lunes, 18 de agosto de 2014

Reflexión educativa desde la experiencia de la Jefatura de Estudios


DE DOCENTES, FACCIONES Y CHORRADAS VARIAS

Se “intuía”, de alumno, lo que luego como docente compruebo una y otra vez, aunque nadie habla de ello explícitamente. Existe una doble o triple guerra ideológica entre algunos docentes (¡qué lástima!) que impide, ella en sí, centrarnos en un trabajo positivo, constructivo. Hablo de los docentes de secundaria de Andalucía y Extremadura, entre los que me incluyo, y por extensión a los españoles.

                Cuando era alumno de aulas extremeñas y andaluzas me posicionaba muchas veces de parte del profesorado más que del alumnado. Un elemento que me gustaba, entusiasmaba y enriquecía eran las distintas visiones que de la educación y el mundo y sus realidades tenían mis profesores, quienes eran, de cierta manera, y unos más que otros, modelos para mí. A veces (sólo a veces) se les escapaba algún guiño religioso, político, o ideológico en cualquier otro sentido. Daba igual. Ya con 13 años, pocas posibilidades tenían de que nos movieran a cada uno de nuestras creencias en lo básico. Pulían, tallaban; nosotros seleccionábamos lo que pensábamos que nos convenía, igual que ahora. No los vehementes y encendidos, sino los amables y firmes, nos influían más. Eso fue y sigue siendo así.

                Ahora que soy docente compruebo con lástima cómo cierto malentendido y tergiversado corporativismo insano daña la salud de la educación española a nivel de secundaria. Un corporativismo dividido en microcorporativismos de docentes-filósofos que, por otro lado, ha sido incapaz de unirnos del todo para reclamar derechos: los nuestros, los de nuestros alumnos y los de la sociedad. Más bien han servido de armería para guerras imposibles de ganar, para el atrincheramiento absurdo e infructuoso.

                Dejando de lado a los ultratremendos, que claman en el fondo por una vuelta atrás anacrónica y muy centrada en dotarse de privilegios de unos docentes frente a otros y de dotarse de una autoridad que, por desgracia, no vamos a recuperar mientras esta sociedad no recupere determinados valores muy necesarios (es decir, por ejemplo, el respeto a la autoridad, el respeto a aquel que adquirió conocimiento y tiene cultura) y que, por otro lado, mal ejemplo nos dan con permanente y perentoria rebeldía amparada en generalizaciones y etiquetas (los pedagogos son los cocos; los inspectores, serviles; ningún político vale para nada; y exageraciones varias) y falta de asunción de que ellos mismos también tienen a autoridades por encima (Jefe de Estudios, Director, Inspector, …), bien, dejando de lado a estos, podemos decir que existen docentes que se inscriben en tendencias ideológicas internas por las que luchan sin atender bien al sencillo cometido de que somos docentes y podemos hacer de cada centro un lugar estimulante para el tipo de alumnado que tenemos, donde se adquieran conocimientos académicos y técnicos que los hagan mejores a nivel intelectual y profesional, y también, en cierta medida, valores que puedan ayudar a realizarse como personas. Y esto sabiendo que en el aula, de puertas adentro, tu individualidad, tu estilo de impartir clase, es un elemento enriquecedor para docente y alumnos.

                Este sencillo cometido muchas veces se olvida, y claustros y prácticas docentes pasan a ser símbolo de unas posturas que no nos van a llevar a nada. A nada. Y esto de ser símbolo, a lo que volveré luego, es peligroso. Yo, como padre, y por tanto máximo responsable de la educación integral de mis hijas, cada vez tengo más claro que, como a los médicos, debería tener derecho a elegir un Centro con Proyecto Educativo acorde con mis ideas (el Proyecto real, no el papel mojado), pues las cosas están así. ¿Por qué estar al albur de unos pocos que entienden así o asao la educación y se leen o no la legislación y votan esto o aquello a la limón?

                A esta sencillez en el trabajo constructivo se le suele cambiar por el simplismo de demonizaciones y escandaleras indignadas varias.

                El problema de todo esto son las guerras y los gestos, que pueden llegar a paralizar un Centro. Posturas, comentarios, votos, decisiones, acciones educativas en función de estos posicionamientos (es una simplificación exagerada, entiéndase). Alianzas luego muy extrañas para conseguir fines ideológicos o de comodidad personal (o de ejercicio de minipoder), y tiempo y esfuerzo por la borda, el suyo y el de los demás. Críticas y elogios interesados, no sinceros (es decir, no constructivos) y ver monstruitos donde no los hay. Valoraciones extrapoladas a propósito (si se expulsa o no a un alumno, si se compromete el Centro o no a un proyecto, …).

