domingo, 3 de agosto de 2025

MI TRAYECTORIA POÉTICA HASTA HOY



Se me llena la boca de decir que me considero fundamentalmente poeta y, sin embargo, reaparezco como escritor con una obra narrativa extensa, Amae pop blue, tan extensa que es necesario dividirla en tres volúmenes. Vuelvo a publicar después de veinticinco años y lo hago con una novela (Amae pop blue, Volumen I; Libros Indie; Sevilla, noviembre de 2024) que, por supuesto, mantiene el tono lírico en muchos episodios e incluso capítulos enteros (especialmente el capítulo 100, muy diferente y muy aparte del resto de la obra). Además, a modo de la novela pastoril un tanto y, sobre todo, a modo de La novela de Genji, y de tantas y tantas obras de la literatura universal, no precisamente modernas, esta novela inserta poemas aquí y allá, especialmente en su Primera Parte. Algunos están escritos ex profeso, pero en general son poemas redactados con independencia de la novela, que han entrado en ella del mismo modo que muchos de sus fragmentos, como material de construcción. No están ahí a la limón, según me vinieron a la mano, tienen su intención clara y han pasado ciertos filtros, aunque, siendo honesto, no quise ponerlo todo ahí, echar el resto con los poemas, son pequeñas gemas que engarzan bien con el texto narrativo, no he sacado las que considero de más valor del cofre de las joyas.

     Escribo desde muy jovencito. Fundamentalmente, me he pasado la vida escribiendo reflexiones, poemas y breves textos narrativos, generalmente fragmentarios o de inicio de texto. La poesía ha sido, desde siempre, mi mejor medio de expresión. En 1997 publico Extramuros, mi primer poemario; en 1999 el segundo, ¡Ah! Novela lírica, que no es una novela lírica propiamente dicha, sino más bien un segundo poemario con una estructura que sostiene a dos narradores en diálogo poético. Ambas obras fueron editadas por PubliSHER Editorial, de Navalmoral de la Mata (Cáceres). Para mí son muy especiales, fueron la cristalización de un sueño de un joven de veintipocos años. En ese momento ya estaba empezando a tomar cierta velocidad de crucero y me estaba percibiendo con estilo propio y una trayectoria de evolución en desarrollo, y aparecieron más poemas míos en una obra colectiva de la Editorial Jamais, de Sevilla, para mí mucho mejores que los de mis obras publicadas hasta entonces. Mal editadas: al no llevar título, aparecen mis varios poemas ahí como si fueran uno solo, enorme y monstruoso, una amalgama confusa. Al poco, esa editorial cerró, con polémica, lo dejo ahí.

     Pues parecerá paradójico, pero a partir de aquí es cuando soy más fértil en lo creativo. Con demasiadas expectativas en los concursos de poesía y poca capacidad de márketing, de darme a conocer, todos esos años desde los veintimuchos hasta los cuarenta y pocos son un hervidero de creación poética en mí. De la enorme cantidad de textos desde 2003 hasta 2018, extraigo un corpus personal de los que considero poemas bien hechos, a los que denomino ahoganzas. Esos poemas son mis Ahoganzas, una denominación general que engloba a varios trabajos y que trata de definir su tono general que, bien es el melancólico ahogo en la añoranza (del pasado y del propio presente que se sabe fugaz), bien una visión del mundo que supone cierto ahogo en lo irremediable o ahogadillas de irrealidad o de realidad cruda. Al tratar de sistematizar mis poemas, muchísimos, generalmente con el fin de presentarlos a concurso, pronto descubrí que había dos tipos de ahoganzas. Unas eran ahoganzas blancas, enfocadas en la conexión y el diálogo mudo con la naturaleza, lo cotidiano y la ternura de lo entrañable; sin excluir el dolor, el pesar o la incertidumbre, mantienen un tono de reposo, de pausa, de contención y agradecimiento. Otras, sin embargo, eran ahoganzas negras, desesperanzadas a veces, viscerales hasta cierto punto, reivindicativas algo, impactantes, directas. Acabo de encontrar la imagen para cada tipo: entrañas y vísceras, sinónimos denotativos, antónimos connotativos. Eso es: las ahoganzas blancas me salieron de las entrañas y las negras de las vísceras.

      Las blancas acabaron por definir La hora de las libélulas. Esta es ya la obra cerrada y depurada. En un intento artístico de fusión de artes, Rocío Rodríguez le hizo un dibujo a cada poesía. Y teníamos en mente más proyectos: el inverso, es decir, hacer textos yo a sus dibujos, y darle caña a las ahoganzas negras igual que habíamos hecho con La hora de las libélulas. Y todo eso mientras yo ya escribía poemas que no eran ahoganzas y en plena y fuerte crisis personal y vital. En mente teníamos un libreto artesanal. Con el tiempo, a Rocío esos dibujos le parecieron inmaduros y muy mejorables, me los regaló y empezó de nuevo a ilustrarme las ahoganzas blancas. Este proyecto, de momento, está parado. Así que, como dispongo de sus primeras ilustraciones, voy a ir dando a conocer La hora de las libélulas, poema a poema, junto con su dibujo original, en Instagram y Facebook, poco a poco, porque acabo de explotar en mi expresividad creativa y sé que necesito hacerlo. De todos modos, esos poemas están en Wattpad. Espero que el proyecto lo podamos retomar y ver esta obra publicada y con las ilustraciones que Rocío considera mejores. Las de ahora, ella que diga lo que quiera, a mí me encantan, tampoco quiero que caigan en el olvido. Por eso también me animo a publicar en redes.

     2018 supone un verdadero hiato en mi vida, que me ha cambiado completamente. Pero no te pienses que por estar recibiendo una hostia tras otra durante seis largos años, hasta entender de verdad el significado de resiliencia y de paciencia, yo he dejado de escribir. La escritura creativa es parte indisociable de mi vida. Solamente que mis poemas a partir de ese año ya no son ahoganzas. Aún los tengo que agrupar, vuelven a ser muchos, los de 2018 hasta ahora. Pero algún trabajito independiente ha salido ya, a la espera de su depuración y sistematización más tranquila. Se llama ese trabajo Lento vaivén, y son poemas muy próximos en el tiempo y de un mismo tono. Publiqué hace poco en Instagram y Facebook el primero de ellos, el de los horizontes fumados. Cronológicamente cercanos, en mi conciencia ya están muy lejos y perdidos en el tiempo psicológico. Desde hace tres años, todo se me volcó en Amae pop blue y, extrañamente, la escritura de poesía ha estado en fase de letargo, alguna que otra muy esporádica en este último trienio. Simultanearé las de Lento vaivén con las de La hora de las libélulas en  mis publicaciones en redes, por dos motivos básicos, muy humanos: porque ahora estoy encontrando en las redes sociales un medio de expresión que me colma bastante, y también por cierta reivindicación personal, de manifestar al fin quien soy y de animarme a moverlas en proyectos más serios a futuro cercano.

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