lunes, 11 de agosto de 2014

Una reflexión sobre los otros escrita hace tiempo

 

GENTE, INDIVIDUO, PERSONA

                                     
Desde bien pequeño, tanto la gente como el individuo me han caído realmente mal; creo que esto condicionó mucho mi vida. Sin embargo, la persona (las personas) ha ejercido sobre mí una especial atracción e interés.

     Yo no odio a la gente. Pero ciertamente detesto lo que hace y es capaz de hacer; especialmente si considero cuáles son sus motivos, sus auténticas motivaciones. Ella es la que ejerce la presión social sobre cada persona, la que incrimina al que se sale de alguna norma (impuesta por uno o varios individuos, que manipulan a toda esa gente). Ella es ese monstruo terrible que va colocando etiquetas al otro, que lo clasifica y que lo estereotipa. Es la que ríe en el patíbulo, la que se conmueve ante mentiras melodramáticas, la que cree con fe ciega y dogmática, la que lincha, la que se deja arrastrar por modas y por tradiciones, sin cuestionarse jamás ¿Esta prenda va conmigo?, ¿Por qué me gusta esta música (o incluso: ¿qué sé yo de música?)?, ¿Realmente creo en Cristo?, ¿Por qué bailo, si no se me da bien y no me gusta nada?, ¿Por qué digo ?, ¿Por qué digo no?

Ella es la que sigue sin dudar al que se manifiesta sereno, apacible y con carácter, aunque por dentro arda en ascuas, propugne la injusticia o sea un mentecato. Y ella es la que huye del feo, del gordo, del calvo, del minusválido, del genio, del artista, del científico abnegado, del ratón de biblioteca, del pobre, del rico, del afectado, del de firmes convicciones (religiosas, políticas, ...), del íntegro; o sea, de todos; una tremenda conciencia colectiva que va por donde dicen y hace rico, poderoso, exitoso al individuo dominante.

     El individuo... A ese lo niego por lo contrario. Él impone, obtiene, se aprovecha, humilla, ataca, se siente algo. No es lo mismo un individuo que una persona. La diferencia entre uno y otra es el tipo de ego que manifiesta. El de la persona es auténtico, sincero, íntimo y a veces incluyente (y en general, es, al menos, no excluyente). El ego del individuo, por contra, está escondido, es camaleónico, apariencial, excluyente, muestra medias verdades y tiene siempre un fin, un objetivo a alcanzar, una misión relacionada con el provecho para sí mismo (más arrogancia, más vanidad, más sensación de piedad, más intención de ser imprescindible, ...).
     El individuo, o es líder, o es seguidor, como en las manadas de lobos. La persona es única, y tanto más lo es cuanto más se conoce. El individuo tiene carácter, fuerte o débil (en realidad, fuerte y débil, depende del momento y de la situación). La persona tiene... personalidad. El individuo es preso que quiere acorralarte y encarcelarte. La persona es libre, sea cual sea su circunstancia, aunque esté llena de conflictos.


     Todos somos individuos y personas a la vez, todos lo somos.


Texto e imágenes: José Alfonso Bolaños Luque
La reflexión que publico aquí es antigua. No puedo determinar cuándo la escribí, pero de seguro que han pasado sus buenos años. La he rescatado ahora porque me he topado con ella y me ha parecido en casi todo vigente.
    

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