lunes, 30 de junio de 2025

MI SEGUNDA LECTURA DE "EL CUARTO DE ATRÁS". SOBRE LAS LECTURAS OBLIGATORIAS.

 


La lectura de obras literarias es placer. Un placer estético y hasta extrasensorial en su mayor grado, un placer de pasatiempo en el menor de ellos, pero un placer. En cierto modo, como las demás artes, como la pintura, como la música; un placer intelectual también, como podría pasar y pasa con las matemáticas. Esteban Torres, en la carrera, defendía el canon de los considerados clásicos argumentando que, por mucho que uno lea, aunque solo se dedicase a eso, leería un porcentaje muy bajo de libros, el canon era pertinente como buen mapa de elecciones. Así que, la recomendación general de que leas lo que te apetezca y que si una obra, por más renombrada que sea o más de moda que esté, te aburre, no te llena o no te engancha, pues déjala y ve a por otra, tiene mucho sentido y, como norma general, yo también me la aplico y la difundo si se me pregunta, tampoco estoy tratando de romanizar a los celtíberos o de divulgar el evangelio en tierras ignotas y paganas como si fuera un misionero.


     Ahora bien... Suelo enredarme, y en esto me gustaría ser claro y conciso, se me agolpan muchas cosas en la cabeza; por ejemplo, que eso de que podemos escoger no es tan así, que el gusto es de uno pero no llega solo ni es del todo de uno. Y es que muchas veces es bueno que te obliguen, no estoy en contra en absoluto de la obligatoriedad de la lectura y de determinadas lecturas obligatorias en los centros escolares y en casa porque, además, la sociedad también te empuja, te obliga sin que te des cuenta, hay publicidad aplastante, corrientes y modas, no me digáis. Voy a tratar de ser claro y conciso, me morderé la lengua en lo que pueda. ¿No es verdad que hay determinadas comidas que te encantan y que te obligaron a probar en su momento? (por no hablar de la cerveza, amarga y aversiva la primera vez). Aquí podría suceder lo mismo. En un primer escalón, la obligatoriedad de lecturas podría verse como un descubrimiento: tal vez ni siquiera sabías que existía ese libro. Como docente, quiero verlo así, más como una forma de hacer descubrir, de señalar rutas, de compartir tesoros. Y es cierto: no es agradable que te obliguen a nada, cuando sucede el primer impulso en muchos es, precisamente, de lo contrario, de eso hablaba al principio. Pero tampoco nos es ajena la experiencia de agradecer a posteriori que nos hayan obligado a algo: mucha gente sale a caminar porque tiene que sacar al perro y, oye, eso está bien. Por concluir esta idea, el fomento de la lectura y descubrimiento de joyas literarias, en lo que hace a la obligatoriedad de leerse determinados libros, creo que debería ir por ahí. Y luego está lo del placer estético e intelectual. Quien más sabe más disfruta, eso está claro. Mi éxtasis ante un cuadro de Velázquez es ridículo en comparación con un verdadero experto o amante de la pintura, ese disfruta mucho más porque ve mucho más, sabe qué está viendo, puede ver mucho más que yo, porque no solo tiene más conocimiento, sino además porque su entusiasmo es más experto, obtiene más ganancia estética. Esto ahora lo digo para recalcar la importancia del estudio de la Literatura en la escuela. Pues al final sí que me he enrollado algo, ha sido enorme esta introducción.

      Si El cuarto de atrás no se hubiera puesto de lectura obligatoria en 2º de Bachillerato, allá por el curso 2021-2022 si no recuerdo mal, en Andalucía, yo nunca me lo habría leído. Era profesor de ese nivel ese curso y yo también sentí la obligación de leérmelo. Observado, no como lector, sino como profesor de Secundaria, mis apreciaciones no fueron positivas de inicio, lo tengo que decir. Uno, en ese momento, piensa en los motivos prácticos que han llevado a esa elección. Puedo estar equivocado, pero lo que pensé es que fue escogido por su relativa poca extensión y porque el resto de lecturas obligatorias no pasaban de la Guerra Civil. Normal, por otro lado, había que meter algo de los temas a partir de 1939. También otro motivo en el que piensas es que había que meter a una mujer en la nómina. Pensar desde el punto de vista de lo políticamente correcto es malévolo, te va a llevar a pensar que Cernuda y Lorca están por homosexuales, Martín Gaite por mujer y el otro fue un solterón de los buenos, una porquería de pensamiento que yo no tuve pero que intuyes en las mentes de algunos, dejemos eso. Dejemos también el tema de que quitar la literatura hispanoamericana no ha sido para nada buena idea, meter algo bien sabroso escrito con posterioridad a 1939 habría sido así mucho más fácil: Cortázar, García Márquez, Borges, ... ¡Hay tantos!

