jueves, 16 de octubre de 2025

"AGAMENÓN", DE ESQUILO

 


Imagen de Eugene Kucher en Pixabay


Es la primera tragedia de ciclo troyano, y la primera tragedia de la única trilogía conservada de Esquilo, La Orestía.¿Qué decir? Menos mal que no hago reseñas propiamente dichas (¡y menos de clásicos super clásicos!), sino impresiones lectoras, más subjetivas cuanto más clásico el libro. Conocer la historia de Agamenón, Clitemnestra, Ifigenia, Casandra, Egisto y Orestes antes de leer esta tragedia, desde luego, ayuda, y bastante, a disfrutar de esta obra, que se disfruta desde el primer verso al último. Ventaja necesaria, al fin y al cabo los primeros espectadores de Agamenón también tenían ese conocimiento, y aún mejor. Casualidades de la vida, cuando antes del verano me vi en YouTube las conferencias de Eva Tobalina sobre las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, entre otras muchas sobre el mundo antiguo, no sabía que meses más tarde iba a dar impresiones de tragedias en un ciclo lector autoimpuesto. ¡Gracias dobles, entonces, Eva!

     Así que, claro, tampoco voy a ser minucioso dando detalles de las varias tramas entrelazadas y en cierto modo míticas que se desarrollan poéticamente aquí. Llovería, una vez más, sobre mojado y mis aportaciones no significarían absolutamente nada. ¿En lo subjetivo? Una pasada de tragedia. Sí, estilo esquíleo, vale, ¿y qué? Sentimiento y fatum a flor de piel de manera incesante.

     "Perjudicial por perjudicada", pensaba Rodrigo de Paula en mi Amae pop blue. Pues así Clitemnestra. Aparece fría, mentirosa, calculadora y asesina por su propia mano. Pero su imagen psicológica pincelada por Esquilo al final de la obra es verdaderamente viva y "moderna", nosotros desde este siglo podríamos poner etiquetas médicas y de la psicología a su comportamiento, seguramente aparece en el DSM-V y tiene un diagnóstico y tal vez un tratamiento. ¿Y cómo no? ¿Cómo se digiere lo que ella vivió, la muerte de su amada hija Ifigenia en un sacrificio a manos de su padre, al que Ifigenia adoraba, para calmar los vientos y emprender esa maldita guerra en Troya? Y más en esa época. Lo que produjo, primero, fue rechazo emocional. Clitemnestra parece rehacer su vida junto con Egisto, quien también tiene motivos para odiar a Agamenón (todo tiene un entronque familiar, generacional). Como hemos visto en tragedias anteriores, todos tienen motivos, todos tienen una culpa, una misión, un destino y un rincón final sin escapatoria. Dilemas morales sin solución correcta. El coro en esta obra duda mucho, además, a pesar de su enfrentamiento con Egisto en los últimos versos. Y no es para menos.

       Y luego Casandra. ¡Qué potentes y desdichadas son las mujeres aquí! Condenada a que nadie crea en sus profecías, lo sabe todo, lo pre-sabe todo, y muere junto a Agamenón como su "amante", arrastrada por la furia de Clitemnestra. ¡Su amante! Hecha esclava, esta troyana no tiene opciones para no acostarse con Agamenón... ¡Su amante! ¡Qué ironía!

      Resalto rápido algunas cosillas que me han llamado la atención. Primero, y para reflexionar, el dolor de la sabiduría. La sabiduría y la prudencia las da el dolor, según el coro en su primera larga intervención, y él mismo, el coro que se enfrenta a Egisto al final de la obra, ya nos muestra a un Agamenón impío, quien "mudó de sentimientos hasta atreverse a todo", pues cambió su amor por Ifigenia, su hija, por favorecer la empresa contra Troya, en un dilema ¿difícil? que se le plantea. Y es estremecedora la imagen de Ifigenia siendo inmolada por su padre que nos da el coro aquí, tan al vivo... Estremecedora. ¡Qué tristeza tan inmensa! Y todo son presagios inconscientes de lo que ha de venir.

      Anecdótico, pero lo de la mensajería a través de fuegos sucesivos, ¿qué queréis?, me ha recordado a las almenaras de Minas Tirith, y perdón por decir esto.

      Otra tristeza inmensa, y una realidad en la época, ahora en boca de Clitemnestra: la toma de una ciudad, el horror que se abate sobre los vencidos, también al vivo. De nuevo, estremecedor. Y luego la red: la de Zeus sobre Troya, al principio; la de Clitemnestra sobre Agamenón (y aquí no hay metáfora), al final. Porque, en definitiva, Esquilo, ¿qué nos va a decir? Que lo sagrado debe respetarse, que la justicia está con el que sufre y la Fortuna con el moderado y no con el soberbio. Aquí ha habido mucha sangre y va a haber mucha más. ¡La hybris tiene su castigo! ¡Maldición para el soberbio!

      Sí, hay mucha reflexión, siempre te quedas pensando. Piensa en estos versos: Que es muy propio de los hombres / con el que cae ensañarse. Solo un ejemplo de una abundancia. Y expresiones vivísimas, que alientan a escribir versos propios: Divino frenesí te ha enajenado, le dicen a Casandra. Las frases contundentes de ella: Tú ruegas mientras ellos se preparan. Y es que, ¡cómo se notan los cambios de estado, de conciencia! Los estados alterados de conciencia: esa Casandra en trance adivinatorio, y luego su salida del trance (Mi profética voz, cual una novia / no mirará ya más entre sus velos), esa Clitemnestra ciega de un dolor acumulado, encapsulado.

      En cuanto a lo formal... ¡Buf! ¡Qué lenguaje! Te lleva en tensión todo el tiempo. De nuevo, anecdótico, pero me ha gustado eso de que haya una pregunta dentro de una pregunta, que se abra una interrogación antes de cerrarse la primera, por esos incisos parentéticos que se dan en los discursos en verso. Y las repeticiones seguidas de palabras, me conectan el lenguaje poético de la Grecia clásica con el japonés clásico, el aprovechamiento de las similitudes fonéticas para distorsionar los significados originales, como la asociación de Helena con la destrucción.


     Bueno, paro, acabo. Tengo anotadas más cosas, pero lo dejo aquí. No creo que necesite hacer explícita, tampoco, mi valoración de esta maravillosa tragedia.

      



jueves, 2 de octubre de 2025

"LAS SUPLICANTES", DE ESQUILO



                                                                                         Imagen de MythologyArt en Pixabay


Si dijimos que Los Persas era la única tragedia de Esquilo que no pertenecía ni al ciclo troyano ni al tebano, entonces dijimos mal. Si hicimos eso, nos equivocamos, porque entonces no tuvimos en cuenta Las Suplicantes. Igual que las dos tragedias anteriores, Las Suplicantes pertenece a una trilogía perdida, queda ella como la única superviviente de la terna Suplicantes, Egipcios, Danaides, a la que se le uniría el drama satírico Amimone, también perdido. Al ser la primera de la trilogía, Las Suplicantes acaba dejándonos con la intriga, su final es el preludio de una acción que devendrá en un conflicto entre argivos y egipcios cuya causa es la que se expone en esta obra, que nos mantiene con lamentos y súplicas, y oraciones a Zeus y otros dioses, todo el tiempo. Las metáforas marinas también son constantes.

