jueves, 7 de agosto de 2025

DIVERSAS LECTURAS SOBRE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

 



Me vais a perdonar que no traiga libros de mucha actualidad, algo que podría hacer. Y, sobre todo, os ruego perdón y comprensión por traer las más veces a mis reseñas obras leídas del pasado o cuentas pendientes. No es cuestión de explicar aquí el porqué, que además tampoco sabría hacerlo bien, pero es como si el 2017 me hubiese metido en un hoyo y ahora estuviera empezando a abrir un poco los ojos. Y es verdad que Amae pop blue me ha ayudado mucho a canalizar, a reencauzar, a exorcizar y a  interpretar, la parte terapéutica que se menciona en sus preliminares, pero la realidad es mucho más profunda. Volver a estos libros, y a determinadas ilusiones, es parte de mi despertar reciente pero a un tiempo peligrosa en lo emocional: me traen buenos recuerdos que me hacen llorar.

     Yo tuve mi buena época de obsesionarme por un tema y machacarlo. La Gran Guerra, o Primera Guerra Mundial, fue uno de ellos. Aparte de documentales en YouTube, algunos muy buenos, como, por ejemplo, La Primera Guerra Mundial a Color, me hice de algunos libros. Tanto esos documentales como muchas obras historiográficas, como La batalla del Somme, de Martin Gilbert (Ariel; Barcelona, 2009) adolecen del sesgo de estar demasiado inclinados hacia la visión franco-británica del conflicto, especialmente británica. Así que en esos reportajes se van a ver más imágenes de franceses y británicos que de alemanes, rusos, turcos o austriacos. Aparte de que sí, cierto interés patriótico se ve ahí, sutil, pero a veces se deja ver. No sé qué nos extraña de que aún a día de hoy no se pueda hablar bien en España de la Guerra Civil, que todavía escueza: una guerra es terrible, deja marca; una guerra es una guerra. Así que estuvo muy bien que la obra con la que me inicié en este tema fuera el Atlas Ilustrado de la Primera Guerra Mundial (Susaeta; Madrid, extrañamente sin referencia al año de edición), pues sus autoras, Antonella Astorri y Patrizia Salvadori, son italianas. Y aunque Italia también fue un país beligerante en la Gran Guerra, no fue tan protagonista y acabó rebotado con el resto de ganadores, así que sí, nos ofrece una visión un tanto más equilibrada del conflicto. Este atlas ilustrado me encantó, es muy recomendable.

     Tampoco es que me llegara de súbito ese interés. Uno de los primeros libros que me leí, muy joven, fue Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque, yo iba aún al Instituto... como alumno. Y, claro, me impactó. Y aún antes, de niño, sin ser capaz de contextualizarlo históricamente (así era yo de pequeño), la película Gallipoli, donde sale Mel Gibson. ¿Por qué la vi? Porque solo había dos canales de televisión cuando yo era niño: la echaron, yo la vi, y desde entonces los adagio me conmueven. De verdad, es automático: empieza el violín y me echo a llorar, me conmueven. Pues esa peli tiene la culpa.

     Me hice también con dos novelas. La canción del cielo, de Sebastian Faulks (Círculo de Lectores/Seix Barrall; Barcelona, 2009) y El sonámbulo de Verdún, de Eva Díaz Pérez (Destino; Barcelona, 2011). No me leí ninguna, aunque las empecé, por exceso de lecturas. Como no se puede todo, me quedo de momento con la de Eva Díaz, que además fui a su presentación en Bollullos de la Mitación y la tengo dedicada a mi ex mujer, fue un regalo mío por su cumpleaños, a ella le gusta mucho esta autora. Se lo tengo que devolver, pero ella me perdonará si antes me lo leo. 

     La joya de la corona, que tampoco me leí entera porque esta no es solo de leer, hay que escuchar también, es Lili Marleen. Canción de amor y muerte, de Rosa Sala Rose (Global Rythm Press; Barcelona, 2008), que trae un CD: Lili Marleen en todos los frentes. Me da la impresión (y sé) que este es el más literario y el más todo, aunque no sea una obra literaria. Pero el texto que investiga, un poema hecho canción, un poema alemán de la Primera Guerra que luego se canta y pasa a la Segunda, y que escuchan todos, y esperanzan a todos, y conmueven a todos, los de un bando y los del otro, es ya para mí el summum de lo poético y artístico que trasciende. Esta sí será otra de mis lecturas de verano. 

domingo, 3 de agosto de 2025

MI TRAYECTORIA POÉTICA HASTA HOY



Se me llena la boca de decir que me considero fundamentalmente poeta y, sin embargo, reaparezco como escritor con una obra narrativa extensa, Amae pop blue, tan extensa que es necesario dividirla en tres volúmenes. Vuelvo a publicar después de veinticinco años y lo hago con una novela (Amae pop blue, Volumen I; Libros Indie; Sevilla, noviembre de 2024) que, por supuesto, mantiene el tono lírico en muchos episodios e incluso capítulos enteros (especialmente el capítulo 100, muy diferente y muy aparte del resto de la obra). Además, a modo de la novela pastoril un tanto y, sobre todo, a modo de La novela de Genji, y de tantas y tantas obras de la literatura universal, no precisamente modernas, esta novela inserta poemas aquí y allá, especialmente en su Primera Parte. Algunos están escritos ex profeso, pero en general son poemas redactados con independencia de la novela, que han entrado en ella del mismo modo que muchos de sus fragmentos, como material de construcción. No están ahí a la limón, según me vinieron a la mano, tienen su intención clara y han pasado ciertos filtros, aunque, siendo honesto, no quise ponerlo todo ahí, echar el resto con los poemas, son pequeñas gemas que engarzan bien con el texto narrativo, no he sacado las que considero de más valor del cofre de las joyas.

     Escribo desde muy jovencito. Fundamentalmente, me he pasado la vida escribiendo reflexiones, poemas y breves textos narrativos, generalmente fragmentarios o de inicio de texto. La poesía ha sido, desde siempre, mi mejor medio de expresión. En 1997 publico Extramuros, mi primer poemario; en 1999 el segundo, ¡Ah! Novela lírica, que no es una novela lírica propiamente dicha, sino más bien un segundo poemario con una estructura que sostiene a dos narradores en diálogo poético. Ambas obras fueron editadas por PubliSHER Editorial, de Navalmoral de la Mata (Cáceres). Para mí son muy especiales, fueron la cristalización de un sueño de un joven de veintipocos años. En ese momento ya estaba empezando a tomar cierta velocidad de crucero y me estaba percibiendo con estilo propio y una trayectoria de evolución en desarrollo, y aparecieron más poemas míos en una obra colectiva de la Editorial Jamais, de Sevilla, para mí mucho mejores que los de mis obras publicadas hasta entonces. Mal editadas: al no llevar título, aparecen mis varios poemas ahí como si fueran uno solo, enorme y monstruoso, una amalgama confusa. Al poco, esa editorial cerró, con polémica, lo dejo ahí.

     Pues parecerá paradójico, pero a partir de aquí es cuando soy más fértil en lo creativo. Con demasiadas expectativas en los concursos de poesía y poca capacidad de márketing, de darme a conocer, todos esos años desde los veintimuchos hasta los cuarenta y pocos son un hervidero de creación poética en mí. De la enorme cantidad de textos desde 2003 hasta 2018, extraigo un corpus personal de los que considero poemas bien hechos, a los que denomino ahoganzas. Esos poemas son mis Ahoganzas, una denominación general que engloba a varios trabajos y que trata de definir su tono general que, bien es el melancólico ahogo en la añoranza (del pasado y del propio presente que se sabe fugaz), bien una visión del mundo que supone cierto ahogo en lo irremediable o ahogadillas de irrealidad o de realidad cruda. Al tratar de sistematizar mis poemas, muchísimos, generalmente con el fin de presentarlos a concurso, pronto descubrí que había dos tipos de ahoganzas. Unas eran ahoganzas blancas, enfocadas en la conexión y el diálogo mudo con la naturaleza, lo cotidiano y la ternura de lo entrañable; sin excluir el dolor, el pesar o la incertidumbre, mantienen un tono de reposo, de pausa, de contención y agradecimiento. Otras, sin embargo, eran ahoganzas negras, desesperanzadas a veces, viscerales hasta cierto punto, reivindicativas algo, impactantes, directas. Acabo de encontrar la imagen para cada tipo: entrañas y vísceras, sinónimos denotativos, antónimos connotativos. Eso es: las ahoganzas blancas me salieron de las entrañas y las negras de las vísceras.

      Las blancas acabaron por definir La hora de las libélulas. Esta es ya la obra cerrada y depurada. En un intento artístico de fusión de artes, Rocío Rodríguez le hizo un dibujo a cada poesía. Y teníamos en mente más proyectos: el inverso, es decir, hacer textos yo a sus dibujos, y darle caña a las ahoganzas negras igual que habíamos hecho con La hora de las libélulas. Y todo eso mientras yo ya escribía poemas que no eran ahoganzas y en plena y fuerte crisis personal y vital. En mente teníamos un libreto artesanal. Con el tiempo, a Rocío esos dibujos le parecieron inmaduros y muy mejorables, me los regaló y empezó de nuevo a ilustrarme las ahoganzas blancas. Este proyecto, de momento, está parado. Así que, como dispongo de sus primeras ilustraciones, voy a ir dando a conocer La hora de las libélulas, poema a poema, junto con su dibujo original, en Instagram y Facebook, poco a poco, porque acabo de explotar en mi expresividad creativa y sé que necesito hacerlo. De todos modos, esos poemas están en Wattpad. Espero que el proyecto lo podamos retomar y ver esta obra publicada y con las ilustraciones que Rocío considera mejores. Las de ahora, ella que diga lo que quiera, a mí me encantan, tampoco quiero que caigan en el olvido. Por eso también me animo a publicar en redes.

