes en conflicto. Ya comienza con la pitia en el oráculo de Delfos, muy de Apolo esto, un Orestes clamando al mismo Febo para que lo proteja y una Clitemnestra ya espíritu acudiendo a las Erinias para reclamar su justicia, terribles divinidades estas, que a nosotros se nos representan monstruos de pesadilla, capaces de decir Voy a secarte vivo para luego / bajo tierra arrastrarte / y allí habrás de sufrir todo el castigo / que merece tu acción de matricida.

    Palas Atenea será la que medie entre las divinidades, jueza de una causa compleja, y así dirima entre la ley de dioses ancestrales representados por las Erinias, que siguen subyacentes y a veces están en la base de lo que llamamos "sentido común" un tanto inconsciente, y la voluntad de los dioses nuevos, en este caso Apolo, que dirigió los pasos de Orestes para restablecer un orden también divino, más relacionado con el Estado, digamos, la jerarquía que no permitió que el asesinato de Agamenón, esposo y rey, quedase sin castigo. Y, por cierto, como vemos en todas las obras de Esquilo, lo recto y lo justo viene a ser siempre el punto medio, el equilibrio, por eso la diosa establece en este primer juicio de un Areópago recién instaurado: Ni indisciplina excesiva, / pues, ni gobierno despótico, / que tales son los principios / que aconsejo respetar.

    La votación del jurado en las urnas da como resultado un empate. ¿Inocente o culpable? Y mientras se produce la votación, un sustancial intercambio de palabras entre la Erinia (corifeo) y Apolo, que revela la pugna entre lo antiguo y lo nuevo, entre tradiciones ancestrales, tribales, y la instauración de nuevas formas de justicia y proceder, nuevas ideas. Al final, Orestes queda absuelto, puesto que, al darse un empate, el voto de Atenea a su favor se lo concede, a modo de voto de calidad de esta jueza instructora. Y esto podría provocar que las Erinias se volviesen contra la misma Atenas, pues se han contradicho así las leyes antiguas. Las consecuencias, en forma de peste, plagas y desolación, pueden ser terribles para todos los atenienses. El empate, sin embargo, hace que no se les reste la dignidad a las Erinias y lo que representan, en palabras de Palas. La antigua institución debe ser honrada, y la misma Atenas a partir de entonces reservará un lugar de culto para las Erinias, que serán llamadas Euménides ('bienhechoras, benévolas') a partir de ese momento. ¡La victoria es de Zeus, / el dios de la palabra! 


                                         *


La cita de Carmen de Burgos del principio es una de esas felices casualidades de la que ya hablé hace poco. En realidad, La hora del amor en mis manos fue todo un conjunto de serendipias de las que esta forma parte, pues estaba con Las Euménides cuando esta novelita de Carmen de Burgos vino a mí y eso me dio capacidad para entender bien ese fragmento. Merece su propia reseña, o impresión lectora, y la tendrá, pero no podía dejar de traer aquí ese pequeño diálogo entre Margarita, la protagonista, y Marta, que es la que llama euménide a una usurera. Y es de notarse que la llame así (bienhechora), y no erinia, que es como más bien contempla Margarita a los prestamistas. Margarita está sufriendo el abuso y el acoso implacable de acreedores que la meten en un bucle del que parece imposible salir, convirtiendo su vida en una pesadilla, amparados por leyes que a un tiempo parecen teñidas de injusticias, como las erinias a Orestes. Siendo así tan terrible, aun con todo, a Marta les parecen bienhechores, en el sentido que permiten a los ciudadanos afrontar gastos que les superan y deudas anteriores; para ella, si no existieran, a pesar de su implacable proceder, podría no haber salida a esas situaciones, de ahí que llame a la usurera euménide, con un conocimiento de los clásicos que podría sorprendernos a nosotros, pero no tanto a lectores de principios del siglo XX. Me pareció bastante curiosa y aun tiempo reveladora esta alusión.

domingo, 14 de diciembre de 2025

"TUWA", DE MARÍA CESPÓN LORENZO. IMPRESIÓN LECTORA

 


Lo más importante es quien eres en el presente 

Tuwa, página 145


No hace mucho tiempo, una amiga mía se compró un tambor chamánico. Antes ya había adquirido una flauta nativa americana. Yo mismo fui testigo de cómo aprendía a tocarlos. Para el caso del tambor, algo básico es manejar los ritmos en función del elemento al que está asociado: fuego, tierra, agua, aire. Ahora este conocimiento conecta con una novela: Tuwa, de María Cespón Lorenzo.

 

*

Tuwa es la novela de un renacer, en muchos sentidos de la palabra, el renacimiento de su protagonista, María, quien también es la narradora. Apenas he empezado y ya resuenan ecos, parece haber varias dimensiones que se contienen unas a otras (María-personaje, María-narradora, María-autora), y esto, tal vez, en lugar de una curiosidad o un simple juego de espejos, pudiera ser una de sus claves. Este libro nos cuenta, nos relata, ahora diré qué, pero a un tiempo transmite, quiere conectar desde el principio. Y luego, bueno, los giros: son como se toman algunas curvas cuando se conduce, que antes de tomarlas son inesperadas, y una vez se toman se vislumbra otro horizonte.

                El renacimiento de la protagonista, cuyos vínculos con Dyami se van a ir revelando cada vez más estrechos, se produce a través de viajes. Como lectores, enfrentamos desde el principio un sorprendente viaje a Arizona desde Barcelona. El compañero de María en ese viaje será un libro que parece tener vida propia. Pero yo he dicho viajes, en plural, y es que ese desplazamiento físico a Arizona desde Barcelona tiene un propósito que ni la propia María puede sospechar (…viaje de sanación y renacimiento, p. 110). Se van a dar viajes interiores, necesarios, que irán dando no solo comprensión y luz al personaje, sino que le ayudarán a subir peldaño a peldaño hasta lograr su verdadero propósito de vida desde una base de sufrimiento vital y bucles tóxicos y, hasta ese momento, invisibles para unos ojos cerrados que se irán abriendo poco a poco (Entrega al mundo la mejor versión de ti, dejando tu legado en el mundo; p. 177). La progresión. El despertar.

                En no pocas ocasiones María parece la representante de una humanidad que necesita reencontrarse y sanar: Toda la vida humana tiene un propósito y vosotros os pasáis la vida desconociendo que lo tiene (p. 105). Experimenta un proceso de iluminación (p. 112). También aparecen tragos complicados, como la lucha y la aceptación, tras el convencimiento, de un cambio de visión que podría parecer contraintuitivo a nuestra actual forma de pensar (Oí al fuego reírse...; p. 107).

