sábado, 23 de agosto de 2025

"YO, MONSTRUOS", DE SANTIAGO EXPÓSITO AMARO

 


Yo, monstruos, de Santiago Expósito Amaro, es una obra poética que contiene tres extensas composiciones de versos incesantes y contundentes. La voz de Santiago se percibe en toda su autenticidad (ya la conozco, ya me suena familiar después de la lectura intensa de Poesía es... ¡apretar los puños!). En la contraportada se dice que mira de frente a tres monstruos a través de tres mitos. Bueno, sí, realmente son tres mitos: un mito "mitológico", el de Asterión, el minotauro en su laberinto; un "mito" moderno, de Hollywood, Marilyn Monroe; y un mito popular de todos los tiempos, el alma, esa alma de cada uno que se salva, o se pierde, o va a un Cielo o a un Infierno (¿lo hace?), tal vez se enfrenta a un Juicio Sumarísimo o se queda dando vueltas por aquí. Y, por supuesto, cada mito es desmitificado por Santiago, no por el mero hecho de hacerlo, sino porque se está enfrentando, es decir, poniendo de frente a cada monstruo que lo representa. 
     Es fácil, hasta cierto punto, identificarlos con los tres grandes momentos en que solemos dividir el tiempo, pero con muchos matices.
     Yo, Asterión, es el pasado, pero un pasado remotísimo, el del mito, la historia oída de siempre alentada por los siglos que la deforman, pero desmitificada y traída al yo
     Yo, Marilyn, sería el presente, un presente amplio, el presente de nuestro mundo y sus historias y sus fraguas; es, además, el monstruo femenino de sonrisa glamourosa por fuera, infierno por dentro (íncubos, súcubos, ...).
     Yo, ánima, aliento de vida, representaría entonces el futuro..., pero no el de nuestros tiempos, sino el de tu propio ser, y también el de unas almas ancladas en nuestro mundo que nos miran y nos reconocen como a las verdaderas almas en pena que vagan errantes sin sentido, sin saber cómo, por un túnel cuya luz al fondo no es más que un espejismo, y se desmontan todas las falacias tan elaboradas sobre el más allá.
     El ser interior atormentado en el laberinto que es señalado como monstruo por los verdaderos monstruos; el monstruo de la fama malhadada a pesar o a través del reconocimiento social (¿te suena esto?) y el estigma de la feminidad mal entendida, y la monstruosidad del alma en cuerpo que no comprende a los descarnados, que somos todos.
     Se caen las máscaras, se ven los monstruos, pero la hipocresía interiorizada, esa, es el más temible de todos: no acaba de destruirte, porque se ríe viendo tu parálisis, cagado de un miedo que no siempre reconoces.




jueves, 7 de agosto de 2025

DIVERSAS LECTURAS SOBRE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

 



Me vais a perdonar que no traiga libros de mucha actualidad, algo que podría hacer. Y, sobre todo, os ruego perdón y comprensión por traer las más veces a mis reseñas obras leídas del pasado o cuentas pendientes. No es cuestión de explicar aquí el porqué, que además tampoco sabría hacerlo bien, pero es como si el 2017 me hubiese metido en un hoyo y ahora estuviera empezando a abrir un poco los ojos. Y es verdad que Amae pop blue me ha ayudado mucho a canalizar, a reencauzar, a exorcizar y a  interpretar, la parte terapéutica que se menciona en sus preliminares, pero la realidad es mucho más profunda. Volver a estos libros, y a determinadas ilusiones, es parte de mi despertar reciente pero a un tiempo peligrosa en lo emocional: me traen buenos recuerdos que me hacen llorar.

     Yo tuve mi buena época de obsesionarme por un tema y machacarlo. La Gran Guerra, o Primera Guerra Mundial, fue uno de ellos. Aparte de documentales en YouTube, algunos muy buenos, como, por ejemplo, La Primera Guerra Mundial a Color, me hice de algunos libros. Tanto esos documentales como muchas obras historiográficas, como La batalla del Somme, de Martin Gilbert (Ariel; Barcelona, 2009) adolecen del sesgo de estar demasiado inclinados hacia la visión franco-británica del conflicto, especialmente británica. Así que en esos reportajes se van a ver más imágenes de franceses y británicos que de alemanes, rusos, turcos o austriacos. Aparte de que sí, cierto interés patriótico se ve ahí, sutil, pero a veces se deja ver. No sé qué nos extraña de que aún a día de hoy no se pueda hablar bien en España de la Guerra Civil, que todavía escueza: una guerra es terrible, deja marca; una guerra es una guerra. Así que estuvo muy bien que la obra con la que me inicié en este tema fuera el Atlas Ilustrado de la Primera Guerra Mundial (Susaeta; Madrid, extrañamente sin referencia al año de edición), pues sus autoras, Antonella Astorri y Patrizia Salvadori, son italianas. Y aunque Italia también fue un país beligerante en la Gran Guerra, no fue tan protagonista y acabó rebotado con el resto de ganadores, así que sí, nos ofrece una visión un tanto más equilibrada del conflicto. Este atlas ilustrado me encantó, es muy recomendable.

     Tampoco es que me llegara de súbito ese interés. Uno de los primeros libros que me leí, muy joven, fue Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque, yo iba aún al Instituto... como alumno. Y, claro, me impactó. Y aún antes, de niño, sin ser capaz de contextualizarlo históricamente (así era yo de pequeño), la película Gallipoli, donde sale Mel Gibson. ¿Por qué la vi? Porque solo había dos canales de televisión cuando yo era niño: la echaron, yo la vi, y desde entonces los adagio me conmueven. De verdad, es automático: empieza el violín y me echo a llorar, me conmueven. Pues esa peli tiene la culpa.

     Me hice también con dos novelas. La canción del cielo, de Sebastian Faulks (Círculo de Lectores/Seix Barrall; Barcelona, 2009) y El sonámbulo de Verdún, de Eva Díaz Pérez (Destino; Barcelona, 2011). No me leí ninguna, aunque las empecé, por exceso de lecturas. Como no se puede todo, me quedo de momento con la de Eva Díaz, que además fui a su presentación en Bollullos de la Mitación y la tengo dedicada a mi ex mujer, fue un regalo mío por su cumpleaños, a ella le gusta mucho esta autora. Se lo tengo que devolver, pero ella me perdonará si antes me lo leo. 