     2018 supone un verdadero hiato en mi vida, que me ha cambiado completamente. Pero no te pienses que por estar recibiendo una hostia tras otra durante seis largos años, hasta entender de verdad el significado de resiliencia y de paciencia, yo he dejado de escribir. La escritura creativa es parte indisociable de mi vida. Solamente que mis poemas a partir de ese año ya no son ahoganzas. Aún los tengo que agrupar, vuelven a ser muchos, los de 2018 hasta ahora. Pero algún trabajito independiente ha salido ya, a la espera de su depuración y sistematización más tranquila. Se llama ese trabajo Lento vaivén, y son poemas muy próximos en el tiempo y de un mismo tono. Publiqué hace poco en Instagram y Facebook el primero de ellos, el de los horizontes fumados. Cronológicamente cercanos, en mi conciencia ya están muy lejos y perdidos en el tiempo psicológico. Desde hace tres años, todo se me volcó en Amae pop blue y, extrañamente, la escritura de poesía ha estado en fase de letargo, alguna que otra muy esporádica en este último trienio. Simultanearé las de Lento vaivén con las de La hora de las libélulas en  mis publicaciones en redes, por dos motivos básicos, muy humanos: porque ahora estoy encontrando en las redes sociales un medio de expresión que me colma bastante, y también por cierta reivindicación personal, de manifestar al fin quien soy y de animarme a moverlas en proyectos más serios a futuro cercano.

viernes, 1 de agosto de 2025

HABLARÉ HOY DE SEXO: "ANATOMÍA DEL PLACER FEMENINO", DE SHERI WINSTON.




Excitante e incómodo al mismo tiempo, hablar de sexo suele ser hablar de paradojas. En una sociedad que algunos califican de hipersexualizada, donde el llamado "contenido para adultos" se ve como más propio de adolescentes y en cierto modo "poco adulto", esta parte tan importante de nuestra identidad y desarrollo sigue siendo un terreno inhóspito aún para muchos de nosotros. Por eso, y porque ya tocaba con tanta promoción de mi novela Amae pop blue (Volumen I), con tantos episodios encendidos y eróticamente explícitos, con sus paradojas también, quiero hoy reseñar un libro del que aprendí muchísimo y me parece maravilloso: Anatomía del placer femenino. Mapas secretos para aflorar placeres ocultos, de Sheri Winston (Neo Person; Madrid, 2020). Y lo voy a hacer tranquilo, sin ansiedad por terminar, y con una introducción, unos preliminares, que siento que debo expresar previamente, sin ninguna intención moralizante. No porque no vea importante la moral, también en este asunto, sino porque detesto la moralización, esa moralidad empaquetada que se cree una fórmula mágica inamovible que nos vale a todos. Quiero ser lo más descriptivo y honesto posible, eso es todo.

     Como profesor de Secundaria, en la brega con adolescentes, desde los doce a los dieciocho años, no es infrecuente que en algún momento algún pipiolo se me acerque y trate de hablar de este tema, del temita. Casi nunca viene con intenciones claras, por lo general me está tentando a ver si puede sacar la parte socarrona que desea sacar, de un tamaño mayor que su propio cuerpo, con sonrisitas cómplices en el ambiente. Como sé que evitar el tema es lo más cómodo para mí pero tal vez lo menos adecuado, y porque, soy sincero, yo también me quiero reír y darle la vuelta al calcetín, lo primero que respondo es que eso debe hablarlo con sus padres. Se le cambia la cara, es de incredulidad, esa es la cara que quiero para reírme yo: ¡por supuesto que no! Y yo lo entiendo. Soy educador, se supone que debería fomentar eso, que se hable en casa de ese tema, pero ¿qué queréis que os diga? Eso es muy poco realista, eso no va a pasar. Ni ellos quieren ni tampoco sus padres, no todos, y si lo hacen será eso de que entra por un oído y por el otro sale. ¿No he dicho que son todo paradojas? ¿Qué padre soporta la imagen de su hijo en el tema, y qué hijo es capaz de imaginarse a sus padres en el acto? ¡Por favor! Ya el curso pasado escuché a una alumna que pensaba que a partir de cierta edad, la de sus padres (o sea, la mía), eso no deberían hacerlo, el tema adulto les parece más suyo que nuestro. Entonces, a veces, y para cerrar el tema sin mentir, suelo decirles en serio algo que no entienden y por supuesto no se van a tomar en serio, tan acostumbrados a que se frivolice con él: que el sexo es de lo más placentero y traumático que hay en la vida, y es un tema muy importante y delicado que no deben tomárselo a broma. Esa paradoja, eso de que es de lo más placentero y traumático, no consiguen entenderla y, con suerte, se acabó la conversación y volvemos a medir versos o analizar oraciones.

     

      No voy a ejercer ninguna clase de crítica acerca de esas jornadas en el aula sobre educación afectivo-sexual, entre otros motivos porque no he estado presente prácticamente en ninguna. Sé, eso sí, que se les da mucha información y que sus oídos no van a escucharlo todo. No sé si se trata la parte afectiva, tengo la impresión de que no, y que la sexual está muy orientada a evitar ETS y embarazos no deseados. Como seguramente la información realmente nueva y relevante no la han escuchado, se quedan con lo que quieren y suelen comentar que no han aprendido nada nuevo. Hacer globos con condones ya no es divertido, de verdad. 

     Ya sé que estás convencido de que no, pero, papi, mami, te lo voy a decir muy claro: tu hijito, tu hijita, sabe mucho más de lo que piensas que sabe, te lo garantizo al 90%. Y vienen ya así del cole. Su sociedad no es la nuestra. Entienden perfectamente la letra de esa música que les encanta. Para alivio de todos, aun sabiendo, la mayoría lo procesa muy bien: forma parte de una especie de ambiente narrativo en el que están sumergidos y no se dejan ahogar. Su comportamiento y expectativas no creas que difieren tanto de las que teníamos nosotros con su edad, aunque quieran alardear a veces, eso sí, de lo que seguramente nosotros de adolescentes no sabíamos, o incluso algunos de adultos. Los chicos que no están en esa línea reguetonera suelen cerrar sus oídos a según qué conversaciones y opiniones, saben hacerlo, ese ruido de fondo les acompaña desde muy pequeños y saben manejarlo. Has sido buen padre, buena madre: tu educación y, sobre todo, tu ejemplo, les sigue protegiendo. Pero sé consciente, que no hay más ciego que el que no quiere ver.

     Por qué en Amae pop blue hay tanto sexo, de modo que algunos pasajes son muy explícitos y es un tema en primera línea en la novela, no es el asunto de hoy, requiere su propia entrada de blog. Es una novela de gran carga erótica sin ser una novela erótica propiamente dicha. Si contesto rápido, diría que porque es un tema importante. En su base bibliográfica, destacan tres obras sobre sexualidad, pero la que resalto hoy, Anatomía del placer femenino, de Sheri Winston, la veo crucial. Básicamente porque yo soy hombre y ese libro está escrito por una mujer y para mujeres. Lo cual, como creador, me dota de muchos recursos para describir y desarrollar la visión y experiencia femeninas del sexo. 

     En general, olvidándonos ya de mi novela, es un libro revelador. Está enfocado en las lectoras, heterosexuales o lesbianas, que desean descubrir, explorar, desarrollar y potenciar su sexualidad, con una ruta muy marcada que abre vías a la indagación personal y con frases muy poderosas, traer aquí todas las que me llamaron la atención sería extensísimo. Solo dejo esta perla: Cada uno es responsable de sus propios orgasmos. También se invita a los hombres a su lectura. Yo lo hice, me lo leí al completo, y de verdad que merece la pena si eres un hombre heterosexual. Particularmente, si eres hombre, te lo recomiendo, léetelo entero y con tranquilidad. De todas formas, su autora, en previsión de la impaciencia típica masculina, dedica el último capítulo a los hombres, aparte de ir dispersando por toda la obra algunos tips dirigidos a nosotros.

     El libro se divide en tres secciones, de cuatro capítulos cada una. La primera sección se llama Mapas, modelos y errores. Aquí se desarrolla lo que ella considera importante acerca de la confusión cultural sobre el sexo, de una sociedad que, de una parte, reprime, y de otra, fomenta, casi siempre con intención comercial. Paradojas, sí, ya lo dije. Es un intento por naturalizar un tema que debería ser más natural, dignificándolo a un tiempo, con pretensión  de que se reflexione, se abra la mente y una esté dispuesta a incrementar el verdadero disfrute de aquello que tiene su hardware (impulso, hormonas) y su software (aprendizaje: se puede aprender, siempre). Como filólogo y escritor, me resultó muy esclarecedora la parte que dedica al lenguaje, su reivindicación, en fin, pues no disponemos de un lenguaje digno y a la altura: o es soez, o es infantil y plagado de eufemismos, o es científico y médico.

       La segunda sección es para tomar apuntes. Se titula Viaje a los orígenes del mundo y desarrolla poco a poco la anatomía sexual femenina. Dirigido a mujeres, como dijimos, va explicando todo lo que una mujer tiene anatómica y fisiológicamente al respecto, que seguramente ni ella misma conoce en toda su plenitud. Sus puntos, y más allá. Ellas tienen bastantes puntos, sí. Es una sección crucial que justifica el título del libro. Ya en el primer capítulo del libro lo advertía. Parafraseo: "Si nosotras mismas desconocemos lo que tenemos ahí, cómo esperar que un hombre, que no lo tiene, lo sepa".

     La tercera parte es ya el cinturón negro, con lo asimilado de las dos secciones anteriores: Alcanzando el virtuosismo erótico. Tres capítulos que ni te explico de qué van, para que uses tu imaginación y trates de hacerte con esta obra, y el último, como he dicho, para nosotros los hombres, con el título explícito (a ver, es para hombres ese capítulo) de Instrucciones fáciles sobre ellas para ponérselo fácil a ellos.


     En definitiva, altamente recomendable.

miércoles, 30 de julio de 2025

"LA NOVELA DE GENJI": MI EXPERIENCIA LECTORA Y SUS VÍNCULOS CON "AMAE POP BLUE"


Eso es lo que hago cuando hablo de libros, por lo general: dejar breves apuntes de mi experiencia como lector. Sin importarme que sean muy subjetivos o rayanos con la anécdota personal, o en los lindes de una reseña. Y en el caso de La novela de Genji, al ser un clásico entre clásicos, a la altura de nuestro Quijote, a ese nivel de clásico, primer nivel, pues menos me atrevería a verter sobre esta obra nada más que impresiones personales con gestos de reverencia propios de la época Heian. No tengo rango. Hacer algo más sería incurrir en el pecado de la soberbia, una hybris que seguro que me trae un terrible castigo.