     Es que hasta esa fecha están los grandes: quitaron a mi Unamuno, su San Manuel Bueno, mártir, y a Valle-Inclán con sus Luces de Bohemia. Se quedó hasta ahora Pío Baroja (El árbol de la ciencia), la poesía de Cernuda y La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca. Recordemos que en ese periodo también están Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, las generaciones del 98 y el 27 con el Novecentismo en medio, las Vanguardias, ... Es que se te cae el alma como docente. Sabes que, para la mayoría de tus alumnos, es la última oportunidad para que se aproximen a la buena literatura del siglo XX y todo se te queda corto. Y a medida que te vas acercando al presente, más difícil es dilucidar qué obras son las mejores y más "clásicas", en el buen sentido de la palabra. Lo que había antes de El cuarto de atrás era Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez: ¿alguien lo ve ahora en los temas para estudiarse? Pero a mí me parecía buena elección. Cuatro relatos (derrotas), de lectura relativamente fácil y de bastante impacto y calidad. "Lo único malo", pensaba, "es que devuelve a los chicos de nuevo a la Guerra Civil, parece que nunca podemos pasar de ahí". Pero era un buen libro para ellos, y aliviaba la gravedad del resto. Así que sí, lo pensé: "De todas las grandes obras del siglo XX, ¿la obligatoria es El cuarto de atrás? ¡Qué decepción!" 

      Lo he reconocido hace poco: de la Historia de nuestra Literatura, la de después de la guerra es mi gran cuenta pendiente, lo confieso. No me llama la atención. Así que El cuarto de atrás estará en el peldaño que sea del ránking de grandes obras, pero para mí un poco es como la primera. C. S. Lewis decía que daba igual por qué libro empezases, tú lee en el orden que sea, unos libros te van a llevar a otros. Y así fue y es para mí con El cuarto de atrás: me descubre al fin, no solo a Martín Gaite, con deseo de leer más obras suyas, sino que abre la veda para buscar y leer libros de este periodo, de los años alrededor de mi propio nacimiento. Como en el Buscaminas. Ya por ahí le voy concediendo el primer mérito. Yo no sé por qué, pero leerme esta obra me está llevando a querer leer a Laforet.

      Mi primera lectura de El cuarto de atrás me pareció a mí, que entiendo perfectamente lo que va narrando por la generación a la que pertenezco y soy capaz de visualizarlo, pues me pareció agradable y llevadera. Me gustó: subrayé muchas frases de tipo lapidario en la edición de Cátedra que manejo, algunas por su significado en sí y otras porque me tocaban en lo personal. No es de extrañar que me gustase, a mí las novelas introspectivas, recogidas, de sugerencias trascendentes desde lo cotidiano y de descubrimiento de personajes me gustan bastante más que las de acción, las de presentación, nudo y desenlace en las que van pasando cosas intrigantes o trepidantes. Ese es mi perfil de lector de novelas, normal que me gustase.

