jueves, 16 de octubre de 2025

"AGAMENÓN", DE ESQUILO

 


Imagen de Eugene Kucher en Pixabay


Es la primera tragedia de ciclo troyano, y la primera tragedia de la única trilogía conservada de Esquilo, La Orestía.¿Qué decir? Menos mal que no hago reseñas propiamente dichas (¡y menos de clásicos super clásicos!), sino impresiones lectoras, más subjetivas cuanto más clásico el libro. Conocer la historia de Agamenón, Clitemnestra, Ifigenia, Casandra, Egisto y Orestes antes de leer esta tragedia, desde luego, ayuda, y bastante, a disfrutar de esta obra, que se disfruta desde el primer verso al último. Ventaja necesaria, al fin y al cabo los primeros espectadores de Agamenón también tenían ese conocimiento, y aún mejor. Casualidades de la vida, cuando antes del verano me vi en YouTube las conferencias de Eva Tobalina sobre las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, entre otras muchas sobre el mundo antiguo, no sabía que meses más tarde iba a dar impresiones de tragedias en un ciclo lector autoimpuesto. ¡Gracias dobles, entonces, Eva!

     Así que, claro, tampoco voy a ser minucioso dando detalles de las varias tramas entrelazadas y en cierto modo míticas que se desarrollan poéticamente aquí. Llovería, una vez más, sobre mojado y mis aportaciones no significarían absolutamente nada. ¿En lo subjetivo? Una pasada de tragedia. Sí, estilo esquíleo, vale, ¿y qué? Sentimiento y fatum a flor de piel de manera incesante.

     "Perjudicial por perjudicada", pensaba Rodrigo de Paula en mi Amae pop blue. Pues así Clitemnestra. Aparece fría, mentirosa, calculadora y asesina por su propia mano. Pero su imagen psicológica pincelada por Esquilo al final de la obra es verdaderamente viva y "moderna", nosotros desde este siglo podríamos poner etiquetas médicas y de la psicología a su comportamiento, seguramente aparece en el DSM-V y tiene un diagnóstico y tal vez un tratamiento. ¿Y cómo no? ¿Cómo se digiere lo que ella vivió, la muerte de su amada hija Ifigenia en un sacrificio a manos de su padre, al que Ifigenia adoraba, para calmar los vientos y emprender esa maldita guerra en Troya? Y más en esa época. Lo que produjo, primero, fue rechazo emocional. Clitemnestra parece rehacer su vida junto con Egisto, quien también tiene motivos para odiar a Agamenón (todo tiene un entronque familiar, generacional). Como hemos visto en tragedias anteriores, todos tienen motivos, todos tienen una culpa, una misión, un destino y un rincón final sin escapatoria. Dilemas morales sin solución correcta. El coro en esta obra duda mucho, además, a pesar de su enfrentamiento con Egisto en los últimos versos. Y no es para menos.

       Y luego Casandra. ¡Qué potentes y desdichadas son las mujeres aquí! Condenada a que nadie crea en sus profecías, lo sabe todo, lo pre-sabe todo, y muere junto a Agamenón como su "amante", arrastrada por la furia de Clitemnestra. ¡Su amante! Hecha esclava, esta troyana no tiene opciones para no acostarse con Agamenón... ¡Su amante! ¡Qué ironía!

      Resalto rápido algunas cosillas que me han llamado la atención. Primero, y para reflexionar, el dolor de la sabiduría. La sabiduría y la prudencia las da el dolor, según el coro en su primera larga intervención, y él mismo, el coro que se enfrenta a Egisto al final de la obra, ya nos muestra a un Agamenón impío, quien "mudó de sentimientos hasta atreverse a todo", pues cambió su amor por Ifigenia, su hija, por favorecer la empresa contra Troya, en un dilema ¿difícil? que se le plantea. Y es estremecedora la imagen de Ifigenia siendo inmolada por su padre que nos da el coro aquí, tan al vivo... Estremecedora. ¡Qué tristeza tan inmensa! Y todo son presagios inconscientes de lo que ha de venir.

      Anecdótico, pero lo de la mensajería a través de fuegos sucesivos, ¿qué queréis?, me ha recordado a las almenaras de Minas Tirith, y perdón por decir esto.