Y más por cómo me la he leído, que realmente no lo he hecho aún. Me leí el primer tomo de la edición del Círculo de Lectores, Vida de Genji I. Esplendor. Ahora estoy con el II, Catástrofe. ¿Y cómo me lo leí? Como si fuera poesía. Disfrutando de sus páginas como si fueran sorbos pausados a una taza de té blanco, llegaba yo al Genji muy con los haiku y, sobre todo, el Kokinwakashu, muy paladeados y en esa sintonía. Lo leí pausadamente, sin importarme en absoluto si seguía bien su trama (o sus tramas, o su trama-excusa) y si recordaba o no quién era quién con un elenco de personajes tan amplio. Al menos, no con la intensidad deseada, disfrutando, eso sí. Sin ansiedad por acabar cada capítulo, que podía hacerlo igual a los quince minutos que una semana después. Lectura ingenua en el más puro sentido, y con ánimo de que su ambiente, y su tono elegante y antiguo y aristocrático y poético, y la voz femenina de Murasaki, me envolviese. Y nada más. Y todo esto en plena producción de Amae pop blue, que no parte de este clásico, no está en sus primeros borradores con el Genji en mente, pero sí que en una sintonía tal que verdaderamente le influye, y se constituye en muchos sentidos en un respaldo bibliográfico, y así aparece en la Bibliografía de Amae pop blue en su Volumen III. Un Genji que, además, aparece en primer plano en Máscaras femeninas, de Fumiko Enchi, otro libro-respaldo del mío que leí en su proceso de escritura. Ambos, Genji y Máscaras femeninas, me daban un respiro, además, cierto descanso. El sexo en Amae pop blue iba a ser muy explícito a propósito, aunque no en todos los casos (depende de la personalidad y el tipo de relación de cada personaje femenino con el protagonista u otros, el sexo igual es muy explícito y detallado que simplemente sugerido según quién). No porque estaba escribiendo una novela erótica: si me hubiera propuesto escribir una novela erótica, jamás la habría escrito así. Iba a ser explícito como rasgo de estilo y como reivindicación de varios asuntos que ahora no voy a abordar. Eso, en una persona como yo, me ponía ciertas barreras mentales al no saber el impacto en lectoras de una cuestión vista con ojos masculinos y narrada con voz y corazón masculinos. Las voces de Murasaki Shikibu y de Fumiko Enchi en lo literario, y las de Barbara Keesling y Sheri Winston en lo teórico y práctico, me acompañaron todo el tiempo, voces femeninas. Obviamente, en el Genji no hay sexo explícito, es sugerido, y a veces ni siquiera eso. Aunque es un no parar, seguro que mucho más que en mi novela, míralo bien. Sugerido, elegante y terrible a nuestros ojos de occidentales de hoy si le quitas su poesía y su contexto y lo contemplas como hechos en sí. Pero este último comentario es tan anacrónico que os pediría que no me lo tomaseis demasiado en serio. 

     La novela de Genji me respaldaba en varios aspectos mientras redactaba mi novela. El ambiente y el género narrativo, fundamentalmente. El Genji es monogatari, no es novela propiamente dicha, de hecho no todos traducen su título así. Es que si lo llamamos cuento nos va a parecer un cuento de excesiva extensión, claro, tenemos ya demasiado acotados esos términos, novela, cuento, que no hay etiqueta de género para esta obra. Es una historia cronológica, sí, con un protagonista y un abundante número de personajes de los que vemos su evolución. Pero aun con todo, no hay una trama unitaria, ni la acción es el elemento clave de esta historia. Es poética y sensible en lo que narra, y añade poesías incrustadas. Cada capítulo sucede a otro, pero podrían leerse sueltos perfectamente. Y todo eso pasa en Amae pop blue, salvando las distancias, especialmente en su primera parte, la más antigua. Y descubro el Genji después de sus primeros bocetos, ¡serendipia! Pero no es el Genji el único, vamos a ser sinceros. Lo he dicho muchas veces, a ver si me oyen los encorsetados de etiquetas de género (literario), me encantaría aliviarles esa apretada presión en sus cinturas: ¿alguien puede decirme cuál es el argumento de El Quijote, y si considera que su argumento es lo más importante de esta obra? ¿Y el de Rayuela? ¿En qué consiste el deleite estético de leerse una novela pastoril? ¿Y tantas obras de la Generación del 98, si exceptuamos a Baroja? Por ahí van los tiros, no me quiero extender más con esto del género. La novela de Genji es para disfrutarla en sensibilidad, es lectura gourmet, se saborea pero no se zampa.

     Y luego el ambiente. Esa sintonía. Más allá de que se mencione la obra en un diálogo entre Marisa y Rodrigo y todo lo que surge de ahí, ya en una de sus segundas partes. El ambiente... El Genji crea un ambiente al leerse, al seguir la voz de la narradora, ese ambiente sí que me envolvió en éxtasis lector y me acompañó en la redacción de muchos pasajes de Amae pop blue.


Nota: La edición en dos volúmenes que he leído (I) y leo (II) es la de Xavier Roca-Ferrer, para Círculo de Lectores; Ediciones Destino; Barcelona, 2007.


lunes, 30 de junio de 2025

MI SEGUNDA LECTURA DE "EL CUARTO DE ATRÁS". SOBRE LAS LECTURAS OBLIGATORIAS.

 


La lectura de obras literarias es placer. Un placer estético y hasta extrasensorial en su mayor grado, un placer de pasatiempo en el menor de ellos, pero un placer. En cierto modo, como las demás artes, como la pintura, como la música; un placer intelectual también, como podría pasar y pasa con las matemáticas. Esteban Torres, en la carrera, defendía el canon de los considerados clásicos argumentando que, por mucho que uno lea, aunque solo se dedicase a eso, leería un porcentaje muy bajo de libros, el canon era pertinente como buen mapa de elecciones. Así que, la recomendación general de que leas lo que te apetezca y que si una obra, por más renombrada que sea o más de moda que esté, te aburre, no te llena o no te engancha, pues déjala y ve a por otra, tiene mucho sentido y, como norma general, yo también me la aplico y la difundo si se me pregunta, tampoco estoy tratando de romanizar a los celtíberos o de divulgar el evangelio en tierras ignotas y paganas como si fuera un misionero.


     Ahora bien... Suelo enredarme, y en esto me gustaría ser claro y conciso, se me agolpan muchas cosas en la cabeza; por ejemplo, que eso de que podemos escoger no es tan así, que el gusto es de uno pero no llega solo ni es del todo de uno. Y es que muchas veces es bueno que te obliguen, no estoy en contra en absoluto de la obligatoriedad de la lectura y de determinadas lecturas obligatorias en los centros escolares y en casa porque, además, la sociedad también te empuja, te obliga sin que te des cuenta, hay publicidad aplastante, corrientes y modas, no me digáis. Voy a tratar de ser claro y conciso, me morderé la lengua en lo que pueda. ¿No es verdad que hay determinadas comidas que te encantan y que te obligaron a probar en su momento? (por no hablar de la cerveza, amarga y aversiva la primera vez). Aquí podría suceder lo mismo. En un primer escalón, la obligatoriedad de lecturas podría verse como un descubrimiento: tal vez ni siquiera sabías que existía ese libro. Como docente, quiero verlo así, más como una forma de hacer descubrir, de señalar rutas, de compartir tesoros. Y es cierto: no es agradable que te obliguen a nada, cuando sucede el primer impulso en muchos es, precisamente, de lo contrario, de eso hablaba al principio. Pero tampoco nos es ajena la experiencia de agradecer a posteriori que nos hayan obligado a algo: mucha gente sale a caminar porque tiene que sacar al perro y, oye, eso está bien. Por concluir esta idea, el fomento de la lectura y descubrimiento de joyas literarias, en lo que hace a la obligatoriedad de leerse determinados libros, creo que debería ir por ahí. Y luego está lo del placer estético e intelectual. Quien más sabe más disfruta, eso está claro. Mi éxtasis ante un cuadro de Velázquez es ridículo en comparación con un verdadero experto o amante de la pintura, ese disfruta mucho más porque ve mucho más, sabe qué está viendo, puede ver mucho más que yo, porque no solo tiene más conocimiento, sino además porque su entusiasmo es más experto, obtiene más ganancia estética. Esto ahora lo digo para recalcar la importancia del estudio de la Literatura en la escuela. Pues al final sí que me he enrollado algo, ha sido enorme esta introducción.

      Si El cuarto de atrás no se hubiera puesto de lectura obligatoria en 2º de Bachillerato, allá por el curso 2021-2022 si no recuerdo mal, en Andalucía, yo nunca me lo habría leído. Era profesor de ese nivel ese curso y yo también sentí la obligación de leérmelo. Observado, no como lector, sino como profesor de Secundaria, mis apreciaciones no fueron positivas de inicio, lo tengo que decir. Uno, en ese momento, piensa en los motivos prácticos que han llevado a esa elección. Puedo estar equivocado, pero lo que pensé es que fue escogido por su relativa poca extensión y porque el resto de lecturas obligatorias no pasaban de la Guerra Civil. Normal, por otro lado, había que meter algo de los temas a partir de 1939. También otro motivo en el que piensas es que había que meter a una mujer en la nómina. Pensar desde el punto de vista de lo políticamente correcto es malévolo, te va a llevar a pensar que Cernuda y Lorca están por homosexuales, Martín Gaite por mujer y el otro fue un solterón de los buenos, una porquería de pensamiento que yo no tuve pero que intuyes en las mentes de algunos, dejemos eso. Dejemos también el tema de que quitar la literatura hispanoamericana no ha sido para nada buena idea, meter algo bien sabroso escrito con posterioridad a 1939 habría sido así mucho más fácil: Cortázar, García Márquez, Borges, ... ¡Hay tantos!

