miércoles, 24 de septiembre de 2025

"LOS SIETE CONTRA TEBAS", DE ESQUILO. IMPRESIÓN LECTORA.

 


El asedio y posterior asalto a una ciudad es un tópico de la literatura antigua porque, por desgracia, fue una realidad durante siglos. La Ilíada, uno de los poemas más grandes de la Historia de la Literatura, trata fundamentalmente de eso. La Biblia, como conjunto de textos del mundo antiguo, también está plagado de estos episodios (se me ha venido en mente ahora el libro de Jeremías). Nosotros en España tenemos la icónica toma de Numancia.

     El estilo de las tragedias de Esquilo es muy sobrio, es serio, lo sabemos, y eso no tiene por qué valorarse como un rasgo negativo en absoluto. Las terribles consecuencias para los ciudadanos de Tebas en el caso de que llegue a ser tomada por el ejército argivo que la ataca (muerte, esclavitud, violaciones, destrucción) se describen muy sentidamente por un coro que, en este caso, está compuesto por mujeres y, por tanto, tiene mayor libertad para la expresión sentimental. De hecho, la tragedia empieza así, con una queja de Eteocles y un reproche al coro para que contenga sus emociones y no transmita temor a las tropas tebanas, un clásico también del contraste entre el ánimo masculino y femenino. Con esa "salsa" comienza la tragedia, algo que a mis ojos me ha parecido bastante original, en el sentido de inesperado. Mis ojos son ojos de finales de siglo XX y principios del XXI, deberíamos calificarlo de machista, un término más que anacrónico aquí, y también hipócrita, habida cuenta de la abundancia de debates así vueltos a lo moderno que inundan las redes sociales, eso de que si los hombres esto y las mujeres lo otro. En el fondo, el lamento del coro y su temor está más que justificado, al fin y al cabo en estos casos las mujeres quedaban a la expectativa del resultado final, apenas participan en lo bélico salvo para labores auxiliares en todo caso. También está justificado el reproche del rey de Tebas, que piensa en la moral de los soldados y su ánimo. Pero aquí, en este principio, lo importante es la misma discusión en lenguajes distintos: el pragmático de Eteocles y el emocional del coro. No es que sea humorístico, pero una pizca de humor sí se ha sentido al empezar, aun con la sobriedad de Esquilo, que hace decir al monarca: ¡Jamás, ni en la desgracia ni en la dulce / bonanza, con el sexo femenino, / deba yo convivir! También el diferente tipo de verso que usa cada interlocutor debe dar la impresión de dinamismo en este diálogo inicial.

     La parte central de la obra es la enumeración de cada héroe de Argos  y a qué puerta de Tebas ataca, así como la elección del héroe tebano que el rey debe elegir para oponérselos en la defensa de la ciudad. Todo un desfile de personajes, doce en total, de los que se describen, sobre todo, panoplia (muy al vivo los motivos de sus escudos y sus emblemas) y el carácter reflejado en palabras, por lo general de amenaza de destrucción y orgullo en el caso de los argivos, retratados como impíos salvo un caso, el de Anfiareo, calificado como prudente y en desacuerdo con esta guerra, del que Eteocles dice: Augurio infausto es siempre, para el hombre / asociar al justo con impíos. /  Que no hay nada peor, en toda empresa, /que mala compañía: no da fruto, lo que a nosotros nos recuerda cierta fábula de aves.

     El núcleo de la tragedia en sí comienza al conocer quién ataca la séptima puerta: Polinices, el hermano agraviado de Eteocles, y la decisión de que será el mismo Eteocles quien se le opondrá. La maldición de Edipo a sus hijos empieza a ponerse en marcha. Estamos en el centro del mito tebano ya, y a nosotros nos es difícil decidirnos por quién tiene razón de los dos; si Polinices, traicionado en el pacto de la alternancia en el trono, o Eteocles, que defiende la ciudad contra su hermano despechado que ha recurrido a extranjeros para hacerse con el poder. Lo trágico, realmente, es el hecho de que dos hermanos se enfrenten a muerte en una pelea que acabará con la vida de ambos. La lucha fratricida es el colmo de los colmos para el ya desgraciado acontecimiento de la guerra, y el coro trata de evitarlo, recordándolo, pero Eteocles está decidido y responde: Sí, soportar desdichas sin deshonra, / ... La honra y la fama es su elección. La respuesta desoída del corifeo no es otra que Haz caso a una mujer, mal que te pese, remitiendo así al principio de la obra.