     La joya de la corona, que tampoco me leí entera porque esta no es solo de leer, hay que escuchar también, es Lili Marleen. Canción de amor y muerte, de Rosa Sala Rose (Global Rythm Press; Barcelona, 2008), que trae un CD: Lili Marleen en todos los frentes. Me da la impresión (y sé) que este es el más literario y el más todo, aunque no sea una obra literaria. Pero el texto que investiga, un poema hecho canción, un poema alemán de la Primera Guerra que luego se canta y pasa a la Segunda, y que escuchan todos, y esperanzan a todos, y conmueven a todos, los de un bando y los del otro, es ya para mí el summum de lo poético y artístico que trasciende. Esta sí será otra de mis lecturas de verano. 

domingo, 3 de agosto de 2025

MI TRAYECTORIA POÉTICA HASTA HOY



Se me llena la boca de decir que me considero fundamentalmente poeta y, sin embargo, reaparezco como escritor con una obra narrativa extensa, Amae pop blue, tan extensa que es necesario dividirla en tres volúmenes. Vuelvo a publicar después de veinticinco años y lo hago con una novela (Amae pop blue, Volumen I; Libros Indie; Sevilla, noviembre de 2024) que, por supuesto, mantiene el tono lírico en muchos episodios e incluso capítulos enteros (especialmente el capítulo 100, muy diferente y muy aparte del resto de la obra). Además, a modo de la novela pastoril un tanto y, sobre todo, a modo de La novela de Genji, y de tantas y tantas obras de la literatura universal, no precisamente modernas, esta novela inserta poemas aquí y allá, especialmente en su Primera Parte. Algunos están escritos ex profeso, pero en general son poemas redactados con independencia de la novela, que han entrado en ella del mismo modo que muchos de sus fragmentos, como material de construcción. No están ahí a la limón, según me vinieron a la mano, tienen su intención clara y han pasado ciertos filtros, aunque, siendo honesto, no quise ponerlo todo ahí, echar el resto con los poemas, son pequeñas gemas que engarzan bien con el texto narrativo, no he sacado las que considero de más valor del cofre de las joyas.

     Escribo desde muy jovencito. Fundamentalmente, me he pasado la vida escribiendo reflexiones, poemas y breves textos narrativos, generalmente fragmentarios o de inicio de texto. La poesía ha sido, desde siempre, mi mejor medio de expresión. En 1997 publico Extramuros, mi primer poemario; en 1999 el segundo, ¡Ah! Novela lírica, que no es una novela lírica propiamente dicha, sino más bien un segundo poemario con una estructura que sostiene a dos narradores en diálogo poético. Ambas obras fueron editadas por PubliSHER Editorial, de Navalmoral de la Mata (Cáceres). Para mí son muy especiales, fueron la cristalización de un sueño de un joven de veintipocos años. En ese momento ya estaba empezando a tomar cierta velocidad de crucero y me estaba percibiendo con estilo propio y una trayectoria de evolución en desarrollo, y aparecieron más poemas míos en una obra colectiva de la Editorial Jamais, de Sevilla, para mí mucho mejores que los de mis obras publicadas hasta entonces. Mal editadas: al no llevar título, aparecen mis varios poemas ahí como si fueran uno solo, enorme y monstruoso, una amalgama confusa. Al poco, esa editorial cerró, con polémica, lo dejo ahí.

     Pues parecerá paradójico, pero a partir de aquí es cuando soy más fértil en lo creativo. Con demasiadas expectativas en los concursos de poesía y poca capacidad de márketing, de darme a conocer, todos esos años desde los veintimuchos hasta los cuarenta y pocos son un hervidero de creación poética en mí. De la enorme cantidad de textos desde 2003 hasta 2018, extraigo un corpus personal de los que considero poemas bien hechos, a los que denomino ahoganzas. Esos poemas son mis Ahoganzas, una denominación general que engloba a varios trabajos y que trata de definir su tono general que, bien es el melancólico ahogo en la añoranza (del pasado y del propio presente que se sabe fugaz), bien una visión del mundo que supone cierto ahogo en lo irremediable o ahogadillas de irrealidad o de realidad cruda. Al tratar de sistematizar mis poemas, muchísimos, generalmente con el fin de presentarlos a concurso, pronto descubrí que había dos tipos de ahoganzas. Unas eran ahoganzas blancas, enfocadas en la conexión y el diálogo mudo con la naturaleza, lo cotidiano y la ternura de lo entrañable; sin excluir el dolor, el pesar o la incertidumbre, mantienen un tono de reposo, de pausa, de contención y agradecimiento. Otras, sin embargo, eran ahoganzas negras, desesperanzadas a veces, viscerales hasta cierto punto, reivindicativas algo, impactantes, directas. Acabo de encontrar la imagen para cada tipo: entrañas y vísceras, sinónimos denotativos, antónimos connotativos. Eso es: las ahoganzas blancas me salieron de las entrañas y las negras de las vísceras.

      Las blancas acabaron por definir La hora de las libélulas. Esta es ya la obra cerrada y depurada. En un intento artístico de fusión de artes, Rocío Rodríguez le hizo un dibujo a cada poesía. Y teníamos en mente más proyectos: el inverso, es decir, hacer textos yo a sus dibujos, y darle caña a las ahoganzas negras igual que habíamos hecho con La hora de las libélulas. Y todo eso mientras yo ya escribía poemas que no eran ahoganzas y en plena y fuerte crisis personal y vital. En mente teníamos un libreto artesanal. Con el tiempo, a Rocío esos dibujos le parecieron inmaduros y muy mejorables, me los regaló y empezó de nuevo a ilustrarme las ahoganzas blancas. Este proyecto, de momento, está parado. Así que, como dispongo de sus primeras ilustraciones, voy a ir dando a conocer La hora de las libélulas, poema a poema, junto con su dibujo original, en Instagram y Facebook, poco a poco, porque acabo de explotar en mi expresividad creativa y sé que necesito hacerlo. De todos modos, esos poemas están en Wattpad. Espero que el proyecto lo podamos retomar y ver esta obra publicada y con las ilustraciones que Rocío considera mejores. Las de ahora, ella que diga lo que quiera, a mí me encantan, tampoco quiero que caigan en el olvido. Por eso también me animo a publicar en redes.

     2018 supone un verdadero hiato en mi vida, que me ha cambiado completamente. Pero no te pienses que por estar recibiendo una hostia tras otra durante seis largos años, hasta entender de verdad el significado de resiliencia y de paciencia, yo he dejado de escribir. La escritura creativa es parte indisociable de mi vida. Solamente que mis poemas a partir de ese año ya no son ahoganzas. Aún los tengo que agrupar, vuelven a ser muchos, los de 2018 hasta ahora. Pero algún trabajito independiente ha salido ya, a la espera de su depuración y sistematización más tranquila. Se llama ese trabajo Lento vaivén, y son poemas muy próximos en el tiempo y de un mismo tono. Publiqué hace poco en Instagram y Facebook el primero de ellos, el de los horizontes fumados. Cronológicamente cercanos, en mi conciencia ya están muy lejos y perdidos en el tiempo psicológico. Desde hace tres años, todo se me volcó en Amae pop blue y, extrañamente, la escritura de poesía ha estado en fase de letargo, alguna que otra muy esporádica en este último trienio. Simultanearé las de Lento vaivén con las de La hora de las libélulas en  mis publicaciones en redes, por dos motivos básicos, muy humanos: porque ahora estoy encontrando en las redes sociales un medio de expresión que me colma bastante, y también por cierta reivindicación personal, de manifestar al fin quien soy y de animarme a moverlas en proyectos más serios a futuro cercano.

viernes, 1 de agosto de 2025

HABLARÉ HOY DE SEXO: "ANATOMÍA DEL PLACER FEMENINO", DE SHERI WINSTON.