     El coro vuelve a ser femenino, las protagonistas de la obra: las danaides, las hijas de Dánao, que han huido de Egipto por mar hasta la tierra de sus antepasados míticos, de Io, hasta Argos, acompañadas de su padre anciano. Huyen, en realidad, del matrimonio forzoso con notables egipcios, sus primos, que ellas aborrecen, matrimonios impuestos. Es la huida del macho, y a lo largo de toda la tragedia siempre nos queda la duda de si rechazan a esos hombres en particular o el yugo del matrimonio a cualquier hombre en general, su carácter amazónico de rechazo al varón. 

    Nada más llegar, se acogen a sagrado para protegerse y suplicar protección de la ciudad de Argos. Junto a las estatuas de los dioses, expresan sus súplicas, lamentos, bendiciones y maldiciones en una obra que, por definición y, usando un término de la propia traducción de Alsina Clota en Cátedra, es, en esencia, gemebunda. Lágrimas, gemidos, temores hechos palabras de oración desesperada.

     Su trama es sencilla: llegan allí, esperan que los argivos las acojan y defiendan de la expedición egipcia que sin duda vendrá a reclamarlas, el rey de Argos duda y consulta, la ciudad se pone a su favor, aparecen los egipcios que casi se las llevan por la fuerza, se interpone el rey y su tropa que se las llevan a la ciudad, y todo queda en el aire a la espera de una más que probable confrontación de los griegos con unos extranjeros que pondrán sitio a la ciudad a causa de todo este asunto, algo que sabemos que no sucederá, pero que aquí parece presagiarse.

     Las alusiones a Zeus, especialmente al mito de éste hecho toro con Io, son constantes, por supuesto dadas por sabidas en el público. Y las oraciones son fundamentalmente dirigidas a él, pariente divino y el más poderoso de los dioses. Temida es Afrodita (Cipris) y Ares, amantes y opuestos a un tiempo. Vuelve a aparecer Ate, nombrado al principio e implícitamente en las palabras del rey al heraldo de los egipcios, que por poco se lleva a rastras, tomadas por los cabellos, a las danaides, cuando le acusa de soberbio (hybris) por obrar así en su tierra y le subraya que, con ese comportamiento, ha errado (Ate).

     Quien sea un experto o esté familiarizado con la literatura clásica griega tal vez se ría de lo que me llama la atención de estas tragedias, al fin y al cabo no dejo de ser un lector ingenuo en muchos sentidos. No obstante, guiado de nuevo por una candidez que creo que nunca perderé del todo aunque quisiera, terminaré mi impresión lectora de Las Suplicantes haciendo notar alguna. A ver, esto es cosa de la traducción, pero qué queréis que os diga, ya lo he mencionado, la palabra gemebunda me ha gustado: gemebundas son las tonadas de la Jonia pero también el espíritu y las palabras de este coro de suplicantes (si es que están por fuerza así todo el tiempo, suplicando, los gemidos son insoslayables); gemebundas es un adjetivo que daría juego en muchos sentidos. 

     Y luego frases. En parte alguna / verás de la desgracia igual plumaje es una verdad que hace reflexionar: el infortunio se manifiesta de manera muy variada en unos y en otros, adopta tantas formas, tantas maneras, que el otro siempre tendrá dificultades para darse cuenta y entender lo mal que lo está pasando uno, el calvario que uno transita, y la empatía se hace complicada, y uno tiene que tratar de persuadir y convencer a los demás de lo que tan amargo y evidente es en la conciencia.

     Mas sin dolor no hay solución posible, verso en boca del rey de Argos, nos devuelve al dilema donde las dos posibilidades a elegir tienen grandes inconvenientes y complicaciones, como vimos al final de Los siete contra Tebas, muy propio de la tragedia griega y tal vez de la vida, donde blanco y negro se unen en grises para elegir. Aunque un poco después este hombre llega a decir: Pero prefiero ser un mal profeta / a un profeta verídico de males, muy en sintonía con la corriente filosófica y de vivencias actual; es complicado que este personaje nos caiga mal, que además se presenta muy humano desde el principio, con dudas desde el principio, honesto y resuelto en su cargo además. Y otra cosita de su boca: Criticar al poder le gusta, al pueblo, ¿quién negaría eso? Universal, de todos los tiempos. Quien me conoce sabe cómo detesto a los lobbies, a los que quieren ejercer poder e influencia sin asumir responsabilidades. Aunque aquí se habla del pueblo, de la opinión general. Por eso a sí mismo se dice ¡Que Suerte y Persuasión vayan conmigo! También se critica fácilmente al que es distinto: Siempre se está dispuesto hacia la crítica / del que habla otro lenguaje; en sentido literal, al extranjero, que habla otra lengua, pero igualmente al que habla otro idioma en el sentido de que tiene otras vivencias, otras prioridades, otras expectativas.

     De Zeus el peso recibiera es imagen del acto sexual muy evidente pero también muy ilustrativo.

     Cuando, ya al final, hablns las sirvientas, el diálogo es más sabroso, pues estas no comparten la decisión de sus amas. Y, ante tanta súplica, aconsejan moderación al pedir, incluso a las divinidades: "Nada en exceso", incluso con los dioses.

     






miércoles, 24 de septiembre de 2025

"LOS SIETE CONTRA TEBAS", DE ESQUILO. IMPRESIÓN LECTORA.

 


El asedio y posterior asalto a una ciudad es un tópico de la literatura antigua porque, por desgracia, fue una realidad durante siglos. La Ilíada, uno de los poemas más grandes de la Historia de la Literatura, trata fundamentalmente de eso. La Biblia, como conjunto de textos del mundo antiguo, también está plagado de estos episodios (se me ha venido en mente ahora el libro de Jeremías). Nosotros en España tenemos la icónica toma de Numancia.

