jueves, 7 de agosto de 2025

DIVERSAS LECTURAS SOBRE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

 



Me vais a perdonar que no traiga libros de mucha actualidad, algo que podría hacer. Y, sobre todo, os ruego perdón y comprensión por traer las más veces a mis reseñas obras leídas del pasado o cuentas pendientes. No es cuestión de explicar aquí el porqué, que además tampoco sabría hacerlo bien, pero es como si el 2017 me hubiese metido en un hoyo y ahora estuviera empezando a abrir un poco los ojos. Y es verdad que Amae pop blue me ha ayudado mucho a canalizar, a reencauzar, a exorcizar y a  interpretar, la parte terapéutica que se menciona en sus preliminares, pero la realidad es mucho más profunda. Volver a estos libros, y a determinadas ilusiones, es parte de mi despertar reciente pero a un tiempo peligrosa en lo emocional: me traen buenos recuerdos que me hacen llorar.

     Yo tuve mi buena época de obsesionarme por un tema y machacarlo. La Gran Guerra, o Primera Guerra Mundial, fue uno de ellos. Aparte de documentales en YouTube, algunos muy buenos, como, por ejemplo, La Primera Guerra Mundial a Color, me hice de algunos libros. Tanto esos documentales como muchas obras historiográficas, como La batalla del Somme, de Martin Gilbert (Ariel; Barcelona, 2009) adolecen del sesgo de estar demasiado inclinados hacia la visión franco-británica del conflicto, especialmente británica. Así que en esos reportajes se van a ver más imágenes de franceses y británicos que de alemanes, rusos, turcos o austriacos. Aparte de que sí, cierto interés patriótico se ve ahí, sutil, pero a veces se deja ver. No sé qué nos extraña de que aún a día de hoy no se pueda hablar bien en España de la Guerra Civil, que todavía escueza: una guerra es terrible, deja marca; una guerra es una guerra. Así que estuvo muy bien que la obra con la que me inicié en este tema fuera el Atlas Ilustrado de la Primera Guerra Mundial (Susaeta; Madrid, extrañamente sin referencia al año de edición), pues sus autoras, Antonella Astorri y Patrizia Salvadori, son italianas. Y aunque Italia también fue un país beligerante en la Gran Guerra, no fue tan protagonista y acabó rebotado con el resto de ganadores, así que sí, nos ofrece una visión un tanto más equilibrada del conflicto. Este atlas ilustrado me encantó, es muy recomendable.

     Tampoco es que me llegara de súbito ese interés. Uno de los primeros libros que me leí, muy joven, fue Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque, yo iba aún al Instituto... como alumno. Y, claro, me impactó. Y aún antes, de niño, sin ser capaz de contextualizarlo históricamente (así era yo de pequeño), la película Gallipoli, donde sale Mel Gibson. ¿Por qué la vi? Porque solo había dos canales de televisión cuando yo era niño: la echaron, yo la vi, y desde entonces los adagio me conmueven. De verdad, es automático: empieza el violín y me echo a llorar, me conmueven. Pues esa peli tiene la culpa.

     Me hice también con dos novelas. La canción del cielo, de Sebastian Faulks (Círculo de Lectores/Seix Barrall; Barcelona, 2009) y El sonámbulo de Verdún, de Eva Díaz Pérez (Destino; Barcelona, 2011). No me leí ninguna, aunque las empecé, por exceso de lecturas. Como no se puede todo, me quedo de momento con la de Eva Díaz, que además fui a su presentación en Bollullos de la Mitación y la tengo dedicada a mi ex mujer, fue un regalo mío por su cumpleaños, a ella le gusta mucho esta autora. Se lo tengo que devolver, pero ella me perdonará si antes me lo leo. 