     Es que hasta esa fecha están los grandes: quitaron a mi Unamuno, su San Manuel Bueno, mártir, y a Valle-Inclán con sus Luces de Bohemia. Se quedó hasta ahora Pío Baroja (El árbol de la ciencia), la poesía de Cernuda y La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca. Recordemos que en ese periodo también están Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, las generaciones del 98 y el 27 con el Novecentismo en medio, las Vanguardias, ... Es que se te cae el alma como docente. Sabes que, para la mayoría de tus alumnos, es la última oportunidad para que se aproximen a la buena literatura del siglo XX y todo se te queda corto. Y a medida que te vas acercando al presente, más difícil es dilucidar qué obras son las mejores y más "clásicas", en el buen sentido de la palabra. Lo que había antes de El cuarto de atrás era Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez: ¿alguien lo ve ahora en los temas para estudiarse? Pero a mí me parecía buena elección. Cuatro relatos (derrotas), de lectura relativamente fácil y de bastante impacto y calidad. "Lo único malo", pensaba, "es que devuelve a los chicos de nuevo a la Guerra Civil, parece que nunca podemos pasar de ahí". Pero era un buen libro para ellos, y aliviaba la gravedad del resto. Así que sí, lo pensé: "De todas las grandes obras del siglo XX, ¿la obligatoria es El cuarto de atrás? ¡Qué decepción!" 

      Lo he reconocido hace poco: de la Historia de nuestra Literatura, la de después de la guerra es mi gran cuenta pendiente, lo confieso. No me llama la atención. Así que El cuarto de atrás estará en el peldaño que sea del ránking de grandes obras, pero para mí un poco es como la primera. C. S. Lewis decía que daba igual por qué libro empezases, tú lee en el orden que sea, unos libros te van a llevar a otros. Y así fue y es para mí con El cuarto de atrás: me descubre al fin, no solo a Martín Gaite, con deseo de leer más obras suyas, sino que abre la veda para buscar y leer libros de este periodo, de los años alrededor de mi propio nacimiento. Como en el Buscaminas. Ya por ahí le voy concediendo el primer mérito. Yo no sé por qué, pero leerme esta obra me está llevando a querer leer a Laforet.

      Mi primera lectura de El cuarto de atrás me pareció a mí, que entiendo perfectamente lo que va narrando por la generación a la que pertenezco y soy capaz de visualizarlo, pues me pareció agradable y llevadera. Me gustó: subrayé muchas frases de tipo lapidario en la edición de Cátedra que manejo, algunas por su significado en sí y otras porque me tocaban en lo personal. No es de extrañar que me gustase, a mí las novelas introspectivas, recogidas, de sugerencias trascendentes desde lo cotidiano y de descubrimiento de personajes me gustan bastante más que las de acción, las de presentación, nudo y desenlace en las que van pasando cosas intrigantes o trepidantes. Ese es mi perfil de lector de novelas, normal que me gustase.

     He llegado algo tarde a mi segunda lectura. Quería obligarme porque volvía a ser profe de 2º de Bachillerato, y mira cuándo me la he terminado... Pero eso da igual, además de que ya me la había leído, así que... También lo estaba haciendo con El árbol de la ciencia, que si no me lo he leído ya ocho veces me lo he leído diez, y ahí sigo. Bueno, pues volviendo a Martín Gaite, ahora me ha gustado más esta novela. Me alegro de haberme obligado. Cuando he podido coger carrerilla al fin me la he bebido y me ha dejado un buen sabor de boca. Y no he puesto más comentarios en Instagram por no ser pesado, la verdad, me hubiera gustado comentar cada frase subrayada.

viernes, 27 de junio de 2025

NOVELAS DE MODA Y DE MASAS

 


Vaya por delante: ni lo juzgo ni lo critico, más bien lo aliento con sinceridad de maestro de adolescentes y de amante de la lectura. Leer es leer. Les brillan los ojos cuando te hacen un resumen rápido porque así aumentan la nota de Lengua, o en conversaciones espontáneas, con un entusiasmo contagioso, esos tochacos enormes de portada a veces brillante y de páginas señaladas con pegatinas de colores para según qué, tan ordenado y mono a un tiempo. ¡Vamos, anda que no están disfrutando, y con la lectura! ¿Cómo iba a criticar eso? Como en las series para adolescentes, los protagonistas son algo mayores, universitarios por lo general; siempre hay problemas que se enredan, con líos familiares que hacen a los personajes huir; mucho romanticismo, situaciones comprometidas, sexo explícito y muchachos que te ponen en aprietos, especialmente uno o dos malotes que, aunque son malotes, malotes, te los comerías a besos. El nuevo estereotipo de hombre ideal que tampoco es tan nuevo. Los de la vida real somos todos unos insensibles que vamos a lo que vamos y ya está. Para que luego se hable y se hable de la sexualización de la mujer en esta sociedad tan contradictoria con eso de la mujer; aquí se sexualiza al hombre en el concepto de relación sexo-afectiva que por lo general suele manifestar la mujer, esas expectativas que van a chocar con la realidad quieras o no. Pero, vamos, yo lo entiendo: ¿te imaginas a ese tío que cumple la por lo general casi infinita lista de requisitos para ser perfecto? ¡Pues estamos en el mundo de la imaginación! Debe de ser muy emocionante materializarlo en palabras y muy emocionante leerlo si eres chica de cierta edad y sensibilidad. Pues sí, amigos, existe una literatura femenina, enfocada a un público femenino (que a algunos hombres les podría gustar), como existe literatura masculina enfocada a un público masculino (que a algunas mujeres les podría gustar). No pasa nada, digo que no lo critico. Es así, y no es nada nuevo.

      Este tipo de literatura ha dejado joyas, como suele suceder en prácticamente todos los géneros. Nadie está diciendo que tengan que carecer de calidad literaria. Yo disfruté muchísimo leyendo Cárcel de amor, de Diego de San Pedro, novela sentimental muy dirigida a las lectoras de la época. Y si una Carmen Martín Gaite no tiene reparos en reconocer que de joven leía novela rosa, y lo que le impactó, y se relame recordándolo...

     Más allá de que soy un hombre ya de cuarenta y nueve años, profesor de Instituto (de Lengua), licenciado en Filología Hispánica y propenso a leer clásicos, de esos que le llaman más la atención un libro antiguo que uno moderno, más allá de eso, lo miro con la misma indiferencia que un niño jugando a cosas de niño miraba a una niña jugando a cosas de niña; lo asume: lo mío está aquí, lo de ella allí, no va a haber conexión entre He-Man y Barbie; mi Playmóbil del séptimo de caballería desconoce la existencia de la extrañísima raza de los Pinypón. Y las chicas click de mi época poco parecían chicas, esas pestañas exageradas y un vestido a lo Heidi y ya, y los chicos Pinypón o el Ken no eran más que meros complementos de las Pinypón o la Barbie. Eran una población minoritaria en cada universo y con las hechuras parecidas a las del otro sexo, ni mis G.I. Joe ni mis Airgambóis se iban a ir de parranda con ese Ken, ya te lo digo yo. Y, en fin, ya he reconocido a través del protagonista de mi novela (Amae pop blue, capítulo 32), que yo leía tebeos (Spider-Man, Mortadelo, Hazañas Bélicas, ...), luego los libros de Elige tu propia aventura (esos negros de Dragones y Mazmorras de Timun-Mas, tan para chicos, muchas veces escritos por mujeres), y de ahí del tirón a puros clásicos de la literatura, ¡quién lo diría!

     Pues por eso mismo no critico esos libros o, más bien, alabo a mis alumnas que los leen. Es su camino.

     Yo soy quien soy, tengo la edad que tengo y leo lo que leo. También es verdad que mis inicios lectores fueron raros en mi propia época, si me engancha con dieciséis años el Unamuno de Niebla y su teatro (Raquel encadenada, Fedra, La Esfinge, ...) y su Cristo de Velázquez. Ahora escribo una novela como la escribo, y me veo a veces sumergido entre determinadas corrientes que, seré sincero, me cansan algo, pero tampoco lo voy a criticar. No hablo ya de la excesiva avalancha de novela histórica, con más enjundia, sino más bien a, de nuevo, tochazos de fantasía y brujería muy manida (y a mí me encanta Tolkien, lo he dicho muchas veces, y no le hago ascos a la fantasía), me parece enlatada y lo más que me llama la atención de estas novelas que venden tanto son las que se extreman o autoparodian, con toques de humor realista muy hilarante tipo la serie True Blood; o esos mismos para público femenino, adolescente y no adolescente, y tantos otros de portadas brillantes y coloridas, aforismos ultramodernos y aparente profundidad o aparente frivolidad, ya depende. Yo no voy por ahí, al escribir no lo pretendía ni por asomo, mis intenciones y proceso han sido bien distintos. Pero esos géneros cerrados, con sus horizontes de expectativas narrativas y de construcción de personajes, esas sagas, esa mercadotecnia y márketing, con esos fans que, insaciables en la lectura y entusiastas en Tiktok, parecen los de Alejandro Sanz o Justin Bieber en su momento, son una marea imparable en las redes. Y me es imposible criticarlo: solo expreso que yo ni estoy ni quiero estar ahí. No puedo criticarlo porque la lectura es placer y esas personas se lo están pasando bomba leyendo esos libros. Igual es con la música: si emitiera yo, un apasionado del rock en la mayoría de sus variantes, mi opinión acerca de El Arrebato o Manuel Carrasco, sería mi opinión, y la argumentaría, pero es una tontería hacerlo, y ¿qué podría tener yo en contra de aquellos que disfrutan con esa música, si la están disfrutando y les hace sentir? Simplemente no la escucho porque no me interesa, y ya está, paso, como ellos pasan de mis cosas, como pasábamos cuando veíamos a las niñas jugar con la Nancy mientras nosotros hacíamos volar el Halcón Milenario y ellas pasaban. Está bien.


Lee. Lee, lee, lee, encuentra tu camino y ve disfrutándolo, refina tus gustos, diversifica intereses cuando llegue el momento. Ese es mi tip de hoy.


jueves, 19 de junio de 2025

IMAGEN DE MIS HIJAS, NO HACE TANTO, EN EL RETROVISOR DEL COCHE


El texto no es actual: es del momento que se describe (bueno, del momento después de bajar del coche). La imagen es de una alumna del IES Juan Ciudad Duarte, que me regaló, retrató a una de ellas según una breve descripción mía. En cuanto la identifique inserto aquí su nombre.