                Como muestra un botón. Basado en mi experiencia como Jefe de Estudios novato en un Centro con muchos frentes de este tipo abiertos, con Inspección Preferente y con la mitad del Claustro nueva;  basado, sobre todo, en las sensaciones que recuerdo, no en personas o acontecimientos concretos, les ofrezco una carta ficticia (o correo electrónico, tal vez) de un Jefe de Estudios a su Director. Ruego no se busquen paralelismos, no los hay: esta carta no está basada en hechos reales.

 

En Palos, a 30 de Febrero de 20 … …

Estimado compañero y Director:

 
Hoy acudiste a mi despacho pidiéndome un modelo de Parte Grave para la alumna María H. Me diste instrucciones para que gestione su expulsión; cosa que no hicimos justo en ese momento porque ya sabes que, entre la enormidad de documentación varia que hay, el constante tránsito de alumnos, padres, pero sobre todo docentes pidiendo, preguntando nonadas, queriendo meter las narices en lo que se cuece, en lugar de atender a lo que hay que atender, y también por mi natural lentitud, no dimos con ese Modelo de Parte. Te remito ahora uno. ¿Qué casilla hay que marcar? ¿Tú lo sabes? Es decir, ¿qué conducta tipificada como grave hay que marcar para el caso de María H.? ¡Yo no la encuentro! Dímelo, para que cumplamos el echarla unos días sin incurrir en la ilegalidad, no digo en la injusticia.

                El curso pasado existía una gran preocupación por el número de expulsados. Debatíamos, ¿recuerdas?, acerca de la eficacia de esta medida. En unos casos lo era; en otros, no. Todos manifestamos un particular empeño por articular todo tipo de medidas, y nos esforzamos mucho por desarrollarlas por escrito y hacerlas llegar a nuestros profesionales. ¿Ahora vamos a expulsar rápidamente a esta alumna, cuando parecía que debíamos dejar la expulsión como medida extrema, que lo es? ¿Y las medidas intermedias? Me resulta muy extraño todo …, ¡soy tan ingenuo! ¿A lo mejor hay que expulsarla para calmar la indignación de un compañero que has metido en ETCP y que es del pueblo y que, aunque recién llegado, está en todo y manejando ya muchas cosas? ¡Nooo …! No creo. Perdóname; a veces soy tan mal pensado … Ni tú ni yo expulsamos ni hacemos nada por ese motivo, por dar un correctivo, por tomar un cabeza de turco, por dar gusto personal a un profesional, que lo es ante todo. Bueno, pues ya me explicarás a qué viene tanta prisa ahora. A mí es que hay que explicármelo todo, ya ves.

                Me he preocupado en hacer averiguaciones (como siempre, como es mi obligación, como hacía el anterior Jefe de Estudios y el otro aún más anterior). El asunto no es tan grave, aunque está mal. La alumna es de temperamento caliente, ya lo sabemos, ya la conoces: se trabaja con ella desde que llegó al instituto en 1º y cada vez va a mejor gracias al esfuerzo de sus varios tutores, muchos docentes, nosotros mismos, y desde luego la medida que propones no me parece efectiva (lo es mucho más la que seguimos llevando a cabo: ¡los resultados se ven!).

                Entiendo al compañero, no creas. Ha vivido un episodio frustrante al producirse una discusión profesor-alumna. Yo he vivido muchos de esos porque soy de temperamento “caliente”, y debo decirte que la alumna no tiene excusa, pero tampoco me parece muy adecuada la actitud del compañero cuando ve que la chica se altera. Así que no estoy de acuerdo con la expulsión. Precisamente hoy elogiabais a una compañera que es muy agradable con el alumnado. Pues eso: psicología, mano izquierda, buen trato al alumno, sea el que sea. Con la chica teníamos ya un acuerdo: tú y yo con ella, no es la primera vez que da problemas. ¡Todos lo sabemos! Al menos, los que hasta el curso pasado estábamos aquí. Y yo voy a cumplir con mi palabra. En este caso me puede más ella y su madre que la herida en el orgullo profesional que se ha producido en nuestro compañero, que lo ha sobredimensionado todo o bien ha debido estar en centros educativos celestiales con anterioridad a este.