     He llegado algo tarde a mi segunda lectura. Quería obligarme porque volvía a ser profe de 2º de Bachillerato, y mira cuándo me la he terminado... Pero eso da igual, además de que ya me la había leído, así que... También lo estaba haciendo con El árbol de la ciencia, que si no me lo he leído ya ocho veces me lo he leído diez, y ahí sigo. Bueno, pues volviendo a Martín Gaite, ahora me ha gustado más esta novela. Me alegro de haberme obligado. Cuando he podido coger carrerilla al fin me la he bebido y me ha dejado un buen sabor de boca. Y no he puesto más comentarios en Instagram por no ser pesado, la verdad, me hubiera gustado comentar cada frase subrayada.

viernes, 27 de junio de 2025

NOVELAS DE MODA Y DE MASAS

 


Vaya por delante: ni lo juzgo ni lo critico, más bien lo aliento con sinceridad de maestro de adolescentes y de amante de la lectura. Leer es leer. Les brillan los ojos cuando te hacen un resumen rápido porque así aumentan la nota de Lengua, o en conversaciones espontáneas, con un entusiasmo contagioso, esos tochacos enormes de portada a veces brillante y de páginas señaladas con pegatinas de colores para según qué, tan ordenado y mono a un tiempo. ¡Vamos, anda que no están disfrutando, y con la lectura! ¿Cómo iba a criticar eso? Como en las series para adolescentes, los protagonistas son algo mayores, universitarios por lo general; siempre hay problemas que se enredan, con líos familiares que hacen a los personajes huir; mucho romanticismo, situaciones comprometidas, sexo explícito y muchachos que te ponen en aprietos, especialmente uno o dos malotes que, aunque son malotes, malotes, te los comerías a besos. El nuevo estereotipo de hombre ideal que tampoco es tan nuevo. Los de la vida real somos todos unos insensibles que vamos a lo que vamos y ya está. Para que luego se hable y se hable de la sexualización de la mujer en esta sociedad tan contradictoria con eso de la mujer; aquí se sexualiza al hombre en el concepto de relación sexo-afectiva que por lo general suele manifestar la mujer, esas expectativas que van a chocar con la realidad quieras o no. Pero, vamos, yo lo entiendo: ¿te imaginas a ese tío que cumple la por lo general casi infinita lista de requisitos para ser perfecto? ¡Pues estamos en el mundo de la imaginación! Debe de ser muy emocionante materializarlo en palabras y muy emocionante leerlo si eres chica de cierta edad y sensibilidad. Pues sí, amigos, existe una literatura femenina, enfocada a un público femenino (que a algunos hombres les podría gustar), como existe literatura masculina enfocada a un público masculino (que a algunas mujeres les podría gustar). No pasa nada, digo que no lo critico. Es así, y no es nada nuevo.

      Este tipo de literatura ha dejado joyas, como suele suceder en prácticamente todos los géneros. Nadie está diciendo que tengan que carecer de calidad literaria. Yo disfruté muchísimo leyendo Cárcel de amor, de Diego de San Pedro, novela sentimental muy dirigida a las lectoras de la época. Y si una Carmen Martín Gaite no tiene reparos en reconocer que de joven leía novela rosa, y lo que le impactó, y se relame recordándolo...

     Más allá de que soy un hombre ya de cuarenta y nueve años, profesor de Instituto (de Lengua), licenciado en Filología Hispánica y propenso a leer clásicos, de esos que le llaman más la atención un libro antiguo que uno moderno, más allá de eso, lo miro con la misma indiferencia que un niño jugando a cosas de niño miraba a una niña jugando a cosas de niña; lo asume: lo mío está aquí, lo de ella allí, no va a haber conexión entre He-Man y Barbie; mi Playmóbil del séptimo de caballería desconoce la existencia de la extrañísima raza de los Pinypón. Y las chicas click de mi época poco parecían chicas, esas pestañas exageradas y un vestido a lo Heidi y ya, y los chicos Pinypón o el Ken no eran más que meros complementos de las Pinypón o la Barbie. Eran una población minoritaria en cada universo y con las hechuras parecidas a las del otro sexo, ni mis G.I. Joe ni mis Airgambóis se iban a ir de parranda con ese Ken, ya te lo digo yo. Y, en fin, ya he reconocido a través del protagonista de mi novela (Amae pop blue, capítulo 32), que yo leía tebeos (Spider-Man, Mortadelo, Hazañas Bélicas, ...), luego los libros de Elige tu propia aventura (esos negros de Dragones y Mazmorras de Timun-Mas, tan para chicos, muchas veces escritos por mujeres), y de ahí del tirón a puros clásicos de la literatura, ¡quién lo diría!