     Lo que viene a continuación podría ser un añadido posterior que anticiparía una tragedia de Sófocles, y que tiene como protagonista a Antígona, hermana de Polinices y Eteocles. Las hijas de Edipo, Ismene y Antígona, son personajes mucho más brillantes que sus hermanos, desde mi punto de vista, en mi opinión. En una Tebas vencedora en este conflicto, se decide que Eteocles será enterrado con honores, ya que defendió la ciudad contra sus atacantes; sin embargo, el cuerpo de Polinices quedará expuesto al raso para que sirva de alimento a los perros, como gesto de castigo a quien se atrevió a atacar a su propia ciudad. Esta ley humana decretada en Tebas, que condena a muerte a quien se atreva a dar sepultura a Polinices, se opone a una ley que a Antígona le parece superior, la ley divina y la de la obligación de la familia. El mito plantea esa tesitura, y no hay salida feliz a este debate, a este conflicto. Anticipa, además, un versículo novotestamentario, ese de que Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres, que es lo que elige Antígona, sabedora de que morirá por enterrar a su propio hermano, morirá por ser piadosa, una paradoja tan real como la vida misma, cumplir con tu obligación moral te puede acarrear terribles consecuencias. ¿Y qué hacen los dioses ante ello? ¿Cómo permiten ese fin a quien les obedece, por obedecerles? Este dilema lo conocía muy bien el primer público de Esquilo. En esta tragedia, simplemente Antígona declara su decisión, la contemplamos sencillamente dispuesta a dar sepultura a Polinices, ella sola.

martes, 16 de septiembre de 2025

"LOS PERSAS", DE ESQUILO. IMPRESIÓN LECTORA.

 


La tragedia más antigua conservada de Esquilo, Los Persas, es la única que no pertenecerá ni al ciclo tebano ni al troyano, sino a la época del propio tragediógrafo. El más serio de los tres grandes, muy patriota, es curioso que en esta exaltación de la victoria de Grecia sobre Persia (especialmente de Atenas), el punto de vista esté en los persas y no en los griegos. Ese "toque" es magnífico. Pienso en el amor-odio, a ver, tu encarnizado enemigo acaba siendo parte de tu vida. Si vences, tal vez lo añores en cierto modo, o puedas compadecerte de él. No puedo dejar de pensar, al reflexionar en ello, en la novela morisca que tanto gustó en el XVI, El Abencerraje, esos lazos de amistad o amor dentro de la rivalidad, esa nostalgia por un enemigo que ya no está. O su fascinación presente: porque no estaban en la Península, pero la Berbería, los otomanos, ¡ay, Cervantes! Pero volvamos a Esquilo, no me quiero desviar tan pronto.

     Los Persas formaba parte de una trilogía, ¡claro!, en Atenas era así, se presentaban tres tragedias por autor, que competían. Las otras dos se han perdido. La tríada era Fineo, Persas, Glaudo de Potnia. A la terna trágica se le añade, para destensar al público, en este caso el drama satírico Prometeo (pero no lo confundas con Prometeo encadenado, este que digo es drama satírico, repito).

