miércoles, 24 de septiembre de 2025

"LOS SIETE CONTRA TEBAS", DE ESQUILO. IMPRESIÓN LECTORA.

 


El asedio y posterior asalto a una ciudad es un tópico de la literatura antigua porque, por desgracia, fue una realidad durante siglos. La Ilíada, uno de los poemas más grandes de la Historia de la Literatura, trata fundamentalmente de eso. La Biblia, como conjunto de textos del mundo antiguo, también está plagado de estos episodios (se me ha venido en mente ahora el libro de Jeremías). Nosotros en España tenemos la icónica toma de Numancia.

     El estilo de las tragedias de Esquilo es muy sobrio, es serio, lo sabemos, y eso no tiene por qué valorarse como un rasgo negativo en absoluto. Las terribles consecuencias para los ciudadanos de Tebas en el caso de que llegue a ser tomada por el ejército argivo que la ataca (muerte, esclavitud, violaciones, destrucción) se describen muy sentidamente por un coro que, en este caso, está compuesto por mujeres y, por tanto, tiene mayor libertad para la expresión sentimental. De hecho, la tragedia empieza así, con una queja de Eteocles y un reproche al coro para que contenga sus emociones y no transmita temor a las tropas tebanas, un clásico también del contraste entre el ánimo masculino y femenino. Con esa "salsa" comienza la tragedia, algo que a mis ojos me ha parecido bastante original, en el sentido de inesperado. Mis ojos son ojos de finales de siglo XX y principios del XXI, deberíamos calificarlo de machista, un término más que anacrónico aquí, y también hipócrita, habida cuenta de la abundancia de debates así vueltos a lo moderno que inundan las redes sociales, eso de que si los hombres esto y las mujeres lo otro. En el fondo, el lamento del coro y su temor está más que justificado, al fin y al cabo en estos casos las mujeres quedaban a la expectativa del resultado final, apenas participan en lo bélico salvo para labores auxiliares en todo caso. También está justificado el reproche del rey de Tebas, que piensa en la moral de los soldados y su ánimo. Pero aquí, en este principio, lo importante es la misma discusión en lenguajes distintos: el pragmático de Eteocles y el emocional del coro. No es que sea humorístico, pero una pizca de humor sí se ha sentido al empezar, aun con la sobriedad de Esquilo, que hace decir al monarca: ¡Jamás, ni en la desgracia ni en la dulce / bonanza, con el sexo femenino, / deba yo convivir! También el diferente tipo de verso que usa cada interlocutor debe dar la impresión de dinamismo en este diálogo inicial.

     La parte central de la obra es la enumeración de cada héroe de Argos  y a qué puerta de Tebas ataca, así como la elección del héroe tebano que el rey debe elegir para oponérselos en la defensa de la ciudad. Todo un desfile de personajes, doce en total, de los que se describen, sobre todo, panoplia (muy al vivo los motivos de sus escudos y sus emblemas) y el carácter reflejado en palabras, por lo general de amenaza de destrucción y orgullo en el caso de los argivos, retratados como impíos salvo un caso, el de Anfiareo, calificado como prudente y en desacuerdo con esta guerra, del que Eteocles dice: Augurio infausto es siempre, para el hombre / asociar al justo con impíos. /  Que no hay nada peor, en toda empresa, /que mala compañía: no da fruto, lo que a nosotros nos recuerda cierta fábula de aves.

     El núcleo de la tragedia en sí comienza al conocer quién ataca la séptima puerta: Polinices, el hermano agraviado de Eteocles, y la decisión de que será el mismo Eteocles quien se le opondrá. La maldición de Edipo a sus hijos empieza a ponerse en marcha. Estamos en el centro del mito tebano ya, y a nosotros nos es difícil decidirnos por quién tiene razón de los dos; si Polinices, traicionado en el pacto de la alternancia en el trono, o Eteocles, que defiende la ciudad contra su hermano despechado que ha recurrido a extranjeros para hacerse con el poder. Lo trágico, realmente, es el hecho de que dos hermanos se enfrenten a muerte en una pelea que acabará con la vida de ambos. La lucha fratricida es el colmo de los colmos para el ya desgraciado acontecimiento de la guerra, y el coro trata de evitarlo, recordándolo, pero Eteocles está decidido y responde: Sí, soportar desdichas sin deshonra, / ... La honra y la fama es su elección. La respuesta desoída del corifeo no es otra que Haz caso a una mujer, mal que te pese, remitiendo así al principio de la obra.

     Lo que viene a continuación podría ser un añadido posterior que anticiparía una tragedia de Sófocles, y que tiene como protagonista a Antígona, hermana de Polinices y Eteocles. Las hijas de Edipo, Ismene y Antígona, son personajes mucho más brillantes que sus hermanos, desde mi punto de vista, en mi opinión. En una Tebas vencedora en este conflicto, se decide que Eteocles será enterrado con honores, ya que defendió la ciudad contra sus atacantes; sin embargo, el cuerpo de Polinices quedará expuesto al raso para que sirva de alimento a los perros, como gesto de castigo a quien se atrevió a atacar a su propia ciudad. Esta ley humana decretada en Tebas, que condena a muerte a quien se atreva a dar sepultura a Polinices, se opone a una ley que a Antígona le parece superior, la ley divina y la de la obligación de la familia. El mito plantea esa tesitura, y no hay salida feliz a este debate, a este conflicto. Anticipa, además, un versículo novotestamentario, ese de que Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres, que es lo que elige Antígona, sabedora de que morirá por enterrar a su propio hermano, morirá por ser piadosa, una paradoja tan real como la vida misma, cumplir con tu obligación moral te puede acarrear terribles consecuencias. ¿Y qué hacen los dioses ante ello? ¿Cómo permiten ese fin a quien les obedece, por obedecerles? Este dilema lo conocía muy bien el primer público de Esquilo. En esta tragedia, simplemente Antígona declara su decisión, la contemplamos sencillamente dispuesta a dar sepultura a Polinices, ella sola.

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