     La joya de la corona, que tampoco me leí entera porque esta no es solo de leer, hay que escuchar también, es Lili Marleen. Canción de amor y muerte, de Rosa Sala Rose (Global Rythm Press; Barcelona, 2008), que trae un CD: Lili Marleen en todos los frentes. Me da la impresión (y sé) que este es el más literario y el más todo, aunque no sea una obra literaria. Pero el texto que investiga, un poema hecho canción, un poema alemán de la Primera Guerra que luego se canta y pasa a la Segunda, y que escuchan todos, y esperanzan a todos, y conmueven a todos, los de un bando y los del otro, es ya para mí el summum de lo poético y artístico que trasciende. Esta sí será otra de mis lecturas de verano. 

domingo, 3 de agosto de 2025

MI TRAYECTORIA POÉTICA HASTA HOY



Se me llena la boca de decir que me considero fundamentalmente poeta y, sin embargo, reaparezco como escritor con una obra narrativa extensa, Amae pop blue, tan extensa que es necesario dividirla en tres volúmenes. Vuelvo a publicar después de veinticinco años y lo hago con una novela (Amae pop blue, Volumen I; Libros Indie; Sevilla, noviembre de 2024) que, por supuesto, mantiene el tono lírico en muchos episodios e incluso capítulos enteros (especialmente el capítulo 100, muy diferente y muy aparte del resto de la obra). Además, a modo de la novela pastoril un tanto y, sobre todo, a modo de La novela de Genji, y de tantas y tantas obras de la literatura universal, no precisamente modernas, esta novela inserta poemas aquí y allá, especialmente en su Primera Parte. Algunos están escritos ex profeso, pero en general son poemas redactados con independencia de la novela, que han entrado en ella del mismo modo que muchos de sus fragmentos, como material de construcción. No están ahí a la limón, según me vinieron a la mano, tienen su intención clara y han pasado ciertos filtros, aunque, siendo honesto, no quise ponerlo todo ahí, echar el resto con los poemas, son pequeñas gemas que engarzan bien con el texto narrativo, no he sacado las que considero de más valor del cofre de las joyas.

     Escribo desde muy jovencito. Fundamentalmente, me he pasado la vida escribiendo reflexiones, poemas y breves textos narrativos, generalmente fragmentarios o de inicio de texto. La poesía ha sido, desde siempre, mi mejor medio de expresión. En 1997 publico Extramuros, mi primer poemario; en 1999 el segundo, ¡Ah! Novela lírica, que no es una novela lírica propiamente dicha, sino más bien un segundo poemario con una estructura que sostiene a dos narradores en diálogo poético. Ambas obras fueron editadas por PubliSHER Editorial, de Navalmoral de la Mata (Cáceres). Para mí son muy especiales, fueron la cristalización de un sueño de un joven de veintipocos años. En ese momento ya estaba empezando a tomar cierta velocidad de crucero y me estaba percibiendo con estilo propio y una trayectoria de evolución en desarrollo, y aparecieron más poemas míos en una obra colectiva de la Editorial Jamais, de Sevilla, para mí mucho mejores que los de mis obras publicadas hasta entonces. Mal editadas: al no llevar título, aparecen mis varios poemas ahí como si fueran uno solo, enorme y monstruoso, una amalgama confusa. Al poco, esa editorial cerró, con polémica, lo dejo ahí.

     Pues parecerá paradójico, pero a partir de aquí es cuando soy más fértil en lo creativo. Con demasiadas expectativas en los concursos de poesía y poca capacidad de márketing, de darme a conocer, todos esos años desde los veintimuchos hasta los cuarenta y pocos son un hervidero de creación poética en mí. De la enorme cantidad de textos desde 2003 hasta 2018, extraigo un corpus personal de los que considero poemas bien hechos, a los que denomino ahoganzas. Esos poemas son mis Ahoganzas, una denominación general que engloba a varios trabajos y que trata de definir su tono general que, bien es el melancólico ahogo en la añoranza (del pasado y del propio presente que se sabe fugaz), bien una visión del mundo que supone cierto ahogo en lo irremediable o ahogadillas de irrealidad o de realidad cruda. Al tratar de sistematizar mis poemas, muchísimos, generalmente con el fin de presentarlos a concurso, pronto descubrí que había dos tipos de ahoganzas. Unas eran ahoganzas blancas, enfocadas en la conexión y el diálogo mudo con la naturaleza, lo cotidiano y la ternura de lo entrañable; sin excluir el dolor, el pesar o la incertidumbre, mantienen un tono de reposo, de pausa, de contención y agradecimiento. Otras, sin embargo, eran ahoganzas negras, desesperanzadas a veces, viscerales hasta cierto punto, reivindicativas algo, impactantes, directas. Acabo de encontrar la imagen para cada tipo: entrañas y vísceras, sinónimos denotativos, antónimos connotativos. Eso es: las ahoganzas blancas me salieron de las entrañas y las negras de las vísceras.