Excitante e incómodo al mismo tiempo, hablar de sexo suele ser hablar de paradojas. En una sociedad que algunos califican de hipersexualizada, donde el llamado "contenido para adultos" se ve como más propio de adolescentes y en cierto modo "poco adulto", esta parte tan importante de nuestra identidad y desarrollo sigue siendo un terreno inhóspito aún para muchos de nosotros. Por eso, y porque ya tocaba con tanta promoción de mi novela Amae pop blue (Volumen I), con tantos episodios encendidos y eróticamente explícitos, con sus paradojas también, quiero hoy reseñar un libro del que aprendí muchísimo y me parece maravilloso: Anatomía del placer femenino. Mapas secretos para aflorar placeres ocultos, de Sheri Winston (Neo Person; Madrid, 2020). Y lo voy a hacer tranquilo, sin ansiedad por terminar, y con una introducción, unos preliminares, que siento que debo expresar previamente, sin ninguna intención moralizante. No porque no vea importante la moral, también en este asunto, sino porque detesto la moralización, esa moralidad empaquetada que se cree una fórmula mágica inamovible que nos vale a todos. Quiero ser lo más descriptivo y honesto posible, eso es todo.

     Como profesor de Secundaria, en la brega con adolescentes, desde los doce a los dieciocho años, no es infrecuente que en algún momento algún pipiolo se me acerque y trate de hablar de este tema, del temita. Casi nunca viene con intenciones claras, por lo general me está tentando a ver si puede sacar la parte socarrona que desea sacar, de un tamaño mayor que su propio cuerpo, con sonrisitas cómplices en el ambiente. Como sé que evitar el tema es lo más cómodo para mí pero tal vez lo menos adecuado, y porque, soy sincero, yo también me quiero reír y darle la vuelta al calcetín, lo primero que respondo es que eso debe hablarlo con sus padres. Se le cambia la cara, es de incredulidad, esa es la cara que quiero para reírme yo: ¡por supuesto que no! Y yo lo entiendo. Soy educador, se supone que debería fomentar eso, que se hable en casa de ese tema, pero ¿qué queréis que os diga? Eso es muy poco realista, eso no va a pasar. Ni ellos quieren ni tampoco sus padres, no todos, y si lo hacen será eso de que entra por un oído y por el otro sale. ¿No he dicho que son todo paradojas? ¿Qué padre soporta la imagen de su hijo en el tema, y qué hijo es capaz de imaginarse a sus padres en el acto? ¡Por favor! Ya el curso pasado escuché a una alumna que pensaba que a partir de cierta edad, la de sus padres (o sea, la mía), eso no deberían hacerlo, el tema adulto les parece más suyo que nuestro. Entonces, a veces, y para cerrar el tema sin mentir, suelo decirles en serio algo que no entienden y por supuesto no se van a tomar en serio, tan acostumbrados a que se frivolice con él: que el sexo es de lo más placentero y traumático que hay en la vida, y es un tema muy importante y delicado que no deben tomárselo a broma. Esa paradoja, eso de que es de lo más placentero y traumático, no consiguen entenderla y, con suerte, se acabó la conversación y volvemos a medir versos o analizar oraciones.

     

      No voy a ejercer ninguna clase de crítica acerca de esas jornadas en el aula sobre educación afectivo-sexual, entre otros motivos porque no he estado presente prácticamente en ninguna. Sé, eso sí, que se les da mucha información y que sus oídos no van a escucharlo todo. No sé si se trata la parte afectiva, tengo la impresión de que no, y que la sexual está muy orientada a evitar ETS y embarazos no deseados. Como seguramente la información realmente nueva y relevante no la han escuchado, se quedan con lo que quieren y suelen comentar que no han aprendido nada nuevo. Hacer globos con condones ya no es divertido, de verdad. 

     Ya sé que estás convencido de que no, pero, papi, mami, te lo voy a decir muy claro: tu hijito, tu hijita, sabe mucho más de lo que piensas que sabe, te lo garantizo al 90%. Y vienen ya así del cole. Su sociedad no es la nuestra. Entienden perfectamente la letra de esa música que les encanta. Para alivio de todos, aun sabiendo, la mayoría lo procesa muy bien: forma parte de una especie de ambiente narrativo en el que están sumergidos y no se dejan ahogar. Su comportamiento y expectativas no creas que difieren tanto de las que teníamos nosotros con su edad, aunque quieran alardear a veces, eso sí, de lo que seguramente nosotros de adolescentes no sabíamos, o incluso algunos de adultos. Los chicos que no están en esa línea reguetonera suelen cerrar sus oídos a según qué conversaciones y opiniones, saben hacerlo, ese ruido de fondo les acompaña desde muy pequeños y saben manejarlo. Has sido buen padre, buena madre: tu educación y, sobre todo, tu ejemplo, les sigue protegiendo. Pero sé consciente, que no hay más ciego que el que no quiere ver.

     Por qué en Amae pop blue hay tanto sexo, de modo que algunos pasajes son muy explícitos y es un tema en primera línea en la novela, no es el asunto de hoy, requiere su propia entrada de blog. Es una novela de gran carga erótica sin ser una novela erótica propiamente dicha. Si contesto rápido, diría que porque es un tema importante. En su base bibliográfica, destacan tres obras sobre sexualidad, pero la que resalto hoy, Anatomía del placer femenino, de Sheri Winston, la veo crucial. Básicamente porque yo soy hombre y ese libro está escrito por una mujer y para mujeres. Lo cual, como creador, me dota de muchos recursos para describir y desarrollar la visión y experiencia femeninas del sexo. 

     En general, olvidándonos ya de mi novela, es un libro revelador. Está enfocado en las lectoras, heterosexuales o lesbianas, que desean descubrir, explorar, desarrollar y potenciar su sexualidad, con una ruta muy marcada que abre vías a la indagación personal y con frases muy poderosas, traer aquí todas las que me llamaron la atención sería extensísimo. Solo dejo esta perla: Cada uno es responsable de sus propios orgasmos. También se invita a los hombres a su lectura. Yo lo hice, me lo leí al completo, y de verdad que merece la pena si eres un hombre heterosexual. Particularmente, si eres hombre, te lo recomiendo, léetelo entero y con tranquilidad. De todas formas, su autora, en previsión de la impaciencia típica masculina, dedica el último capítulo a los hombres, aparte de ir dispersando por toda la obra algunos tips dirigidos a nosotros.

     El libro se divide en tres secciones, de cuatro capítulos cada una. La primera sección se llama Mapas, modelos y errores. Aquí se desarrolla lo que ella considera importante acerca de la confusión cultural sobre el sexo, de una sociedad que, de una parte, reprime, y de otra, fomenta, casi siempre con intención comercial. Paradojas, sí, ya lo dije. Es un intento por naturalizar un tema que debería ser más natural, dignificándolo a un tiempo, con pretensión  de que se reflexione, se abra la mente y una esté dispuesta a incrementar el verdadero disfrute de aquello que tiene su hardware (impulso, hormonas) y su software (aprendizaje: se puede aprender, siempre). Como filólogo y escritor, me resultó muy esclarecedora la parte que dedica al lenguaje, su reivindicación, en fin, pues no disponemos de un lenguaje digno y a la altura: o es soez, o es infantil y plagado de eufemismos, o es científico y médico.