     El estilo de las tragedias de Esquilo es muy sobrio, es serio, lo sabemos, y eso no tiene por qué valorarse como un rasgo negativo en absoluto. Las terribles consecuencias para los ciudadanos de Tebas en el caso de que llegue a ser tomada por el ejército argivo que la ataca (muerte, esclavitud, violaciones, destrucción) se describen muy sentidamente por un coro que, en este caso, está compuesto por mujeres y, por tanto, tiene mayor libertad para la expresión sentimental. De hecho, la tragedia empieza así, con una queja de Eteocles y un reproche al coro para que contenga sus emociones y no transmita temor a las tropas tebanas, un clásico también del contraste entre el ánimo masculino y femenino. Con esa "salsa" comienza la tragedia, algo que a mis ojos me ha parecido bastante original, en el sentido de inesperado. Mis ojos son ojos de finales de siglo XX y principios del XXI, deberíamos calificarlo de machista, un término más que anacrónico aquí, y también hipócrita, habida cuenta de la abundancia de debates así vueltos a lo moderno que inundan las redes sociales, eso de que si los hombres esto y las mujeres lo otro. En el fondo, el lamento del coro y su temor está más que justificado, al fin y al cabo en estos casos las mujeres quedaban a la expectativa del resultado final, apenas participan en lo bélico salvo para labores auxiliares en todo caso. También está justificado el reproche del rey de Tebas, que piensa en la moral de los soldados y su ánimo. Pero aquí, en este principio, lo importante es la misma discusión en lenguajes distintos: el pragmático de Eteocles y el emocional del coro. No es que sea humorístico, pero una pizca de humor sí se ha sentido al empezar, aun con la sobriedad de Esquilo, que hace decir al monarca: ¡Jamás, ni en la desgracia ni en la dulce / bonanza, con el sexo femenino, / deba yo convivir! También el diferente tipo de verso que usa cada interlocutor debe dar la impresión de dinamismo en este diálogo inicial.

     La parte central de la obra es la enumeración de cada héroe de Argos  y a qué puerta de Tebas ataca, así como la elección del héroe tebano que el rey debe elegir para oponérselos en la defensa de la ciudad. Todo un desfile de personajes, doce en total, de los que se describen, sobre todo, panoplia (muy al vivo los motivos de sus escudos y sus emblemas) y el carácter reflejado en palabras, por lo general de amenaza de destrucción y orgullo en el caso de los argivos, retratados como impíos salvo un caso, el de Anfiareo, calificado como prudente y en desacuerdo con esta guerra, del que Eteocles dice: Augurio infausto es siempre, para el hombre / asociar al justo con impíos. /  Que no hay nada peor, en toda empresa, /que mala compañía: no da fruto, lo que a nosotros nos recuerda cierta fábula de aves.

     El núcleo de la tragedia en sí comienza al conocer quién ataca la séptima puerta: Polinices, el hermano agraviado de Eteocles, y la decisión de que será el mismo Eteocles quien se le opondrá. La maldición de Edipo a sus hijos empieza a ponerse en marcha. Estamos en el centro del mito tebano ya, y a nosotros nos es difícil decidirnos por quién tiene razón de los dos; si Polinices, traicionado en el pacto de la alternancia en el trono, o Eteocles, que defiende la ciudad contra su hermano despechado que ha recurrido a extranjeros para hacerse con el poder. Lo trágico, realmente, es el hecho de que dos hermanos se enfrenten a muerte en una pelea que acabará con la vida de ambos. La lucha fratricida es el colmo de los colmos para el ya desgraciado acontecimiento de la guerra, y el coro trata de evitarlo, recordándolo, pero Eteocles está decidido y responde: Sí, soportar desdichas sin deshonra, / ... La honra y la fama es su elección. La respuesta desoída del corifeo no es otra que Haz caso a una mujer, mal que te pese, remitiendo así al principio de la obra.

     Lo que viene a continuación podría ser un añadido posterior que anticiparía una tragedia de Sófocles, y que tiene como protagonista a Antígona, hermana de Polinices y Eteocles. Las hijas de Edipo, Ismene y Antígona, son personajes mucho más brillantes que sus hermanos, desde mi punto de vista, en mi opinión. En una Tebas vencedora en este conflicto, se decide que Eteocles será enterrado con honores, ya que defendió la ciudad contra sus atacantes; sin embargo, el cuerpo de Polinices quedará expuesto al raso para que sirva de alimento a los perros, como gesto de castigo a quien se atrevió a atacar a su propia ciudad. Esta ley humana decretada en Tebas, que condena a muerte a quien se atreva a dar sepultura a Polinices, se opone a una ley que a Antígona le parece superior, la ley divina y la de la obligación de la familia. El mito plantea esa tesitura, y no hay salida feliz a este debate, a este conflicto. Anticipa, además, un versículo novotestamentario, ese de que Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres, que es lo que elige Antígona, sabedora de que morirá por enterrar a su propio hermano, morirá por ser piadosa, una paradoja tan real como la vida misma, cumplir con tu obligación moral te puede acarrear terribles consecuencias. ¿Y qué hacen los dioses ante ello? ¿Cómo permiten ese fin a quien les obedece, por obedecerles? Este dilema lo conocía muy bien el primer público de Esquilo. En esta tragedia, simplemente Antígona declara su decisión, la contemplamos sencillamente dispuesta a dar sepultura a Polinices, ella sola.

martes, 16 de septiembre de 2025

"LOS PERSAS", DE ESQUILO. IMPRESIÓN LECTORA.

 


La tragedia más antigua conservada de Esquilo, Los Persas, es la única que no pertenecerá ni al ciclo tebano ni al troyano, sino a la época del propio tragediógrafo. El más serio de los tres grandes, muy patriota, es curioso que en esta exaltación de la victoria de Grecia sobre Persia (especialmente de Atenas), el punto de vista esté en los persas y no en los griegos. Ese "toque" es magnífico. Pienso en el amor-odio, a ver, tu encarnizado enemigo acaba siendo parte de tu vida. Si vences, tal vez lo añores en cierto modo, o puedas compadecerte de él. No puedo dejar de pensar, al reflexionar en ello, en la novela morisca que tanto gustó en el XVI, El Abencerraje, esos lazos de amistad o amor dentro de la rivalidad, esa nostalgia por un enemigo que ya no está. O su fascinación presente: porque no estaban en la Península, pero la Berbería, los otomanos, ¡ay, Cervantes! Pero volvamos a Esquilo, no me quiero desviar tan pronto.

     Los Persas formaba parte de una trilogía, ¡claro!, en Atenas era así, se presentaban tres tragedias por autor, que competían. Las otras dos se han perdido. La tríada era Fineo, Persas, Glaudo de Potnia. A la terna trágica se le añade, para destensar al público, en este caso el drama satírico Prometeo (pero no lo confundas con Prometeo encadenado, este que digo es drama satírico, repito).