                Cada ritmo de un tambor conectado a cada elemento, cada entrada a una cueva misteriosa, irán revelando, dando consciencia, encauzando el alma de María. Por supuesto, final sorprendente y pleno de sentido.

                Tuwa, al final, es una novela de amor, si entiendes la palabra amor en su sentido más elevado: Ahora despliega tus alas y sé el amor, no puedes ser otra cosa porque esa es tu esencia. Sigue el sendero (p. 186).

 

 

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domingo, 23 de noviembre de 2025

"LAZOS DE SANGRE", DE MARÍA CESPÓN LORENZO. IMPRESIÓN LECTORA.




Ya comenté sobre María Cespón en un artículo anterior, y allí me acerqué a su thriller Piel de cordero. Y lo cierto es que la voy descubriendo poco a poco, ahora mismo tengo la suerte de poder leer Tuwa, que es la que más me ha llamado la atención, y dos novelas más: La hija del viento y Entre la tierra y el cielo. En esta ocasión, traigo mi impresión lectora de su novela Lazos de sangre, una narración que supone, en muchos sentidos, una serie de viajes exteriores e interiores que nunca pierden el hilo de la ficción narrativa pero que a un tiempo saben que significan algo más y que pueden llegar a dotarse de aún más significados según los ojos que pasen por estas páginas.

     Hay novelas que, una vez leídas, las asumes en tu conciencia lectora y dices: "¡Qué buena!", y estás convencido de que seguramente las volverás a leer, más adelante, porque te han gustado. Pero hay otros libros que, habiéndolos leído, y disfrutado, y comprendido, aun con todo te queda un poso de saber que los tienes que volver a leer, para comprenderlos mejor, para descubrir más, para apreciar más detalles aún. Así es Lazos de sangre, así ha sido para mí. La leí, la reseñé en la revista Voces Errantes (nº 1, noviembre de 2025), y ahora, tras un tiempo, publico aquí mi impresión lectora de ella, una reseña distinta por mi parte, y no me extrañaría que, pasado otro tiempo tal vez mayor, y una vez leída de nuevo, la volviera a reseñar.

     Algo sí voy a volver a decir, para empezar a dar al fin ya mi impresión lectora de esta novela: es desgarradora, ese es el adjetivo que podría definirla, si se me exige una sola palabra para ello. Y es que empieza fuerte, no solo por los acontecimientos que cuenta, sino por cómo lo hace. Asha, la protagonista, una chica de origen indio adoptada por un matrimonio barcelonés, aparece al principio con una voz, para mí, distante, fría, directa, a pesar de que lo que dice le afecta emocionalmente a ella. Se presenta, en este principio, como un personaje femenino firme, de carácter, un carácter propio y también curtido. Es sensible, pero se expresa de forma directa y sincera. En contraste con esta primera aparición de Asha, las palabras por escrito de su madre biológica, es preciosa, emotiva, sensible; esa mujer tiene un habla dulce, profunda y metafórica.

     Asha va a emprender viajes. Viajes a su tierra de origen, La India; viajes hacia el conocimiento de sus antepasados; viajes de comprensión de quienes le rodearon y de quienes debieron hacerlo; viajes más profundos. Y hay unos contrastes muy potentes, muy potentes. Yo me enfrenté, como lector, a muchos. Contrastes entre culturas (occidental-oriental), contrastes dentro de cada una de esas culturas; contrastes masculino-femenino y contrastes dentro de cada etiqueta de género. Descubrir, poco a poco, cómo eran los padres adoptivos de Asha, Montse y Josep, su historia real, es un buen ejemplo de esto, y no es el más importante pero, como sabéis, no me gusta destripar historias. Las emociones también contrastan. 

     Hay muy crudas realidades que se plasman en esta novela, descarnada por momentos. Es fácil para nosotros sorprendernos con los resortes psicológicos, sociales y culturales de Goa, en La India. Y lo digo sin indulgencia de ninguna clase: no hay excusa posible, no se pueden pasar por alto unos hechos realmente inhumanos y brutales bajo la sombra del paraguas de ninguna tradición, de ninguna religión. Lo ajeno a nosotros es, a nuestros ojos, lo más exótico y uno disfruta del descubrimiento de lo hasta entonces desconocido, eso es cierto, porque como en Lazos de sangre hay muchos contrastes, nuestra impresión de Goa va a traer luces y sombras; yendo a lo más superficial, por no espoilear, olores, sabores. Y, volviendo a lo brutal, a lo visceral, occidente no se escapa de ello en esta novela. De otra forma, nos sorprende menos y nos indigna igualmente aunque sea removiendo emociones distintas.

      El viaje de Asha a Goa me gusta mucho porque es doble, hace un viaje geográfico a medida que va leyendo un diario, otro viaje, y creo no ir muy desacertado si digo que uno complementa, interpreta y engrandece al otro. Pero también las cartas; los viajes en recuerdos al pasado de unos y otros, a otras décadas; ...

      En definitiva, Lazos de sangre, de María Cespón Lorenzo, no es solamente una novela de viajes, de contrastes, como he expuesto. Es una novela de almas desgarradas, vidas truncadas, vicisitudes y la búsqueda de identidad y de sentido, y ya os digo que no solo de Asha. Y seguramente no solo de personajes que imbrican la historia, es más que posible que algunos, desde fuera, lectores, estén en esa búsqueda aunque no lo sepan. Y también, y sobre todo, es una novela que supone la incesante necesidad de romper con un círculo, de deshacer un lazo de ahogo.





El libro puede comprarse en Amazon o encargarse en librerías.


domingo, 16 de noviembre de 2025

A TRAGEDIA CADA "X": "LAS COÉFOROS", DE ESQUILO

 

Imagen de MythologyArt en Pixabay


Esta vez empiezo a lo bruto: Esta tragedia es la historia de la planificación de una venganza y su puesta en efecto con éxito. Ea, lo he dicho, a lo bruto. Tragedia total en muchos sentidos. 

     Y ahora, para seguir siendo falsamente impío, voy a derramar aquí una primera impresión no solo subjetiva, sino completamente anacrónica y fuera de lugar en el contexto de estas tragedias. Pecaré, entonces, de la misma soberbia ingenua que tantos cuando se acercan a los mitos y a las historias del mundo antiguo. Pero, lo he dicho en otros artículos, sigo siendo pro-Clitemnestra, y que me perdone todo el mundo, por favor. Que aquí parece la bruja malvada de Blancanieves y, según argumentan los personajes principales, tal vez se hubiera convertido en algo así, aunque a mí no me lo parezca. Pero es que, de lo más grave que se le acusa y justifica el crimen, la de dar muerte a Agamenón con ayuda de Egisto, como vimos en la tragedia anterior, es lo mismo que hizo el propio Agamenón. ¿O es que acaso nadie recuerda a la pobre Ifigenia? Pero, claro, todo ya está hecho un gran lío.

