domingo, 16 de noviembre de 2025

A TRAGEDIA CADA "X": "LAS COÉFOROS", DE ESQUILO

 

Imagen de MythologyArt en Pixabay


Esta vez empiezo a lo bruto: Esta tragedia es la historia de la planificación de una venganza y su puesta en efecto con éxito. Ea, lo he dicho, a lo bruto. Tragedia total en muchos sentidos. 

     Y ahora, para seguir siendo falsamente impío, voy a derramar aquí una primera impresión no solo subjetiva, sino completamente anacrónica y fuera de lugar en el contexto de estas tragedias. Pecaré, entonces, de la misma soberbia ingenua que tantos cuando se acercan a los mitos y a las historias del mundo antiguo. Pero, lo he dicho en otros artículos, sigo siendo pro-Clitemnestra, y que me perdone todo el mundo, por favor. Que aquí parece la bruja malvada de Blancanieves y, según argumentan los personajes principales, tal vez se hubiera convertido en algo así, aunque a mí no me lo parezca. Pero es que, de lo más grave que se le acusa y justifica el crimen, la de dar muerte a Agamenón con ayuda de Egisto, como vimos en la tragedia anterior, es lo mismo que hizo el propio Agamenón. ¿O es que acaso nadie recuerda a la pobre Ifigenia? Pero, claro, todo ya está hecho un gran lío.

     De acuerdo, regreso a la sensatez de, no un reseñador, sino de un lector que va a dar sus impresiones... ¡de un clásico! Las Coéforos es la segunda tragedia de la trilogía de La Orestía, y es muy de disfrutar como tragedia en sí. De principio a fin. Porque su final es maravilloso. Y como es un clásico bien conocido y estudiado, me ahorro el argumento. Orestes, hijo de Agamenón y Clitemnestra, vuelve para tomar venganza del asesinato de su padre (Ares con Ares luchará. y Justicia / también contra Justicia). Irreconocido por su larga ausencia, y con ayuda de su hermana Electra y un coro femenino de esclavas, tampoco esta decisión es del todo propia: se la ha encomendado la divinidad a través del oráculo de un profeta de Delfos  (¡Oh golpes discordantes / y sangrientos de Ate!). Así que sí, lo hace, mata al amante de su madre, Egisto, y ¡a su propia madre! (y reta así al destino que te aguarda). Aunque duda un poco, al final lo hace (¡Oh Pílades, ¿qué hacer? ¡Ella es mi madre!). Y luego se vuelve loco, las Erinias lo atormentan, porque matar a tu propia madre es un acto de impiedad sin nombre. ¡Otra vez! La paradoja irresoluble, el uroboro maldito, las incongruencias de los propios dioses, si es que ya lo hemos visto tantas veces... Obedece a los dioses con un acto terrible y los dioses lo castigan porque es un acto terrible. Y no solo en las tragedias griegas. El destino trágico son dilemas sin opción correcta. Jamás mortal alguno tendrá gratis / una existencia sin dolor, ¡ay, ay! / Un dolor viene hoy, y otro mañana.

Y poco más diré. Siempre es lluvia sobre suelo mojado. El texto en sí me agrada, y todo su desgarro. Me preparo, en fin, para Las Euménides, la tragedia que cierra La Orestía.


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