     Pero esto es una impresión lectora, y no la reseña de una obra clásica muy estudiada y comentada por expertos, entre los que no me encuentro. Voy a aprovechar, en mi más puro y caótico estilo, a modo de paréntesis o digresión, para poner de relieve tres aspectos muy tangenciales y personales, anecdóticos casi, aprovechando mi reciente relectura de Los Persas, y después retomo el hilo. Leo a Esquilo en la edición de José Alsina Clota (Cátedra; Madrid, 1998), textos que el mismo Alsina traduce. Adapta el verso clásico griego a los más acordes en español (alejandrino, endecasílabo, ...). Usa un español hasta cierto punto arcaizante, y por supuesto culto,  y hace bien, transmite mucho así. Bueno, pues encuentro dos ejemplos del uso de la preposición cabe (cuyo significado es 'junto a'): ... ay, ay, por un destino / que los aniquiló antes que a los otros / cabe las costas cicrias / ..., y también ... las que se sienten orgullosas cabe / la ancha corriente de Hele... Si lo destaco es porque soy profesor de Secundaria. Me precio de haber tenido muy buenos profesores de Lengua en mi etapa escolar. Tengo 49 años y en mi época, al menos en mi colegio, sabíamos que cabe y so eran preposiciones y que ya no se usaban. Nunca aparecieron en la famosa lista de preposiciones que había que saberse de memoria, aunque había maestros que todavía las tenían en la nómina. Me las encontré mucho después, al leer clásicos, mucho después. Las que no estaban eran durante y mediante, porque se consideraban adverbios. La lista de las preposiciones sigue un orden estrictamente alfabético, sin embargo muchos chicos de hoy en día se las saben al final, después de tras: los maestros les hacen memorizarse la lista que ellos se saben de carrerilla y luego les añaden estas dos. Bien, pues a día de hoy, como cada año, todavía llegan niños a 1º de la ESO que se saben las preposiciones con cabe y so de memoria en la lista, aunque no las hayan visto en su vida en uso. Que cada uno valore esto como quiera.

     Se ha puesto de moda, por otra parte, decir que hay una palabra en español que se puede decir pero no escribir. Es el imperativo sal más el pronombre le. Al juntarse pronunciamos una l geminada y eso nuestra ortografía es incapaz de reproducirlo. Podemos decir trae, tráele; da, dale; pasa, pásale; ...; pero cuando se llega a sal... Aquí en Los Persas me encuentro con este verso: y con él sale al encuentro. El espíritu de Darío le está diciendo a su esposa, la reina, que salga a recibir a Jerjes con un  vestido lujoso puesto. Yo no sé si ese sale es para Alsina una variante arcaica de sal o su solución para sal+le, que es lo que me ha parecido y podría asegurar que es.

     Y lo tercero tiene que ver con las interjecciones, que a mí me encantan. Lo que voy a apuntar no es solo en Los Persas, sino también vale para las otras tragedias, y cuando aparezca aquella que a mí me hizo sonreír con eso lo volveré a mentar. Las interjecciones no significan, expresan. A mí me encantan; tanto, que mi segundo poemario (y su poema estrella) se llama ¡Ah!, la interjección en nuestro idioma que es capaz de expresar casi cualquier emoción. Al traducir Los Persas, tenemos dos en español: ¡ay! y ¡oh! Pero luego aparecen otras dos griegas: una es ¡io!, que me parece muy sonora y que agradezco, me trae la identidad expresiva griega. Pero es la otra la que me llama más la atención: ¡ototoi! Y lo hace porque el -to- de ototoi se puede duplicar cuanto se quiera, y en estos textos parece hacerlo de forma progresiva: ototoi, otototoi, ototototoi, ... ¡Eso sí que es expresivo! Me recuerda a nuestro tatara- de lenguaje infantil: tataranieto, tataratataranieto, tataratataratatarnieto, ...

    Bueno, y por lo demás, ¿qué puedo decir yo? Es una tragedia, y clásica, y del serio Esquilo. El hado está regido por los dioses. El gran pecado, la soberbia, el hybris, viene dado por Ate, el dios del error. La alegría de haberse librado de la gran amenaza persa en Salamina se celebra, y no es para menos, desde el otro lado, desde el lamento persa por ello. Con patriotismo, declarando a Grecia irreductible, considerándola no nacida para el sometimiento y la esclavitud. Pero sin saña, con cercanía. Hay un lamento, además de una aceptación del destino y un temor por el futuro del imperio persa, pero no solo es lo nacional: lo personal, el dolor de las viudas, se expresa aquí también, diríamos hoy que hay cierta empatía de Esquilo hacia sus enemigos, eso que decía al principio. 

     Es un texto serio, sobrio, para mí ese es su encanto.

viernes, 12 de septiembre de 2025

"ENTRE SUEÑOS, CIRCOS, PÁJAROS Y ARDILLAS", DE LEONEL FLORES. IMPRESIÓN LECTORA.




Entre sueños, circos, pájaros y ardillasde Leonel Flores, es una colección de treinta y seis relatos breves, muy agradables de leer y al mismo tiempo muy sustanciales. No seré el primero en decir lo mucho que los he disfrutado, ni tampoco seré el primero que afirma que se los volverá a leer en breve.

     Su tono, el del fluir de sus palabras, parece reposado, con independencia de la trama y del final de cada pequeña pieza. Es como si fuera consciente del breve espacio que se ha dado para contarnos lo que nos quiere contar, yendo a lo esencial (lo esencial del argumento, lo esencial de la sensación que desea transmitir, lo esencial de la impresión que nos quiere dejar), y a un tiempo lo contase como si dispusiese de todas las páginas que quisiera para hacerlo, por eso tiene ese discurrir de palabras, muy seleccionadas, que nos parece natural, un discurrir no siempre cadencioso pero siempre continuo, completamente fluido.

     Las localizaciones son distintas, aunque a mí me ha atraído más, por encima del resto, la Venezuela tan auténtica que trae al vivo. Pero París, Nueva York, o tal vez lugares indeterminados nos sitúan en unos viajes incesantes. Los personajes son también diferentes, así como las intenciones y los argumentos. Es cierto que algunos, como Joaquín, aparecen en varios relatos, puede que sea su más entrañable, puede que sea un niño recordado, puede que apunte a algo más en un futuro. Hay quienes han hablado de toques de Realismo Mágico en ellos; sí, al menos toques de ese estilo tan hispanoamericano sí tienen. Lo que más me ha gustado, con independencia de estar leyendo una historia onírica, extraña, o nostálgica, o abanderada de la libertad, o de ensueños familiares,  o mitológicos vueltos a la actualidad, son los finales, porque son muy distintos unos de otros.

     En muchos de sus cuentos el final es el que dota de sentido a todo el texto, y son sorprendentes. Podrías estar creyendo que lees un sueño, visiones, realidades alteradas, o podrías creer que el relato transcurre en apacibilidad aun en sucesos agitados, y el final da un quiebro que te deja con una sonrisa por ese humor inesperado o con la impresión de sorpresa. Otros finales tal vez los veas lógicos, esperados, puede ser. Pero hay otros... Hay otros que al principio no entendí, y con el pasar de los días me han llevado a un eureka estético. Porque esos finales simplemente dejan que el cuento esté. Lo grande de esos pequeños relatos es la imagen que te traen y se te queda. Se queda así, no pasó nada, aunque sí intuyas que va a pasar o pasó antes.