     De acuerdo, regreso a la sensatez de, no un reseñador, sino de un lector que va a dar sus impresiones... ¡de un clásico! Las Coéforos es la segunda tragedia de la trilogía de La Orestía, y es muy de disfrutar como tragedia en sí. De principio a fin. Porque su final es maravilloso. Y como es un clásico bien conocido y estudiado, me ahorro el argumento. Orestes, hijo de Agamenón y Clitemnestra, vuelve para tomar venganza del asesinato de su padre (Ares con Ares luchará. y Justicia / también contra Justicia). Irreconocido por su larga ausencia, y con ayuda de su hermana Electra y un coro femenino de esclavas, tampoco esta decisión es del todo propia: se la ha encomendado la divinidad a través del oráculo de un profeta de Delfos  (¡Oh golpes discordantes / y sangrientos de Ate!). Así que sí, lo hace, mata al amante de su madre, Egisto, y ¡a su propia madre! (y reta así al destino que te aguarda). Aunque duda un poco, al final lo hace (¡Oh Pílades, ¿qué hacer? ¡Ella es mi madre!). Y luego se vuelve loco, las Erinias lo atormentan, porque matar a tu propia madre es un acto de impiedad sin nombre. ¡Otra vez! La paradoja irresoluble, el uroboro maldito, las incongruencias de los propios dioses, si es que ya lo hemos visto tantas veces... Obedece a los dioses con un acto terrible y los dioses lo castigan porque es un acto terrible. Y no solo en las tragedias griegas. El destino trágico son dilemas sin opción correcta. Jamás mortal alguno tendrá gratis / una existencia sin dolor, ¡ay, ay! / Un dolor viene hoy, y otro mañana.

Y poco más diré. Siempre es lluvia sobre suelo mojado. El texto en sí me agrada, y todo su desgarro. Me preparo, en fin, para Las Euménides, la tragedia que cierra La Orestía.


martes, 11 de noviembre de 2025

"LA CORAZONADA DE ROSA", DE PEPA HOLGADO. IMPRESIÓN LECTORA.

 









La corazonada de Rosa. El juego de rol fallido, de Pepa Holgado (Platero Editorial; Sevilla, 2024) es un thriller muy bien escrito que te hace transitar capítulo a capítulo hacia la resolución de un caso (¿desaparición?, ¿asesinato?, ¿suicidio?) y el poso posterior en las vidas de los personajes implicados.

La trama principal, de la que Pepa nunca se desvía, está ubicada en la sierra de Huelva, con Sevilla como ciudad de referencia y la aparición de Málaga como ciudad necesaria para acabar de encajar todas las piezas de un puzzle, algo que hará Lope Gil, detective contratado por Rosa para desentrañar la verdad y coprotagonista de la obra junto con ella. Temporalmente abarca desde 2018 a 2020.

Las tramas secundarias, que las hay, y bastantes, quedan perfiladas, en algunos casos un tanto desarrolladas, a veces de forma sumaria, porque, como he apuntado, Pepa no se desvía nunca de la trama principal, lo que, junto a su lenguaje fluido y bien tejido, hace que no se pierda el foco e interés por la historia. Pero sin duda son historias concomitantes con mucha salsa, que bien podrían haber engrosado el libro a muchas más páginas de haberse desarrollado más o incluso generar nuevos libros. Este elemento se añade a otros que hacen redonda La corazonada de Rosa: detalles de localizaciones, hablas, diferentes contextos (pueblos, Sevilla, Instituto, bares, ...), aspectos de humanidad (con luces y sombras) y perfiles de personajes muy distintos unos de otros, con sus peculiaridades y personalidades muy marcadas. A mí, en particular, me ha gustado mucho el detective Lope Gil, del que poco diré aquí porque mi intención siempre será estimularte a la lectura y no hacer espóiler. Lo único que dejaré ver es que Lope consigue añadir un mundo más al que ya estaba establecido: a los personajes y ambiente de los pueblos de la sierra en los que se localiza la acción, Lope arrastra su mundo más urbanita y a otros personajes asociados con él.

En definitiva, la extraña desaparición del joven Sergio mueve a Rosa, su madre, a contratar a Gil para que verdaderamente esclarezca el asunto. Drogas, juegos de rol, relaciones íntimas, secretos y miedos, están involucrados en el caso. Descripciones y diálogos complementan muy bien la narración, que es la que se impone, con un narrador omnisciente casi siempre y con una visión multifocal de la mayoría de los asuntos tratados, Pepa sabe ponerse en diferentes puntos de vista. Una novela muy lograda y, por tanto, muy recomendable.



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Dejo aparte un comentario muy personal, y pido disculpas por ello, pero no me resisto a dejar de decirlo. Y es que no puedo negar que, al comenzar a leerla, me entusiasmó la coincidencia temporal y espacial de La corazonada de Rosa con mi Amae pop blue, que nada tienen que ver la una con la otra, por cierto. Creo que ya es sabido lo clave que es para mí 2018, verdadero coautor de mi novela. También la lluvia que presidió ese año en Sevilla, que aparece al principio de la obra de Pepa Holgado, y que para mí fue un refrendo de la lluvia de mi novela.



domingo, 9 de noviembre de 2025

"PIEL DE CORDERO", DE MARÍA CESPÓN LORENZO. IMPRESIÓN LECTORA.




 María Cespón Lorenzo es, entre otras cosas, una escritora multifacética. En lo relativo a la ficción, es novelista, con varias obras en su haber. Y si digo lo de multifacética, no es solo porque tiene otros escritos no literarios, sino porque además sus varias novelas son de diverso género y tono. Espero poder traer aquí mis impresiones de ellas.

                                                  

En este caso, nos sumergimos en un thriller: Piel de cordero, una historia donde nada es lo que parece, y perdón por el tópico, pero es que es así. Avisados quedáis. Ubicada en Barcelona, esta novela comienza con miedo, con violencia consumada, con un personaje femenino, Judith Matta, acaso la protagonista, en un hospital tras un ataque inesperado. Así comienza todo. Para inmediatamente después tomar contacto con Elena Tharrats y su hijo Álex, quienes le harán un encargo, un trabajo irrechazable para una arquitecta de nivel como es Judith. Reformar una casa tan grande y antigua... A partir de aquí, María Cespón te va a llevar por una Barcelona no siempre amable, especialmente si te adentras en un sótano a través de túneles. Los personajes se van incrementando. Al doctor Mateo ya lo conocíamos del hospital. Cuidado con ese hospital, por cierto. Un policía... Historias que se cruzan, el desvelo progresivo de un pasado insospechado... Un enamoramiento tan real... 