       La segunda sección es para tomar apuntes. Se titula Viaje a los orígenes del mundo y desarrolla poco a poco la anatomía sexual femenina. Dirigido a mujeres, como dijimos, va explicando todo lo que una mujer tiene anatómica y fisiológicamente al respecto, que seguramente ni ella misma conoce en toda su plenitud. Sus puntos, y más allá. Ellas tienen bastantes puntos, sí. Es una sección crucial que justifica el título del libro. Ya en el primer capítulo del libro lo advertía. Parafraseo: "Si nosotras mismas desconocemos lo que tenemos ahí, cómo esperar que un hombre, que no lo tiene, lo sepa".

     La tercera parte es ya el cinturón negro, con lo asimilado de las dos secciones anteriores: Alcanzando el virtuosismo erótico. Tres capítulos que ni te explico de qué van, para que uses tu imaginación y trates de hacerte con esta obra, y el último, como he dicho, para nosotros los hombres, con el título explícito (a ver, es para hombres ese capítulo) de Instrucciones fáciles sobre ellas para ponérselo fácil a ellos.


     En definitiva, altamente recomendable.

miércoles, 30 de julio de 2025

"LA NOVELA DE GENJI": MI EXPERIENCIA LECTORA Y SUS VÍNCULOS CON "AMAE POP BLUE"


Eso es lo que hago cuando hablo de libros, por lo general: dejar breves apuntes de mi experiencia como lector. Sin importarme que sean muy subjetivos o rayanos con la anécdota personal, o en los lindes de una reseña. Y en el caso de La novela de Genji, al ser un clásico entre clásicos, a la altura de nuestro Quijote, a ese nivel de clásico, primer nivel, pues menos me atrevería a verter sobre esta obra nada más que impresiones personales con gestos de reverencia propios de la época Heian. No tengo rango. Hacer algo más sería incurrir en el pecado de la soberbia, una hybris que seguro que me trae un terrible castigo.

Y más por cómo me la he leído, que realmente no lo he hecho aún. Me leí el primer tomo de la edición del Círculo de Lectores, Vida de Genji I. Esplendor. Ahora estoy con el II, Catástrofe. ¿Y cómo me lo leí? Como si fuera poesía. Disfrutando de sus páginas como si fueran sorbos pausados a una taza de té blanco, llegaba yo al Genji muy con los haiku y, sobre todo, el Kokinwakashu, muy paladeados y en esa sintonía. Lo leí pausadamente, sin importarme en absoluto si seguía bien su trama (o sus tramas, o su trama-excusa) y si recordaba o no quién era quién con un elenco de personajes tan amplio. Al menos, no con la intensidad deseada, disfrutando, eso sí. Sin ansiedad por acabar cada capítulo, que podía hacerlo igual a los quince minutos que una semana después. Lectura ingenua en el más puro sentido, y con ánimo de que su ambiente, y su tono elegante y antiguo y aristocrático y poético, y la voz femenina de Murasaki, me envolviese. Y nada más. Y todo esto en plena producción de Amae pop blue, que no parte de este clásico, no está en sus primeros borradores con el Genji en mente, pero sí que en una sintonía tal que verdaderamente le influye, y se constituye en muchos sentidos en un respaldo bibliográfico, y así aparece en la Bibliografía de Amae pop blue en su Volumen III. Un Genji que, además, aparece en primer plano en Máscaras femeninas, de Fumiko Enchi, otro libro-respaldo del mío que leí en su proceso de escritura. Ambos, Genji y Máscaras femeninas, me daban un respiro, además, cierto descanso. El sexo en Amae pop blue iba a ser muy explícito a propósito, aunque no en todos los casos (depende de la personalidad y el tipo de relación de cada personaje femenino con el protagonista u otros, el sexo igual es muy explícito y detallado que simplemente sugerido según quién). No porque estaba escribiendo una novela erótica: si me hubiera propuesto escribir una novela erótica, jamás la habría escrito así. Iba a ser explícito como rasgo de estilo y como reivindicación de varios asuntos que ahora no voy a abordar. Eso, en una persona como yo, me ponía ciertas barreras mentales al no saber el impacto en lectoras de una cuestión vista con ojos masculinos y narrada con voz y corazón masculinos. Las voces de Murasaki Shikibu y de Fumiko Enchi en lo literario, y las de Barbara Keesling y Sheri Winston en lo teórico y práctico, me acompañaron todo el tiempo, voces femeninas. Obviamente, en el Genji no hay sexo explícito, es sugerido, y a veces ni siquiera eso. Aunque es un no parar, seguro que mucho más que en mi novela, míralo bien. Sugerido, elegante y terrible a nuestros ojos de occidentales de hoy si le quitas su poesía y su contexto y lo contemplas como hechos en sí. Pero este último comentario es tan anacrónico que os pediría que no me lo tomaseis demasiado en serio. 

     La novela de Genji me respaldaba en varios aspectos mientras redactaba mi novela. El ambiente y el género narrativo, fundamentalmente. El Genji es monogatari, no es novela propiamente dicha, de hecho no todos traducen su título así. Es que si lo llamamos cuento nos va a parecer un cuento de excesiva extensión, claro, tenemos ya demasiado acotados esos términos, novela, cuento, que no hay etiqueta de género para esta obra. Es una historia cronológica, sí, con un protagonista y un abundante número de personajes de los que vemos su evolución. Pero aun con todo, no hay una trama unitaria, ni la acción es el elemento clave de esta historia. Es poética y sensible en lo que narra, y añade poesías incrustadas. Cada capítulo sucede a otro, pero podrían leerse sueltos perfectamente. Y todo eso pasa en Amae pop blue, salvando las distancias, especialmente en su primera parte, la más antigua. Y descubro el Genji después de sus primeros bocetos, ¡serendipia! Pero no es el Genji el único, vamos a ser sinceros. Lo he dicho muchas veces, a ver si me oyen los encorsetados de etiquetas de género (literario), me encantaría aliviarles esa apretada presión en sus cinturas: ¿alguien puede decirme cuál es el argumento de El Quijote, y si considera que su argumento es lo más importante de esta obra? ¿Y el de Rayuela? ¿En qué consiste el deleite estético de leerse una novela pastoril? ¿Y tantas obras de la Generación del 98, si exceptuamos a Baroja? Por ahí van los tiros, no me quiero extender más con esto del género. La novela de Genji es para disfrutarla en sensibilidad, es lectura gourmet, se saborea pero no se zampa.

     Y luego el ambiente. Esa sintonía. Más allá de que se mencione la obra en un diálogo entre Marisa y Rodrigo y todo lo que surge de ahí, ya en una de sus segundas partes. El ambiente... El Genji crea un ambiente al leerse, al seguir la voz de la narradora, ese ambiente sí que me envolvió en éxtasis lector y me acompañó en la redacción de muchos pasajes de Amae pop blue.


Nota: La edición en dos volúmenes que he leído (I) y leo (II) es la de Xavier Roca-Ferrer, para Círculo de Lectores; Ediciones Destino; Barcelona, 2007.


lunes, 30 de junio de 2025

MI SEGUNDA LECTURA DE "EL CUARTO DE ATRÁS". SOBRE LAS LECTURAS OBLIGATORIAS.