Tus preciosos movimientos estereotípicos, ¡qué lindos!, perpetúan en ti tu inocencia y la belleza de tu infancia. Algunos habrán dicho que se trataba de un problema a erradicar a golpes de terapia cognitiva-conductual, porque tal vez alguno se metió contigo en el colegio por ese motivo y se rio de ellos en el instituto. ¡Qué lejos de la verdad! Vas en el coche, escuchando mi música, la que oía yo en los noventa en mi primer año de Universidad. Miro por el retrovisor y te veo moviendo las manos arriba y abajo, porque estás disfrutando de esas canciones, sé que estás feliz en ese momento, tus gestos de suprema alegría, tan tuyos, los trajiste desde que naciste.

     Tu hermana también tiene. Cuando era muy pequeña, parecía un pajarito queriendo volar por primera vez, aleteando sus manos. Ahora lo que hace es golpearse los muslos por su parte delantera, sus peculiares aplausos, vuestras inequívocas manifestaciones de gozo.



 

miércoles, 28 de mayo de 2025

HISTORIA DE UN DERROTERO

Traslado aquí un texto propio que me ha salido al paso o, usando uno de mis verbos favoritos de últimamente, "ha emergido", estaba escrito en hojas arrancadas de un cuaderno, dobladas y metidas en otro, completamente en blanco, vacío, y que he tomado para usarlo ahora, muchos años después de su adquisición. No es ficticio, aunque si quisiera podría serlo, bastaría con cambiar nombres reales, porque su lenguaje es bastante literario (y, como siempre, me sorprende, llevándome la impresión de que antes escribía mejor que ahora, o mejor dicho, que antes era otra persona y los escritos de ese otro son leídos por mí desde la otredad). Si lo transcribo aquí es por dignificarlo, por darle cierta entidad. Y tal vez lo haga, tal vez lo transforme en ficticio porque, la verdad, no me resultaría demasiado difícil hacerlo. No es una narración: son pensamientos e impresiones. No tiene nudo, ni planteamiento ni desenlace alguno; su estructura es, como se ve, un tanto inductiva. Lo que fue al escribirse: terapia. Lo que es al publicarse: depuración, liberación, recuerdo conservado, sello. Es un texto de 2018.


                                                  HISTORIA DE UN DERROTERO


Una antigua mancha de café embellecía el libro, un defecto fruto de un accidente que lo hacía único: no era ya un ejemplar más, quedó marcada para siempre la página 13 y esta señal asegura qué hacía su dueño cuando pasaba por ella. No impedía su lectura en ese principio de la obra y quedaba bien; se deslizó una vez caída en ella y manchó también un poco los filos de las páginas siguientes cobrando otra dimensión y siendo dos elegantes manchas marrones en una: la de la página 13, la del canto opuesto al lomo del libro.

     Esa mancha fue como la de una lágrima para Alfonso, siempre recordará el momento en que sucedió, en ese momento él lloraba, lloraba inevitable y desconsoladamente, como todos aquellos días ácimos, de una profunda tristeza sin atisbo alguno de rencor, ni de indignación, ni de otra cosa que la pura pena. Ese café amargo derramó su lágrima y ahí quedó, en la página 13, puro testimonio de la pura pena, único signo allí capaz de ser descifrado por Alfonso y nadie más. Allí quedaron unos sentimientos difíciles de explicar entonces y ahora, y asoman sus hijas, su Irene de 11, su Clara de 5 años, ignorantes también ese día de lo que se les venía encima; estaba allí Natalia asomando del mismo modo, una sucesión de preciosas Natalias de 13, 14, 15 años atrás hasta ese día; se traslucía asimismo su ser, el anterior a Natalia y el de esos 13, 14, 15 años: el que fue y el que pudo haber sido; y también aparecía en su forma estrellada una mirada al cielo, al mismo tiempo recogida y protegida.

      La mancha de la página 13 se asemejaba a una neurona. El axón se prolongaba y se suicidaba por el filo de la hoja, queriéndose lanzar al vacío como el que salta por un acantilado, con clara intención de establecer conexión fuera de allí, con el exterior, para pedir auxilio, pero en lugar de ello terminó de manchar el libro de Alberto Méndez por fuera, revelando a todos algo que pudo haber quedado en secreto. Por su parte, las dendritas hacían sinapsis con las palabras futuro, entremorir, más allá, batalla, implorante y alterado, algo de lo que Alfonso se percata ahora, tras tanto tiempo, ahora que quiere releer la derrota primera, y no entonces, entonces era imposible, sus ojos tenían lágrimas y su boca un café muy prolongado, metáfora de su exilio de aquel momento. Ahora desembocaba de nuevo en aquel derrotero y percibió el detalle.

      "¡Es increíble la gente!", pensó, sonriéndose con lástima. Recordó en aquel momento, al instante, la reacción de algunas personas, especialmente las más ajenas y algunas más familiares. Fue, por aquel entonces, revelar la situación desesperada y angustiante ("Natalia me ha dejado, nos divorciamos") e inmediatamente, por afecto o simple simpatía con Alfonso, poner verde a Natalia, como si él no lo contase con todo el dolor de una pérdida, como si ya no la amase o la hubiese amado hasta entonces, como si no la hubiese aceptado como pareja hacía quince años y no se hubiesen dado el uno al otro, compartiendo ilusiones aún candentes, proyectos preciosos que aún continuaban por inercia. Se ponían automáticamente en contra de ella como manera de ponerse a favor de él; un par de ellos hasta la calificaron de fea, ¡es sorprendente! Y eso que él decía que, a pesar de su lejanía actual y de tantas cosas, aun con todo buscaba la reconciliación. Pero daba igual, delante de él venían demasiado rápido con el consuelo de que él era muy válido y había otras mujeres en el mundo, que había que sentir compasión de él y de sus hijas pero en ningún caso de ella (aunque él en ese momento consideraba que ella estaba como enferma, alterada, era otra), que había que lanzarla al foso de los leones (aunque él incluía en su relato sus propios fallos y la parte de razón que le atribuía a ella, aun sin justificar su reacción), que ya se veía venir; alguna profecía autocumplida no dicha pero perfectamente entendida; no merecedora de oraciones (tal vez siendo en ese momento la más necesitada de ellas), y hasta casi podrían haberla llamado fatua, en todo caso se la llegó a considerar no-creyente en lugar de creyente equivocada, menos mal que eso último se cortó pronto.

      "Pero también yo mismo", siguió en su pensamiento. Se volvió a arrepentir de su falta de confianza de entonces. Sobre todo, porque muchas de sus palabras podría habérselas ahorrado, por innecesarias o por difamatorias. El torrente sentimental sin control que salió de su boca... También pudo haberse ahorrado mucho pensamiento incesante. Al fin y al cabo, la gente es la gente: opina desde fuera y parece tener buena intención. Pero, ¿y él, que decía que la amaba en todo momento, y aún hoy lo afirma? ¡Qué prueba más dura! Tuvo de bueno un enorme aprendizaje, un empujón hacia la madurez. Pero... ¡demasiadas lágrimas!, la mitad de ellas inútiles e impropias, más fruto de la autoinducción y el melodramatismo interior que de una verdadera pena por su pérdida.

      Pérdida... Así se sentía al derramar café en la página 13, viudo. ¡Y la gente...! Si hubiese sido viudo de verdad, la reacción de los demás, el consuelo que le habrían querido proporcionar, habría sido bien distinto. Nadie manda al infierno a un difunto, ni le llama feo. No delante del deudo.



lunes, 5 de mayo de 2025

COMPRENSIÓN PROGRESIVA DE LA SUBORDINADA ADJETIVA (O DE RELATIVO), A GRANDES RASGOS

Este artículo lo escribo pensando en mis alumnos de 2º de Bachillerato. A veces, justo antes de quedar dormido, me sobrevienen estos arrebatos de urgencia. Lee despacio y razonando.




1. La típica Subordinada Adjetiva o de Relativo. No explico apenas nada, porque ya sabes lo que tienes que saber de una oración como esta: El invitado que quiera puede tomar un obsequio. Poco hay que decir: la oración subordinada adjetiva que quiera es el Complemento del Nombre de invitado, núcleo del Sintagma Nominal. Ese que es un pronombre relativo que, dentro de la subordinada, funciona de sujeto de quiera, pues significa 'invitado', 'ese invitado'. Partimos de esta frase sencilla para poder hacer los siguientes razonamientos.


2. Igual se analizaría Aquel que quiera puede tomar un obsequio. La única diferencia es que ahora el N del SN es el pronombre demostrativo aquel. Tenlo en mente, porque va a entrar en juego en el siguiente nivel, la adjetiva sustantivada.


3. Oración Subordinada Adjetiva Sustantivada. Si volvemos a la primera oración, El invitado que quiera puede tomar un obsequio, podríamos omitir el sustantivo invitado y nos quedaría El que quiera puede tomar un obsequio


Nuestra lengua hace mucho esto: El hombre alto > El alto; El personaje malo de la película > El malo de la película; La chica rubia > La rubia. En estos casos, se dice que el adjetivo que era Complemento del Nombre se ha sustantivado, y pasa a ser el N del SN. Por ejemplo, si digo La rubia, ahí rubia es el N/Adj. Sustant., porque rubia asume el significado del sustantivo chica (rubia ahí significa 'chica rubia') y, por tanto, su función. El y la siguen siendo determinantes/artículos. Y entonces aparece la magia. Con sustantivos, como son masculinos y femeninos, solo pueden aparecer artículos masculinos y femeninos. Pero con adjetivos sustantivados también puede aparecer el neutro: El bueno, La buena, Lo bueno

No solo sucede con adjetivos. También con sintagmas adjetivales: El muy tonto; con Sintagmas Preposicionales: El de ahí. Y con Oraciones Subordinadas Adjetivas, como en nuestro El que quiera puede tomar un obsequio. Igual que con los adjetivos, ahora no hay por qué pensar que no suceda lo mismo con muy tonto, de ahí o que quiera: eran los Complementos del Nombre del SN, y al desaparecer el N/Sust, pues pasarían a ser ellos N/SAdj Sustantivado, N/SPrep Sustantivado o N/O. Sub. Adj. Sustantivada. Este es el análisis que siempre propongo y explico, desde la sintaxis "tradicional". Lo único que no olvides que ese que es un pronombre relativo y, en nuestro ejemplo, sigue siendo sujeto de quiera, conozcamos o no el sustantivo al que se refiere (que aquí sí lo sabemos: invitado).