María Cespón , lo he dicho, te va llevando, pero no solo por calles, por lugares de la ciudad condal. Te lleva de la mano por toda su historia como ella quiere en cada momento, siempre manteniendo la tensión, siempre estás alerta. Va cambiando de narrador a conveniencia, los diálogos son muy vivos y reveladores. Cuestiones sórdidas también, maltrato, violencia. Dieciséis capítulos de tensión sostenida en una historia muy bien contada, dentro de un género en el que se mantiene sin perder su estilo y sin dejar de ofrecer otros elementos literarios muy bien traídos que, a mí particularmente, me han gustado mucho. Altamente recomendable.


Puedes encontrar una reseña de esta obra en Voces Errantes nº 1, una revista literaria gratuita del grupo de escritores de Sueños de tinta, que salió precisamente el uno de este mes de noviembre. La novela la puedes adquirir por Amazon: Piel de Cordero en Amazon.








jueves, 16 de octubre de 2025

"AGAMENÓN", DE ESQUILO

 


Imagen de Eugene Kucher en Pixabay


Es la primera tragedia de ciclo troyano, y la primera tragedia de la única trilogía conservada de Esquilo, La Orestía.¿Qué decir? Menos mal que no hago reseñas propiamente dichas (¡y menos de clásicos super clásicos!), sino impresiones lectoras, más subjetivas cuanto más clásico el libro. Conocer la historia de Agamenón, Clitemnestra, Ifigenia, Casandra, Egisto y Orestes antes de leer esta tragedia, desde luego, ayuda, y bastante, a disfrutar de esta obra, que se disfruta desde el primer verso al último. Ventaja necesaria, al fin y al cabo los primeros espectadores de Agamenón también tenían ese conocimiento, y aún mejor. Casualidades de la vida, cuando antes del verano me vi en YouTube las conferencias de Eva Tobalina sobre las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, entre otras muchas sobre el mundo antiguo, no sabía que meses más tarde iba a dar impresiones de tragedias en un ciclo lector autoimpuesto. ¡Gracias dobles, entonces, Eva!

     Así que, claro, tampoco voy a ser minucioso dando detalles de las varias tramas entrelazadas y en cierto modo míticas que se desarrollan poéticamente aquí. Llovería, una vez más, sobre mojado y mis aportaciones no significarían absolutamente nada. ¿En lo subjetivo? Una pasada de tragedia. Sí, estilo esquíleo, vale, ¿y qué? Sentimiento y fatum a flor de piel de manera incesante.

     "Perjudicial por perjudicada", pensaba Rodrigo de Paula en mi Amae pop blue. Pues así Clitemnestra. Aparece fría, mentirosa, calculadora y asesina por su propia mano. Pero su imagen psicológica pincelada por Esquilo al final de la obra es verdaderamente viva y "moderna", nosotros desde este siglo podríamos poner etiquetas médicas y de la psicología a su comportamiento, seguramente aparece en el DSM-V y tiene un diagnóstico y tal vez un tratamiento. ¿Y cómo no? ¿Cómo se digiere lo que ella vivió, la muerte de su amada hija Ifigenia en un sacrificio a manos de su padre, al que Ifigenia adoraba, para calmar los vientos y emprender esa maldita guerra en Troya? Y más en esa época. Lo que produjo, primero, fue rechazo emocional. Clitemnestra parece rehacer su vida junto con Egisto, quien también tiene motivos para odiar a Agamenón (todo tiene un entronque familiar, generacional). Como hemos visto en tragedias anteriores, todos tienen motivos, todos tienen una culpa, una misión, un destino y un rincón final sin escapatoria. Dilemas morales sin solución correcta. El coro en esta obra duda mucho, además, a pesar de su enfrentamiento con Egisto en los últimos versos. Y no es para menos.

       Y luego Casandra. ¡Qué potentes y desdichadas son las mujeres aquí! Condenada a que nadie crea en sus profecías, lo sabe todo, lo pre-sabe todo, y muere junto a Agamenón como su "amante", arrastrada por la furia de Clitemnestra. ¡Su amante! Hecha esclava, esta troyana no tiene opciones para no acostarse con Agamenón... ¡Su amante! ¡Qué ironía!

      Resalto rápido algunas cosillas que me han llamado la atención. Primero, y para reflexionar, el dolor de la sabiduría. La sabiduría y la prudencia las da el dolor, según el coro en su primera larga intervención, y él mismo, el coro que se enfrenta a Egisto al final de la obra, ya nos muestra a un Agamenón impío, quien "mudó de sentimientos hasta atreverse a todo", pues cambió su amor por Ifigenia, su hija, por favorecer la empresa contra Troya, en un dilema ¿difícil? que se le plantea. Y es estremecedora la imagen de Ifigenia siendo inmolada por su padre que nos da el coro aquí, tan al vivo... Estremecedora. ¡Qué tristeza tan inmensa! Y todo son presagios inconscientes de lo que ha de venir.

      Anecdótico, pero lo de la mensajería a través de fuegos sucesivos, ¿qué queréis?, me ha recordado a las almenaras de Minas Tirith, y perdón por decir esto.

      Otra tristeza inmensa, y una realidad en la época, ahora en boca de Clitemnestra: la toma de una ciudad, el horror que se abate sobre los vencidos, también al vivo. De nuevo, estremecedor. Y luego la red: la de Zeus sobre Troya, al principio; la de Clitemnestra sobre Agamenón (y aquí no hay metáfora), al final. Porque, en definitiva, Esquilo, ¿qué nos va a decir? Que lo sagrado debe respetarse, que la justicia está con el que sufre y la Fortuna con el moderado y no con el soberbio. Aquí ha habido mucha sangre y va a haber mucha más. ¡La hybris tiene su castigo! ¡Maldición para el soberbio!

      Sí, hay mucha reflexión, siempre te quedas pensando. Piensa en estos versos: Que es muy propio de los hombres / con el que cae ensañarse. Solo un ejemplo de una abundancia. Y expresiones vivísimas, que alientan a escribir versos propios: Divino frenesí te ha enajenado, le dicen a Casandra. Las frases contundentes de ella: Tú ruegas mientras ellos se preparan. Y es que, ¡cómo se notan los cambios de estado, de conciencia! Los estados alterados de conciencia: esa Casandra en trance adivinatorio, y luego su salida del trance (Mi profética voz, cual una novia / no mirará ya más entre sus velos), esa Clitemnestra ciega de un dolor acumulado, encapsulado.