 


La lectura de obras literarias es placer. Un placer estético y hasta extrasensorial en su mayor grado, un placer de pasatiempo en el menor de ellos, pero un placer. En cierto modo, como las demás artes, como la pintura, como la música; un placer intelectual también, como podría pasar y pasa con las matemáticas. Esteban Torres, en la carrera, defendía el canon de los considerados clásicos argumentando que, por mucho que uno lea, aunque solo se dedicase a eso, leería un porcentaje muy bajo de libros, el canon era pertinente como buen mapa de elecciones. Así que, la recomendación general de que leas lo que te apetezca y que si una obra, por más renombrada que sea o más de moda que esté, te aburre, no te llena o no te engancha, pues déjala y ve a por otra, tiene mucho sentido y, como norma general, yo también me la aplico y la difundo si se me pregunta, tampoco estoy tratando de romanizar a los celtíberos o de divulgar el evangelio en tierras ignotas y paganas como si fuera un misionero.


     Ahora bien... Suelo enredarme, y en esto me gustaría ser claro y conciso, se me agolpan muchas cosas en la cabeza; por ejemplo, que eso de que podemos escoger no es tan así, que el gusto es de uno pero no llega solo ni es del todo de uno. Y es que muchas veces es bueno que te obliguen, no estoy en contra en absoluto de la obligatoriedad de la lectura y de determinadas lecturas obligatorias en los centros escolares y en casa porque, además, la sociedad también te empuja, te obliga sin que te des cuenta, hay publicidad aplastante, corrientes y modas, no me digáis. Voy a tratar de ser claro y conciso, me morderé la lengua en lo que pueda. ¿No es verdad que hay determinadas comidas que te encantan y que te obligaron a probar en su momento? (por no hablar de la cerveza, amarga y aversiva la primera vez). Aquí podría suceder lo mismo. En un primer escalón, la obligatoriedad de lecturas podría verse como un descubrimiento: tal vez ni siquiera sabías que existía ese libro. Como docente, quiero verlo así, más como una forma de hacer descubrir, de señalar rutas, de compartir tesoros. Y es cierto: no es agradable que te obliguen a nada, cuando sucede el primer impulso en muchos es, precisamente, de lo contrario, de eso hablaba al principio. Pero tampoco nos es ajena la experiencia de agradecer a posteriori que nos hayan obligado a algo: mucha gente sale a caminar porque tiene que sacar al perro y, oye, eso está bien. Por concluir esta idea, el fomento de la lectura y descubrimiento de joyas literarias, en lo que hace a la obligatoriedad de leerse determinados libros, creo que debería ir por ahí. Y luego está lo del placer estético e intelectual. Quien más sabe más disfruta, eso está claro. Mi éxtasis ante un cuadro de Velázquez es ridículo en comparación con un verdadero experto o amante de la pintura, ese disfruta mucho más porque ve mucho más, sabe qué está viendo, puede ver mucho más que yo, porque no solo tiene más conocimiento, sino además porque su entusiasmo es más experto, obtiene más ganancia estética. Esto ahora lo digo para recalcar la importancia del estudio de la Literatura en la escuela. Pues al final sí que me he enrollado algo, ha sido enorme esta introducción.

      Si El cuarto de atrás no se hubiera puesto de lectura obligatoria en 2º de Bachillerato, allá por el curso 2021-2022 si no recuerdo mal, en Andalucía, yo nunca me lo habría leído. Era profesor de ese nivel ese curso y yo también sentí la obligación de leérmelo. Observado, no como lector, sino como profesor de Secundaria, mis apreciaciones no fueron positivas de inicio, lo tengo que decir. Uno, en ese momento, piensa en los motivos prácticos que han llevado a esa elección. Puedo estar equivocado, pero lo que pensé es que fue escogido por su relativa poca extensión y porque el resto de lecturas obligatorias no pasaban de la Guerra Civil. Normal, por otro lado, había que meter algo de los temas a partir de 1939. También otro motivo en el que piensas es que había que meter a una mujer en la nómina. Pensar desde el punto de vista de lo políticamente correcto es malévolo, te va a llevar a pensar que Cernuda y Lorca están por homosexuales, Martín Gaite por mujer y el otro fue un solterón de los buenos, una porquería de pensamiento que yo no tuve pero que intuyes en las mentes de algunos, dejemos eso. Dejemos también el tema de que quitar la literatura hispanoamericana no ha sido para nada buena idea, meter algo bien sabroso escrito con posterioridad a 1939 habría sido así mucho más fácil: Cortázar, García Márquez, Borges, ... ¡Hay tantos!

     Es que hasta esa fecha están los grandes: quitaron a mi Unamuno, su San Manuel Bueno, mártir, y a Valle-Inclán con sus Luces de Bohemia. Se quedó hasta ahora Pío Baroja (El árbol de la ciencia), la poesía de Cernuda y La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca. Recordemos que en ese periodo también están Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, las generaciones del 98 y el 27 con el Novecentismo en medio, las Vanguardias, ... Es que se te cae el alma como docente. Sabes que, para la mayoría de tus alumnos, es la última oportunidad para que se aproximen a la buena literatura del siglo XX y todo se te queda corto. Y a medida que te vas acercando al presente, más difícil es dilucidar qué obras son las mejores y más "clásicas", en el buen sentido de la palabra. Lo que había antes de El cuarto de atrás era Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez: ¿alguien lo ve ahora en los temas para estudiarse? Pero a mí me parecía buena elección. Cuatro relatos (derrotas), de lectura relativamente fácil y de bastante impacto y calidad. "Lo único malo", pensaba, "es que devuelve a los chicos de nuevo a la Guerra Civil, parece que nunca podemos pasar de ahí". Pero era un buen libro para ellos, y aliviaba la gravedad del resto. Así que sí, lo pensé: "De todas las grandes obras del siglo XX, ¿la obligatoria es El cuarto de atrás? ¡Qué decepción!" 

      Lo he reconocido hace poco: de la Historia de nuestra Literatura, la de después de la guerra es mi gran cuenta pendiente, lo confieso. No me llama la atención. Así que El cuarto de atrás estará en el peldaño que sea del ránking de grandes obras, pero para mí un poco es como la primera. C. S. Lewis decía que daba igual por qué libro empezases, tú lee en el orden que sea, unos libros te van a llevar a otros. Y así fue y es para mí con El cuarto de atrás: me descubre al fin, no solo a Martín Gaite, con deseo de leer más obras suyas, sino que abre la veda para buscar y leer libros de este periodo, de los años alrededor de mi propio nacimiento. Como en el Buscaminas. Ya por ahí le voy concediendo el primer mérito. Yo no sé por qué, pero leerme esta obra me está llevando a querer leer a Laforet.

      Mi primera lectura de El cuarto de atrás me pareció a mí, que entiendo perfectamente lo que va narrando por la generación a la que pertenezco y soy capaz de visualizarlo, pues me pareció agradable y llevadera. Me gustó: subrayé muchas frases de tipo lapidario en la edición de Cátedra que manejo, algunas por su significado en sí y otras porque me tocaban en lo personal. No es de extrañar que me gustase, a mí las novelas introspectivas, recogidas, de sugerencias trascendentes desde lo cotidiano y de descubrimiento de personajes me gustan bastante más que las de acción, las de presentación, nudo y desenlace en las que van pasando cosas intrigantes o trepidantes. Ese es mi perfil de lector de novelas, normal que me gustase.