4. Una alternativa a este análisis es reponer el sustantivo omitido. Se analiza igual que en el caso 1, la oración subordinada adjetiva se sigue considerando CN y el N del SN es el sustantivo omitido que nosotros reponemos: El (invitado) que quiera puede tomar un obsequio. El problema es que esto solo lo puedo hacer si el artículo es el o la; con el artículo neutro lo es imposible. Por eso no me gusta, pero es una opción.

5. Aunque la Nueva Gramática se lo arroga, no sé si como una novedad, lo cierto es que la tercera alternativa de análisis es bastante antigua, y cuando yo estudiaba, al menos en los manuales que manejaba, era una propuesta que se había desacreditado y desmontado. Se trataría, en frases como El que quiera puede tomar un obsequio o El de ahí, en considerar que el artículo es el Núcleo. Claro, si lo considero Núcleo de SN, lo tengo que transformar por arte de magia en pronombre, y no lo son, son artículos. Es que, al fin y al cabo, es lo que sucede en Aquel que quiera puede tomar un obsequio (el N es aquel, y es un pronombre), o Ese de ahí (el N es ese, y es un pronombre). Tiene sentido, ya que todos los determinantes pueden ser pronombres... excepto el artículo, cuyo paralelo pronominal son los pronombres personales, pero, claro, el no es él, la no es ella, ni lo es ello. El argumento se va a por el más débil, el artículo neutro lo, porque como nunca aparece, porque no puede, con un sustantivo, sino con elementos sustantivados, y es clavadito al pronombre personal átono lo, de me, te, se, lo, la, le, ... Yo creo que a sus partidarios se les hace raro que todo un sintagma (muy tonto, de ahí) o incluso oración (que quiera) se ponga a funcionar de N de SN y ven más parsimonioso que lo siga siendo una sola palabra. Y, al menos para el artículo neutro lo, en casos como Lo que deseas se hará realidad (=Aquello que deseas se hará realidad), analizan ese lo como N de SN, pronombre, y que deseas sigue siendo CN/O Sub Adj. Así que, lo dejo dicho, esa es tu tercera opción de análisis: considerar N de SN el artículo, llamándolo ahora (por la cara) pronombre, y el CN sigue siendo la O. Sub. Adj. o de Relativo. Si el punto 4 no me parecía bien, en este 5 ya me vienen las arcadas, pero esto es una opinión personal y en la PAU se permite, que además es muy New Grammatical.

6. Si me has seguido, ahora fíjate: Quien quiera puede tomar un obsequio. Aquí hemos dado el último paso. En oraciones así, no pierdas de vista que, en esta oración quien, sigue siendo un relativo, en este caso un pronombre relativo y, por tanto, sigue siendo sujeto de quiera. Solamente que ya no existe sustantivo de referencia, ni siquiera omitido. Estaríamos ante un caso de Oración Subordinada Adjetiva o de Relativo sin antecedente, como en el refrán Quien bien te quiere te hará llorar. Otro ejemplo: Cuanto desees se te cumplirá.


Y ya hemos ido nivel a nivel. Espero que estos ejemplos y sus explicaciones complementen bien a mis apuntes, al libro de texto, y te ayuden a asimilar y comprender. 

jueves, 1 de mayo de 2025

"EPIGRAMAS ERÓTICOS GRIEGOS" Y "MANERAS DE DEMORAR LA NOCHE" DE DINOS JRISTIANÓPULOS

 



EMPIEZA LA COSA CALIENTE, HIRVIENDO. Como anuncié, no sé si prometí, hace dos entradas (Con derecho al descontexto), voy a dar cumplimiento a mi propósito de "reseñar" (comentar a mi manera) obras con conexión con Amae pop blue. Fundamentalmente las que están de base de mi novela, y que aparecen en una Bibliografía que redacté con mucho placer, al final del Volumen III, o más bien siguió contando un narrador al que solté libre y llegó hasta allí, quién sabe si por no querer morirse, como un personaje unamuniano. Que al fin y al cabo la mayoría de esta lista de libros estaba más que leída e interiorizada antes de escribir yo, pero no todo: La novela de Genji, su primera parte, la simultaneaba con la redacción de Amae pop blue, al igual que los Epigramas eróticos griegos de la Antología Palatina, su Libro V, que es uno de los protagonistas de hoy.

      Podría haber empezado por otros de muy distinto cariz y, para ser honesto y justo, el Cantar de los cantares de Salomón y Poesía clásica japonesa [Kokinwakashu] en la edición de Tarquil Duthie (Trotta; Madrid, 2005) deberían haber sido los primeros: por la cantidad de veces que me los he leído, por su antigüedad lectora en mí, por su impresionante delicadeza poética, su belleza, por su arraigo en mis gustos poéticos, mi vínculo tan estrecho con ellos, tanto de mi yo del pasado como del de ahora. Porque, para seguir siendo honesto, los epigramas están también bastante vinculados a mi obra, pero en muchos casos eso fue un descubrimiento posterior o simultáneo, no eran estrictamente necesarios, simplemente que sí, estuvieron ahí. Me refiero explícitamente; no nos damos cuenta, como se señala en la introducción de Epigramas eróticos griegos. Antología Palatina (Libros V y XII) de Alianza Editorial (Madrid, 2001), pero los epigramas eróticos griegos están más de lo que uno se piensa en la literatura occidental, incluyendo nuestros clásicos.

        En fin, podría haber empezado por esos, o por otros, pero no: será que mi inconsciente quiere ser provocativo o que, como el protagonista de mi novela, voy descubriendo que lo sería para unos, para determinado círculo al que pertenecí, o tal vez no tanto, pero no para el gran resto de occidentales de este siglo. Yo no sé por qué en realidad, pero empiezo por ellos: el primero, como dije, en la base bibliográfica de Amae pop blue, Epigramas...; el segundo, Maneras de demorar la noche, de Dinos Jristianópulos, su poesía completa traducida por Manuel González Rincón y editada por Relatos Imaginales (Prokomun Libros; Madrid, 2023), como revelación posterior, serendipia total, y que por fuerza debe estar aquí, y no solo por ser poesía griega ambas (eso es lo de menos, en realidad, y dos griegos demasiado diferentes, además). Así que esto empieza bien caliente.

       Caliente, caliente, pero asimismo profundo. No hay banalidad, aunque muchos momentos sí son festivos. Eros es un gran protagonista, el eros, quiero decir, el placer erótico, el sexo: en ambas obras, se canta y se celebra el placer carnal. Lo que en sí mismo es suficiente para eso de "asimismo profundo". Nos cuesta no verlo como superficial, intrascendente, tabú, zafio, una tentación del diablo, banal, ¿a que sí?, la simple fornicación, la lujuria, la lascivia. Pero no lo es.

      Aunque no siempre es poesía erótico-festiva, desde luego que no. Este erotismo también aparece por estos libros, sobre todo el segundo, muy relacionado con un vacío, con una necesidad, con el mismo amor, con aceptación (o su carencia) de un rasgo de humanidad general o de una identidad personal, con luchas internas, con contrariedades y frustraciones, con esos golpes de pelea por tener o dar caricias, esa lucha, con un vacío (existencial) o un llenado (de plenitud, aunque momentánea). 

      Y con los dioses. Los dioses de un panteón griego, a los que encomendarse en lances eróticos y hacer peticiones de cumplimiento de un deseo, o incluso exigirlo, reclamarlo, o de otros asuntos más turbios relacionados con celos, engaños y decepciones porque, sí, es mi opinión: la violencia y la ira son mucho más turbias que la lujuria, que para mí ahora es más clara, no diré que cristalina. Y con el mismo Dios también se relaciona, en este caso cristiano ortodoxo, ante quien sentirse agradecido por la vida y culpable hasta el masoquismo por la lascivia, ardiente en el corazón o cumplida en el cuerpo. Kyrie, eleison.

       Y la ironía. A veces amarga, otras divertida.

       Por eso, esto empieza calentito.

        Por eso, esto está relacionado con Amae pop blue, o sea, conmigo, que soy su autor.


                                                                         *

LOS EPIGRAMAS ERÓTICOS GRIEGOS DEL LIBRO V DE LA ANTOLOGÍA PALATINA




       Puede ser que, inconscientemente, quisiera demostrar de algún modo que el erotismo explícito despojado de amor, excepto del amor por el erotismo en sí mismo y el tener el objeto de deseo y su disfrute, era tan literario, tan poético, tan artístico como cualquier otro tema. Si eso ha sido así, ha sido entonces otra de mis ingenuidades de bulto, al menos en esta época, porque eso ya no hay que demostrarlo en este siglo. Yo había adquirido los Epigramas eróticos griegos. Antología Palatina. (Libros V y XII) hacía mucho tiempo, creo que de la época en la que empecé las Metamorfosis de Ovidio y me enfrascaba con Esquilo. Y así, con todo su título, aparece en la Bibliografía de Amae pop blue. Pero, la verdad, solamente el libro V es pertinente. Es la heterosexualidad la que protagoniza mi libro.

      Por supuesto que en absoluto voy yo a analizarlos, ni los epigramas ni el conjunto, ni este libro ni los siguientes. No soy nadie para hacerlo. Solamente dejaré impresiones. 