      En cuanto a lo formal... ¡Buf! ¡Qué lenguaje! Te lleva en tensión todo el tiempo. De nuevo, anecdótico, pero me ha gustado eso de que haya una pregunta dentro de una pregunta, que se abra una interrogación antes de cerrarse la primera, por esos incisos parentéticos que se dan en los discursos en verso. Y las repeticiones seguidas de palabras, me conectan el lenguaje poético de la Grecia clásica con el japonés clásico, el aprovechamiento de las similitudes fonéticas para distorsionar los significados originales, como la asociación de Helena con la destrucción.


     Bueno, paro, acabo. Tengo anotadas más cosas, pero lo dejo aquí. No creo que necesite hacer explícita, tampoco, mi valoración de esta maravillosa tragedia.

      



jueves, 2 de octubre de 2025

"LAS SUPLICANTES", DE ESQUILO



                                                                                         Imagen de MythologyArt en Pixabay


Si dijimos que Los Persas era la única tragedia de Esquilo que no pertenecía ni al ciclo troyano ni al tebano, entonces dijimos mal. Si hicimos eso, nos equivocamos, porque entonces no tuvimos en cuenta Las Suplicantes. Igual que las dos tragedias anteriores, Las Suplicantes pertenece a una trilogía perdida, queda ella como la única superviviente de la terna Suplicantes, Egipcios, Danaides, a la que se le uniría el drama satírico Amimone, también perdido. Al ser la primera de la trilogía, Las Suplicantes acaba dejándonos con la intriga, su final es el preludio de una acción que devendrá en un conflicto entre argivos y egipcios cuya causa es la que se expone en esta obra, que nos mantiene con lamentos y súplicas, y oraciones a Zeus y otros dioses, todo el tiempo. Las metáforas marinas también son constantes.

     El coro vuelve a ser femenino, las protagonistas de la obra: las danaides, las hijas de Dánao, que han huido de Egipto por mar hasta la tierra de sus antepasados míticos, de Io, hasta Argos, acompañadas de su padre anciano. Huyen, en realidad, del matrimonio forzoso con notables egipcios, sus primos, que ellas aborrecen, matrimonios impuestos. Es la huida del macho, y a lo largo de toda la tragedia siempre nos queda la duda de si rechazan a esos hombres en particular o el yugo del matrimonio a cualquier hombre en general, su carácter amazónico de rechazo al varón. 

    Nada más llegar, se acogen a sagrado para protegerse y suplicar protección de la ciudad de Argos. Junto a las estatuas de los dioses, expresan sus súplicas, lamentos, bendiciones y maldiciones en una obra que, por definición y, usando un término de la propia traducción de Alsina Clota en Cátedra, es, en esencia, gemebunda. Lágrimas, gemidos, temores hechos palabras de oración desesperada.

     Su trama es sencilla: llegan allí, esperan que los argivos las acojan y defiendan de la expedición egipcia que sin duda vendrá a reclamarlas, el rey de Argos duda y consulta, la ciudad se pone a su favor, aparecen los egipcios que casi se las llevan por la fuerza, se interpone el rey y su tropa que se las llevan a la ciudad, y todo queda en el aire a la espera de una más que probable confrontación de los griegos con unos extranjeros que pondrán sitio a la ciudad a causa de todo este asunto, algo que sabemos que no sucederá, pero que aquí parece presagiarse.

     Las alusiones a Zeus, especialmente al mito de éste hecho toro con Io, son constantes, por supuesto dadas por sabidas en el público. Y las oraciones son fundamentalmente dirigidas a él, pariente divino y el más poderoso de los dioses. Temida es Afrodita (Cipris) y Ares, amantes y opuestos a un tiempo. Vuelve a aparecer Ate, nombrado al principio e implícitamente en las palabras del rey al heraldo de los egipcios, que por poco se lleva a rastras, tomadas por los cabellos, a las danaides, cuando le acusa de soberbio (hybris) por obrar así en su tierra y le subraya que, con ese comportamiento, ha errado (Ate).

     Quien sea un experto o esté familiarizado con la literatura clásica griega tal vez se ría de lo que me llama la atención de estas tragedias, al fin y al cabo no dejo de ser un lector ingenuo en muchos sentidos. No obstante, guiado de nuevo por una candidez que creo que nunca perderé del todo aunque quisiera, terminaré mi impresión lectora de Las Suplicantes haciendo notar alguna. A ver, esto es cosa de la traducción, pero qué queréis que os diga, ya lo he mencionado, la palabra gemebunda me ha gustado: gemebundas son las tonadas de la Jonia pero también el espíritu y las palabras de este coro de suplicantes (si es que están por fuerza así todo el tiempo, suplicando, los gemidos son insoslayables); gemebundas es un adjetivo que daría juego en muchos sentidos. 

     Y luego frases. En parte alguna / verás de la desgracia igual plumaje es una verdad que hace reflexionar: el infortunio se manifiesta de manera muy variada en unos y en otros, adopta tantas formas, tantas maneras, que el otro siempre tendrá dificultades para darse cuenta y entender lo mal que lo está pasando uno, el calvario que uno transita, y la empatía se hace complicada, y uno tiene que tratar de persuadir y convencer a los demás de lo que tan amargo y evidente es en la conciencia.

     Mas sin dolor no hay solución posible, verso en boca del rey de Argos, nos devuelve al dilema donde las dos posibilidades a elegir tienen grandes inconvenientes y complicaciones, como vimos al final de Los siete contra Tebas, muy propio de la tragedia griega y tal vez de la vida, donde blanco y negro se unen en grises para elegir. Aunque un poco después este hombre llega a decir: Pero prefiero ser un mal profeta / a un profeta verídico de males, muy en sintonía con la corriente filosófica y de vivencias actual; es complicado que este personaje nos caiga mal, que además se presenta muy humano desde el principio, con dudas desde el principio, honesto y resuelto en su cargo además. Y otra cosita de su boca: Criticar al poder le gusta, al pueblo, ¿quién negaría eso? Universal, de todos los tiempos. Quien me conoce sabe cómo detesto a los lobbies, a los que quieren ejercer poder e influencia sin asumir responsabilidades. Aunque aquí se habla del pueblo, de la opinión general. Por eso a sí mismo se dice ¡Que Suerte y Persuasión vayan conmigo! También se critica fácilmente al que es distinto: Siempre se está dispuesto hacia la crítica / del que habla otro lenguaje; en sentido literal, al extranjero, que habla otra lengua, pero igualmente al que habla otro idioma en el sentido de que tiene otras vivencias, otras prioridades, otras expectativas.

     De Zeus el peso recibiera es imagen del acto sexual muy evidente pero también muy ilustrativo.