     He llegado algo tarde a mi segunda lectura. Quería obligarme porque volvía a ser profe de 2º de Bachillerato, y mira cuándo me la he terminado... Pero eso da igual, además de que ya me la había leído, así que... También lo estaba haciendo con El árbol de la ciencia, que si no me lo he leído ya ocho veces me lo he leído diez, y ahí sigo. Bueno, pues volviendo a Martín Gaite, ahora me ha gustado más esta novela. Me alegro de haberme obligado. Cuando he podido coger carrerilla al fin me la he bebido y me ha dejado un buen sabor de boca. Y no he puesto más comentarios en Instagram por no ser pesado, la verdad, me hubiera gustado comentar cada frase subrayada.

viernes, 27 de junio de 2025

NOVELAS DE MODA Y DE MASAS

 


Vaya por delante: ni lo juzgo ni lo critico, más bien lo aliento con sinceridad de maestro de adolescentes y de amante de la lectura. Leer es leer. Les brillan los ojos cuando te hacen un resumen rápido porque así aumentan la nota de Lengua, o en conversaciones espontáneas, con un entusiasmo contagioso, esos tochacos enormes de portada a veces brillante y de páginas señaladas con pegatinas de colores para según qué, tan ordenado y mono a un tiempo. ¡Vamos, anda que no están disfrutando, y con la lectura! ¿Cómo iba a criticar eso? Como en las series para adolescentes, los protagonistas son algo mayores, universitarios por lo general; siempre hay problemas que se enredan, con líos familiares que hacen a los personajes huir; mucho romanticismo, situaciones comprometidas, sexo explícito y muchachos que te ponen en aprietos, especialmente uno o dos malotes que, aunque son malotes, malotes, te los comerías a besos. El nuevo estereotipo de hombre ideal que tampoco es tan nuevo. Los de la vida real somos todos unos insensibles que vamos a lo que vamos y ya está. Para que luego se hable y se hable de la sexualización de la mujer en esta sociedad tan contradictoria con eso de la mujer; aquí se sexualiza al hombre en el concepto de relación sexo-afectiva que por lo general suele manifestar la mujer, esas expectativas que van a chocar con la realidad quieras o no. Pero, vamos, yo lo entiendo: ¿te imaginas a ese tío que cumple la por lo general casi infinita lista de requisitos para ser perfecto? ¡Pues estamos en el mundo de la imaginación! Debe de ser muy emocionante materializarlo en palabras y muy emocionante leerlo si eres chica de cierta edad y sensibilidad. Pues sí, amigos, existe una literatura femenina, enfocada a un público femenino (que a algunos hombres les podría gustar), como existe literatura masculina enfocada a un público masculino (que a algunas mujeres les podría gustar). No pasa nada, digo que no lo critico. Es así, y no es nada nuevo.

      Este tipo de literatura ha dejado joyas, como suele suceder en prácticamente todos los géneros. Nadie está diciendo que tengan que carecer de calidad literaria. Yo disfruté muchísimo leyendo Cárcel de amor, de Diego de San Pedro, novela sentimental muy dirigida a las lectoras de la época. Y si una Carmen Martín Gaite no tiene reparos en reconocer que de joven leía novela rosa, y lo que le impactó, y se relame recordándolo...

     Más allá de que soy un hombre ya de cuarenta y nueve años, profesor de Instituto (de Lengua), licenciado en Filología Hispánica y propenso a leer clásicos, de esos que le llaman más la atención un libro antiguo que uno moderno, más allá de eso, lo miro con la misma indiferencia que un niño jugando a cosas de niño miraba a una niña jugando a cosas de niña; lo asume: lo mío está aquí, lo de ella allí, no va a haber conexión entre He-Man y Barbie; mi Playmóbil del séptimo de caballería desconoce la existencia de la extrañísima raza de los Pinypón. Y las chicas click de mi época poco parecían chicas, esas pestañas exageradas y un vestido a lo Heidi y ya, y los chicos Pinypón o el Ken no eran más que meros complementos de las Pinypón o la Barbie. Eran una población minoritaria en cada universo y con las hechuras parecidas a las del otro sexo, ni mis G.I. Joe ni mis Airgambóis se iban a ir de parranda con ese Ken, ya te lo digo yo. Y, en fin, ya he reconocido a través del protagonista de mi novela (Amae pop blue, capítulo 32), que yo leía tebeos (Spider-Man, Mortadelo, Hazañas Bélicas, ...), luego los libros de Elige tu propia aventura (esos negros de Dragones y Mazmorras de Timun-Mas, tan para chicos, muchas veces escritos por mujeres), y de ahí del tirón a puros clásicos de la literatura, ¡quién lo diría!

     Pues por eso mismo no critico esos libros o, más bien, alabo a mis alumnas que los leen. Es su camino.

     Yo soy quien soy, tengo la edad que tengo y leo lo que leo. También es verdad que mis inicios lectores fueron raros en mi propia época, si me engancha con dieciséis años el Unamuno de Niebla y su teatro (Raquel encadenada, Fedra, La Esfinge, ...) y su Cristo de Velázquez. Ahora escribo una novela como la escribo, y me veo a veces sumergido entre determinadas corrientes que, seré sincero, me cansan algo, pero tampoco lo voy a criticar. No hablo ya de la excesiva avalancha de novela histórica, con más enjundia, sino más bien a, de nuevo, tochazos de fantasía y brujería muy manida (y a mí me encanta Tolkien, lo he dicho muchas veces, y no le hago ascos a la fantasía), me parece enlatada y lo más que me llama la atención de estas novelas que venden tanto son las que se extreman o autoparodian, con toques de humor realista muy hilarante tipo la serie True Blood; o esos mismos para público femenino, adolescente y no adolescente, y tantos otros de portadas brillantes y coloridas, aforismos ultramodernos y aparente profundidad o aparente frivolidad, ya depende. Yo no voy por ahí, al escribir no lo pretendía ni por asomo, mis intenciones y proceso han sido bien distintos. Pero esos géneros cerrados, con sus horizontes de expectativas narrativas y de construcción de personajes, esas sagas, esa mercadotecnia y márketing, con esos fans que, insaciables en la lectura y entusiastas en Tiktok, parecen los de Alejandro Sanz o Justin Bieber en su momento, son una marea imparable en las redes. Y me es imposible criticarlo: solo expreso que yo ni estoy ni quiero estar ahí. No puedo criticarlo porque la lectura es placer y esas personas se lo están pasando bomba leyendo esos libros. Igual es con la música: si emitiera yo, un apasionado del rock en la mayoría de sus variantes, mi opinión acerca de El Arrebato o Manuel Carrasco, sería mi opinión, y la argumentaría, pero es una tontería hacerlo, y ¿qué podría tener yo en contra de aquellos que disfrutan con esa música, si la están disfrutando y les hace sentir? Simplemente no la escucho porque no me interesa, y ya está, paso, como ellos pasan de mis cosas, como pasábamos cuando veíamos a las niñas jugar con la Nancy mientras nosotros hacíamos volar el Halcón Milenario y ellas pasaban. Está bien.