       Es cierto que alguno se escapa en relación a efebos, que algunos son sarcásticos y de escarnio, que algunos suspiran de amor. De estos últimos, los que más, dentro de esa minoría. Pero, a decir verdad, los más abundantes, y para mí más llamativos, son los del anhelo y goce por la hetaira (hetera). Estas no son lo que llamaríamos prostitutas, al igual que tampoco lo son las geishas japonesas. Este paralelismo entre ambas a mí me hizo entusiasmarme, no solo porque la Novela de Genji es clave en muchos sentidos en mi novela, y porque, especialmente, en el Volumen II se mencionan las geishas de pasada y lo oriental rezuma por todos lados en gran parte de ese volumen, a cada sorbo de té, sino porque igualmente, también en ese Volumen II, se hace notar en un diálogo que se había "romantizado" demasiado lo oriental aquí en Occidente, olvidándonos de nuestro misticismo occidental, de los filósofos griegos, aunque me encantó jugar con ese Oriente deformado por nuestros ojos. Así que, estos epigramas de derretido candente ante sublimes hetairas con las que pasar toda una noche bajo la luz de las antorchas o las lámparas, por las que el poeta entregaría lo que les pidiera (siempre una en concreto, con su nombre, a la que se dirige el epigrama encendido) cobran mucha más relevancia en mi obra, y conectan con ella más de lo que yo pensaba. Era así en Grecia: una era la esposa, con quien tener descendencia legítima, en una posición decente, digna y al mismo tiempo rebajada como mujer; y para el tiempo de placeres, amores y suspiros e invocaciones a Eros y, sobre todo, a Cipris (Afrodita), la hetaira, para el ciudadano de posibles. Los placeres eran muchos. Los sexuales, por supuesto, prolongados y exquisitos. Pero también el baile, la adulación, la sugerencia, la inteligencia, la contemplación de sus encantos y la charla. Charlas elevadas, la cultura de la hetaira era elevada, estudiaban, se formaban para ello: tenían que estar al día, y lo estaban, de literatura, entre otros saberes, para sostener con los hombres conversaciones de esos temas y dejarlos boquiabiertos, el disfrute de hablar de lo que no se hacía con el resto de las mujeres, sensibilidad y sensualidad profesionalizadas. Pareciera que hablo de una geisha, pero hablo de una hetaira.


       Aprovecho para dejar aquí tres poemas propios inspirados por la lectura de los epigramas (que  no pretenden serlo, al menos no el primero). Si, especialmente los dos últimos, parecen soeces y zafios, porque lo son, no pido perdón porque se trataba de eso, ahí me he ido a los epigramas más ácidos y sarcásticos. Son políticamente incorrectos y no me representan en lo personal. La poesía se entiende menos ficticia que la narrativa y por eso lo aclaro. Espero no haber ofendido a tu inteligencia.


                 1.

Es un discurso bifurcado en dos impulsos,

no sé si por suerte o por desgracia disociados

en mí

de siempre:

uno es, tal vez, amadrinado por Hera, tal vez,

y por Eros un poco -

el amor idealizado, sublimado,

absolutamente entregado por mi parte

a la persona, a ella,

y el otro lo impulsa Cipris y lo patrocina,

parece ir por su cuenta,

Afrodita empujándome a esos placeres

desaforados de los epigramas griegos

del Libro Quinto de la Antología Palatina.

Conseguir que se unan

me pareció siempre imposible:

imaginar el placer ansioso

con esa amada del Cantar

lo ensuciaba todo, ¿cómo hacer eso?

y amar plenamente al amor platónico,

de modo que esa plenitud incluyera

todo ese goce sexual, 

no me es dado a ofrecer, ella no se sentirá jamás

deseada de ese modo.

No sé si esto es una paradoja,

pero me parece que, un poco, es un problema.


                 2. 

Mujer,

si vas a ponerme gorda alguna cosa,

por favor, te ruego encarecidamente

que no sea la cabeza.


                     3.

Ese calvo gordo al que, como mujer, desprecias

podría ser tu próximo cliente, putita linda.

Tú mantente en forma y siempre guapa,

que hay mucha competencia y él elige.


                                                                  *


                               MANERAS DE DEMORAR LA NOCHE

                      Solo el sexo sabe sacar partido de las ruinas (p. 208)


       El 26 de abril de 2024 estaba yo muy contento. Libros Indie me había comunicado ya la confirmación de la publicación de Amae pop blue (Volumen I). Y además, esta vez sí, pude acudir a un evento. No voy a explicar aquí ese esta vez sí, muchas cosas de lo más normales del mundo a mí me han sido vetadas durante mucho tiempo, mi aislamiento y mi inacción y mi tristeza y mi parálisis no han sido solamente voluntarios. Se anunciaba, y así me lo hizo saber David Calzado, que en La Casa del Libro en Sevilla se presentaba Maneras de demorar la noche, de Dinos Jristianópulos. Precisamente, David era el maestro de ceremonias, que daba paso a Manuel González Rincón, traductor, aparte de haber colaborado con él en la edición del libro. Fui el primero en llegar y salí de allí maravillado. Con una experiencia de estas que te hacen pensar: "No puede ser casualidad, no puede ser".




      Yo iba a la presentación de un libro, sabía que era poesía, nada más, mi ignorancia vuelve a ser combatida ahora que me veo mejor, pero entonces era pura maleza de jardín abandonado. Y resultó ser la traducción al español de la poesía completa de uno de los grandes poetas de la Grecia contemporánea, Dinos Jristianópulos, del que, por supuesto, no sabía nada, ni lo había oído nombrar. ¿Quién se puede imaginar lo que yo disfruté allí? Las explicaciones históricas de la Grecia de hoy en día que nos trasladaba Manuel González, para poder contextualizar estos poemas, la lectura de textos, el debate,... Pero no fue solo eso. No sé si se alcanza a ver lo que quiero transmitir: este libro es poesía, literatura, de calidad, de un renombrado autor de todo un país. Dinos Jristianópulos fue un cristiano ortodoxo convencidísimo, buen conocedor de la Biblia, jamás renunció a su fe, la llevaba consigo. También era homosexual y masoquista. Y su poesía es directa, rehúye del adorno, habla de sus vivencias personales, habla mucho de sus encuentros sexuales, de lo que le atraen las botas militares, del transitar de hombres que venden sus cuerpos, de descampados; de no poder ser amado, también (yo lo siento, pero en la dureza directa de sus palabras he creído entrever asimismo anhelo y resignación al menos en los últimos textos). Su homosexualidad es llamada por él mismo tara. En absoluto es hipócrita. Su infancia fue dura; su actitud vital, huidiza de reconocimiento social, de la pompa, del postureo (diríamos hoy); él es creyente, no justifica "bíblicamente" o "religiosamente" su homosexualidad. 

Si no tuviéramos fe, viviríamos sin culpa;

si dudáramos de nuestra fe, renunciaríamos al mundo

para entregarnos a meditaciones y preces. 

                                                    (Del poema Gentes de Laodicea, p. 88)

Habla del goce sexual y sus anhelos, mucho, sí, pero considera esos encuentros asimismo una penitencia: él es el pasivo; el que se arrodilla ante el muchacho varonil, le lame sus botas militares que le excitan, el que es pisoteado: su penitencia, su purga. También el marginado por ello, el desplazado de la norma social y lo sufre (su poema El momento aciago, p. 123, me parece muy significativo al respecto, el chismorreo odioso..., ¡cómo lo odio!). 

           Cómo estuve quieto en esa silla, ni yo lo sé. Tenía no solo el entusiasmo de que mi Amae pop blue se publicara, sino también de que era un manifiesto de cambio en mí, de un largo proceso, y residuos de reparos por usar determinado lenguaje, por tratar determinados temas, que a un lector de hoy puede que incluso le diera risa, pero para mí han sido grandes barreras, todo un proceso: no tanto escribirlas como el decidirme a darlas a conocer. El que me conoce sabe de qué hablo; el que no me conoce, pues nada, yo tengo la esperanza de que estos últimos sean la mayoría de mis lectores. De hecho, observé su poema Abandonar la poesía (pp. 145, 146) en cierto modo vinculada a Amae pop blue y a mí, tanto que esperaba poder traerla a la presentación de mi novela, que me imaginaba entonces que sería de otra manera. No puedo asegurarlo, porque necesitaría de una segunda lectura pasado el tiempo, pero de momento, de toda la obra de Jristianópulos, El estrábico (1949-1970) es el que más me ha llegado, sobre todo en lo referente a estas vinculaciones conmigo mismo. También El cuerpo y la carcoma (1960-2006), con la mayoría de poemas de no más de cuatro o cinco versos, y Plaza muerta (1977-1999), la mayoría en prosa, me han parecido de lo mejor de Jristianópulos. El libro entero, que es su obra entera, la verdad. 

      Claro, yo allí, en esa presentación de hace más de un año, además de entusiasmo, sentí alivio, un alivio inmenso, dejé de sentirme solo y raro. Puede ser que gracias a esta presentación de Maneras de demorar la noche se cayera una última cadena a la hora de ir luego a publicitar y hablar de mi propia novela. Ya he dicho que no hago reseñas eruditas, más bien muy personales y subjetivas.

      Sexo otra vez, ¡y cómo no! A ver si se empieza a entender su importancia, a ver si se disfruta de verdad y se dignifica. Traigo la cita de Anaïs Nin que se menciona en la nota 67 de la Introducción (p. 40): "El erotismo es una de las bases del conocimiento de uno mismo, tan indispensable como la poesía".

      Por supuesto que no es todo sexo aquí, ni que decir tiene, con contraste con Cavafis y con influencia de la Antología Palatina (¡ahí ya alucinaba, cuando se mencionó la Antología Palatina!, aunque el libro XII esta vez, claro). Hay una visión de su país y de sus conciudadanos, de políticos y gente de las calles, de su historia y su cultura, y más asuntos, en esta poesía tan directa, descarnada; literatura, citas bíblicas, especialmente evangélicas. Una visión sincera, ácida, bastante transparente, habitualmente dura. La soledad es otro elemento aquí. Me insistió mucho Manuel González en que me leyese su Introducción antes de meterme de lleno con la poesía. Lógica su insistencia, desde su punto de vista, imagino: su buen trabajo de traducción se ha tenido que dar este filólogo clásico, y la Introducción me sitúa, me hace entender lo que paso a leer, lo sé, lo agradezco, me estaba dando una joya difícil de publicar y presumiblemente con pocos lectores, qué lástima. Una contextualización que desgranó en esa misma presentación, de todas formas. Una Introducción muy enriquecedora. Pero yo pensaba sonriendo: "Este hombre no me conoce, claro. ¿Cuándo he empezado a leer nada saltándome introducción, preámbulo, estudio previo, aparato preliminar, agradecimientos o lo que sea que venga antes?" Soy incapaz de hacer eso, incluso a veces ni siquiera puedo hacerlo en mis segundas y terceras lecturas de una misma obra. ¿Te puedes creer que me leo ahora El árbol de la ciencia en la edición de Cátedra, por ser profesor de 2º de Bachillerato este curso, yo qué sé si por séptima u octava vez, y otra vez me he leído el estudio de Pío Caro Baroja para no sentirme culpable?






martes, 29 de abril de 2025

POESÍA ES... ¡APRETAR LOS PUÑOS!