     Cuando, ya al final, hablns las sirvientas, el diálogo es más sabroso, pues estas no comparten la decisión de sus amas. Y, ante tanta súplica, aconsejan moderación al pedir, incluso a las divinidades: "Nada en exceso", incluso con los dioses.

     






miércoles, 24 de septiembre de 2025

"LOS SIETE CONTRA TEBAS", DE ESQUILO. IMPRESIÓN LECTORA.

 


El asedio y posterior asalto a una ciudad es un tópico de la literatura antigua porque, por desgracia, fue una realidad durante siglos. La Ilíada, uno de los poemas más grandes de la Historia de la Literatura, trata fundamentalmente de eso. La Biblia, como conjunto de textos del mundo antiguo, también está plagado de estos episodios (se me ha venido en mente ahora el libro de Jeremías). Nosotros en España tenemos la icónica toma de Numancia.

     El estilo de las tragedias de Esquilo es muy sobrio, es serio, lo sabemos, y eso no tiene por qué valorarse como un rasgo negativo en absoluto. Las terribles consecuencias para los ciudadanos de Tebas en el caso de que llegue a ser tomada por el ejército argivo que la ataca (muerte, esclavitud, violaciones, destrucción) se describen muy sentidamente por un coro que, en este caso, está compuesto por mujeres y, por tanto, tiene mayor libertad para la expresión sentimental. De hecho, la tragedia empieza así, con una queja de Eteocles y un reproche al coro para que contenga sus emociones y no transmita temor a las tropas tebanas, un clásico también del contraste entre el ánimo masculino y femenino. Con esa "salsa" comienza la tragedia, algo que a mis ojos me ha parecido bastante original, en el sentido de inesperado. Mis ojos son ojos de finales de siglo XX y principios del XXI, deberíamos calificarlo de machista, un término más que anacrónico aquí, y también hipócrita, habida cuenta de la abundancia de debates así vueltos a lo moderno que inundan las redes sociales, eso de que si los hombres esto y las mujeres lo otro. En el fondo, el lamento del coro y su temor está más que justificado, al fin y al cabo en estos casos las mujeres quedaban a la expectativa del resultado final, apenas participan en lo bélico salvo para labores auxiliares en todo caso. También está justificado el reproche del rey de Tebas, que piensa en la moral de los soldados y su ánimo. Pero aquí, en este principio, lo importante es la misma discusión en lenguajes distintos: el pragmático de Eteocles y el emocional del coro. No es que sea humorístico, pero una pizca de humor sí se ha sentido al empezar, aun con la sobriedad de Esquilo, que hace decir al monarca: ¡Jamás, ni en la desgracia ni en la dulce / bonanza, con el sexo femenino, / deba yo convivir! También el diferente tipo de verso que usa cada interlocutor debe dar la impresión de dinamismo en este diálogo inicial.

     La parte central de la obra es la enumeración de cada héroe de Argos  y a qué puerta de Tebas ataca, así como la elección del héroe tebano que el rey debe elegir para oponérselos en la defensa de la ciudad. Todo un desfile de personajes, doce en total, de los que se describen, sobre todo, panoplia (muy al vivo los motivos de sus escudos y sus emblemas) y el carácter reflejado en palabras, por lo general de amenaza de destrucción y orgullo en el caso de los argivos, retratados como impíos salvo un caso, el de Anfiareo, calificado como prudente y en desacuerdo con esta guerra, del que Eteocles dice: Augurio infausto es siempre, para el hombre / asociar al justo con impíos. /  Que no hay nada peor, en toda empresa, /que mala compañía: no da fruto, lo que a nosotros nos recuerda cierta fábula de aves.

     El núcleo de la tragedia en sí comienza al conocer quién ataca la séptima puerta: Polinices, el hermano agraviado de Eteocles, y la decisión de que será el mismo Eteocles quien se le opondrá. La maldición de Edipo a sus hijos empieza a ponerse en marcha. Estamos en el centro del mito tebano ya, y a nosotros nos es difícil decidirnos por quién tiene razón de los dos; si Polinices, traicionado en el pacto de la alternancia en el trono, o Eteocles, que defiende la ciudad contra su hermano despechado que ha recurrido a extranjeros para hacerse con el poder. Lo trágico, realmente, es el hecho de que dos hermanos se enfrenten a muerte en una pelea que acabará con la vida de ambos. La lucha fratricida es el colmo de los colmos para el ya desgraciado acontecimiento de la guerra, y el coro trata de evitarlo, recordándolo, pero Eteocles está decidido y responde: Sí, soportar desdichas sin deshonra, / ... La honra y la fama es su elección. La respuesta desoída del corifeo no es otra que Haz caso a una mujer, mal que te pese, remitiendo así al principio de la obra.

     Lo que viene a continuación podría ser un añadido posterior que anticiparía una tragedia de Sófocles, y que tiene como protagonista a Antígona, hermana de Polinices y Eteocles. Las hijas de Edipo, Ismene y Antígona, son personajes mucho más brillantes que sus hermanos, desde mi punto de vista, en mi opinión. En una Tebas vencedora en este conflicto, se decide que Eteocles será enterrado con honores, ya que defendió la ciudad contra sus atacantes; sin embargo, el cuerpo de Polinices quedará expuesto al raso para que sirva de alimento a los perros, como gesto de castigo a quien se atrevió a atacar a su propia ciudad. Esta ley humana decretada en Tebas, que condena a muerte a quien se atreva a dar sepultura a Polinices, se opone a una ley que a Antígona le parece superior, la ley divina y la de la obligación de la familia. El mito plantea esa tesitura, y no hay salida feliz a este debate, a este conflicto. Anticipa, además, un versículo novotestamentario, ese de que Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres, que es lo que elige Antígona, sabedora de que morirá por enterrar a su propio hermano, morirá por ser piadosa, una paradoja tan real como la vida misma, cumplir con tu obligación moral te puede acarrear terribles consecuencias. ¿Y qué hacen los dioses ante ello? ¿Cómo permiten ese fin a quien les obedece, por obedecerles? Este dilema lo conocía muy bien el primer público de Esquilo. En esta tragedia, simplemente Antígona declara su decisión, la contemplamos sencillamente dispuesta a dar sepultura a Polinices, ella sola.

martes, 16 de septiembre de 2025

"LOS PERSAS", DE ESQUILO. IMPRESIÓN LECTORA.