Lee. Lee, lee, lee, encuentra tu camino y ve disfrutándolo, refina tus gustos, diversifica intereses cuando llegue el momento. Ese es mi tip de hoy.


jueves, 19 de junio de 2025

IMAGEN DE MIS HIJAS, NO HACE TANTO, EN EL RETROVISOR DEL COCHE


El texto no es actual: es del momento que se describe (bueno, del momento después de bajar del coche). La imagen es de una alumna del IES Juan Ciudad Duarte, que me regaló, retrató a una de ellas según una breve descripción mía. En cuanto la identifique inserto aquí su nombre.


Tus preciosos movimientos estereotípicos, ¡qué lindos!, perpetúan en ti tu inocencia y la belleza de tu infancia. Algunos habrán dicho que se trataba de un problema a erradicar a golpes de terapia cognitiva-conductual, porque tal vez alguno se metió contigo en el colegio por ese motivo y se rio de ellos en el instituto. ¡Qué lejos de la verdad! Vas en el coche, escuchando mi música, la que oía yo en los noventa en mi primer año de Universidad. Miro por el retrovisor y te veo moviendo las manos arriba y abajo, porque estás disfrutando de esas canciones, sé que estás feliz en ese momento, tus gestos de suprema alegría, tan tuyos, los trajiste desde que naciste.

     Tu hermana también tiene. Cuando era muy pequeña, parecía un pajarito queriendo volar por primera vez, aleteando sus manos. Ahora lo que hace es golpearse los muslos por su parte delantera, sus peculiares aplausos, vuestras inequívocas manifestaciones de gozo.



 

miércoles, 28 de mayo de 2025

HISTORIA DE UN DERROTERO

Traslado aquí un texto propio que me ha salido al paso o, usando uno de mis verbos favoritos de últimamente, "ha emergido", estaba escrito en hojas arrancadas de un cuaderno, dobladas y metidas en otro, completamente en blanco, vacío, y que he tomado para usarlo ahora, muchos años después de su adquisición. No es ficticio, aunque si quisiera podría serlo, bastaría con cambiar nombres reales, porque su lenguaje es bastante literario (y, como siempre, me sorprende, llevándome la impresión de que antes escribía mejor que ahora, o mejor dicho, que antes era otra persona y los escritos de ese otro son leídos por mí desde la otredad). Si lo transcribo aquí es por dignificarlo, por darle cierta entidad. Y tal vez lo haga, tal vez lo transforme en ficticio porque, la verdad, no me resultaría demasiado difícil hacerlo. No es una narración: son pensamientos e impresiones. No tiene nudo, ni planteamiento ni desenlace alguno; su estructura es, como se ve, un tanto inductiva. Lo que fue al escribirse: terapia. Lo que es al publicarse: depuración, liberación, recuerdo conservado, sello. Es un texto de 2018.


                                                  HISTORIA DE UN DERROTERO


Una antigua mancha de café embellecía el libro, un defecto fruto de un accidente que lo hacía único: no era ya un ejemplar más, quedó marcada para siempre la página 13 y esta señal asegura qué hacía su dueño cuando pasaba por ella. No impedía su lectura en ese principio de la obra y quedaba bien; se deslizó una vez caída en ella y manchó también un poco los filos de las páginas siguientes cobrando otra dimensión y siendo dos elegantes manchas marrones en una: la de la página 13, la del canto opuesto al lomo del libro.

     Esa mancha fue como la de una lágrima para Alfonso, siempre recordará el momento en que sucedió, en ese momento él lloraba, lloraba inevitable y desconsoladamente, como todos aquellos días ácimos, de una profunda tristeza sin atisbo alguno de rencor, ni de indignación, ni de otra cosa que la pura pena. Ese café amargo derramó su lágrima y ahí quedó, en la página 13, puro testimonio de la pura pena, único signo allí capaz de ser descifrado por Alfonso y nadie más. Allí quedaron unos sentimientos difíciles de explicar entonces y ahora, y asoman sus hijas, su Irene de 11, su Clara de 5 años, ignorantes también ese día de lo que se les venía encima; estaba allí Natalia asomando del mismo modo, una sucesión de preciosas Natalias de 13, 14, 15 años atrás hasta ese día; se traslucía asimismo su ser, el anterior a Natalia y el de esos 13, 14, 15 años: el que fue y el que pudo haber sido; y también aparecía en su forma estrellada una mirada al cielo, al mismo tiempo recogida y protegida.

      La mancha de la página 13 se asemejaba a una neurona. El axón se prolongaba y se suicidaba por el filo de la hoja, queriéndose lanzar al vacío como el que salta por un acantilado, con clara intención de establecer conexión fuera de allí, con el exterior, para pedir auxilio, pero en lugar de ello terminó de manchar el libro de Alberto Méndez por fuera, revelando a todos algo que pudo haber quedado en secreto. Por su parte, las dendritas hacían sinapsis con las palabras futuro, entremorir, más allá, batalla, implorante y alterado, algo de lo que Alfonso se percata ahora, tras tanto tiempo, ahora que quiere releer la derrota primera, y no entonces, entonces era imposible, sus ojos tenían lágrimas y su boca un café muy prolongado, metáfora de su exilio de aquel momento. Ahora desembocaba de nuevo en aquel derrotero y percibió el detalle.

      "¡Es increíble la gente!", pensó, sonriéndose con lástima. Recordó en aquel momento, al instante, la reacción de algunas personas, especialmente las más ajenas y algunas más familiares. Fue, por aquel entonces, revelar la situación desesperada y angustiante ("Natalia me ha dejado, nos divorciamos") e inmediatamente, por afecto o simple simpatía con Alfonso, poner verde a Natalia, como si él no lo contase con todo el dolor de una pérdida, como si ya no la amase o la hubiese amado hasta entonces, como si no la hubiese aceptado como pareja hacía quince años y no se hubiesen dado el uno al otro, compartiendo ilusiones aún candentes, proyectos preciosos que aún continuaban por inercia. Se ponían automáticamente en contra de ella como manera de ponerse a favor de él; un par de ellos hasta la calificaron de fea, ¡es sorprendente! Y eso que él decía que, a pesar de su lejanía actual y de tantas cosas, aun con todo buscaba la reconciliación. Pero daba igual, delante de él venían demasiado rápido con el consuelo de que él era muy válido y había otras mujeres en el mundo, que había que sentir compasión de él y de sus hijas pero en ningún caso de ella (aunque él en ese momento consideraba que ella estaba como enferma, alterada, era otra), que había que lanzarla al foso de los leones (aunque él incluía en su relato sus propios fallos y la parte de razón que le atribuía a ella, aun sin justificar su reacción), que ya se veía venir; alguna profecía autocumplida no dicha pero perfectamente entendida; no merecedora de oraciones (tal vez siendo en ese momento la más necesitada de ellas), y hasta casi podrían haberla llamado fatua, en todo caso se la llegó a considerar no-creyente en lugar de creyente equivocada, menos mal que eso último se cortó pronto.