     Pero esto es una impresión lectora, y no la reseña de una obra clásica muy estudiada y comentada por expertos, entre los que no me encuentro. Voy a aprovechar, en mi más puro y caótico estilo, a modo de paréntesis o digresión, para poner de relieve tres aspectos muy tangenciales y personales, anecdóticos casi, aprovechando mi reciente relectura de Los Persas, y después retomo el hilo. Leo a Esquilo en la edición de José Alsina Clota (Cátedra; Madrid, 1998), textos que el mismo Alsina traduce. Adapta el verso clásico griego a los más acordes en español (alejandrino, endecasílabo, ...). Usa un español hasta cierto punto arcaizante, y por supuesto culto,  y hace bien, transmite mucho así. Bueno, pues encuentro dos ejemplos del uso de la preposición cabe (cuyo significado es 'junto a'): ... ay, ay, por un destino / que los aniquiló antes que a los otros / cabe las costas cicrias / ..., y también ... las que se sienten orgullosas cabe / la ancha corriente de Hele... Si lo destaco es porque soy profesor de Secundaria. Me precio de haber tenido muy buenos profesores de Lengua en mi etapa escolar. Tengo 49 años y en mi época, al menos en mi colegio, sabíamos que cabe y so eran preposiciones y que ya no se usaban. Nunca aparecieron en la famosa lista de preposiciones que había que saberse de memoria, aunque había maestros que todavía las tenían en la nómina. Me las encontré mucho después, al leer clásicos, mucho después. Las que no estaban eran durante y mediante, porque se consideraban adverbios. La lista de las preposiciones sigue un orden estrictamente alfabético, sin embargo muchos chicos de hoy en día se las saben al final, después de tras: los maestros les hacen memorizarse la lista que ellos se saben de carrerilla y luego les añaden estas dos. Bien, pues a día de hoy, como cada año, todavía llegan niños a 1º de la ESO que se saben las preposiciones con cabe y so de memoria en la lista, aunque no las hayan visto en su vida en uso. Que cada uno valore esto como quiera.

     Se ha puesto de moda, por otra parte, decir que hay una palabra en español que se puede decir pero no escribir. Es el imperativo sal más el pronombre le. Al juntarse pronunciamos una l geminada y eso nuestra ortografía es incapaz de reproducirlo. Podemos decir trae, tráele; da, dale; pasa, pásale; ...; pero cuando se llega a sal... Aquí en Los Persas me encuentro con este verso: y con él sale al encuentro. El espíritu de Darío le está diciendo a su esposa, la reina, que salga a recibir a Jerjes con un  vestido lujoso puesto. Yo no sé si ese sale es para Alsina una variante arcaica de sal o su solución para sal+le, que es lo que me ha parecido y podría asegurar que es.

     Y lo tercero tiene que ver con las interjecciones, que a mí me encantan. Lo que voy a apuntar no es solo en Los Persas, sino también vale para las otras tragedias, y cuando aparezca aquella que a mí me hizo sonreír con eso lo volveré a mentar. Las interjecciones no significan, expresan. A mí me encantan; tanto, que mi segundo poemario (y su poema estrella) se llama ¡Ah!, la interjección en nuestro idioma que es capaz de expresar casi cualquier emoción. Al traducir Los Persas, tenemos dos en español: ¡ay! y ¡oh! Pero luego aparecen otras dos griegas: una es ¡io!, que me parece muy sonora y que agradezco, me trae la identidad expresiva griega. Pero es la otra la que me llama más la atención: ¡ototoi! Y lo hace porque el -to- de ototoi se puede duplicar cuanto se quiera, y en estos textos parece hacerlo de forma progresiva: ototoi, otototoi, ototototoi, ... ¡Eso sí que es expresivo! Me recuerda a nuestro tatara- de lenguaje infantil: tataranieto, tataratataranieto, tataratataratatarnieto, ...

    Bueno, y por lo demás, ¿qué puedo decir yo? Es una tragedia, y clásica, y del serio Esquilo. El hado está regido por los dioses. El gran pecado, la soberbia, el hybris, viene dado por Ate, el dios del error. La alegría de haberse librado de la gran amenaza persa en Salamina se celebra, y no es para menos, desde el otro lado, desde el lamento persa por ello. Con patriotismo, declarando a Grecia irreductible, considerándola no nacida para el sometimiento y la esclavitud. Pero sin saña, con cercanía. Hay un lamento, además de una aceptación del destino y un temor por el futuro del imperio persa, pero no solo es lo nacional: lo personal, el dolor de las viudas, se expresa aquí también, diríamos hoy que hay cierta empatía de Esquilo hacia sus enemigos, eso que decía al principio. 