     Entre sueños, circos, pájaros y ardillas, en definitiva, te sirve unos cuentos-gourmet que me han resultado deliciosos.





     Agradezco, además, la ardua labor de Leo por dar voz a escritores de todas las partes del mundo a través de sus entrevistas, lives y comentarios. Además de la lectura de sus cuentos, te recomiendo que sigas su cuenta de Instagram @una_pulgada_de_cuentos (@una_pulgada_de_cuentos), si te gusta leer y descubrir, actos de valentía ambos.


martes, 9 de septiembre de 2025

"KOKORO", DE NATSUME SOSEKI. IMPRESIÓN LECTORA.


 Le he dado tiempo a Kokoro para que repose, para que pose en mí. No solo unos días desde que lo leí, y que prácticamente retransmití en directo por Instagram, por así decir. También he interpuesto otras lecturas muy ajenas a él, y la agitación del fin del verano y la puesta a punto para empezar un nuevo curso. Tal vez así quiera venir a plasmar mi impresión lectora de él como el pintor chino, que retenía el paisaje en su memoria y lo reproducía echando mano del recuerdo y no de la observación directa. 

     No soy especialista en literatura japonesa, como no lo soy en nada, tiendo a diversificar mis intereses, que igual me llevan a la Primera Guerra Mundial que a Sumeria, igual al romanticismo inglés que a Borges. O bien a reiterarme. Supe primero del haiku, y no precisamente del japonés, sino de poetas españoles; descubrí el Kokinwakashu de la mano de Torquil Duthie y su selección me la habré leído cinco, seis, siete veces, enamorado del tanka pero sin buscar más. Antes, mucho antes, me había leído el Libro del té, de Kakuzo Okakura, no tan lejano a Soseki, y su contraste entre las sensibilidades occidental y oriental, y su reivindicación. Ese librito me magnetizó en su momento. Y van cayendo en mis manos prácticamente al azar Máscaras femeninas, el Genji conmigo tanto tiempo, ...

      Vayamos con Kokoro, para mí será fácil, solo me basta con realizar dos actos: uno, traer aquí todo lo que he estado expresando en las redes, Instagram fundamentalmente; otro, cerrar los ojos y recordar, evocar. 

      Ya lo dije: lo compré por error. Lo vi de soslayo en una librería abarrotada de gente, embargado por la lectura de la Novela de Genji, me deslumbró su portada, creí que era otro monogatari de la época de Murasaki, ¡fíjate!, y para nada. Felices casualidades. 

      Me leí con cierta continuidad el estudio previo de Carlos Rubio. Me enteré de todo, me contextualicé bien. Hallé en las últimas palabras de este preliminar un alivio sobre el lenguaje y tono de mi Amae pop blue. Sonreí. Empecé a leer ya Kokoro lento, disfrutando. Di el acelerón y me lo acabé en un día, y estuvo muy bien. Y a pesar de ser de la Era Meiji, yo he hallado en esta obra todo lo que me satisface  de la palabra en japonés, creo que Okakura hizo muy bien su trabajo conmigo. Absorbí todo lo cadencioso, lo estacional, lo extremo y aun tiempo monótono que me suelen traer estas lecturas. 

     No voy a desdecirme mucho de lo que proclamé en mis reels. Se divide en tres partes. La primera, Sensei y yo, me dio la satisfacción de esa lentitud tan placentera, el disfrute de leer una narración en la que apenas ocurre nada y los silencios dicen tanto... Es el calado. Te va calando como un aroma sutil. Me pareció la parte más poética, creo que fue la que más me gustó. La segunda parte, Mis padres y yo, con ese yo de narrador-protagonista del que no sabemos su nombre, casi me hace llorar. Por eso dije que me pareció la más emotiva, aun siéndolo más la tercera. Tal vez sea personal. No hay nada desgarrador en la forma de narrar esta parte. Tal vez la distancia, la actitud y las palabras de su padre y, sobre todo, de su madre, me enternecieron. Me enternecieron mucho. Y la última, en la que ahora es sensei el narrador, porque se trata de una extensa carta dirigida al yo de las dos primeras partes, tengo que calificarla como la más "japonesa", esa forma de sentir y actuar, esa autocrítica cruel, como diríamos hoy. Seguramente fue la más poética y la más emotiva, y la más intensa. Crees que sensei y crees que el yo de las otras partes se torturan en pensamientos y sentimientos de larga digestión, tus opiniones sobre el amigo de sensei, tan religioso y ofuscado, van variando tanto, y al final te compadeces de todos: del amigo, de sensei, de su mujer. Es todo tan estático, una frialdad con tanto calor... Lo dije: esa parte tiene un aire a El curioso impertinente de Cervantes, un aire, pero de otro modo.

      El final es muy japonés. Diríamos nosotros que por desgracia. Me pareció una obra admirable. Está apuntada ya como una de mis favoritas.

domingo, 7 de septiembre de 2025

"EL SONÁMBULO DE VERDÚN", DE EVA DÍAZ PÉREZ. IMPRESIÓN LECTORA.

                  Qué guerra tan cruelmente poética (p. 301). 




Escribo en la noche del siete de septiembre de dos mil veinticinco. Con la luna llena en Piscis, luna de sangre, y un eclipse que ha tenido esta misma luna, además, aunque por las nubes, extrañas nubes, por aquí no se ha podido ver, pero sí un arco iris tras ellas con tonalidades rojizas. Imagino que esta entrada aparecerá con fecha de ocho de abril, me queda muy poco para acabar El sonámbulo de Verdún, de Eva Díaz Pérez (Ediciones Destino; Barcelona, 2011), y luego seguir redactando, la imagen, las etiquetas, todo ello me llevará al ocho aun escribiendo un siete. Y esta tarde he soñado en mi "siesta", la mini cabezada que me ha dejado mal cuerpo. El sueño de una ausencia. Una prenda muy reconocible bien doblada que ya no debería estar en ese cuarto ni en esta época. Aprovecho que Eva Díaz describe sueños un tanto así para anotarlo aquí. ¡Qué día tan extraño! Pero es el elegido por fuerza para esta "reseña". Que en puridad lo que yo hago, ya lo sé, lo he dicho, no son reseñas, sino impresiones lectoras. 