      Otra tristeza inmensa, y una realidad en la época, ahora en boca de Clitemnestra: la toma de una ciudad, el horror que se abate sobre los vencidos, también al vivo. De nuevo, estremecedor. Y luego la red: la de Zeus sobre Troya, al principio; la de Clitemnestra sobre Agamenón (y aquí no hay metáfora), al final. Porque, en definitiva, Esquilo, ¿qué nos va a decir? Que lo sagrado debe respetarse, que la justicia está con el que sufre y la Fortuna con el moderado y no con el soberbio. Aquí ha habido mucha sangre y va a haber mucha más. ¡La hybris tiene su castigo! ¡Maldición para el soberbio!

      Sí, hay mucha reflexión, siempre te quedas pensando. Piensa en estos versos: Que es muy propio de los hombres / con el que cae ensañarse. Solo un ejemplo de una abundancia. Y expresiones vivísimas, que alientan a escribir versos propios: Divino frenesí te ha enajenado, le dicen a Casandra. Las frases contundentes de ella: Tú ruegas mientras ellos se preparan. Y es que, ¡cómo se notan los cambios de estado, de conciencia! Los estados alterados de conciencia: esa Casandra en trance adivinatorio, y luego su salida del trance (Mi profética voz, cual una novia / no mirará ya más entre sus velos), esa Clitemnestra ciega de un dolor acumulado, encapsulado.

      En cuanto a lo formal... ¡Buf! ¡Qué lenguaje! Te lleva en tensión todo el tiempo. De nuevo, anecdótico, pero me ha gustado eso de que haya una pregunta dentro de una pregunta, que se abra una interrogación antes de cerrarse la primera, por esos incisos parentéticos que se dan en los discursos en verso. Y las repeticiones seguidas de palabras, me conectan el lenguaje poético de la Grecia clásica con el japonés clásico, el aprovechamiento de las similitudes fonéticas para distorsionar los significados originales, como la asociación de Helena con la destrucción.


     Bueno, paro, acabo. Tengo anotadas más cosas, pero lo dejo aquí. No creo que necesite hacer explícita, tampoco, mi valoración de esta maravillosa tragedia.

      



jueves, 2 de octubre de 2025

"LAS SUPLICANTES", DE ESQUILO



                                                                                         Imagen de MythologyArt en Pixabay


Si dijimos que Los Persas era la única tragedia de Esquilo que no pertenecía ni al ciclo troyano ni al tebano, entonces dijimos mal. Si hicimos eso, nos equivocamos, porque entonces no tuvimos en cuenta Las Suplicantes. Igual que las dos tragedias anteriores, Las Suplicantes pertenece a una trilogía perdida, queda ella como la única superviviente de la terna Suplicantes, Egipcios, Danaides, a la que se le uniría el drama satírico Amimone, también perdido. Al ser la primera de la trilogía, Las Suplicantes acaba dejándonos con la intriga, su final es el preludio de una acción que devendrá en un conflicto entre argivos y egipcios cuya causa es la que se expone en esta obra, que nos mantiene con lamentos y súplicas, y oraciones a Zeus y otros dioses, todo el tiempo. Las metáforas marinas también son constantes.

     El coro vuelve a ser femenino, las protagonistas de la obra: las danaides, las hijas de Dánao, que han huido de Egipto por mar hasta la tierra de sus antepasados míticos, de Io, hasta Argos, acompañadas de su padre anciano. Huyen, en realidad, del matrimonio forzoso con notables egipcios, sus primos, que ellas aborrecen, matrimonios impuestos. Es la huida del macho, y a lo largo de toda la tragedia siempre nos queda la duda de si rechazan a esos hombres en particular o el yugo del matrimonio a cualquier hombre en general, su carácter amazónico de rechazo al varón. 

    Nada más llegar, se acogen a sagrado para protegerse y suplicar protección de la ciudad de Argos. Junto a las estatuas de los dioses, expresan sus súplicas, lamentos, bendiciones y maldiciones en una obra que, por definición y, usando un término de la propia traducción de Alsina Clota en Cátedra, es, en esencia, gemebunda. Lágrimas, gemidos, temores hechos palabras de oración desesperada.