 


SANTIAGO EXPÓSITO AMARO: Poesía es... ¡apretar los puños! Domiduca Libreros; Madrid, 2024 (yo leo la segunda edición de enero de 2025).

No sé si borracho, un borracho tarda en darse cuenta de que lo está. Digamos que aún mareado por los versos de Santiago Expósito, Kamawookie, en Poesía es… ¡apretar los puños!, constato en ellos que las palabras y la música tienen el mismo efecto redentor. Te salvan, rescatan hasta los peores momentos convirtiéndolos en aprendizaje vital o, al menos, en la cristalización de la perla inesperada.

                Es una bebida que entra bien, con ser fuerte. Las palabras fluyen con contundencia, el ritmo es bueno. Pero es intenso. Se suponía que me lo iba a tomar de a poquito, pero aquí estoy, con la botella ya vacía. En mi particular y subjetiva impresión de este poemario, a mí se me asemeja al bourbon. No deja de ser whisky, sí, pero lleva consigo un sabor dulce.

                Claro, en mi subjetividad, no dejo de maravillarme de la conexión de estos versos conmigo y mi reciente novela. Especialmente por las concomitancias: rock, poesía, amor, frustraciones vitales, retos a salvar, ternura, pasión, sexo, literatura, desolación escondida en la tranquilidad o el optimismo, el disfrute de las supuestamente pequeñas alegrías de la vida entre tanta lágrima (en este libro más sugeridas que otra cosa), lucha. En lo vital, sin embargo, atisbo que hemos llegado aquí por rutas biográficas bien distintas, quién sabe si opuestas, no lo sé.

                Me quedan, lo confieso, dos asuntos importantes con este libro: mirar el contenido de los QR que trae y la relectura más pausada, tras la emoción del enganche. Bien. Eso pasará cuando tenga que pasar.

                Tal vez no sea de justicia una especie de reseña tan, tan personal. Pero no me pongo límites: así es como, en mi borrachera poética, he querido hablar de Poesía es… ¡apretar los puños! Estoy convencido de que otros pueden desentrañar estos versos en análisis menos impulsivos. Incluso yo mismo en otro momento. En la línea que he emprendido sí puedo asegurar que, como el rock, como mi propia novela también, hay mucha más profundidad en forma y fondo en este poemario de lo que a algunos les pudiera parecer, me refiero a los acostumbrados a una imagen predeterminada, a los de la primera impresión. La portada, que a mí me parece genial, es muy acertada, es "como debe de ser", como diría Rosendo en Leño, y refleja muy bien el espíritu del libro, al igual que el título. Una segunda edición no es poca cosa. Es buen bourbon, de los reposados. ¡Salud!


sábado, 1 de febrero de 2025

CON DERECHO AL DESCONTEXTO

 

INTRODUCCIÓN A BASE DE ESCALAS ARMÓNICAS CON ÉNFASIS EN LOS TRITONOS




 

Satisfecho, por no decir orgulloso, de haber escrito y publicado Amae pop blue, entre tantos motivos que sostienen esa satisfacción orgullosa y ese orgullo satisfecho está ese de que es una novela que no se sabe si es una novela, porque es una novela escrita por un poeta. Y como poeta, y como persona, uso un recurso que siempre uso, ejercer mi derecho al descontexto. Muy útil, muy enriquecedor, muy creador y re-creador, amplía significados y sentidos como quien triunfa jugando al Buscaminas y conecta con el simbolismo (¡ay, Bécquer!), con eso de ver la realidad que se esconde tras la realidad. Y realmente lo que estaba en mi mente era empezar a escribir reseñas de libros, especialmente los que están en la base de mi no-novela y que aparecen en su Bibliografía, al final del Volumen III. Y también de sus amigos, esos que te vienen a buscar después porque conectan, porque lo del descontexto tiene una proyección en los tres tiempos: presente, pasado y asimismo futuro, el futuro de aquel entonces que ahora ya es pasado, y esto lo hace tan potente… Pensando en esto, en las reseñas, es fácil caer en la cuenta de la importancia del descontexto para hacerlas si quiero que se vea su influencia en Amae pop blue y en mí, y urge la necesidad de explicarme, de ahí esta Introducción, escuchando el Red de King Crimson por primera vez para que la lógica al escribir no se imponga en su soberanía.

                Seguro que haber sido evangélico durante 46 años tiene una gran influencia en ello. No la única, por supuesto, los amantes de la poesía y la música saben que, por más que conozcamos datos biográficos y contextuales, un valor intrínseco de la obra de arte es su capacidad de sugerencia, su ambigüedad, y también, llegado el caso (que llega con una frecuencia muy alta si te conectas mucho), su capacidad para ser significativo a tu propia experiencia vital, a lo que te acontece. ¡Qué descubrimiento tan maravilloso, ese orgasmo estético que te sobrecoge cuando te das cuenta de que ese poema de Salinas se aplica como un molde a lo tuyo, aunque Salinas no podría haberlo sabido nunca! Pues imagínate tener en tus manos unos textos escritos hace un buen chorro de siglos en los que entras como quien se adentra en una jungla con un machete para descubrir ese mensaje que hay para ti, solo para ti. Un fragmento fragmentado en versículos aleatorios que nunca entenderás a lo que se refería realmente, o sí, pero que ahora te consuelan, te esperanzan, te recriminan, te guían, ¡estás ahí! Creo que esa será la única obra que no reseñe, esa biblioteca de libros a la que llamamos Biblia, permanentemente presente en Amae pop blue sin que casi nunca la veas, no solo por difícil y profunda, y también por manida y manipulada, sino porque ya ella sola está descontextualizada, la que podemos leer nosotros, ni te cuento la Biblia mental que te da primero la interpretación y luego el texto.

                Amae pop blue es puro y maravilloso descontexto. Rastrearme biográficamente ahí, a mí y a quienes me rodearon, es tan absurdo… Y tan inútil, porque no forma parte de su disfrute, porque al final, por más que me descreas, y yo a mí mismo también, la función poética, la intención estética, es la emperatriz de las funciones e intenciones de esta obra. ¿Que me he servido de experiencias?, ¿me he aprovechado de palabras, nombres, textos que he reciclado, miedos, sentimientos, gestos, …? Sí, lo he dicho otras veces, siguiendo esa máxima de Cortázar de meterlo todo en la novela. Pero nada que ver. La descontextualización está por todas partes. Como las acrobacias de un avión que imagina un niño observando el vuelo de una mosca. Experiencias reales como punto de partida que se deforman, se distorsionan, arrastran a otras inexistentes, se reformulan, se recrean, se conectan con otras que nada tienen que ver (propias o ajenas), se vacían o se llenan de valores, de impresiones; se intercambian, se emborrachan o se diluyen, se expanden con la fuerza centrípeta de la creación poética, texto endocéntrico.

                Allá vamos. Los Epigramas eróticos griegos, del Libro V de la Antología palatina están en la bibliografía de Amae pop blue. Lo que yo leí y como lo leí, tipo de finales del XX y principios del XXI, y a propósito así. Podría empezar por una influencia aún mayor, más sensible y delicada, como es la poesía clásica japonesa, pero no, empiezo por los epigramas, dado que el erotismo explícito y en muchos capítulos tan detallado es sin duda uno de los elementos literarios que resaltan en Amae pop blue, seguro que para muchos como luces rojas y sonido de sirena de ataque aéreo.  Con todo el gozo de la ingenuidad sin pudor, como muchos epigramas; con mucha vergüenza residual, lo confieso, y ese es uno de mis orgullos, haber roto una barrera personal al escribir así; con base ético-mística y reverencial (¡otra reseña!, los libros que no solo te ayudan en tu sexualidad sino que señalan a la hipocresía social e interna con respecto a este tema tan importante, tan placentero y traumático a un tiempo). Y, claro, que a pocos días de que Libros Indie te haya comunicado que sí, que te publican, acierte uno a ir a la presentación de Maneras de demorar la noche, poesía completa de Dinos Jristianópulos, atormentado por su fuerte fe religiosa (¡qué casualidad, por favor, que descontexto!) y su, para él, castigo de querer desansiarse recurrentemente, un placer que es penitencia, con ese foco tan superficial y profundo en el sexo, trascendido, desenterrado, poetizado, explícito, directo; y con epigramas eróticos griegos como influencia (lógico, era griego, aunque en este caso más del Libro XII que del V), pues… Yo que iba a una presentación, invitado por David Calzado, y no sabía que iba a encontrar un gran alivio y una feliz coincidencia, que me otorgó un plus de seguridad en mi propia obra. Me enteré, ¿eh?, de la información denotativa y la comunicación filológica y estética en esa presentación, pero ya ella en sí también se descontextualizó para mí: solamente yo, entonces, estuve en esa presentación de Maneras de demorar la noche descontextualizadamente hablando. Vamos, parece todo a propósito y a posteriori, menos mal que mi manuscrito tenía su bibliografía, y que ya había sido revisado por otros, incluida Libros Indie, tengo testigos de la veracidad de mis palabras.

                Termino mi Introducción, que ya va siendo hora, simplemente anunciando que comentaré próximamente estas dos obras poéticas griegas, una recopilada en el siglo X y que me ayudó a expresarme al redactar mi novela, y otra del siglo XX que descubro y comienzo a leer un día en que ya sabía que esa novela se iba a publicar fehacientemente. ¡Las conexiones! Y que lo haré con este prisma, volviendo a ejercer un derecho.