     Lo primero que me nace decir de esta obra narrativa es que trabaja con muy diversos materiales, y, sí, juega con múltiples elementos. Muy bien construida y con rumbo fijo, a la autora le habrá gustado tener al lector en movimiento de vaivén cronológico constante, hacerle en cierto modo partícipe de su proceso de escritura un poco a modo de metanovela, líneas o parrafillos de metanovela. Yo me la imagino divirtiéndose al hacer eso. Y lo de jugar es otra, se va marcando el ritmo de un juego de mesa. El tablero cambia, son distintos escenarios. Se lanzan los dados y las fichas se mueven. Las fichas son los personajes, también el juego es de marionetas. Si te la has leído, o cuando la leas, entenderás todas estas referencias que hago. Pero, a lo que quiero venir aquí, es a lo de los diferentes planos. En el más alto, observando todo, estamos nosotros, los lectores. Pero no: Eva Díaz nos hace también personajes, lo siento, ella mueve los hilos, ella es la del plano superior. O no sé, porque al automencionarse se hace personaje también. Juega, sí, con muchos elementos que va ensamblando. Por ejemplo, casi al final aparecen acotaciones, como si fuera teatro, porque se describe como si fuera una escena teatral (pp. 337, 338). Paro con esto, no quiero hacer un inventario, solo dar mi impresión lectora, como dije. Aunque en ocasiones usaré las palabras de la propia Eva Díaz.

      Pues, como ella misma dirá, El sonámbulo de Verdún "nos hace vivir (esas) cuatro biografías unidas por hilos imperceptibles que solo nosotros reconocemos" (p. 342), ya que en cierto modo nos ha hecho cómplices en su ir desgranando narraciones aparentemente desvinculadas. Es feo lo de hacer espóiler. Me alejo ya del final de esta obra para no correr ese riesgo.

      Se trata de una novela. ¿Qué? ¿Impresionado por mi afirmación? Pues la digo antes de enredarnos en si es histórica, esto o lo otro. Al decir que es una novela, la reivindico como un texto literario sobre todo. Tiene esa intención, ofrece una lectura en zigzag, digamos, de estructura fragmentada, de puzle, o más bien de balanceo, de columpio. Pero su lectura es fluida, perlada con frecuencia de frases muy  felices. Claro que no voy a poner un muestrario de ellas, ya he dicho que mi intención no es hacer inventarios. Tal vez esta, por ser de las primeras, pueda servir de ejemplo: Es terrible jugar con la ventaja de conocer el futuro del pasado (p. 22). En fin: es una novela multifocal. Aunque tiene un narrador omnisciente (que en muchas ocasiones se identifica en cierto modo con la autora), se enfoca alternativamente en diferentes protagonistas y secundarios. Bien documentada, novela histórica es, ofrece grandes elementos estéticos y literarios. Aparecen, entre otros muchos temas, acción bélica y de otros tipos, reflexión, sexo, sueños, recuerdos, música, bebidas y comidas, museos e iglesias, y calles y otros edificios (que en no pocas ocasiones evocan en diferentes personajes diferentes vivencias, no son simples escenarios), revoluciones e ideologías, eventos culturales, la ciencia y el espiritismo de la época, y el psicoanálisis, arte, amor, secretos, vida familiar, ... 

     Sí, es una novela histórica, lo dije, aunque da la impresión de periodística con mucha frecuencia. Novela histórico-periodística, entonces. Muy bien documentada, como señalé, y muy bien manejados los datos históricos para el propósito de la ficción narrativa.

      Como quiero dar mi impresión lectora, y no hacer un análisis, que es lo que parece hasta ahora que hago, dejaré en mi ficha con anotaciones de letra minúscula muchas de ellas para futuras referencias o usos, y me centraré en elementos que me llaman la atención como lector, detalles de mi subjetividad. Tres, si os parece bien.

     El sexo. ¡Claro, claro, el sexo, cómo no! A ver, a lectores adultos y maduros del siglo XXI qué nos puede sorprender. Yo me alegro, porque naturaliza o "normaliza" algo tan natural, normal y necesario y propio del ser humano de todas las épocas en el lenguaje narrativo. Está en pequeñitas dosis, ninguna similar a la otra, las hay de todo tipo, si por algo destaca esta novela es por su variedad. Parte de la vida, como con los demás temas se trata con naturalidad, y esa naturalidad es la que me ha llamado la atención. Dos embarazos no esperados, o al menos no planificados, hablar de ovarios y de olor a hembra, por ejemplo, y tranquilamente de lupanares y de prostitutas. Ahora, lo que más me ha gustado, sabiendo que la autora es mujer, es cómo refleja el deseo y disfrute del hombre, de manera igualmente natural. Lo digo porque, como escritor, yo tuve la necesidad de tratar el deseo y la experiencia sexuales femeninas con toda la naturalidad que pudiera sin decir tonterías. Expresión deliciosa, me pareció, fue su "damitas de pechos audaces" (p. 194), que, lo siento por la autorreferencia, me recordaron a cómo mi Rodrigo sintió vivaces los grandes pechos de Nerea cuando lo abrazó al inicio de Amae pop blue. Tengo que dejarlo ahí porque, lo dije, no quiero espoilear su libro como si fuera la tumba de un faraón. Solo dejo constancia de la alegría que me provocó el poder alinearme con más personas en este asunto.

     Más potente, sin duda, me parecen los recuerdos, los recuerdos son absolutamente fundamentales en esta obra. Si bien el sexo, al menos para los hombres, podría considerarse "asidero y evasión necesaria" y un "pasatiempo favorito" de alguno, lo cierto es que esas expresiones las usa Eva Díaz para referirse a los recuerdos. Para el sexo, en concreto la masturbación, ya usará otra frase feliz, benditas ceremonias de autocompasión (p. 236) Muy relevante, el recuerdo, digo, dado que "en la guerra solo existe el presente" (p. 196), claro, o tal vez por eso. Yo, a los recuerdos, les añadiría también el elemento onírico, aunque no tan en primera línea como el ejercicio de la memoria. Con naturalidad también aparecen los horrores de la guerra, un poco de la represión, historia, periodismo y recuerdos de unos y otros, incluidos nosotros, se mezclan en todo momento.

     Y el tercero aparece al principio de este artículo: el juego. Hay un momento en que parece que va a dar a elegir al lector dos posibles finales, escogiendo entre derecha e izquierda (p. 280). ¿Alguien podría pensar que no iba a comentar eso? Adivina a qué libro escrito por un servidor me ha recordado. Si es que todo está conectado, algo que pasa en esta misma novela. Y palabras que resaltan. Pero jugamos contra el tiempo, o en el tiempo, en una especie de cronomaquia (p. 279) y yo debo ir terminando. No sé Eva Díaz, confieso que las Notas de la autora del posfinal me quedan pendientes, pero esa palabra que usa, logoterapia (p. 257), para referirse al ejercicio que realiza uno de sus personajes, la escritura como terapia, es algo que tengo muy incorporado a mi vida.