     Es un texto serio, sobrio, para mí ese es su encanto.

viernes, 12 de septiembre de 2025

"ENTRE SUEÑOS, CIRCOS, PÁJAROS Y ARDILLAS", DE LEONEL FLORES. IMPRESIÓN LECTORA.




Entre sueños, circos, pájaros y ardillasde Leonel Flores, es una colección de treinta y seis relatos breves, muy agradables de leer y al mismo tiempo muy sustanciales. No seré el primero en decir lo mucho que los he disfrutado, ni tampoco seré el primero que afirma que se los volverá a leer en breve.

     Su tono, el del fluir de sus palabras, parece reposado, con independencia de la trama y del final de cada pequeña pieza. Es como si fuera consciente del breve espacio que se ha dado para contarnos lo que nos quiere contar, yendo a lo esencial (lo esencial del argumento, lo esencial de la sensación que desea transmitir, lo esencial de la impresión que nos quiere dejar), y a un tiempo lo contase como si dispusiese de todas las páginas que quisiera para hacerlo, por eso tiene ese discurrir de palabras, muy seleccionadas, que nos parece natural, un discurrir no siempre cadencioso pero siempre continuo, completamente fluido.

     Las localizaciones son distintas, aunque a mí me ha atraído más, por encima del resto, la Venezuela tan auténtica que trae al vivo. Pero París, Nueva York, o tal vez lugares indeterminados nos sitúan en unos viajes incesantes. Los personajes son también diferentes, así como las intenciones y los argumentos. Es cierto que algunos, como Joaquín, aparecen en varios relatos, puede que sea su más entrañable, puede que sea un niño recordado, puede que apunte a algo más en un futuro. Hay quienes han hablado de toques de Realismo Mágico en ellos; sí, al menos toques de ese estilo tan hispanoamericano sí tienen. Lo que más me ha gustado, con independencia de estar leyendo una historia onírica, extraña, o nostálgica, o abanderada de la libertad, o de ensueños familiares,  o mitológicos vueltos a la actualidad, son los finales, porque son muy distintos unos de otros.

     En muchos de sus cuentos el final es el que dota de sentido a todo el texto, y son sorprendentes. Podrías estar creyendo que lees un sueño, visiones, realidades alteradas, o podrías creer que el relato transcurre en apacibilidad aun en sucesos agitados, y el final da un quiebro que te deja con una sonrisa por ese humor inesperado o con la impresión de sorpresa. Otros finales tal vez los veas lógicos, esperados, puede ser. Pero hay otros... Hay otros que al principio no entendí, y con el pasar de los días me han llevado a un eureka estético. Porque esos finales simplemente dejan que el cuento esté. Lo grande de esos pequeños relatos es la imagen que te traen y se te queda. Se queda así, no pasó nada, aunque sí intuyas que va a pasar o pasó antes.

     Entre sueños, circos, pájaros y ardillas, en definitiva, te sirve unos cuentos-gourmet que me han resultado deliciosos.





     Agradezco, además, la ardua labor de Leo por dar voz a escritores de todas las partes del mundo a través de sus entrevistas, lives y comentarios. Además de la lectura de sus cuentos, te recomiendo que sigas su cuenta de Instagram @una_pulgada_de_cuentos (@una_pulgada_de_cuentos), si te gusta leer y descubrir, actos de valentía ambos.


martes, 9 de septiembre de 2025

"KOKORO", DE NATSUME SOSEKI. IMPRESIÓN LECTORA.


 Le he dado tiempo a Kokoro para que repose, para que pose en mí. No solo unos días desde que lo leí, y que prácticamente retransmití en directo por Instagram, por así decir. También he interpuesto otras lecturas muy ajenas a él, y la agitación del fin del verano y la puesta a punto para empezar un nuevo curso. Tal vez así quiera venir a plasmar mi impresión lectora de él como el pintor chino, que retenía el paisaje en su memoria y lo reproducía echando mano del recuerdo y no de la observación directa. 

