miércoles, 23 de mayo de 2012

A vueltas de nuevo con la Religión y la Educación

DE LAS TRADICIONES CULTURALES Y LOS CENTROS EDUCATIVOS PÚBLICOS
José Alfonso Bolaños Luque
PUNTO UNO.
EL DERECHO A LA ABSTENCIÓN POR MOTIVOS DE CONCIENCIA, O LA LECTURA NEGATIVA.

La abstención a participar por motivos de conciencia en actos de cariz religioso, e incluso a estar presente, es un derecho ampliamente consolidado en nuestra democracia. Sucede en todas las instituciones, incluido el Ejército: un soldado español que profese una religión distinta de la católica no puede ser obligado a rendirle honores a una Virgen o estar presente en una misa. [El tema punzante es que el Ejército, como tal, lo sigue haciendo.]
            Por consiguiente, no de facto, sino de ley, cualquier miembro de una comunidad educativa tiene derecho a la no participación, activa o pasiva, en actos de este tipo, por más que estén aprobados en Proyectos de Centro por un Consejo Escolar. Esto no sólo incluye al profesorado, sino asimismo, y especialmente, a los alumnos, y padres y madres, y también al personal  no docente.  Pero asimismo incluso los profesores, que en el contexto escolar no son meros trabajadores sin más, sino que tienen derecho a participar en la vida del Centro, como así se promociona en diversa normativa, y sentirse parte integrante y participante de él.
Es cierto que, de otro lado, en las leyes educativas se promociona la tradición cultural. Junto a ella, también la ley promociona otros muchos aspectos importantes para el desarrollo intelectual y afectivo del alumno, pero parece que, en los últimos tiempos en Andalucía, esto de la tradición cultural se está usando para hacer prevalecer o que predomine en la Escuela determinadas manifestaciones religiosas que adquieren una legitimidad institucional desmesurada. Pero, no se nos olvide, también las leyes educativas hacen hincapié muy especial, y de forma más incisiva, en la atención individualizada al desarrollo integral del alumno, la libertad de conciencia, la multiculturalidad, la atención a la diversidad, la lucha contra la discriminación, el derecho de los padres y alumnos a ser educados en las convicciones religiosas y morales que ellos decidan, etc. Y, en todo caso, leyes más generales que las educativas, amparan estos derechos individuales y colectivos. 
Así que, la tolerancia por parte de un Centro Escolar a la abstención de todo sujeto que pertenezca a la Comunidad que compone dicho Centro es un deber, y su ejercicio por parte del individuo un derecho, que no puede ser conculcado ni obstaculizado ni ridiculizado ni ninguneado por decisiones de un Consejo Escolar.

PUNTO DOS.
LA ESCUELA INCLUSIVA, O LA LECTURA POSITIVA Y CRÍTICA.