 


La tragedia más antigua conservada de Esquilo, Los Persas, es la única que no pertenecerá ni al ciclo tebano ni al troyano, sino a la época del propio tragediógrafo. El más serio de los tres grandes, muy patriota, es curioso que en esta exaltación de la victoria de Grecia sobre Persia (especialmente de Atenas), el punto de vista esté en los persas y no en los griegos. Ese "toque" es magnífico. Pienso en el amor-odio, a ver, tu encarnizado enemigo acaba siendo parte de tu vida. Si vences, tal vez lo añores en cierto modo, o puedas compadecerte de él. No puedo dejar de pensar, al reflexionar en ello, en la novela morisca que tanto gustó en el XVI, El Abencerraje, esos lazos de amistad o amor dentro de la rivalidad, esa nostalgia por un enemigo que ya no está. O su fascinación presente: porque no estaban en la Península, pero la Berbería, los otomanos, ¡ay, Cervantes! Pero volvamos a Esquilo, no me quiero desviar tan pronto.

     Los Persas formaba parte de una trilogía, ¡claro!, en Atenas era así, se presentaban tres tragedias por autor, que competían. Las otras dos se han perdido. La tríada era Fineo, Persas, Glaudo de Potnia. A la terna trágica se le añade, para destensar al público, en este caso el drama satírico Prometeo (pero no lo confundas con Prometeo encadenado, este que digo es drama satírico, repito).

     Pero esto es una impresión lectora, y no la reseña de una obra clásica muy estudiada y comentada por expertos, entre los que no me encuentro. Voy a aprovechar, en mi más puro y caótico estilo, a modo de paréntesis o digresión, para poner de relieve tres aspectos muy tangenciales y personales, anecdóticos casi, aprovechando mi reciente relectura de Los Persas, y después retomo el hilo. Leo a Esquilo en la edición de José Alsina Clota (Cátedra; Madrid, 1998), textos que el mismo Alsina traduce. Adapta el verso clásico griego a los más acordes en español (alejandrino, endecasílabo, ...). Usa un español hasta cierto punto arcaizante, y por supuesto culto,  y hace bien, transmite mucho así. Bueno, pues encuentro dos ejemplos del uso de la preposición cabe (cuyo significado es 'junto a'): ... ay, ay, por un destino / que los aniquiló antes que a los otros / cabe las costas cicrias / ..., y también ... las que se sienten orgullosas cabe / la ancha corriente de Hele... Si lo destaco es porque soy profesor de Secundaria. Me precio de haber tenido muy buenos profesores de Lengua en mi etapa escolar. Tengo 49 años y en mi época, al menos en mi colegio, sabíamos que cabe y so eran preposiciones y que ya no se usaban. Nunca aparecieron en la famosa lista de preposiciones que había que saberse de memoria, aunque había maestros que todavía las tenían en la nómina. Me las encontré mucho después, al leer clásicos, mucho después. Las que no estaban eran durante y mediante, porque se consideraban adverbios. La lista de las preposiciones sigue un orden estrictamente alfabético, sin embargo muchos chicos de hoy en día se las saben al final, después de tras: los maestros les hacen memorizarse la lista que ellos se saben de carrerilla y luego les añaden estas dos. Bien, pues a día de hoy, como cada año, todavía llegan niños a 1º de la ESO que se saben las preposiciones con cabe y so de memoria en la lista, aunque no las hayan visto en su vida en uso. Que cada uno valore esto como quiera.

     Se ha puesto de moda, por otra parte, decir que hay una palabra en español que se puede decir pero no escribir. Es el imperativo sal más el pronombre le. Al juntarse pronunciamos una l geminada y eso nuestra ortografía es incapaz de reproducirlo. Podemos decir trae, tráele; da, dale; pasa, pásale; ...; pero cuando se llega a sal... Aquí en Los Persas me encuentro con este verso: y con él sale al encuentro. El espíritu de Darío le está diciendo a su esposa, la reina, que salga a recibir a Jerjes con un  vestido lujoso puesto. Yo no sé si ese sale es para Alsina una variante arcaica de sal o su solución para sal+le, que es lo que me ha parecido y podría asegurar que es.

     Y lo tercero tiene que ver con las interjecciones, que a mí me encantan. Lo que voy a apuntar no es solo en Los Persas, sino también vale para las otras tragedias, y cuando aparezca aquella que a mí me hizo sonreír con eso lo volveré a mentar. Las interjecciones no significan, expresan. A mí me encantan; tanto, que mi segundo poemario (y su poema estrella) se llama ¡Ah!, la interjección en nuestro idioma que es capaz de expresar casi cualquier emoción. Al traducir Los Persas, tenemos dos en español: ¡ay! y ¡oh! Pero luego aparecen otras dos griegas: una es ¡io!, que me parece muy sonora y que agradezco, me trae la identidad expresiva griega. Pero es la otra la que me llama más la atención: ¡ototoi! Y lo hace porque el -to- de ototoi se puede duplicar cuanto se quiera, y en estos textos parece hacerlo de forma progresiva: ototoi, otototoi, ototototoi, ... ¡Eso sí que es expresivo! Me recuerda a nuestro tatara- de lenguaje infantil: tataranieto, tataratataranieto, tataratataratatarnieto, ...

    Bueno, y por lo demás, ¿qué puedo decir yo? Es una tragedia, y clásica, y del serio Esquilo. El hado está regido por los dioses. El gran pecado, la soberbia, el hybris, viene dado por Ate, el dios del error. La alegría de haberse librado de la gran amenaza persa en Salamina se celebra, y no es para menos, desde el otro lado, desde el lamento persa por ello. Con patriotismo, declarando a Grecia irreductible, considerándola no nacida para el sometimiento y la esclavitud. Pero sin saña, con cercanía. Hay un lamento, además de una aceptación del destino y un temor por el futuro del imperio persa, pero no solo es lo nacional: lo personal, el dolor de las viudas, se expresa aquí también, diríamos hoy que hay cierta empatía de Esquilo hacia sus enemigos, eso que decía al principio. 

     Es un texto serio, sobrio, para mí ese es su encanto.

viernes, 12 de septiembre de 2025

"ENTRE SUEÑOS, CIRCOS, PÁJAROS Y ARDILLAS", DE LEONEL FLORES. IMPRESIÓN LECTORA.




Entre sueños, circos, pájaros y ardillasde Leonel Flores, es una colección de treinta y seis relatos breves, muy agradables de leer y al mismo tiempo muy sustanciales. No seré el primero en decir lo mucho que los he disfrutado, ni tampoco seré el primero que afirma que se los volverá a leer en breve.

     Su tono, el del fluir de sus palabras, parece reposado, con independencia de la trama y del final de cada pequeña pieza. Es como si fuera consciente del breve espacio que se ha dado para contarnos lo que nos quiere contar, yendo a lo esencial (lo esencial del argumento, lo esencial de la sensación que desea transmitir, lo esencial de la impresión que nos quiere dejar), y a un tiempo lo contase como si dispusiese de todas las páginas que quisiera para hacerlo, por eso tiene ese discurrir de palabras, muy seleccionadas, que nos parece natural, un discurrir no siempre cadencioso pero siempre continuo, completamente fluido.