     No soy especialista en literatura japonesa, como no lo soy en nada, tiendo a diversificar mis intereses, que igual me llevan a la Primera Guerra Mundial que a Sumeria, igual al romanticismo inglés que a Borges. O bien a reiterarme. Supe primero del haiku, y no precisamente del japonés, sino de poetas españoles; descubrí el Kokinwakashu de la mano de Torquil Duthie y su selección me la habré leído cinco, seis, siete veces, enamorado del tanka pero sin buscar más. Antes, mucho antes, me había leído el Libro del té, de Kakuzo Okakura, no tan lejano a Soseki, y su contraste entre las sensibilidades occidental y oriental, y su reivindicación. Ese librito me magnetizó en su momento. Y van cayendo en mis manos prácticamente al azar Máscaras femeninas, el Genji conmigo tanto tiempo, ...

      Vayamos con Kokoro, para mí será fácil, solo me basta con realizar dos actos: uno, traer aquí todo lo que he estado expresando en las redes, Instagram fundamentalmente; otro, cerrar los ojos y recordar, evocar. 

      Ya lo dije: lo compré por error. Lo vi de soslayo en una librería abarrotada de gente, embargado por la lectura de la Novela de Genji, me deslumbró su portada, creí que era otro monogatari de la época de Murasaki, ¡fíjate!, y para nada. Felices casualidades. 

      Me leí con cierta continuidad el estudio previo de Carlos Rubio. Me enteré de todo, me contextualicé bien. Hallé en las últimas palabras de este preliminar un alivio sobre el lenguaje y tono de mi Amae pop blue. Sonreí. Empecé a leer ya Kokoro lento, disfrutando. Di el acelerón y me lo acabé en un día, y estuvo muy bien. Y a pesar de ser de la Era Meiji, yo he hallado en esta obra todo lo que me satisface  de la palabra en japonés, creo que Okakura hizo muy bien su trabajo conmigo. Absorbí todo lo cadencioso, lo estacional, lo extremo y aun tiempo monótono que me suelen traer estas lecturas. 

     No voy a desdecirme mucho de lo que proclamé en mis reels. Se divide en tres partes. La primera, Sensei y yo, me dio la satisfacción de esa lentitud tan placentera, el disfrute de leer una narración en la que apenas ocurre nada y los silencios dicen tanto... Es el calado. Te va calando como un aroma sutil. Me pareció la parte más poética, creo que fue la que más me gustó. La segunda parte, Mis padres y yo, con ese yo de narrador-protagonista del que no sabemos su nombre, casi me hace llorar. Por eso dije que me pareció la más emotiva, aun siéndolo más la tercera. Tal vez sea personal. No hay nada desgarrador en la forma de narrar esta parte. Tal vez la distancia, la actitud y las palabras de su padre y, sobre todo, de su madre, me enternecieron. Me enternecieron mucho. Y la última, en la que ahora es sensei el narrador, porque se trata de una extensa carta dirigida al yo de las dos primeras partes, tengo que calificarla como la más "japonesa", esa forma de sentir y actuar, esa autocrítica cruel, como diríamos hoy. Seguramente fue la más poética y la más emotiva, y la más intensa. Crees que sensei y crees que el yo de las otras partes se torturan en pensamientos y sentimientos de larga digestión, tus opiniones sobre el amigo de sensei, tan religioso y ofuscado, van variando tanto, y al final te compadeces de todos: del amigo, de sensei, de su mujer. Es todo tan estático, una frialdad con tanto calor... Lo dije: esa parte tiene un aire a El curioso impertinente de Cervantes, un aire, pero de otro modo.

      El final es muy japonés. Diríamos nosotros que por desgracia. Me pareció una obra admirable. Está apuntada ya como una de mis favoritas.

domingo, 7 de septiembre de 2025

"EL SONÁMBULO DE VERDÚN", DE EVA DÍAZ PÉREZ. IMPRESIÓN LECTORA.

                  Qué guerra tan cruelmente poética (p. 301). 