            La reflexión debe llegar al ámbito puramente educativo, pedagógico. Las leyes no están para hacerse uno de su capa un sayo, y cuando digo uno me refiero a un Director, un Claustro, un Consejo Escolar o un pueblo. Sin duda, el mal uso consentido (no diré alentado) de conceptos en principio tan positivos como la autonomía de los centros, la contextualización de la Escuela o la promoción de valores culturales de una región o localidad puede ser el coladero o agarradero para este tipo de prácticas. La ambigüedad de la Administración (creamos que es ambigüedad) puede llevar a errores como la simple tolerancia de los alumnos de otras creencias bajo la presidencia para la totalidad del Centro de símbolos de una religión: las famosas polémicas sobre los crucifijos en el aula pública, que llevan al enfrentamiento entre padres bajo la mirada de las autoridades públicas que optan por el laisser faire de cada Centro, que tiene su mini-legislación propia y que votará en sus mini-Congresos de Diputados asuntos que en principio deberían estar regidos por normas generales concretas para todo Centro. Esperaríamos otra cosa con una mirada al espíritu de las leyes,  que se fomentase activamente que las Escuelas sean espacios que acojan a todos sin ambages, sin exclusiones, … Una escuela inclusiva, no meramente tolerante.
            El todo no es la suma de las partes. Son todas sus partes, sin exclusión, y algo más. No es la mayoría con respeto a las minorías. Los alumnos procedentes de minorías que acuden a la Escuela Pública acuden a una escuela que es tan suya como de los demás.
Un espacio acogedor e inclusivo así puede fomentar, por supuesto,  el valor cultural de la tradición del pueblo o región, si así se viera conveniente, pero desde un enfoque educativo, y no de promotor de la tradición tal cual. Todo su alumnado podría conocer e interesarse por ella, desde un discurso educativo, explicativo e inclusivo, valorar su existencia tradicional local y admirar sus añadidos culturales y estéticos. Esto no tiene absolutamente nada que ver con que un Centro Público, como tal, fomente activamente una tradición religiosa y se adscriba a ella, en nombre de todos.
            Pondré ejemplos. Uno no tendría inconveniente en que todo el alumnado de un Centro conociera la cultura musulmana. Que un alumno, o un conjunto de ellos, hiciera un trabajo mural exponiéndole a todos qué es y qué significa el Ramadán explica una tradición cultural de índole religiosa que nuestros alumnos, todos, podrían conocer desde este enfoque educativo, expositivo, cultural. Un enfoque apologético, argumentativo, propagandístico, ya no sería admitido: que el Imán de una mezquita diera un sermón islámico a todo el Centro es un imposible en nuestro país, una situación que no tiene cabida en un Centro Escolar Público; en todo caso, sí una invitación a la citada mezquita a los que voluntariamente quisieran acudir (y esto ya provocaría tensiones en un  Centro español).
            Al contrario igual. Como padre, yo no tengo ningún inconveniente en que la Escuela le enseñe a mi hija que la tradición de la mayoría de los habitantes de la región de donde ella es y habita es tal o cual, que se hace así y así, en tal fecha, etc. Esto es cultura y contextualización. Pero que la Escuela como tal rinda honores a una Hermandad, participando como sujeto activo en un acto común de contenido no educativo, sino religioso, tolerando, eso sí, la abstención de mi hija, es excluirla, no enseñarle a valorar una cultura. Si yo propusiera  que el alumnado de un Centro conozca en qué creen y qué hacen los cristianos evangélicos, esa olvidada minoría que tan de cabeza traía a Franco, y que está aquí desde hace más tiempo que el que mucha gente piensa (porque no sabe, ¡qué mala es la ignorancia!, aún parecemos algo así como extrarrestres, sobrantes o ilegítimos, o se nos mira con cierta penilla) estaría promocionando el conocimiento de una realidad religiosa en España, la tolerancia, el respeto a pensamientos distintos, e incluso la cultura andaluza, si hablamos, por ejemplo, de la Biblia del Oso. Cosa distinta a que se traiga a un predicador para que dé un sermón evangelístico como actividad general del Centro, eso sí, permitiendo de facto la abstención de conciencia.
            ¿Por qué esto, tan facilito de entender, no se entiende? Que todo lo que haga una escuela, además de legal, debe ser escolar, y para todos, al menos en principio. Incluso la tradición cultural. Que la tradición cultural de un pueblo (¡sobre todo andaluz!) se promociona ella solita como tal, y no es necesario que la Escuela se extralimite y funcione como otra cosa, y provoque sentimientos de extrañeza siquiera a un solo alumno, no porque promocione una tradición, sino por su forma de hacerlo.
            Sin embargo, las cosas a día de hoy siguen igual. Te hablan a boca llena de Escuela Inclusiva, Competencias Básicas, etc., etc., argumentando muy bien que es lo que hay que hacer, pero luego queda todo en manos de un Plan de Centro y de la disposición de un puñado de profesionales voluntarios. Pero, ¡cuidado!, para matricular a mi hijo en una Escuela u otra no me dejan elegir el Plan de Centro que se adecue a mis intereses (si es que existe), mi hijo quedará en manos del tal o cual director, de tal o cual Consejo Escolar, confiando en que se respetarán letra y espíritu de derechos muy básicos. Porque si no se respetan, o se interpretan de aquella manera, o se consienten de tal otra, lo que te queda es un pataleo que te señala a ti y a tu hijo en el pueblo, si tienes ganas o narices de patalear, o como mucho un proceso judicial incierto que probablemente no lleve a nada, o ajo y agua, pero, eso sí, atención individualizada, desarrollo integral de la persona, bla, bla, bla.
            Se llevan las manos a la cabeza por ciento y una mil chorradas de turno, y este tema, en el que no se quieren meter, se torea, o bien trivializándolo (¡Qué más da! Si es un acto muy bonito, no pasa nada…), o bien insertándolo, como si los demás fuéramos idiotas, bajo marbetes de conveniencia, como el de manifestación cultural, que en Andalucía incluye las peleas de gallos, entre otras muy ilustradas actividades. Un tema “mayor”, por cuanto afecta a derechos fundamentales, a sensibilidades y a conciencias, tratado como “menor” y dejado en manos de pequeñas autoridades. Se despoja de contenido el vaso (la religión, ahí es nada) y… ¡mira qué vaso más bonito! (Pero luego sí hay líquido dentro, que algunos tragarán; o bien otra situación de encendimiento popular: "si no les gusta, que se vayan", como si esto no fuera en realidad también nuestro). 
            O al contrario, que es peor, se le dota de más valor del que tiene. Ejemplo: IES Los Álamos, en Bormujos. Tras largos párrafos, en su página web, acerca de su Plan de Centro, sobre que la atención a la individualidad del alumno es una prioridad, de repente concluye que El patrimonio cultural proporciona claves definitorias de nuestra identidad como pueblo. Su conservación y defensa nos compromete a todos y la integración social de nuestros jóvenes está estrechamente ligada a la iniciación en estas tradiciones. ¡Toma teoría social para todos! Perdón, yo he sido joven, me he integrado socialmente sin problemas y no he necesitado que nadie, y menos la Escuela, me inicie en estas tradiciones. Perdón, pero tengo derecho a tener las ideas religiosas que quiera, o a no tenerlas, a seguir o no seguir una tradición cultural, y también a integrarme socialmente. Y, en todo caso, ¿cómo que un Instituto Público de Secundaria va a iniciar a nadie en una tradición cultural? Una cosa es mostrarla, valorarla. Otra cosa es iniciar a sus alumnos en ella, ¡y como una necesidad para su desarrollo como persona! Y esto se publica en una página web oficial, y, lo que es peor, se estará llevando a cabo teniendo esta justificación.

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