     

sábado, 23 de agosto de 2025

"YO, MONSTRUOS", DE SANTIAGO EXPÓSITO AMARO

 


Yo, monstruos, de Santiago Expósito Amaro, es una obra poética que contiene tres extensas composiciones de versos incesantes y contundentes. La voz de Santiago se percibe en toda su autenticidad (ya la conozco, ya me suena familiar después de la lectura intensa de Poesía es... ¡apretar los puños!). En la contraportada se dice que mira de frente a tres monstruos a través de tres mitos. Bueno, sí, realmente son tres mitos: un mito "mitológico", el de Asterión, el minotauro en su laberinto; un "mito" moderno, de Hollywood, Marilyn Monroe; y un mito popular de todos los tiempos, el alma, esa alma de cada uno que se salva, o se pierde, o va a un Cielo o a un Infierno (¿lo hace?), tal vez se enfrenta a un Juicio Sumarísimo o se queda dando vueltas por aquí. Y, por supuesto, cada mito es desmitificado por Santiago, no por el mero hecho de hacerlo, sino porque se está enfrentando, es decir, poniendo de frente a cada monstruo que lo representa. 
     Es fácil, hasta cierto punto, identificarlos con los tres grandes momentos en que solemos dividir el tiempo, pero con muchos matices.
     Yo, Asterión, es el pasado, pero un pasado remotísimo, el del mito, la historia oída de siempre alentada por los siglos que la deforman, pero desmitificada y traída al yo
     Yo, Marilyn, sería el presente, un presente amplio, el presente de nuestro mundo y sus historias y sus fraguas; es, además, el monstruo femenino de sonrisa glamourosa por fuera, infierno por dentro (íncubos, súcubos, ...).
     Yo, ánima, aliento de vida, representaría entonces el futuro..., pero no el de nuestros tiempos, sino el de tu propio ser, y también el de unas almas ancladas en nuestro mundo que nos miran y nos reconocen como a las verdaderas almas en pena que vagan errantes sin sentido, sin saber cómo, por un túnel cuya luz al fondo no es más que un espejismo, y se desmontan todas las falacias tan elaboradas sobre el más allá.
     El ser interior atormentado en el laberinto que es señalado como monstruo por los verdaderos monstruos; el monstruo de la fama malhadada a pesar o a través del reconocimiento social (¿te suena esto?) y el estigma de la feminidad mal entendida, y la monstruosidad del alma en cuerpo que no comprende a los descarnados, que somos todos.
     Se caen las máscaras, se ven los monstruos, pero la hipocresía interiorizada, esa, es el más temible de todos: no acaba de destruirte, porque se ríe viendo tu parálisis, cagado de un miedo que no siempre reconoces.




jueves, 7 de agosto de 2025

DIVERSAS LECTURAS SOBRE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

 



Me vais a perdonar que no traiga libros de mucha actualidad, algo que podría hacer. Y, sobre todo, os ruego perdón y comprensión por traer las más veces a mis reseñas obras leídas del pasado o cuentas pendientes. No es cuestión de explicar aquí el porqué, que además tampoco sabría hacerlo bien, pero es como si el 2017 me hubiese metido en un hoyo y ahora estuviera empezando a abrir un poco los ojos. Y es verdad que Amae pop blue me ha ayudado mucho a canalizar, a reencauzar, a exorcizar y a  interpretar, la parte terapéutica que se menciona en sus preliminares, pero la realidad es mucho más profunda. Volver a estos libros, y a determinadas ilusiones, es parte de mi despertar reciente pero a un tiempo peligrosa en lo emocional: me traen buenos recuerdos que me hacen llorar.

     Yo tuve mi buena época de obsesionarme por un tema y machacarlo. La Gran Guerra, o Primera Guerra Mundial, fue uno de ellos. Aparte de documentales en YouTube, algunos muy buenos, como, por ejemplo, La Primera Guerra Mundial a Color, me hice de algunos libros. Tanto esos documentales como muchas obras historiográficas, como La batalla del Somme, de Martin Gilbert (Ariel; Barcelona, 2009) adolecen del sesgo de estar demasiado inclinados hacia la visión franco-británica del conflicto, especialmente británica. Así que en esos reportajes se van a ver más imágenes de franceses y británicos que de alemanes, rusos, turcos o austriacos. Aparte de que sí, cierto interés patriótico se ve ahí, sutil, pero a veces se deja ver. No sé qué nos extraña de que aún a día de hoy no se pueda hablar bien en España de la Guerra Civil, que todavía escueza: una guerra es terrible, deja marca; una guerra es una guerra. Así que estuvo muy bien que la obra con la que me inicié en este tema fuera el Atlas Ilustrado de la Primera Guerra Mundial (Susaeta; Madrid, extrañamente sin referencia al año de edición), pues sus autoras, Antonella Astorri y Patrizia Salvadori, son italianas. Y aunque Italia también fue un país beligerante en la Gran Guerra, no fue tan protagonista y acabó rebotado con el resto de ganadores, así que sí, nos ofrece una visión un tanto más equilibrada del conflicto. Este atlas ilustrado me encantó, es muy recomendable.

     Tampoco es que me llegara de súbito ese interés. Uno de los primeros libros que me leí, muy joven, fue Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque, yo iba aún al Instituto... como alumno. Y, claro, me impactó. Y aún antes, de niño, sin ser capaz de contextualizarlo históricamente (así era yo de pequeño), la película Gallipoli, donde sale Mel Gibson. ¿Por qué la vi? Porque solo había dos canales de televisión cuando yo era niño: la echaron, yo la vi, y desde entonces los adagio me conmueven. De verdad, es automático: empieza el violín y me echo a llorar, me conmueven. Pues esa peli tiene la culpa.

     Me hice también con dos novelas. La canción del cielo, de Sebastian Faulks (Círculo de Lectores/Seix Barrall; Barcelona, 2009) y El sonámbulo de Verdún, de Eva Díaz Pérez (Destino; Barcelona, 2011). No me leí ninguna, aunque las empecé, por exceso de lecturas. Como no se puede todo, me quedo de momento con la de Eva Díaz, que además fui a su presentación en Bollullos de la Mitación y la tengo dedicada a mi ex mujer, fue un regalo mío por su cumpleaños, a ella le gusta mucho esta autora. Se lo tengo que devolver, pero ella me perdonará si antes me lo leo. 