      Las blancas acabaron por definir La hora de las libélulas. Esta es ya la obra cerrada y depurada. En un intento artístico de fusión de artes, Rocío Rodríguez le hizo un dibujo a cada poesía. Y teníamos en mente más proyectos: el inverso, es decir, hacer textos yo a sus dibujos, y darle caña a las ahoganzas negras igual que habíamos hecho con La hora de las libélulas. Y todo eso mientras yo ya escribía poemas que no eran ahoganzas y en plena y fuerte crisis personal y vital. En mente teníamos un libreto artesanal. Con el tiempo, a Rocío esos dibujos le parecieron inmaduros y muy mejorables, me los regaló y empezó de nuevo a ilustrarme las ahoganzas blancas. Este proyecto, de momento, está parado. Así que, como dispongo de sus primeras ilustraciones, voy a ir dando a conocer La hora de las libélulas, poema a poema, junto con su dibujo original, en Instagram y Facebook, poco a poco, porque acabo de explotar en mi expresividad creativa y sé que necesito hacerlo. De todos modos, esos poemas están en Wattpad. Espero que el proyecto lo podamos retomar y ver esta obra publicada y con las ilustraciones que Rocío considera mejores. Las de ahora, ella que diga lo que quiera, a mí me encantan, tampoco quiero que caigan en el olvido. Por eso también me animo a publicar en redes.

     2018 supone un verdadero hiato en mi vida, que me ha cambiado completamente. Pero no te pienses que por estar recibiendo una hostia tras otra durante seis largos años, hasta entender de verdad el significado de resiliencia y de paciencia, yo he dejado de escribir. La escritura creativa es parte indisociable de mi vida. Solamente que mis poemas a partir de ese año ya no son ahoganzas. Aún los tengo que agrupar, vuelven a ser muchos, los de 2018 hasta ahora. Pero algún trabajito independiente ha salido ya, a la espera de su depuración y sistematización más tranquila. Se llama ese trabajo Lento vaivén, y son poemas muy próximos en el tiempo y de un mismo tono. Publiqué hace poco en Instagram y Facebook el primero de ellos, el de los horizontes fumados. Cronológicamente cercanos, en mi conciencia ya están muy lejos y perdidos en el tiempo psicológico. Desde hace tres años, todo se me volcó en Amae pop blue y, extrañamente, la escritura de poesía ha estado en fase de letargo, alguna que otra muy esporádica en este último trienio. Simultanearé las de Lento vaivén con las de La hora de las libélulas en  mis publicaciones en redes, por dos motivos básicos, muy humanos: porque ahora estoy encontrando en las redes sociales un medio de expresión que me colma bastante, y también por cierta reivindicación personal, de manifestar al fin quien soy y de animarme a moverlas en proyectos más serios a futuro cercano.

viernes, 1 de agosto de 2025

HABLARÉ HOY DE SEXO: "ANATOMÍA DEL PLACER FEMENINO", DE SHERI WINSTON.