     Pues por eso mismo no critico esos libros o, más bien, alabo a mis alumnas que los leen. Es su camino.

     Yo soy quien soy, tengo la edad que tengo y leo lo que leo. También es verdad que mis inicios lectores fueron raros en mi propia época, si me engancha con dieciséis años el Unamuno de Niebla y su teatro (Raquel encadenada, Fedra, La Esfinge, ...) y su Cristo de Velázquez. Ahora escribo una novela como la escribo, y me veo a veces sumergido entre determinadas corrientes que, seré sincero, me cansan algo, pero tampoco lo voy a criticar. No hablo ya de la excesiva avalancha de novela histórica, con más enjundia, sino más bien a, de nuevo, tochazos de fantasía y brujería muy manida (y a mí me encanta Tolkien, lo he dicho muchas veces, y no le hago ascos a la fantasía), me parece enlatada y lo más que me llama la atención de estas novelas que venden tanto son las que se extreman o autoparodian, con toques de humor realista muy hilarante tipo la serie True Blood; o esos mismos para público femenino, adolescente y no adolescente, y tantos otros de portadas brillantes y coloridas, aforismos ultramodernos y aparente profundidad o aparente frivolidad, ya depende. Yo no voy por ahí, al escribir no lo pretendía ni por asomo, mis intenciones y proceso han sido bien distintos. Pero esos géneros cerrados, con sus horizontes de expectativas narrativas y de construcción de personajes, esas sagas, esa mercadotecnia y márketing, con esos fans que, insaciables en la lectura y entusiastas en Tiktok, parecen los de Alejandro Sanz o Justin Bieber en su momento, son una marea imparable en las redes. Y me es imposible criticarlo: solo expreso que yo ni estoy ni quiero estar ahí. No puedo criticarlo porque la lectura es placer y esas personas se lo están pasando bomba leyendo esos libros. Igual es con la música: si emitiera yo, un apasionado del rock en la mayoría de sus variantes, mi opinión acerca de El Arrebato o Manuel Carrasco, sería mi opinión, y la argumentaría, pero es una tontería hacerlo, y ¿qué podría tener yo en contra de aquellos que disfrutan con esa música, si la están disfrutando y les hace sentir? Simplemente no la escucho porque no me interesa, y ya está, paso, como ellos pasan de mis cosas, como pasábamos cuando veíamos a las niñas jugar con la Nancy mientras nosotros hacíamos volar el Halcón Milenario y ellas pasaban. Está bien.


Lee. Lee, lee, lee, encuentra tu camino y ve disfrutándolo, refina tus gustos, diversifica intereses cuando llegue el momento. Ese es mi tip de hoy.


jueves, 19 de junio de 2025

IMAGEN DE MIS HIJAS, NO HACE TANTO, EN EL RETROVISOR DEL COCHE


El texto no es actual: es del momento que se describe (bueno, del momento después de bajar del coche). La imagen es de una alumna del IES Juan Ciudad Duarte, que me regaló, retrató a una de ellas según una breve descripción mía. En cuanto la identifique inserto aquí su nombre.


Tus preciosos movimientos estereotípicos, ¡qué lindos!, perpetúan en ti tu inocencia y la belleza de tu infancia. Algunos habrán dicho que se trataba de un problema a erradicar a golpes de terapia cognitiva-conductual, porque tal vez alguno se metió contigo en el colegio por ese motivo y se rio de ellos en el instituto. ¡Qué lejos de la verdad! Vas en el coche, escuchando mi música, la que oía yo en los noventa en mi primer año de Universidad. Miro por el retrovisor y te veo moviendo las manos arriba y abajo, porque estás disfrutando de esas canciones, sé que estás feliz en ese momento, tus gestos de suprema alegría, tan tuyos, los trajiste desde que naciste.

     Tu hermana también tiene. Cuando era muy pequeña, parecía un pajarito queriendo volar por primera vez, aleteando sus manos. Ahora lo que hace es golpearse los muslos por su parte delantera, sus peculiares aplausos, vuestras inequívocas manifestaciones de gozo.