     La joya de la corona, que tampoco me leí entera porque esta no es solo de leer, hay que escuchar también, es Lili Marleen. Canción de amor y muerte, de Rosa Sala Rose (Global Rythm Press; Barcelona, 2008), que trae un CD: Lili Marleen en todos los frentes. Me da la impresión (y sé) que este es el más literario y el más todo, aunque no sea una obra literaria. Pero el texto que investiga, un poema hecho canción, un poema alemán de la Primera Guerra que luego se canta y pasa a la Segunda, y que escuchan todos, y esperanzan a todos, y conmueven a todos, los de un bando y los del otro, es ya para mí el summum de lo poético y artístico que trasciende. Esta sí será otra de mis lecturas de verano. 

domingo, 3 de agosto de 2025

MI TRAYECTORIA POÉTICA HASTA HOY



Se me llena la boca de decir que me considero fundamentalmente poeta y, sin embargo, reaparezco como escritor con una obra narrativa extensa, Amae pop blue, tan extensa que es necesario dividirla en tres volúmenes. Vuelvo a publicar después de veinticinco años y lo hago con una novela (Amae pop blue, Volumen I; Libros Indie; Sevilla, noviembre de 2024) que, por supuesto, mantiene el tono lírico en muchos episodios e incluso capítulos enteros (especialmente el capítulo 100, muy diferente y muy aparte del resto de la obra). Además, a modo de la novela pastoril un tanto y, sobre todo, a modo de La novela de Genji, y de tantas y tantas obras de la literatura universal, no precisamente modernas, esta novela inserta poemas aquí y allá, especialmente en su Primera Parte. Algunos están escritos ex profeso, pero en general son poemas redactados con independencia de la novela, que han entrado en ella del mismo modo que muchos de sus fragmentos, como material de construcción. No están ahí a la limón, según me vinieron a la mano, tienen su intención clara y han pasado ciertos filtros, aunque, siendo honesto, no quise ponerlo todo ahí, echar el resto con los poemas, son pequeñas gemas que engarzan bien con el texto narrativo, no he sacado las que considero de más valor del cofre de las joyas.

     Escribo desde muy jovencito. Fundamentalmente, me he pasado la vida escribiendo reflexiones, poemas y breves textos narrativos, generalmente fragmentarios o de inicio de texto. La poesía ha sido, desde siempre, mi mejor medio de expresión. En 1997 publico Extramuros, mi primer poemario; en 1999 el segundo, ¡Ah! Novela lírica, que no es una novela lírica propiamente dicha, sino más bien un segundo poemario con una estructura que sostiene a dos narradores en diálogo poético. Ambas obras fueron editadas por PubliSHER Editorial, de Navalmoral de la Mata (Cáceres). Para mí son muy especiales, fueron la cristalización de un sueño de un joven de veintipocos años. En ese momento ya estaba empezando a tomar cierta velocidad de crucero y me estaba percibiendo con estilo propio y una trayectoria de evolución en desarrollo, y aparecieron más poemas míos en una obra colectiva de la Editorial Jamais, de Sevilla, para mí mucho mejores que los de mis obras publicadas hasta entonces. Mal editadas: al no llevar título, aparecen mis varios poemas ahí como si fueran uno solo, enorme y monstruoso, una amalgama confusa. Al poco, esa editorial cerró, con polémica, lo dejo ahí.

     Pues parecerá paradójico, pero a partir de aquí es cuando soy más fértil en lo creativo. Con demasiadas expectativas en los concursos de poesía y poca capacidad de márketing, de darme a conocer, todos esos años desde los veintimuchos hasta los cuarenta y pocos son un hervidero de creación poética en mí. De la enorme cantidad de textos desde 2003 hasta 2018, extraigo un corpus personal de los que considero poemas bien hechos, a los que denomino ahoganzas. Esos poemas son mis Ahoganzas, una denominación general que engloba a varios trabajos y que trata de definir su tono general que, bien es el melancólico ahogo en la añoranza (del pasado y del propio presente que se sabe fugaz), bien una visión del mundo que supone cierto ahogo en lo irremediable o ahogadillas de irrealidad o de realidad cruda. Al tratar de sistematizar mis poemas, muchísimos, generalmente con el fin de presentarlos a concurso, pronto descubrí que había dos tipos de ahoganzas. Unas eran ahoganzas blancas, enfocadas en la conexión y el diálogo mudo con la naturaleza, lo cotidiano y la ternura de lo entrañable; sin excluir el dolor, el pesar o la incertidumbre, mantienen un tono de reposo, de pausa, de contención y agradecimiento. Otras, sin embargo, eran ahoganzas negras, desesperanzadas a veces, viscerales hasta cierto punto, reivindicativas algo, impactantes, directas. Acabo de encontrar la imagen para cada tipo: entrañas y vísceras, sinónimos denotativos, antónimos connotativos. Eso es: las ahoganzas blancas me salieron de las entrañas y las negras de las vísceras.

      Las blancas acabaron por definir La hora de las libélulas. Esta es ya la obra cerrada y depurada. En un intento artístico de fusión de artes, Rocío Rodríguez le hizo un dibujo a cada poesía. Y teníamos en mente más proyectos: el inverso, es decir, hacer textos yo a sus dibujos, y darle caña a las ahoganzas negras igual que habíamos hecho con La hora de las libélulas. Y todo eso mientras yo ya escribía poemas que no eran ahoganzas y en plena y fuerte crisis personal y vital. En mente teníamos un libreto artesanal. Con el tiempo, a Rocío esos dibujos le parecieron inmaduros y muy mejorables, me los regaló y empezó de nuevo a ilustrarme las ahoganzas blancas. Este proyecto, de momento, está parado. Así que, como dispongo de sus primeras ilustraciones, voy a ir dando a conocer La hora de las libélulas, poema a poema, junto con su dibujo original, en Instagram y Facebook, poco a poco, porque acabo de explotar en mi expresividad creativa y sé que necesito hacerlo. De todos modos, esos poemas están en Wattpad. Espero que el proyecto lo podamos retomar y ver esta obra publicada y con las ilustraciones que Rocío considera mejores. Las de ahora, ella que diga lo que quiera, a mí me encantan, tampoco quiero que caigan en el olvido. Por eso también me animo a publicar en redes.

     2018 supone un verdadero hiato en mi vida, que me ha cambiado completamente. Pero no te pienses que por estar recibiendo una hostia tras otra durante seis largos años, hasta entender de verdad el significado de resiliencia y de paciencia, yo he dejado de escribir. La escritura creativa es parte indisociable de mi vida. Solamente que mis poemas a partir de ese año ya no son ahoganzas. Aún los tengo que agrupar, vuelven a ser muchos, los de 2018 hasta ahora. Pero algún trabajito independiente ha salido ya, a la espera de su depuración y sistematización más tranquila. Se llama ese trabajo Lento vaivén, y son poemas muy próximos en el tiempo y de un mismo tono. Publiqué hace poco en Instagram y Facebook el primero de ellos, el de los horizontes fumados. Cronológicamente cercanos, en mi conciencia ya están muy lejos y perdidos en el tiempo psicológico. Desde hace tres años, todo se me volcó en Amae pop blue y, extrañamente, la escritura de poesía ha estado en fase de letargo, alguna que otra muy esporádica en este último trienio. Simultanearé las de Lento vaivén con las de La hora de las libélulas en  mis publicaciones en redes, por dos motivos básicos, muy humanos: porque ahora estoy encontrando en las redes sociales un medio de expresión que me colma bastante, y también por cierta reivindicación personal, de manifestar al fin quien soy y de animarme a moverlas en proyectos más serios a futuro cercano.