Excitante e incómodo al mismo tiempo, hablar de sexo suele ser hablar de paradojas. En una sociedad que algunos califican de hipersexualizada, donde el llamado "contenido para adultos" se ve como más propio de adolescentes y en cierto modo "poco adulto", esta parte tan importante de nuestra identidad y desarrollo sigue siendo un terreno inhóspito aún para muchos de nosotros. Por eso, y porque ya tocaba con tanta promoción de mi novela Amae pop blue (Volumen I), con tantos episodios encendidos y eróticamente explícitos, con sus paradojas también, quiero hoy reseñar un libro del que aprendí muchísimo y me parece maravilloso: Anatomía del placer femenino. Mapas secretos para aflorar placeres ocultos, de Sheri Winston (Neo Person; Madrid, 2020). Y lo voy a hacer tranquilo, sin ansiedad por terminar, y con una introducción, unos preliminares, que siento que debo expresar previamente, sin ninguna intención moralizante. No porque no vea importante la moral, también en este asunto, sino porque detesto la moralización, esa moralidad empaquetada que se cree una fórmula mágica inamovible que nos vale a todos. Quiero ser lo más descriptivo y honesto posible, eso es todo.

     Como profesor de Secundaria, en la brega con adolescentes, desde los doce a los dieciocho años, no es infrecuente que en algún momento algún pipiolo se me acerque y trate de hablar de este tema, del temita. Casi nunca viene con intenciones claras, por lo general me está tentando a ver si puede sacar la parte socarrona que desea sacar, de un tamaño mayor que su propio cuerpo, con sonrisitas cómplices en el ambiente. Como sé que evitar el tema es lo más cómodo para mí pero tal vez lo menos adecuado, y porque, soy sincero, yo también me quiero reír y darle la vuelta al calcetín, lo primero que respondo es que eso debe hablarlo con sus padres. Se le cambia la cara, es de incredulidad, esa es la cara que quiero para reírme yo: ¡por supuesto que no! Y yo lo entiendo. Soy educador, se supone que debería fomentar eso, que se hable en casa de ese tema, pero ¿qué queréis que os diga? Eso es muy poco realista, eso no va a pasar. Ni ellos quieren ni tampoco sus padres, no todos, y si lo hacen será eso de que entra por un oído y por el otro sale. ¿No he dicho que son todo paradojas? ¿Qué padre soporta la imagen de su hijo en el tema, y qué hijo es capaz de imaginarse a sus padres en el acto? ¡Por favor! Ya el curso pasado escuché a una alumna que pensaba que a partir de cierta edad, la de sus padres (o sea, la mía), eso no deberían hacerlo, el tema adulto les parece más suyo que nuestro. Entonces, a veces, y para cerrar el tema sin mentir, suelo decirles en serio algo que no entienden y por supuesto no se van a tomar en serio, tan acostumbrados a que se frivolice con él: que el sexo es de lo más placentero y traumático que hay en la vida, y es un tema muy importante y delicado que no deben tomárselo a broma. Esa paradoja, eso de que es de lo más placentero y traumático, no consiguen entenderla y, con suerte, se acabó la conversación y volvemos a medir versos o analizar oraciones.

     

      No voy a ejercer ninguna clase de crítica acerca de esas jornadas en el aula sobre educación afectivo-sexual, entre otros motivos porque no he estado presente prácticamente en ninguna. Sé, eso sí, que se les da mucha información y que sus oídos no van a escucharlo todo. No sé si se trata la parte afectiva, tengo la impresión de que no, y que la sexual está muy orientada a evitar ETS y embarazos no deseados. Como seguramente la información realmente nueva y relevante no la han escuchado, se quedan con lo que quieren y suelen comentar que no han aprendido nada nuevo. Hacer globos con condones ya no es divertido, de verdad. 

     Ya sé que estás convencido de que no, pero, papi, mami, te lo voy a decir muy claro: tu hijito, tu hijita, sabe mucho más de lo que piensas que sabe, te lo garantizo al 90%. Y vienen ya así del cole. Su sociedad no es la nuestra. Entienden perfectamente la letra de esa música que les encanta. Para alivio de todos, aun sabiendo, la mayoría lo procesa muy bien: forma parte de una especie de ambiente narrativo en el que están sumergidos y no se dejan ahogar. Su comportamiento y expectativas no creas que difieren tanto de las que teníamos nosotros con su edad, aunque quieran alardear a veces, eso sí, de lo que seguramente nosotros de adolescentes no sabíamos, o incluso algunos de adultos. Los chicos que no están en esa línea reguetonera suelen cerrar sus oídos a según qué conversaciones y opiniones, saben hacerlo, ese ruido de fondo les acompaña desde muy pequeños y saben manejarlo. Has sido buen padre, buena madre: tu educación y, sobre todo, tu ejemplo, les sigue protegiendo. Pero sé consciente, que no hay más ciego que el que no quiere ver.

     Por qué en Amae pop blue hay tanto sexo, de modo que algunos pasajes son muy explícitos y es un tema en primera línea en la novela, no es el asunto de hoy, requiere su propia entrada de blog. Es una novela de gran carga erótica sin ser una novela erótica propiamente dicha. Si contesto rápido, diría que porque es un tema importante. En su base bibliográfica, destacan tres obras sobre sexualidad, pero la que resalto hoy, Anatomía del placer femenino, de Sheri Winston, la veo crucial. Básicamente porque yo soy hombre y ese libro está escrito por una mujer y para mujeres. Lo cual, como creador, me dota de muchos recursos para describir y desarrollar la visión y experiencia femeninas del sexo. 

     En general, olvidándonos ya de mi novela, es un libro revelador. Está enfocado en las lectoras, heterosexuales o lesbianas, que desean descubrir, explorar, desarrollar y potenciar su sexualidad, con una ruta muy marcada que abre vías a la indagación personal y con frases muy poderosas, traer aquí todas las que me llamaron la atención sería extensísimo. Solo dejo esta perla: Cada uno es responsable de sus propios orgasmos. También se invita a los hombres a su lectura. Yo lo hice, me lo leí al completo, y de verdad que merece la pena si eres un hombre heterosexual. Particularmente, si eres hombre, te lo recomiendo, léetelo entero y con tranquilidad. De todas formas, su autora, en previsión de la impaciencia típica masculina, dedica el último capítulo a los hombres, aparte de ir dispersando por toda la obra algunos tips dirigidos a nosotros.

     El libro se divide en tres secciones, de cuatro capítulos cada una. La primera sección se llama Mapas, modelos y errores. Aquí se desarrolla lo que ella considera importante acerca de la confusión cultural sobre el sexo, de una sociedad que, de una parte, reprime, y de otra, fomenta, casi siempre con intención comercial. Paradojas, sí, ya lo dije. Es un intento por naturalizar un tema que debería ser más natural, dignificándolo a un tiempo, con pretensión  de que se reflexione, se abra la mente y una esté dispuesta a incrementar el verdadero disfrute de aquello que tiene su hardware (impulso, hormonas) y su software (aprendizaje: se puede aprender, siempre). Como filólogo y escritor, me resultó muy esclarecedora la parte que dedica al lenguaje, su reivindicación, en fin, pues no disponemos de un lenguaje digno y a la altura: o es soez, o es infantil y plagado de eufemismos, o es científico y médico.

       La segunda sección es para tomar apuntes. Se titula Viaje a los orígenes del mundo y desarrolla poco a poco la anatomía sexual femenina. Dirigido a mujeres, como dijimos, va explicando todo lo que una mujer tiene anatómica y fisiológicamente al respecto, que seguramente ni ella misma conoce en toda su plenitud. Sus puntos, y más allá. Ellas tienen bastantes puntos, sí. Es una sección crucial que justifica el título del libro. Ya en el primer capítulo del libro lo advertía. Parafraseo: "Si nosotras mismas desconocemos lo que tenemos ahí, cómo esperar que un hombre, que no lo tiene, lo sepa".

     La tercera parte es ya el cinturón negro, con lo asimilado de las dos secciones anteriores: Alcanzando el virtuosismo erótico. Tres capítulos que ni te explico de qué van, para que uses tu imaginación y trates de hacerte con esta obra, y el último, como he dicho, para nosotros los hombres, con el título explícito (a ver, es para hombres ese capítulo) de Instrucciones fáciles sobre ellas para ponérselo fácil a ellos.


     En definitiva, altamente recomendable.