Escribo en la noche del siete de septiembre de dos mil veinticinco. Con la luna llena en Piscis, luna de sangre, y un eclipse que ha tenido esta misma luna, además, aunque por las nubes, extrañas nubes, por aquí no se ha podido ver, pero sí un arco iris tras ellas con tonalidades rojizas. Imagino que esta entrada aparecerá con fecha de ocho de abril, me queda muy poco para acabar El sonámbulo de Verdún, de Eva Díaz Pérez (Ediciones Destino; Barcelona, 2011), y luego seguir redactando, la imagen, las etiquetas, todo ello me llevará al ocho aun escribiendo un siete. Y esta tarde he soñado en mi "siesta", la mini cabezada que me ha dejado mal cuerpo. El sueño de una ausencia. Una prenda muy reconocible bien doblada que ya no debería estar en ese cuarto ni en esta época. Aprovecho que Eva Díaz describe sueños un tanto así para anotarlo aquí. ¡Qué día tan extraño! Pero es el elegido por fuerza para esta "reseña". Que en puridad lo que yo hago, ya lo sé, lo he dicho, no son reseñas, sino impresiones lectoras. 

     Lo primero que me nace decir de esta obra narrativa es que trabaja con muy diversos materiales, y, sí, juega con múltiples elementos. Muy bien construida y con rumbo fijo, a la autora le habrá gustado tener al lector en movimiento de vaivén cronológico constante, hacerle en cierto modo partícipe de su proceso de escritura un poco a modo de metanovela, líneas o parrafillos de metanovela. Yo me la imagino divirtiéndose al hacer eso. Y lo de jugar es otra, se va marcando el ritmo de un juego de mesa. El tablero cambia, son distintos escenarios. Se lanzan los dados y las fichas se mueven. Las fichas son los personajes, también el juego es de marionetas. Si te la has leído, o cuando la leas, entenderás todas estas referencias que hago. Pero, a lo que quiero venir aquí, es a lo de los diferentes planos. En el más alto, observando todo, estamos nosotros, los lectores. Pero no: Eva Díaz nos hace también personajes, lo siento, ella mueve los hilos, ella es la del plano superior. O no sé, porque al automencionarse se hace personaje también. Juega, sí, con muchos elementos que va ensamblando. Por ejemplo, casi al final aparecen acotaciones, como si fuera teatro, porque se describe como si fuera una escena teatral (pp. 337, 338). Paro con esto, no quiero hacer un inventario, solo dar mi impresión lectora, como dije. Aunque en ocasiones usaré las palabras de la propia Eva Díaz.

      Pues, como ella misma dirá, El sonámbulo de Verdún "nos hace vivir (esas) cuatro biografías unidas por hilos imperceptibles que solo nosotros reconocemos" (p. 342), ya que en cierto modo nos ha hecho cómplices en su ir desgranando narraciones aparentemente desvinculadas. Es feo lo de hacer espóiler. Me alejo ya del final de esta obra para no correr ese riesgo.

      Se trata de una novela. ¿Qué? ¿Impresionado por mi afirmación? Pues la digo antes de enredarnos en si es histórica, esto o lo otro. Al decir que es una novela, la reivindico como un texto literario sobre todo. Tiene esa intención, ofrece una lectura en zigzag, digamos, de estructura fragmentada, de puzle, o más bien de balanceo, de columpio. Pero su lectura es fluida, perlada con frecuencia de frases muy  felices. Claro que no voy a poner un muestrario de ellas, ya he dicho que mi intención no es hacer inventarios. Tal vez esta, por ser de las primeras, pueda servir de ejemplo: Es terrible jugar con la ventaja de conocer el futuro del pasado (p. 22). En fin: es una novela multifocal. Aunque tiene un narrador omnisciente (que en muchas ocasiones se identifica en cierto modo con la autora), se enfoca alternativamente en diferentes protagonistas y secundarios. Bien documentada, novela histórica es, ofrece grandes elementos estéticos y literarios. Aparecen, entre otros muchos temas, acción bélica y de otros tipos, reflexión, sexo, sueños, recuerdos, música, bebidas y comidas, museos e iglesias, y calles y otros edificios (que en no pocas ocasiones evocan en diferentes personajes diferentes vivencias, no son simples escenarios), revoluciones e ideologías, eventos culturales, la ciencia y el espiritismo de la época, y el psicoanálisis, arte, amor, secretos, vida familiar, ... 

