FILOLOGÍA HISPÁNICA DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA
Promoción de 1997
Buenos recuerdos y un cierto sabor final a queo
Tocaba recuperar cajas almacenadas, olvidadas tras nuestro precipitado viaje a una nueva etapa en 2004: aprobé las Oposiciones en Extremadura, nos casamos ese año, ... Ahora necesitamos de nuevo los temas de las Oposiciones, y aparecen apuntes y fotocopias de todos los cursos de nuestra Filología Hispánica, incluidas las Guías del Estudiante.
Me encanta recordar. Soy melancólico por naturaleza. Y no me gusta tirar apuntes: siempre creo que alguna vez los volveré a leer y volveré a aprender. Pero a medida que iba seleccionando, clasificando, tirando lo mínimo y archivando lo más, iba cundiendo en mí una extraña sensación.
Dulces evocaciones también. Mi yo de aquel entonces, cuestiones personales, y lo que yo quise hacer Filología, dejando atrás una frustrada Ingeniería Industrial, porque lo que más quería era ser profesor de Lengua de Secundaria, que es lo que soy: objetivo principal cumplido. Momentos de disfrute: recitales poéticos, ¡creaciones poéticas!, clases estupendas (¡cómo me gustaban las de Marta Palenque!), descubrimiento de lecturas, manuales recomendados, manuales extraños que no venían a cuento pero que decidías estudiar porque te apetecía, la forma tan prodigiosa de entrar, gracias al Sr. Vicedecano, D. Juan Antonio Pacheco (y me leí más de dos veces el Karoo menor, que me regaló), y la no menos extraordinaria de salir, con la mejor nota en la fase Oposición del Tribunal 2 y la tercera mejor con el Concurso ... ¡Que me gano la vida con esto, vamos!
Pero una sensación extraña, con cierto olor a que te han timado un poco, se iba apoderando de mí. Empezaba a ver fotocopias de menundencias ultraespecializadas que, en serio, me leí. Disfruto con la novela pastoril y los detalles morfosintácticos de un giro dialectal medieval, os lo aseguro. Pero artículos y estudios de darle vueltas a dos cosas demasiado especializadas (¡vaya dineral en fotocopias!), en los que me iba metiendo, y poco a poco le vas cogiendo el gustillo, y cuando al fin te sientes más o menos conectado, y piensas hasta en el Doctorado, vienen y te dicen: ¡Oye, que tu futuro pasa por hacer el curso de español para extranjeros, ahí, ahí es donde tenéis que apuntaros! ¿Eh? ¿Y qué pasa con Saussure, con Ricoeur, Bataillon, Zamora Vicente, ...? Chico, a Brasil, que se ha puesto obligatorio allí el español en los Institutos. ¿Eh? ¿En serio?
Ni chicha ni limoná, esa promoción para la que hicieron un Plan Nuevo que murió con ella. Ni pragmatismo que nos preparase bien en idiomas y para el ejercicio de la Educación Secundaria, ni unos planes de estudios progresivos y coherentes a la par de especializados y académicos. ¿En qué quedamos? ¿Que me tengo que leer tu artículo de un poema olvidado de un escritor menor (sevillanísimo), de la diferencia del español entre dos pueblos contiguos de los Andes, o leerme un libro de tercera fila, o fijarme en el aparato de notas de la última edición de no sé qué libro del XV que has editado tú, y ahora me dices que haga un curso de español para extranjeros y me vaya al Brasil?
Lo he dicho: vine a la Filología de la Ingeniería, yo no me engaño, sé que la Filología y el mundo laboral no se llevan bien. Pero si piensan que es ahí donde hay que acabar, enfoquen, señores. Pero es que tampoco salen demasiados buenos filólogos hispánicos salvo por gracia personal. Hay que ir a una academia para según qué temas que ni aparecen en la carrera ... ¡y son básicos! ¿Dónde está la buena formación de idiomas? ¿Dónde está Unamuno, la Generación del 98, la del 27? ¿Por qué está arrinconada la Pragmática?
Siempre he sentido que debía refilologizarme, que me falta algo, que no estoy completo. Y de hecho, en eso consiste el Máster en Filología Hispánica de a rebujo que a duras penas va sacando la Hispalense, o algunos de otras Universidades. Es como si te dijeran: mira, ya has conseguido la Licenciatura (el Grado), ahora vamos a estudiar de verdad. Lo haré. Por la UNED, claro. El de la Hispalense vuelve a ser el gusto y regusto por la especialización de cada profesor y les sale un ente informe. Que vendrá bien al que lo haga, no solo por el título de Máster, sino porque si se aplica se sentirá filólogo de verdad. Pero no piensa ni en ser un buen máster, ni en el alumnado, ni en especializarse bien, ni pragmáticamente (mundo laboral), ni académicamente (totum revolutum). Pero, estudiante, como toparás con buenos profesores y con buenos libros, si quieres hazlo y disfrútalo mientras puedas.
Bueno, para no ser tan desabrido, terminaré bien. Me quedo, de todos modos, con las buenas evocaciones que aparecen al desempolvar estos pequeños tesoros reencontrados. Pero, vamos, la crítica queda ahí. La Universidad española. Para que luego hablen de la Secundaria (¡y se quejen!): por favor, no se apoltronen y ejerzan la docencia. Ejemplos hay entre sus compañeros.
Texto: José Alfonso Bolaños Luque
Imágenes: http://photopin.com
La verdad, el Máster de Filologías Integradas parece a priori más organizado y atractivo que el de Hispánicas.
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