EL NAM Y EL AMÉN
ADVERTENCIA: Para el que no se haya acercado antes a este blog y recale en este artículo, he de decirle que no soy un experto en absoluto en Sumerología. Soy un modesto profesor de Lengua Castellana y Literatura en un Instituto de Secundaria, que de vez cuando, y muy lentamente, se acerca a la Historia y Gramática Sumerias sin ninguna pretensión. Este es mi blog personal, y vierto en él reflexiones y opiniones, no siempre científicas y casi siempre con dudas y haciendo preguntas, más que contestándolas.
¿Cuántos años llevo ya con la Gramática de la Lengua Sumeria de Rafael Jiménez Zamudio, sin llegar al verbo aún? Aun con todo, o tal vez por la lentitud con la que transito por sus páginas, a veces me advienen determinadas ideas que proyecto en reflexiones como esta.
En relación con los sustantivos prefijados, encontramos, por ejemplo, que nig̃2, palabra que significa 'algo', se usa de prefijo para formar sustantivos concretos, especialmente aplicados a verbos, aunque también a otros sustantivos. Por ejemplo, si ba es 'dar', nig̃2 -bar es 'regalo', y si gu7 es 'comer', nig̃2-gu7 es 'alimento'.
El caso contrario lo encontramos en nam. Bueno, nam es ya de por sí un sustantivo abstracto, que significa 'destino', pero un destino invariable, irrefutable, imposible de cambiar. Este sustantivo abstracto es el que se usa para formar otros sustantivos abstractos. Podemos comprenderlo semánticamente en el siguiente sentido. Si dam es 'cónyuge', entonces el "destino" de un cónyuge, lo que le es propio, es el 'estado marital', el nam-dam. El estado propio de un rey (lugal), su destino en el que se halla, es la 'realeza' (nam-lugal). También se aplica a adjetivos: lo propio de la cualidad de 'excelso' (mah) es la 'excelsitud' (nam-mah); y a verbos: el estado que nos proporciona 'vivir' (ti.l) es la 'vida' (nam-ti.l). Así visto, el "destino", el nam imposible de cambiar, no parece un final al que nos lleva el hado, como lo concebimos nosotros (en frases como "Fracasó: era su destino"), sino más bien tiene un sentido de presente constante, de lo que es propio. Así, el "destino" de una lombriz, su nam, es "vivir bajo tierra y ser ciega", por ejemplo, y este destino no es su final, es lo que es. El destino de un dios (dingir), por tanto, es la divinidad (nam-dingir), y eso es así siempre.
Frente al nam, el destino imposible de cambiar, encontramos el nam-tar, que es el destino que nuestros actos pueden modificar. Curiosamente, tar es un verbo que significa 'cortar'. Es un poco como si pudiéramos cortar la trayectoria del nam; es decir, podemos salirle un poco al paso. Es el destino cortado, es el hado, y este concepto sí se parece un poco más a nuestro "destino", algo más cercano a una tendencia natural contra la que se puede luchar, o un final reservado para los que actúan de una forma u otra: es la ruta que le marcamos a nuestro destino según nuestros actos y decisiones.
Por otro lado, para algunos autores nam procede de *na-i-me ('es así'), que recuerda bastante en pronunciación, pero totalmente en su significado, al "amén" hebreo. Esta última afirmación la vierto, en lo que hace a la pronunciación, sabiendo que hago etimología popular, por lo que dejo como curiosidad la coincidencia de consonantes. Pero creo que me acerco algo en la semántica. Amén es palabra difícil de traducir, generalmente se hace en subjuntivo, "así sea", casi como la expresión de un deseo, lo cual lo justifica como cierre de peticiones a Dios. Pero más bien parece que debería traducirse en infinitivo, "así es", por eso Cristo es el "amén". Significa "sí", en realidad, es una forma de aprobación.
En ningún caso, repito, estoy vinculando etimológicamente nam a amén. Pero conceptualmente, desde luego, los significados de *na-i-me y amén están muy cerca.
Texto: José Alfonso Bolaños Luque
Imágenes: http://photopin.com/
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