                De otra parte, aquí hay personas que se sienten con mucha libertad para venir a decir cada dos por tres las medidas que hay que aplicar en la convivencia con el alumnado. Si una conducta es de carácter grave, y en tanto no se llegue a Comisión de Convivencia, lo decide Jefatura o el Equipo Directivo, o realmente TÚ, que eres el Director, y tendremos que ser coherentes con nuestro RRI y la política de convivencia que se quiera instaurar en el Centro y que será parte de su carácter e idiosincrasia. ¿Tenemos clara esa política? Los compromisos conductuales y el Aula de Convivencia están ahí antes de llegar a la expulsión directa.

                Sé que estarás de acuerdo conmigo; las presiones aquí son tremendas. Parece mentira que los palos gratuitos nos estén viniendo por parte de los compañeros. Debería ser obligatorio, como era la mili, que todos los docentes sean Jefes de Estudios en algún momento: cambiarían muchas cosas. Es una lástima, espero que los que claman por la desaparición del Programa de Diversificación no tengan hijos que acaben por solicitarlo o necesiten ellos mismos esas horas para completar su horario (¡qué insolidaridad!). Como espero que ninguno de mis compañeros, ni siquiera los que reniegan de ello, tengan hijos NEE y necesiten el Aula de Apoyo. Jamás pensé que esto era así. Es como casarse: hasta que no convives con la que hasta entonces era tu novia, no te coscas. ¡Y yo que me he metido a Jefe de Estudios por echar una mano! No pasa de este año. De repente, mis propios compañeros piensan que de un día para otro controlo la legislación hasta en su último artículo. ¡Como me han nombrado Jefe de Estudios …! Muchos, pero muchos, dicen de boquilla que se van a plantar ante los Inspectores cuando vengan. No lo he visto aún, ¡y mira que han venido! Calladitos y rabito entre las piernas; ¡pero luego me dan a mí! ¡Bravuconadas no, gracias! Nos tomábamos café juntos hasta hace poco. ¡Oye, pero tengo que ejercer ahora una responsabilidad! ¡Ahora firmo papeles! La Inspección preferente la hacen al Centro, ¡a todos!, no es culpa mía ni un mero problema mío. Yo estoy cargadísimo de todo tipo de trabajo: en el Instituto no avanzo nada, porque hasta el más mínimo problemilla en el aula, o administrativo, parece ser que sólo se puede resolver con INTERVENCIÓN DE JEFATURA. Así que, el tremendo papeleo para casa. ¡Y yo con mujer y dos niñas pequeñas! Hasta me cuesta ir al súper. No creo que aguante esto más. Perdona que me desahogue, es que me creía lo que me contaban mis compis cuando éramos compis. Y los que están dale que dale, créeme, quieren ejercer poder sin asumir responsabilidades. No serán Jefes de Estudio jamás; están muy bien ahí, haciendo y deshaciendo pensando que un Centro Público es suyo, y enrabietándose a la más mínima contrariedad personal. Aunque les guste presumir de profesionales.

                En definitiva, ni el mero comentario de unos alumnos o rumor en el pueblo parecen suficientes para llamar la atención a un docente, ni tampoco el hecho de que un docente venga frustrado (¡¡iiiiindignaaaado!!) vale para mandar a casa a un alumno. Jobar, si yo me pusiera así en cada episodio de estos… Así que, hice lo que tengo que hacer: hablé con todos (docente, niña, compañeros de la niña, y madre), busqué en el RRI, le eché una buena bronca, observé que la expulsión era agravar el problema, cerramos un contrato de convivencia Jefe de Estudios, alumna y madre y se pusieron medidas educativas de control. No te preocupes, si esta chica vuelve a repetir un episodio así, la expulsaré, ella lo sabe, y  no se montará un pollo porque madre y alumna han acordado eso conmigo. Y si no lo monta, es que lo he hecho bien.

                Ahora, el Claustro me va a crujir por esto, porque poco le va a importar si da o no resultado, si la chica realmente ha hecho eso o no, ... Cuando me insultaban a mí y a mi madre a voces desde el aula de los castigaditos no pasaba nada, pero por esto me darán hasta el corvejón. Eso ya lo sé. Aquí se exageran demasiadas cosas por algún motivo que se me escapa (o que no se me escapa). Qué lastimita.

                Sin más, un cordial saludo, amigo.

 

 Texto: José Alfonso Bolaños Luque

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario