domingo, 30 de marzo de 2014

Reseñas de Lecturas: "Crónica de una muerte anunciada" y "1984"

 1984 de George Orwell y Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez

 

He estado hasta hace bien poco simultaneando dos lecturas: Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez, la última de las lecturas obligatorias de 2º de Bachillerato, y 1984, de George Orwell.

                    

     Con respecto a Crónica de una muerte anunciada, que fue la primera de las dos que empecé y la última que acabé, me pasa lo de siempre con Gabriel García Márquez. Se trata de una obra maestra, cuyos centros de atención son la exuberancia (de personajes, de sucesos, de anécdotas narradas, ...) y el lenguaje mismo (las tramas cruzadas, el vocabulario, las expresiones, ...); en este caso concreto de Crónica de una muerte anunciada, el desenlace lo impregna todo de principio a fin, e incluso el camino que recompone el rompecabezas no es tan importante como la forma de narrar. No obstante, debo decir con sinceridad que a mí no me ha enganchado; el realismo mágico no me llega como lector. Cuestión de gustos, imagino. Los pasos perdidos, de Carpentier, no me gustó nada; y de García Márquez me gustan especialmente los cuentos, pero Crónica de una muerte anunciada no es un libro que me haya hecho disfrutar más que, por ejemplo, y sin querer comparar, Un viejo que leía novelas de amor, y Cien años de soledad decidí dejar de leerlo más o menos a la mitad para no decepcionarme con él, y estoy dejando mucho tiempo, años, para decidirme a leerlo desde el principio en una mejor ocasión. Sé que García Márquez es un maestro de la narrativa en español, pero tal vez mis gustos literarios (Cervantes, Borges, Unamuno, ...) no están en sintonía con él, aunque siempre me he considerado muy versátil como lector, quiero decir, soy capaz de disfrutar con clásicos de todas las épocas y géneros.

     Destaco esta frase:
 
..., y no reconoció otra autoridad que la suya ni más servidumbre que la de su obsesión.
 
    

     Orwell sí ha conseguido engancharme, desde luego. Ya me gustó su personalidad, con la que he conseguido identificarme en algunos aspectos, en especial el hecho de que, aunque se trata de un hombre comprometido con sus ideales (en este caso, políticos) no se deja llevar por el dogmatismo, sino que aplica criterio y sentido común a la realidad y a su propia ideología. De ahí que, tanto los de izquierdas como los de derechas, puedan llegar a rechazarlo o atribuírselo como de los suyos. Y no se trata de eso, claro. En ese sentido, en cierto modo, tiene paralelismos con Unamuno. En definitiva, me parece que fue un hombre que primero fue hombre por encima de otros criterios y, a partir de ahí, pudo sostener tesis políticas y sociales sin dejarse arrastrar por axiomas cerrados que pretenden imponerse al individuo y su libertad.
      1984 es uno de esos libros que se mencionan junto a otros de similar cariz ético y social: Un mundo feliz, de Aldous Huxley, por ejemplo, que me hicieron leer en Ética de 3º de BUP, o Rebelión en la granja, del mismo Orwell; incluso puede ir acompañando al Diario de Ana Frank, si bien esta obra es personal y basada en vivencias reales en un terrible contexto real, mientras que las otras mencionadas son de carácter futurista y alegórico, tal vez profético. De hecho, yo he conseguido vincular 1984 a Los girasoles ciegos, en el Comentario Crítico de un fragmento de este, aprovechando que la novela de Orwell fue obligatoria para mis alumnos en Filosofía y Ciudadanía de 1º de Bachillerato el curso pasado. Tanto una como otra tienen película, por cierto.
   
      1984 es ese tipo de libros que te tiene interesado en su lectura pero que sabes que el final no te va a gustar, no porque no estés conforme con él, sino porque el final es lo de menos y porque en el fondo te gustaría que no acabase. La desesperanza para el individuo es, creo, su eje central, pero a pesar de su tono negativo (o tal vez por ello), esta lectura te hacer reflexionar sobre el valor de la libertad y de la vida humana, entre otros temas.  

      Voy a resaltar algunos fragmentos. El primero, relacionado con esto que acabo de mencionar del valor del ser humano:
 
Bien comprendía Winston que estas cosas no podían suceder ahora. Lo que había era miedo, odio y dolor físico, pero no emociones dignas ni penas profundas y complejas. Todo eso lo había visto, soñando, en los ojos de su madre y su hermanita, que lo miraban a él a través de las aguas verdeoscuras, a una inmensa profundidad y sin dejar de hundirse.
 
El siguiente, que se aplica en el libro a un régimen totalitario que desea controlarlo todo y pretende guiar pensamientos y comportamientos a través de la propaganda constante, me recuerda, no obstante, a la sociedad en la que vivo yo. Es democrática y libre, pero libre en potencia. Si no aprovechamos esa libertad para tener criterio y aprender el arte de pensar, nos puede pasar un tanto lo mismo, si cambiamos Partido por consumismo, intereses económicos o incluso ideológicos (la religión de los VIPs y superpoderosos de hoy, la New Age que cree vincularse a la ciencia y a la filosofía zen, de la que dimanan migajas a los de aquí abajo, que creen no tener creencias religiosas y filosóficas, y llevan el relativismo a aquello que les va pareciendo, casi sin pensar):
 
Todas las creencias, costumbres, aficiones, emociones y actitudes mentales que caracterizan a nuestro tiempo sirven para sostener la mística del Partido y evitar que la naturaleza de la sociedad actual sea percibida por la masa.
 
     Las demás las he seleccionado porque, descontextualizadas, se relacionan con mis últimas vivencias y pensamientos. Por ejemplo, esta frase espero que me pase en breve:
 
... había dejado de ser para él un penoso recuerdo, convirtiéndose en un recuerdo molesto.
 
 Y este fragmento me gusta porque lo puedo relacionar con el trabajo de mucha gente, y en cierto modo con las actuales presiones en Educación. De hecho, ya he comentado que muchas ideas en Educación que están llegando ahora me encantan si se hicieran bien, pero por desgracia no se quiere hacer en serio y casi siempre queda en el papel, el informecito que tanto tiempo quita. Y la sensación de que le están dando vueltas a algo que en parte ya existía y la están renombrando, y en parte que harán al final lo que han deshecho, esa sensación es desagradable, la verdad:

En aquel despacho se dedicaban a redactar algo que llamaban el informe provisional, pero Winston nunca había llegado a enterarse de qué tenían que informar. Tenía alguna relación con la cuestión de si las comas deben ser colocadas dentro o fuera de las comillas. Había otros cuatro en el subcomité, todos en situación semejante a la de Winston. Algunos días se marchaban apenas se habían reunido después de reconocer sinceramente que no había nada que hacer. Pero otros días se ponían a trabajar casi con encarnizamiento haciendo grandes alardes del aprovechamiento del tiempo redactando largos informes que nunca terminaban. En esas ocasiones discutían sobre cuál era el asunto sobre cuya discusión se les había encargado y esto les llevaba a complicadas argumentaciones y sutiles distingos con interminables digresiones, peleas, amenazas e incluso recurrían a las autoridades superiores. Pero de pronto parecía retirárseles la vida y se quedaban inmóviles en torno a la mesa mirándose unos a otros con ojos apagados como fantasmas que se esfuman con el canto del gallo.
            

Texto: José Alfonso Bolaños Luque
Imágenes: http://photopin.com

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