     Su trama es sencilla: llegan allí, esperan que los argivos las acojan y defiendan de la expedición egipcia que sin duda vendrá a reclamarlas, el rey de Argos duda y consulta, la ciudad se pone a su favor, aparecen los egipcios que casi se las llevan por la fuerza, se interpone el rey y su tropa que se las llevan a la ciudad, y todo queda en el aire a la espera de una más que probable confrontación de los griegos con unos extranjeros que pondrán sitio a la ciudad a causa de todo este asunto, algo que sabemos que no sucederá, pero que aquí parece presagiarse.

     Las alusiones a Zeus, especialmente al mito de éste hecho toro con Io, son constantes, por supuesto dadas por sabidas en el público. Y las oraciones son fundamentalmente dirigidas a él, pariente divino y el más poderoso de los dioses. Temida es Afrodita (Cipris) y Ares, amantes y opuestos a un tiempo. Vuelve a aparecer Ate, nombrado al principio e implícitamente en las palabras del rey al heraldo de los egipcios, que por poco se lleva a rastras, tomadas por los cabellos, a las danaides, cuando le acusa de soberbio (hybris) por obrar así en su tierra y le subraya que, con ese comportamiento, ha errado (Ate).

     Quien sea un experto o esté familiarizado con la literatura clásica griega tal vez se ría de lo que me llama la atención de estas tragedias, al fin y al cabo no dejo de ser un lector ingenuo en muchos sentidos. No obstante, guiado de nuevo por una candidez que creo que nunca perderé del todo aunque quisiera, terminaré mi impresión lectora de Las Suplicantes haciendo notar alguna. A ver, esto es cosa de la traducción, pero qué queréis que os diga, ya lo he mencionado, la palabra gemebunda me ha gustado: gemebundas son las tonadas de la Jonia pero también el espíritu y las palabras de este coro de suplicantes (si es que están por fuerza así todo el tiempo, suplicando, los gemidos son insoslayables); gemebundas es un adjetivo que daría juego en muchos sentidos. 

     Y luego frases. En parte alguna / verás de la desgracia igual plumaje es una verdad que hace reflexionar: el infortunio se manifiesta de manera muy variada en unos y en otros, adopta tantas formas, tantas maneras, que el otro siempre tendrá dificultades para darse cuenta y entender lo mal que lo está pasando uno, el calvario que uno transita, y la empatía se hace complicada, y uno tiene que tratar de persuadir y convencer a los demás de lo que tan amargo y evidente es en la conciencia.

     Mas sin dolor no hay solución posible, verso en boca del rey de Argos, nos devuelve al dilema donde las dos posibilidades a elegir tienen grandes inconvenientes y complicaciones, como vimos al final de Los siete contra Tebas, muy propio de la tragedia griega y tal vez de la vida, donde blanco y negro se unen en grises para elegir. Aunque un poco después este hombre llega a decir: Pero prefiero ser un mal profeta / a un profeta verídico de males, muy en sintonía con la corriente filosófica y de vivencias actual; es complicado que este personaje nos caiga mal, que además se presenta muy humano desde el principio, con dudas desde el principio, honesto y resuelto en su cargo además. Y otra cosita de su boca: Criticar al poder le gusta, al pueblo, ¿quién negaría eso? Universal, de todos los tiempos. Quien me conoce sabe cómo detesto a los lobbies, a los que quieren ejercer poder e influencia sin asumir responsabilidades. Aunque aquí se habla del pueblo, de la opinión general. Por eso a sí mismo se dice ¡Que Suerte y Persuasión vayan conmigo! También se critica fácilmente al que es distinto: Siempre se está dispuesto hacia la crítica / del que habla otro lenguaje; en sentido literal, al extranjero, que habla otra lengua, pero igualmente al que habla otro idioma en el sentido de que tiene otras vivencias, otras prioridades, otras expectativas.

     De Zeus el peso recibiera es imagen del acto sexual muy evidente pero también muy ilustrativo.

     Cuando, ya al final, hablns las sirvientas, el diálogo es más sabroso, pues estas no comparten la decisión de sus amas. Y, ante tanta súplica, aconsejan moderación al pedir, incluso a las divinidades: "Nada en exceso", incluso con los dioses.