     Las localizaciones son distintas, aunque a mí me ha atraído más, por encima del resto, la Venezuela tan auténtica que trae al vivo. Pero París, Nueva York, o tal vez lugares indeterminados nos sitúan en unos viajes incesantes. Los personajes son también diferentes, así como las intenciones y los argumentos. Es cierto que algunos, como Joaquín, aparecen en varios relatos, puede que sea su más entrañable, puede que sea un niño recordado, puede que apunte a algo más en un futuro. Hay quienes han hablado de toques de Realismo Mágico en ellos; sí, al menos toques de ese estilo tan hispanoamericano sí tienen. Lo que más me ha gustado, con independencia de estar leyendo una historia onírica, extraña, o nostálgica, o abanderada de la libertad, o de ensueños familiares,  o mitológicos vueltos a la actualidad, son los finales, porque son muy distintos unos de otros.

     En muchos de sus cuentos el final es el que dota de sentido a todo el texto, y son sorprendentes. Podrías estar creyendo que lees un sueño, visiones, realidades alteradas, o podrías creer que el relato transcurre en apacibilidad aun en sucesos agitados, y el final da un quiebro que te deja con una sonrisa por ese humor inesperado o con la impresión de sorpresa. Otros finales tal vez los veas lógicos, esperados, puede ser. Pero hay otros... Hay otros que al principio no entendí, y con el pasar de los días me han llevado a un eureka estético. Porque esos finales simplemente dejan que el cuento esté. Lo grande de esos pequeños relatos es la imagen que te traen y se te queda. Se queda así, no pasó nada, aunque sí intuyas que va a pasar o pasó antes.

     Entre sueños, circos, pájaros y ardillas, en definitiva, te sirve unos cuentos-gourmet que me han resultado deliciosos.





     Agradezco, además, la ardua labor de Leo por dar voz a escritores de todas las partes del mundo a través de sus entrevistas, lives y comentarios. Además de la lectura de sus cuentos, te recomiendo que sigas su cuenta de Instagram @una_pulgada_de_cuentos (@una_pulgada_de_cuentos), si te gusta leer y descubrir, actos de valentía ambos.


martes, 9 de septiembre de 2025

"KOKORO", DE NATSUME SOSEKI. IMPRESIÓN LECTORA.


 Le he dado tiempo a Kokoro para que repose, para que pose en mí. No solo unos días desde que lo leí, y que prácticamente retransmití en directo por Instagram, por así decir. También he interpuesto otras lecturas muy ajenas a él, y la agitación del fin del verano y la puesta a punto para empezar un nuevo curso. Tal vez así quiera venir a plasmar mi impresión lectora de él como el pintor chino, que retenía el paisaje en su memoria y lo reproducía echando mano del recuerdo y no de la observación directa. 

     No soy especialista en literatura japonesa, como no lo soy en nada, tiendo a diversificar mis intereses, que igual me llevan a la Primera Guerra Mundial que a Sumeria, igual al romanticismo inglés que a Borges. O bien a reiterarme. Supe primero del haiku, y no precisamente del japonés, sino de poetas españoles; descubrí el Kokinwakashu de la mano de Torquil Duthie y su selección me la habré leído cinco, seis, siete veces, enamorado del tanka pero sin buscar más. Antes, mucho antes, me había leído el Libro del té, de Kakuzo Okakura, no tan lejano a Soseki, y su contraste entre las sensibilidades occidental y oriental, y su reivindicación. Ese librito me magnetizó en su momento. Y van cayendo en mis manos prácticamente al azar Máscaras femeninas, el Genji conmigo tanto tiempo, ...

      Vayamos con Kokoro, para mí será fácil, solo me basta con realizar dos actos: uno, traer aquí todo lo que he estado expresando en las redes, Instagram fundamentalmente; otro, cerrar los ojos y recordar, evocar. 

      Ya lo dije: lo compré por error. Lo vi de soslayo en una librería abarrotada de gente, embargado por la lectura de la Novela de Genji, me deslumbró su portada, creí que era otro monogatari de la época de Murasaki, ¡fíjate!, y para nada. Felices casualidades. 

      Me leí con cierta continuidad el estudio previo de Carlos Rubio. Me enteré de todo, me contextualicé bien. Hallé en las últimas palabras de este preliminar un alivio sobre el lenguaje y tono de mi Amae pop blue. Sonreí. Empecé a leer ya Kokoro lento, disfrutando. Di el acelerón y me lo acabé en un día, y estuvo muy bien. Y a pesar de ser de la Era Meiji, yo he hallado en esta obra todo lo que me satisface  de la palabra en japonés, creo que Okakura hizo muy bien su trabajo conmigo. Absorbí todo lo cadencioso, lo estacional, lo extremo y aun tiempo monótono que me suelen traer estas lecturas. 

     No voy a desdecirme mucho de lo que proclamé en mis reels. Se divide en tres partes. La primera, Sensei y yo, me dio la satisfacción de esa lentitud tan placentera, el disfrute de leer una narración en la que apenas ocurre nada y los silencios dicen tanto... Es el calado. Te va calando como un aroma sutil. Me pareció la parte más poética, creo que fue la que más me gustó. La segunda parte, Mis padres y yo, con ese yo de narrador-protagonista del que no sabemos su nombre, casi me hace llorar. Por eso dije que me pareció la más emotiva, aun siéndolo más la tercera. Tal vez sea personal. No hay nada desgarrador en la forma de narrar esta parte. Tal vez la distancia, la actitud y las palabras de su padre y, sobre todo, de su madre, me enternecieron. Me enternecieron mucho. Y la última, en la que ahora es sensei el narrador, porque se trata de una extensa carta dirigida al yo de las dos primeras partes, tengo que calificarla como la más "japonesa", esa forma de sentir y actuar, esa autocrítica cruel, como diríamos hoy. Seguramente fue la más poética y la más emotiva, y la más intensa. Crees que sensei y crees que el yo de las otras partes se torturan en pensamientos y sentimientos de larga digestión, tus opiniones sobre el amigo de sensei, tan religioso y ofuscado, van variando tanto, y al final te compadeces de todos: del amigo, de sensei, de su mujer. Es todo tan estático, una frialdad con tanto calor... Lo dije: esa parte tiene un aire a El curioso impertinente de Cervantes, un aire, pero de otro modo.

      El final es muy japonés. Diríamos nosotros que por desgracia. Me pareció una obra admirable. Está apuntada ya como una de mis favoritas.