      "Pero también yo mismo", siguió en su pensamiento. Se volvió a arrepentir de su falta de confianza de entonces. Sobre todo, porque muchas de sus palabras podría habérselas ahorrado, por innecesarias o por difamatorias. El torrente sentimental sin control que salió de su boca... También pudo haberse ahorrado mucho pensamiento incesante. Al fin y al cabo, la gente es la gente: opina desde fuera y parece tener buena intención. Pero, ¿y él, que decía que la amaba en todo momento, y aún hoy lo afirma? ¡Qué prueba más dura! Tuvo de bueno un enorme aprendizaje, un empujón hacia la madurez. Pero... ¡demasiadas lágrimas!, la mitad de ellas inútiles e impropias, más fruto de la autoinducción y el melodramatismo interior que de una verdadera pena por su pérdida.

      Pérdida... Así se sentía al derramar café en la página 13, viudo. ¡Y la gente...! Si hubiese sido viudo de verdad, la reacción de los demás, el consuelo que le habrían querido proporcionar, habría sido bien distinto. Nadie manda al infierno a un difunto, ni le llama feo. No delante del deudo.



lunes, 5 de mayo de 2025

COMPRENSIÓN PROGRESIVA DE LA SUBORDINADA ADJETIVA (O DE RELATIVO), A GRANDES RASGOS

Este artículo lo escribo pensando en mis alumnos de 2º de Bachillerato. A veces, justo antes de quedar dormido, me sobrevienen estos arrebatos de urgencia. Lee despacio y razonando.




1. La típica Subordinada Adjetiva o de Relativo. No explico apenas nada, porque ya sabes lo que tienes que saber de una oración como esta: El invitado que quiera puede tomar un obsequio. Poco hay que decir: la oración subordinada adjetiva que quiera es el Complemento del Nombre de invitado, núcleo del Sintagma Nominal. Ese que es un pronombre relativo que, dentro de la subordinada, funciona de sujeto de quiera, pues significa 'invitado', 'ese invitado'. Partimos de esta frase sencilla para poder hacer los siguientes razonamientos.


2. Igual se analizaría Aquel que quiera puede tomar un obsequio. La única diferencia es que ahora el N del SN es el pronombre demostrativo aquel. Tenlo en mente, porque va a entrar en juego en el siguiente nivel, la adjetiva sustantivada.


3. Oración Subordinada Adjetiva Sustantivada. Si volvemos a la primera oración, El invitado que quiera puede tomar un obsequio, podríamos omitir el sustantivo invitado y nos quedaría El que quiera puede tomar un obsequio


Nuestra lengua hace mucho esto: El hombre alto > El alto; El personaje malo de la película > El malo de la película; La chica rubia > La rubia. En estos casos, se dice que el adjetivo que era Complemento del Nombre se ha sustantivado, y pasa a ser el N del SN. Por ejemplo, si digo La rubia, ahí rubia es el N/Adj. Sustant., porque rubia asume el significado del sustantivo chica (rubia ahí significa 'chica rubia') y, por tanto, su función. El y la siguen siendo determinantes/artículos. Y entonces aparece la magia. Con sustantivos, como son masculinos y femeninos, solo pueden aparecer artículos masculinos y femeninos. Pero con adjetivos sustantivados también puede aparecer el neutro: El bueno, La buena, Lo bueno

No solo sucede con adjetivos. También con sintagmas adjetivales: El muy tonto; con Sintagmas Preposicionales: El de ahí. Y con Oraciones Subordinadas Adjetivas, como en nuestro El que quiera puede tomar un obsequio. Igual que con los adjetivos, ahora no hay por qué pensar que no suceda lo mismo con muy tonto, de ahí o que quiera: eran los Complementos del Nombre del SN, y al desaparecer el N/Sust, pues pasarían a ser ellos N/SAdj Sustantivado, N/SPrep Sustantivado o N/O. Sub. Adj. Sustantivada. Este es el análisis que siempre propongo y explico, desde la sintaxis "tradicional". Lo único que no olvides que ese que es un pronombre relativo y, en nuestro ejemplo, sigue siendo sujeto de quiera, conozcamos o no el sustantivo al que se refiere (que aquí sí lo sabemos: invitado).

4. Una alternativa a este análisis es reponer el sustantivo omitido. Se analiza igual que en el caso 1, la oración subordinada adjetiva se sigue considerando CN y el N del SN es el sustantivo omitido que nosotros reponemos: El (invitado) que quiera puede tomar un obsequio. El problema es que esto solo lo puedo hacer si el artículo es el o la; con el artículo neutro lo es imposible. Por eso no me gusta, pero es una opción.

5. Aunque la Nueva Gramática se lo arroga, no sé si como una novedad, lo cierto es que la tercera alternativa de análisis es bastante antigua, y cuando yo estudiaba, al menos en los manuales que manejaba, era una propuesta que se había desacreditado y desmontado. Se trataría, en frases como El que quiera puede tomar un obsequio o El de ahí, en considerar que el artículo es el Núcleo. Claro, si lo considero Núcleo de SN, lo tengo que transformar por arte de magia en pronombre, y no lo son, son artículos. Es que, al fin y al cabo, es lo que sucede en Aquel que quiera puede tomar un obsequio (el N es aquel, y es un pronombre), o Ese de ahí (el N es ese, y es un pronombre). Tiene sentido, ya que todos los determinantes pueden ser pronombres... excepto el artículo, cuyo paralelo pronominal son los pronombres personales, pero, claro, el no es él, la no es ella, ni lo es ello. El argumento se va a por el más débil, el artículo neutro lo, porque como nunca aparece, porque no puede, con un sustantivo, sino con elementos sustantivados, y es clavadito al pronombre personal átono lo, de me, te, se, lo, la, le, ... Yo creo que a sus partidarios se les hace raro que todo un sintagma (muy tonto, de ahí) o incluso oración (que quiera) se ponga a funcionar de N de SN y ven más parsimonioso que lo siga siendo una sola palabra. Y, al menos para el artículo neutro lo, en casos como Lo que deseas se hará realidad (=Aquello que deseas se hará realidad), analizan ese lo como N de SN, pronombre, y que deseas sigue siendo CN/O Sub Adj. Así que, lo dejo dicho, esa es tu tercera opción de análisis: considerar N de SN el artículo, llamándolo ahora (por la cara) pronombre, y el CN sigue siendo la O. Sub. Adj. o de Relativo. Si el punto 4 no me parecía bien, en este 5 ya me vienen las arcadas, pero esto es una opinión personal y en la PAU se permite, que además es muy New Grammatical.

6. Si me has seguido, ahora fíjate: Quien quiera puede tomar un obsequio. Aquí hemos dado el último paso. En oraciones así, no pierdas de vista que, en esta oración quien, sigue siendo un relativo, en este caso un pronombre relativo y, por tanto, sigue siendo sujeto de quiera. Solamente que ya no existe sustantivo de referencia, ni siquiera omitido. Estaríamos ante un caso de Oración Subordinada Adjetiva o de Relativo sin antecedente, como en el refrán Quien bien te quiere te hará llorar. Otro ejemplo: Cuanto desees se te cumplirá.


Y ya hemos ido nivel a nivel. Espero que estos ejemplos y sus explicaciones complementen bien a mis apuntes, al libro de texto, y te ayuden a asimilar y comprender.