     Sí, es una novela histórica, lo dije, aunque da la impresión de periodística con mucha frecuencia. Novela histórico-periodística, entonces. Muy bien documentada, como señalé, y muy bien manejados los datos históricos para el propósito de la ficción narrativa.

      Como quiero dar mi impresión lectora, y no hacer un análisis, que es lo que parece hasta ahora que hago, dejaré en mi ficha con anotaciones de letra minúscula muchas de ellas para futuras referencias o usos, y me centraré en elementos que me llaman la atención como lector, detalles de mi subjetividad. Tres, si os parece bien.

     El sexo. ¡Claro, claro, el sexo, cómo no! A ver, a lectores adultos y maduros del siglo XXI qué nos puede sorprender. Yo me alegro, porque naturaliza o "normaliza" algo tan natural, normal y necesario y propio del ser humano de todas las épocas en el lenguaje narrativo. Está en pequeñitas dosis, ninguna similar a la otra, las hay de todo tipo, si por algo destaca esta novela es por su variedad. Parte de la vida, como con los demás temas se trata con naturalidad, y esa naturalidad es la que me ha llamado la atención. Dos embarazos no esperados, o al menos no planificados, hablar de ovarios y de olor a hembra, por ejemplo, y tranquilamente de lupanares y de prostitutas. Ahora, lo que más me ha gustado, sabiendo que la autora es mujer, es cómo refleja el deseo y disfrute del hombre, de manera igualmente natural. Lo digo porque, como escritor, yo tuve la necesidad de tratar el deseo y la experiencia sexuales femeninas con toda la naturalidad que pudiera sin decir tonterías. Expresión deliciosa, me pareció, fue su "damitas de pechos audaces" (p. 194), que, lo siento por la autorreferencia, me recordaron a cómo mi Rodrigo sintió vivaces los grandes pechos de Nerea cuando lo abrazó al inicio de Amae pop blue. Tengo que dejarlo ahí porque, lo dije, no quiero espoilear su libro como si fuera la tumba de un faraón. Solo dejo constancia de la alegría que me provocó el poder alinearme con más personas en este asunto.

     Más potente, sin duda, me parecen los recuerdos, los recuerdos son absolutamente fundamentales en esta obra. Si bien el sexo, al menos para los hombres, podría considerarse "asidero y evasión necesaria" y un "pasatiempo favorito" de alguno, lo cierto es que esas expresiones las usa Eva Díaz para referirse a los recuerdos. Para el sexo, en concreto la masturbación, ya usará otra frase feliz, benditas ceremonias de autocompasión (p. 236) Muy relevante, el recuerdo, digo, dado que "en la guerra solo existe el presente" (p. 196), claro, o tal vez por eso. Yo, a los recuerdos, les añadiría también el elemento onírico, aunque no tan en primera línea como el ejercicio de la memoria. Con naturalidad también aparecen los horrores de la guerra, un poco de la represión, historia, periodismo y recuerdos de unos y otros, incluidos nosotros, se mezclan en todo momento.

     Y el tercero aparece al principio de este artículo: el juego. Hay un momento en que parece que va a dar a elegir al lector dos posibles finales, escogiendo entre derecha e izquierda (p. 280). ¿Alguien podría pensar que no iba a comentar eso? Adivina a qué libro escrito por un servidor me ha recordado. Si es que todo está conectado, algo que pasa en esta misma novela. Y palabras que resaltan. Pero jugamos contra el tiempo, o en el tiempo, en una especie de cronomaquia (p. 279) y yo debo ir terminando. No sé Eva Díaz, confieso que las Notas de la autora del posfinal me quedan pendientes, pero esa palabra que usa, logoterapia (p. 257), para referirse al ejercicio que realiza uno de sus personajes, la escritura como terapia, es algo que tengo muy incorporado a mi vida.